El Imperialismo hoy y el carácter de Rusia y China

Por Corriente Marxista Internacional


Publicamos aquí un documento escrito en 2016 por la dirección de la Corriente Marxista Internacional como parte de una discusión sobre el papel del imperialismo hoy y el carácter de China y Rusia. Creemos que puede servir para aclarar cuestiones que se han planteado en relación con la invasión rusa de Ucrania.

En cualquier discusión sobre nuevas cuestiones, es necesario volver a los fundamentos. El texto de Lenin: El Imperialismo, fase superior del capitalismo, nos proporciona el punto de partida para cualquier análisis. Ningún libro ha conseguido explicar mejor los fenómenos del capitalismo moderno que éste. Todas las principales predicciones de esa obra relativas a la concentración del capital, la dominación de los bancos y el capital financiero, el antagonismo creciente entre los estados nacionales y la inevitabilidad de la guerra que surgen de las contradicciones del imperialismo, han demostrado ser verdaderas analizando la historia de los últimos 100 años.

Sin embargo, necesitamos más que repetir lo que Lenin escribió en 1916. Un siglo más tarde han sucedido muchas cosas que no fueron previstas por Lenin ni podían preverse. En 1916, Lenin no se limitó a repetir las ideas expresadas por Marx y Engels en El Manifiesto Comunista. Analizó nuevos fenómenos que no se habían dado en la época de Marx. De la misma manera nos enfrentamos ahora a nuevos fenómenos que no existían en los tiempos de Lenin.

Un análisis materialista se basa siempre en una cuidadosa consideración de los hechos – de todos los hechos. No comienza con una idea preconcebida y luego procede a seleccionar ciertos hechos que encajan en la teoría, ignorando aquellos que no lo hacen. La dialéctica se ocupa de los procesos, el desarrollo y el cambio con los que, en un momento dado, las cosas se transforman en su contrario. Esto debe tenerse en cuenta a la hora de considerar la cuestión del imperialismo. El método de Lenin era dialéctico y materialista. Al analizar lo que en aquel entonces era un nuevo fenómeno, el imperialismo, se basó en un análisis concreto de las nuevas manifestaciones que se habían desarrollado. Se basó no en un análisis de textos, sino en un análisis de los hechos. Es por eso que su libro está lleno de un gran número de estadísticas que indican los procesos generales que estaban teniendo lugar en la economía mundial capitalista.

Es evidente que en los cien años que han transcurrido desde que Lenin escribió su libro el mundo ha cambiado de muchas maneras. El equilibrio internacional de fuerzas que Lenin describió ya no existe. Gran Bretaña y Francia, que eran las principales potencias imperialistas de la época, han pasado a un lugar secundario en la política mundial, mientras que Estados Unidos, que empezaba entonces a flexionar sus músculos, ahora es el poder dominante en el mundo. La Rusia zarista pasó al olvido hace mucho tiempo. La Unión Soviética que la reemplazó también pasó a la historia.

Cuando Lenin escribió su libro, el mundo se dividía en imperios coloniales sujetos al gobierno militar-burocrático directo de Gran Bretaña, Francia, Bélgica, Rusia y Holanda. La poderosa revolución colonial que siguió a la Segunda Guerra Mundial barrió esos imperios. Los antiguos países coloniales alcanzaron la independencia formal. (Los países latinoamericanos ya habían logrado esto en el siglo XIX, aunque todavía estaban dominados económicamente, principalmente por Estados Unidos y Gran Bretaña.) Pero las antiguas colonias todavía están dominadas indirectamente por el imperialismo, a través del mecanismo del mercado mundial, el comercio desigual y la deuda.

Sería un gran error imaginar que la naturaleza de la actual China puede determinarse recurriendo a fórmulas generales y definiciones abstractas. Tales definiciones pueden ser perfectamente correctas teóricamente. Pero tratar de imponer dichas fórmulas a una realidad cambiante y viva es problemático, porque la realidad no siempre encaja en estas definiciones. La caída de la URSS modificó drásticamente el equilibrio mundial de fuerzas. ¿Cómo caracterizamos a países como Rusia y China hoy? Estas son nuevas preguntas que deben analizarse cuidadosamente, teniendo en cuenta todos los aspectos. Ese fue el método de Lenin en 1916, y es el mismo método que debemos usar ahora.

Los límites de las definiciones

Huelga decir que debemos dar una definición del imperialismo. Pero es un fenómeno que tiene diferentes aspectos y por eso se puede analizar el imperialismo de diferentes maneras. Kautsky se refirió al imperialismo como una carrera anexionista. Este es, sin duda, un aspecto del imperialismo y hay algunos países a los que se aplica más que otros. Lenin dijo que esta definición es correcta pero incompleta.

El propio Lenin señala que es posible hablar del imperialismo en el período precapitalista e, incluso, en el mundo de la antigüedad, como el Imperio Romano. Esto implicaba la conquista, la esclavitud y el saqueo de las colonias extranjeras. Este tipo primitivo de imperialismo puede ser encontrado incluso en el mundo moderno (el imperio zarista era, de hecho, un ejemplo de esto). Sin embargo, el fenómeno sufrió una transformación bajo el capitalismo. En su célebre libro sobre el tema, Lenin proporciona una definición científica del imperialismo en la época moderna. Enumera sus características más básicas como sigue:

1) La concentración de la producción y del capital llegada hasta un grado tan elevado de desarrollo que ha creado los monopolios, que desempeñan un papel decisivo en la vida económica; (2) la fusión del capital bancario con el capital industrial y la creación, sobre la base de este “capital financiero», de una oligarquía financiera; 3) la exportación de capital, a diferencia de la exportación de mercancías, adquiere una importancia particular; (4) la formación de asociaciones internacionales monopolistas de capitalistas, las cuales se reparten el mundo, y (5) la terminación del reparto territorial del mundo entre las potencias capitalistas más importantes. El imperialismo es el capitalismo en la fase de desarrollo en la cual ha tomado cuerpo la dominación de los monopolios y del capital financiero, ha adquirido una importancia de primer orden la exportación de capital, ha empezado el reparto del mundo por los trusts internacionales y ha terminado el reparto de todo el territorio del mismo entre los países capitalistas más importantes.

En el pasaje citado, Lenin describe sus rasgos esenciales: el monopolio, la dominación del capital financiero, la exportación de capital, el desarrollo de los monopolios internacionales y la división territorial. ¿Es esta definición correcta? Sí, es muy correcta. Pero es correcta como declaración general. Y como todas las definiciones generales, no necesariamente cubre cada caso.

Sabemos lo que es un ser humano. Tiene dos ojos, dos brazos y dos piernas, puede caminar y hablar, y así sucesivamente. Pero en la vida real hay muchos casos donde uno o más aspectos de esta definición no se aplica. Eso no quiere decir que deba descartarse como afirmación general del hecho, sólo que debemos ser conscientes de sus límites. También sabemos lo que es un Estado obrero. Pero algunas personas que se llamaban marxistas se negaron a aceptar que la Rusia de Stalin podría ser descrita como tal. Se adherían estrictamente a una norma abstracta y no tomaban en cuenta que un Estado obrero podía degenerar bajo ciertas condiciones concretas, mientras seguía siendo un Estado obrero.

El propio Lenin era muy consciente de las limitaciones de las definiciones. “Si fuera necesario dar una definición lo más breve posible del imperialismo, debería decirse que el imperialismo es la fase monopolista del capitalismo”. Pero luego agrega: “sin olvidar la significación condicional y relativa de todas las definiciones en general, las cuales no pueden nunca abarcar en todos sus aspectos las relaciones del fenómeno en su desarrollo completo”. Aquí vemos claramente el método dialéctico de Lenin. No abordó la cuestión del imperialismo (ni ninguna otra cuestión) desde el punto de vista de las definiciones abstractas que pudieran aplicarse mecánicamente sin tener en cuenta el tiempo y el espacio, pero subrayó la necesidad de analizar el fenómeno como un proceso vivo y cambiante “en su totalidad desarrollo.”

Concentración de capital

En el Manifiesto Comunista, Marx y Engels demostraron que el capitalismo, que surge primero en la forma del Estado-nación, inevitablemente crea un mercado mundial. La aplastante dominación del mercado mundial es, de hecho, la característica más decisiva de la época en la que vivimos. Ningún país, por grande y poderoso que sea, puede escapar de la atracción del mercado mundial. El fracaso total del socialismo en un solo país en Rusia y China es prueba suficiente de esta afirmación. Lo mismo ocurre con el hecho de que las dos grandes guerras del siglo XX se libraron a escala mundial y fueron guerras por la dominación mundial.

El capitalismo y el Estado-nación, de ser una fuente de enorme progreso, se convirtieron en una colosal traba y un impedimento para el desarrollo armonioso de la producción. Esta contradicción se reflejó en las guerras mundiales de 1914-18 y 1939-1945, y en la crisis del período de entre guerras. En la Primera Guerra Mundial, los imperialistas británicos libraron una “guerra defensiva», es decir, una guerra para defender su privilegiada posición como el principal ladrón imperialista del mundo, sometiendo a millones de indios y africanos bajo una esclavitud colonial. Los mismos cálculos cínicos hicieron cada una de las naciones beligerantes, desde las más grandes hasta las más pequeñas.

Lenin explica que en la etapa del capitalismo monopolista imperialista, toda la economía está bajo el dominio de los bancos y del capital financiero. Utilizando la gran cantidad de estadísticas a su disposición, Lenin esboza el proceso mediante el cual el capitalismo se transforma en capitalismo monopolista. Su libro contiene una lista exhaustiva de datos que indican la dominación de la economía mundial por un pequeño número de grandes bancos y trusts. En las últimas décadas, este proceso de concentración del capital ha asumido un impulso aún más intenso.

Las líneas generales del Imperialismo siguen siendo vigentes hasta nuestros días. La concentración de capital ha llegado al punto en que el mundo entero está dominado por no más de 200 empresas gigantescas, la mayoría de ellas con sede en los Estados Unidos. Estos vastos monopolios están cada vez más fusionados con el Estado, que representa sus intereses. Como desarrollo paralelo tenemos el crecimiento del capital financiero, que domina a todos los demás sectores y al propio Estado. Citigroup, JPMorgan Chase, Banco de América, Goldman Sachs –éstos son los verdaderos centros de poder del capitalismo estadounidense.

Cien años después de que Lenin escribiera su libro, la dominación de los bancos y del capital financiero es cien veces mayor que cuando escribió esas líneas. El estrangulamiento de los grandes bancos y su naturaleza parasitaria y explotadora quedaron expuestos ante todo el mundo con la crisis de 2008 y los escandalosos rescates, con los billones de dólares de dinero de los contribuyentes entregados a los bancos por los gobiernos. Estos monopolios han acumulado cantidades masivas de capital y, en realidad, poseen un excedente de capital. Esto se ve gráficamente en la actualidad, con grandes empresas como Apple, la cual posee cientos de miles de millones en reservas de efectivo inactivas. Las grandes corporaciones estadounidenses están sentadas sobre miles de millones de reservas de efectivo improductivas.

Lenin identificó la exportación de capital (en oposición a la exportación de mercancías) como uno de los rasgos más característicos del imperialismo en la época moderna. Significa que “La necesidad de exportación de capitales obedece al hecho de que, en algunos países, el capitalismo está ya “demasiado maduro», y al capital le falta (dados el desarrollo insuficiente de la agricultura y la miseria de las masas) campo para su inversión “lucrativa”.” Dado que estas enormes cantidades de capital no pueden utilizarse de forma rentable en el mercado interno, se exportan a otras naciones de las que se pueden extraer súper-beneficios de la plusvalía derivada del bajo costo de la mano de obra.

Lenin añadió que esta creciente concentración de capital monopolista lleva cada vez más hacia la dominación del capital financiero. Así como los monopolios surgen en el mercado, el ala financiera parasitaria del capital crece en importancia, terminando por dominarla sobre el resto de la economía. Los grandes bancos y los mercados de valores se convierten en centros importantes del capitalismo a medida que se vuelve global, convirtiéndose en una especie de centro neurálgico del sistema, un canal a través del cual toda inversión industrial debe pasar (y dejar un depósito). El complejo militar-industrial está encarnado por enormes compañías, como Lockheed Martin, que se enriquecen a través de los lucrativos contratos de armas con el gobierno. Todo ello está vinculado a una política exterior agresiva, destinada a impulsar la participación de los Estados Unidos en los mercados mundiales y el control mundial.

Los objetivos de los imperialistas no han cambiado: una lucha por los mercados, las materias primas y las esferas de influencia. Sin embargo, también hay diferencias importantes. En tiempos de Lenin, el imperialismo se manifestaba en el dominio directo de las colonias por las potencias imperialistas. El imperialismo británico dominaba casi la mitad del globo. Saqueó la riqueza de África, Oriente Medio y el subcontinente indio y, también, dominó muchos países de América Latina. Para romper el monopolio mundial del imperialismo británico y asegurar un nuevo reparto del poder global, los imperialistas alemanes lanzaron la Primera Guerra Mundial. Las otras potencias participaron activamente en esta lucha por esculpir el mundo y apoderarse de las posesiones coloniales. Por cierto, esto se aplica no sólo a las Grandes Potencias, sino también a los ladrones más pequeños como Grecia, Rumanía y Bulgaria.

Esta situación cambió radicalmente como resultado de la Revolución de Octubre y la revolución colonial. La revolución bolchevique derrocó al zarismo y dio un poderoso impulso a los movimientos de liberación nacional de los pueblos coloniales oprimidos. Más tarde, la Segunda Guerra Mundial socavó el poder de los antiguos Estados imperialistas. Gran Bretaña y Francia emergieron debilitadas por la guerra, mientras Estados Unidos y la URSS se convirtieron en las potencias dominantes –aunque, por supuesto, la URSS no desempeñó un papel imperialista.

El auge de las revoluciones coloniales fue uno de los mayores acontecimientos de la historia de la humanidad. Cientos de millones de seres humanos que habían sido condenados al papel de esclavos coloniales se levantaron contra sus amos en África, Asia y Oriente Medio. La magnífica revolución china y la independencia nacional de la India, Indonesia y otros países marcaron un cambio histórico. El logro de la independencia fue un gran paso adelante. Sin embargo, no resolvió los problemas para las masas explotadas. Por el contrario, en muchos sentidos se exacerbaron.

Hoy, más de siete décadas después de la Segunda Guerra Mundial, el dominio del imperialismo sobre los antiguos países coloniales es aún mayor que en el pasado. La única diferencia es que, en lugar del control militar-burocrático directo, el imperialismo ejerce indirectamente su dominio. La dominación imperialista de estos países formalmente independientes se ejerce a través del mecanismo del mercado mundial y de los términos de intercambio desiguales, donde las mercancías que representan más trabajo se intercambian por mercancías que representan menos trabajo. Además de este intercambio desigual, estos países son explotados a través de la “ayuda” extranjera, el interés de los préstamos, etc. Los antiguos países coloniales permanecieron esclavizados al imperialismo, aunque sus cadenas son ahora invisibles.

La globalización es una palabra que oculta la realidad del saqueo sistemático de los países ex-coloniales. Estos últimos se ven obligados a abrir sus mercados a una avalancha de bienes extranjeros que arruinan sus industrias locales, paralizan sus economías y drenan sus riquezas. Empresas gigantes multinacionales abren fábricas en Bangladesh, Indonesia y Vietnam, donde los trabajadores son sometidos a la explotación más brutal en condiciones de esclavitud por salarios de hambre para producir vaqueros y zapatos Nike, para aumentar la plusvalía extraída por los “chupasangres”. Desastres como Bhopal y el reciente incendio en una fábrica de textiles de Bangladesh devastan comunidades enteras. Los propietarios de las compañías occidentales lloran lágrimas de cocodrilo y continúan llenando sus arcas con productos provenientes de la sangre, el sudor y las lágrimas de millones de personas sobre explotadas.

Deuda

La historia conoce muchas formas diferentes de esclavitud, y la esclavitud financiera es la forma moderna. No es tan obvia como la esclavitud, pero es esclavitud, sin embargo, por la cual naciones enteras son subyugadas y saqueadas. Las vidas de miles de millones de personas quedan aplastadas por esta esclavitud de la deuda colectiva. Los países subdesarrollados son aplastados por la carga de la deuda y las políticas comerciales del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio (OMC).

El saldo total de la deuda externa de los “países en desarrollo” era de 500.000 millones de dólares en 1980, se había duplicado a 1.194 millones de dólares en 1990, era de 1.996 millones de dólares para 2000 y para 2012 había llegado a 4.830 millones de dólares, ascendiendo los gastos anuales de pago de la deuda a 660 mil millones de dólares.

La carga de las deudas deja a los países más pobres del mundo con nada que gastar en necesidades básicas como salud, educación e infraestructura. Todos los países subdesarrollados se encuentran explotados, robados y oprimidos por el imperialismo. De esta manera, el imperialismo todavía chupa la sangre de miles de millones de pobres en el antiguo mundo colonial.

La Biblia cuenta que los antiguos cananeos solían sacrificar a los niños a Moloch. Nada comparado, sin embargo, a los siete millones de niños que son sacrificados cada año en el altar del Capital, como resultado de la esclavitud de la deuda. Si los veinte países más pobres hubieran cancelado su deuda en 1997, el dinero liberado para la atención médica básica podría haber salvado la vida de unos 21 millones de niños en el año 2000, el equivalente a 19.000 niños al día. De acuerdo con la campaña Jubilee 2000, 52 países de África subsahariana, América Latina y Asia, que sumarían un total de mil millones de personas, se hunden bajo la carga de la deuda que asciende a 371 mil millones de dólares. Esto es menor que el valor neto total de los 21 individuos más ricos del mundo.

México es formalmente independiente desde hace casi dos siglos. Pero el carácter ficticio de esta independencia se ha hecho evidente en las últimas décadas con la firma del Tratado de Libre Comercio con su “Gran Hermano” a través del Río Grande. Ha tenido un efecto devastador sobre la industria y la agricultura mexicanas, mientras que la apertura de fábricas estadounidenses en las maquiladoras en las zonas fronterizas, ha proporcionado una enorme reserva de mano de obra barata para los empresarios estadounidenses.

Originalmente ubicadas en las ciudades fronterizas de Tijuana, Ciudad Juárez, Matamoros, Mexicali y Nogales, estas plantas de montaje que trabajan para el mercado de los Estados Unidos se han extendido por todo el territorio de México. Aquí vemos exactamente cómo funciona el imperialismo moderno. ¿Por qué buscarse problemas y someter al gobierno a gastos militar-burocráticos directos, cuando se puede dominar un país de forma muy eficaz por medios económicos, dejando el negocio desagradable de la represión a un gobierno “amistoso” (es decir, subordinado)?

Este modo neo-colonialista de explotación no es menos depredador que el saqueo abierto de las colonias realizado en el pasado sobre la base del gobierno militar directo. En general, las mismas viejas colonias en África, Asia y el Caribe están siendo succionadas por los mismos viejos “chupasangres”. La única diferencia es que este robo se lleva a cabo de manera bastante legal a través del mecanismo del comercio mundial por el cual los países capitalistas avanzados ejercen una dominación conjunta de las ex colonias y, por lo tanto, se ahorra el costo de la dominación directa, intercambiando más mano de obra por menos.

¿Puede haber nuevas potencias imperialistas?

Lenin dice que el capital financiero extiende sus tentáculos sobre todos los países del mundo. Explica que los países exportadores de capital se habían repartido el mundo a principios del siglo XX. Dice: no queda nada por colonizar. ¿Eso quiere decir que Lenin pensó que la división del mundo se mantendría fija e invariable para todos los tiempos? Por supuesto que no lo hizo. Lenin afirma específicamente que la división del mundo entre dos poderosos trusts no impide una nueva división, si la relación de fuerzas cambia como resultado del desarrollo desigual. Así que Lenin se pregunta si la relación entre las potencias imperialistas puede cambiar y da una respuesta contundente: puede y debe necesariamente cambiar todo el tiempo.

La ley del desarrollo desigual implica que las diferentes partes de la economía mundial, los diferentes países, se desarrollan a diferentes ritmos. Es precisamente esto lo que determina el ascenso y la caída de diferentes potencias. Hemos visto que este nuevo reparto del mundo ha ocurrido varias veces a lo largo del siglo pasado, con la decadencia de antiguas potencias y el surgimiento de nuevas potencias imperialistas, reemplazándolas con más energía. Y no hay absolutamente nada en la teoría marxista que descarte nuevos repartos. Todo lo contrario, es inevitable. Algunas potencias imperialistas entrarán en declive y otras nuevas anteriormente menos desarrolladas surgirán.

Lenin es muy claro y nada ambiguo en este punto:

Y la fuerza de los que participan en el reparto no se modifica de un modo idéntico, ya que en el capitalismo es imposible el desarrollo igual de las distintas empresas, trusts, ramas industriales y países. Hace medio siglo, Alemania era insignificante por completo, comparada su fuerza capitalista con la Inglaterra de aquel entonces; lo mismo puede afirmarse del Japón, si se le compara con Rusia. ¿Es “concebible” que dentro de unos diez o veinte años siga sin cambiar la correlación de fuerzas entre las potencias imperialistas? Es absolutamente inconcebible.

Vimos un nuevo reparto del mundo después de la Primera Guerra Mundial. Alemania estaba hecha añicos y el resto de Europa se había debilitado hasta el punto que tuvo que ser “sometido al racionamiento” por los EE.UU que se perfilaba como una gran potencia mundial. La revolución rusa había derrocado el zarismo, pero todavía estaba luchando por sobrevivir. La revolución colonial estaba todavía en su estado infantil, el imperialismo japonés estaba preparando su política de expansión en Asia. El final de la Segunda Guerra Mundial llevó a una nueva división del poder. Europa estaba en ruinas. El imperialismo estadounidense era ahora la potencia imperialista dominante, ampliando su papel en el mundo, a expensas de las viejas potencias imperialistas europeas, Francia y Gran Bretaña. La URSS surgió como un poderoso factor nuevo y entró en conflicto con los EE.UU a escala mundial. La revolución colonial, movilizando a cientos de millones, consiguió poner fin a la dominación colonial directa. Por último, la Revolución china de 1949 cambió el destino de Asia para siempre.

Las relaciones mundiales establecidas después de 1946 se mantuvieron prácticamente sin cambios durante medio siglo. El mundo se dividía en dos bloques gigantescos con la URSS por un lado y el imperialismo estadounidense por el otro. Pero todo esto cambió tras el colapso de la URSS en 1991. Comenzó así un nuevo y tormentoso período de inestabilidad, que se caracteriza por toda clase de guerras y conflictos. El surgimiento de estados capitalistas poderosos como China y Rusia genera nuevas contradicciones. Hay que analizar la nueva situación con cuidado y hacer una caracterización concreta de la naturaleza de Rusia y China sobre la base de un estudio riguroso de los hechos.

Algunos parecen concebir un mundo dividido en sólo dos tipos de países: ricos Estados opresores imperialistas (fundamentalmente los mismos Estados que Lenin mencionó hace 100 años) y el resto del mundo formado por las naciones dependientes. Dicho régimen simplemente no se ajusta a los hechos del mundo presente. De hecho, ni siquiera encaja con el período en que Lenin escribía. En El imperialismo Lenin expone una meticulosa evaluación de los diferentes países imperialistas. Así, se refiere a lo que eran en ese momento “países capitalistas jóvenes (Estados Unidos, Alemania, Japón) cuyo progreso ha sido extraordinariamente rápido.”

La productividad industrial estadounidense estaba creciendo a pasos de gigante, superando la de sus competidores europeos. Lenin llama la atención sobre esto, en contraste con el rápido crecimiento de la economía estadounidense en comparación con las antiguas potencias como Gran Bretaña y Francia “cuyo progreso últimamente ha sido mucho más lento que la de los países mencionados anteriormente.” La historia posterior demostró cómo esta ralentización del desarrollo del capitalismo británico terminó con su sustitución por el imperialismo estadounidense. Sin embargo, los propios Estados Unidos comenzaron como una colonia subordinada a Gran Bretaña.

Lenin dijo que pueden existir todo tipo de niveles diferentes de desarrollo en distintas etapas, incluso diferentes clases de imperialismo. Lenin se refiere a la división del mundo, pero también se refirió al nuevo reparto del mundo, y dijo que era algo inevitable. En el transcurso de cincuenta años Alemania dejó de ser un país pobre, atrasado, semi-feudal y se convirtió en un Estado poderoso e imperialista. ¿Es posible sostener que este proceso pudo darse entonces pero ahora es imposible? No hay ninguna razón clara para suponer esto debería ser así. Recordemos que hasta mediados del siglo XIX Alemania ni siquiera existía como país unificado. Económicamente estaba muy por detrás de Gran Bretaña. Pero en 1914 se había convertido en un estado imperialista potente, listo para desafiar a Gran Bretaña y Francia y a disputarle el control de Europa y del mundo.

En última instancia, es el desarrollo de las fuerzas productivas lo que determina si un determinado país será capaz de establecer su sello sobre los asuntos mundiales. El ejemplo de Alemania en el período anterior a 1914 muestra cómo el crecimiento del poder industrial debe, finalmente, encontrar su expresión en el crecimiento del poder diplomático, político y militar. Este hecho debe tenerse en cuenta cuando se considera el papel de China en la actualidad.

¿Puede ser un país dependiente imperialista?

¿Es posible que un país económicamente atrasado sea dependiente del imperialismo y, al mismo tiempo desempeñe el papel de un Estado imperialista? A primera vista esto parece ser una contradicción lógica. Pero la dialéctica nos enseña que hay todo tipo de contradicciones en la vida y en la sociedad. Y lo que parece ser una contradicción en los términos de la lógica formal se convierte en una realidad de hecho.

Un análisis materialista debe partir de los hechos. Y el materialismo dialéctico se basa en la concepción que las cosas cambian y se transforman en su contrario. Lo que Lenin estaba analizando eran las formas de transición, que se encuentran en todas las esferas de la naturaleza y la sociedad. Cuando se refiere a los Estados semi-coloniales, no los considera estáticos e inamovibles en el tiempo. Los observa en su proceso de cambio. Se refiere a Portugal como un Estado soberano e independiente con un imperio, gobernando a millones de esclavos coloniales, y, por tanto, una potencia imperialista. Pero al mismo tiempo afirma que Portugal, es un país atrasado y semi-feudal, que había sido durante más de 200 años un “protectorado” británico – es decir, dominado por el imperialismo británico.

Entre las potencias imperialistas emergentes a que se refiere Lenin estaba Japón. Japón era un país económicamente atrasado, semi-feudal, pero sus ambiciones imperialistas lo llevaron a lanzar una sangrienta guerra depredadora de conquista de China. El carácter imperialista de Japón no puede ponerse en duda, a pesar de que partía del atraso. De hecho, las tareas de la revolución burguesa en Japón solamente se llevaron a cabo tras su derrota en la Segunda Guerra Mundial, cuando se llevaron a cabo por el ejército de ocupación estadounidense como una forma de evitar que Japón cayese bajo la influencia del “comunismo” de China.

En 1940, más de 24 años después del Imperialismo de Lenin, Trotsky analizó Japón en un texto llamado El Memorial de Tanaka. ¿Qué dice sobre Japón? Como anteriormente había sucedido con la Rusia zarista, Japón había experimentado un desarrollo industrial. Señaló que su “superestructura financiera y militar descansaba sobre una base de barbarie agraria y semi-feudal.” Pero era, sin embargo un eslabón en la cadena imperialista, aunque lo considerase como el eslabón más débil.

En El imperialismo Lenin se refiere a los países económicamente atrasados, en particular, a Rusia. La Rusia zarista era una mezcla de relaciones pre-capitalistas con focos de capitalismo. Es cierto que había experimentado un crecimiento tormentoso de la industria en las últimas décadas del siglo XIX. Esto se debió completamente a la exportación de capital extranjero a Rusia. El capitalismo ruso, como Trotsky explica en la teoría de la revolución permanente, era totalmente dependiente del capital inglés, francés, alemán y belga. Por lo tanto, tenía muchas de las características de un país semi-colonial. Las enormes deudas con Francia, en particular, fueron un factor importante en forzar a Rusia a entrar en la Primera Guerra Mundial del lado de la Entente.

Económicamente, la Rusia zarista era extremadamente atrasada. A pesar de un importante desarrollo de la industria en los pueblos y ciudades de la parte occidental, la mayor parte del país tenía un carácter semi-feudal. Sin embargo, a pesar de sus características semi-coloniales y semi-feudales, y la dependencia del capital extranjero, Lenin incluyó a Rusia en la lista de los cinco países imperialistas más importantes. Hay que añadir que la Rusia zarista nunca exportó un solo kopek del capital. Lenin lo llama: “en país muy atrasado económicamente, donde el imperialismo capitalista moderno está inmerso en una densa red de relaciones pre-capitalista.”

El imperialismo zarista era más parecido al de la antigüedad: se basaba en la toma de territorios extranjeros (Polonia es el ejemplo obvio) y la expansión territorial (la conquista del Cáucaso y Asia Central). La Rusia zarista, parafraseando a Lenin, era una verdadera prisión de naciones a las que conquistaba, esclavizaba y saqueaba. Sin embargo, la propia Rusia dependía económicamente de Francia y otros Estados imperialistas.

Lenin también se refiere a las potencias menores que pudieron conservar sus colonias gracias a los conflictos entre las principales potencias. En otros textos de Lenin, se incluye en la lista de los países imperialistas a Austria-Hungría e Italia, ésta última era en particular un país atrasado, con un desarrollo de la industria, principalmente en el noroeste, que coexistía con los campesinos pobres de las zonas rurales atrasadas en el centro y del sur.

Trotsky sobre el imperialismo de los Balcanes

Poco antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, tuvieron lugar dos guerras en los Balcanes. Trotsky pudo observar estos sangrientos conflictos de primera mano como corresponsal de guerra. Citamos lo que escribió durante las guerras balcánicas de 1912-1913:

Todavía menos estable serán las relaciones entre Bulgaria y Grecia, tal como se fundaron las bases de la Paz de Bucarest. Cerca de 200.000 búlgaros en el sur de Macedonia han quedado sujetos a Grecia. En Tracia, por otro lado, unos 200.000-250.000 griegos se han convertido en ciudadanos de Bulgaria, o, mejor dicho, figuran en esa categoría en el Tratado de Londres. Se ha demostrado que el principio nacional es, también, incompatible con las pretensiones imperialistas: lo que importa no es la comunidad de la cultura sobre una base étnica homogénea, sino el número de contribuyentes y el tamaño del mercado interior. Incluso con estas fronteras, por supuesto, se podría conseguir la coexistencia pacífica entre Bulgaria y Grecia, a condición que se permitiera autonomía nacional a la “población extranjera” en cada uno de estos países. Pero está claro que poblaciones que recientemente se masacraban mutuamente entre sí, o más correctamente, los que dirigían estas masacres, son absolutamente incapaces de establecer condiciones estables de convivencia entre los pueblos a ambos lados de la frontera que divide a Macedonia.

El destino de esta provincia tan desafortunada revela con una claridad espantosa para los románticos nacionalistas que, incluso en la atrasada península balcánica hoy sólo hay espacio para una política nacional en la medida en que ésta coincida con una política imperialista.

El imperialismo griego se remonta a tiempo más lejanos. Una oligarquía griega de clérigos y aristócratas (los fanariotas) compartieron el poder con la casta militar otomana sobre las naciones cristianas de la península. La burguesía griega, se extendió por todas las costas del Egeo, el mar de Mármara, el Mar Negro y el Mediterráneo, sometiendo a los campesinos y pastores de las zonas interiores al capital de los comerciantes y usureros. Sacerdotes y comerciantes griegos prepararon el terreno para el imperialismo griego, que a su vez se enfrentaron con el odio mortal de las nacientes nacionalidades de los Balcanes; para éstas, el despertar económico y nacional significaba una lucha a vida o muerte, no sólo contra la casta burocrático-militar turca sino también contra el poder eclesiástico y el dominio comercial y de los prestamistas griegos. El imperialismo griego tropezó con el imperialismo búlgaro en las tierras de Macedonia.

El Imperialismo búlgaro es de origen reciente, pero por esta misma razón es aún más belicoso e imprudente. La burguesía búlgara apareció en escena tarde y comenzó trató de utilizar todos los medios a su disposición para abrirse camino. Los ministros búlgaros reciben un sueldo de mil francos al mes, mientras que en la Europa capitalista tales funciones son remuneradas con miles de francos cada día. El corresponsal de Sofía del Times, el Sr. Bourchier, tenía a su disposición sumas que los hombres en el poder en Sofía ni siquiera podían soñar. Ampliar los límites del Estado, aumentar el número de contribuyentes, para multiplicar las fuentes de enriquecimiento – estos eran los principios de la sabiduría imperialista que ha guiado la política de todas las camarillas dominantes en Sofía.

Fueron estos primeros pasos – imperialistas, no nacionales – los que también determinaban el conjunto de la política macedonia de Bulgaria. El objetivo fue siempre el mismo – anexionarse Macedonia. El gobierno de Sofía apoyó a los macedonios sólo en la medida en que esto les traía bajo su sometimiento, y traicionar aquellos intereses que alejaban a los macedonios de Bulgaria. El conocido político y escritor de los Balcanes el doctor C. Rakovsky, con el que me he reunido de nuevo en Bucarest después de un intervalo de dos años, me mostró, junto con muchas otras informaciones, el siguiente hecho muy elocuente. En 1903-1904 el exarca búlgaro estaba presionando en Sofía para el establecimiento de un banco agrícola en Macedonia. Esto sucedía durante el levantamiento de Ilinden, cuando el caos reinaba en Macedonia y los terratenientes turcos estaban dispuestos a vender sus propiedades a los campesinos por una canción. El gobierno de Bulgaria rechazó firmemente la propuesta del exarca, explicando que si los campesinos macedonios lograban un cierto nivel de prosperidad se volverían sordos a la propaganda búlgara. Este fue el mismo punto de vista que mantuvo la organización revolucionaria macedonia que, sobre todo después del aplastamiento de la revuelta, pasó finalmente de ser una organización nacionalista-campesina a un instrumento de los designios imperialistas del gobierno de Sofía.

Esta asombrosa lucha, en la que se combinó la brutalidad con el heroísmo, ¿Cómo ha terminado? Con un acuerdo pérfido para la partición de Macedonia. La Segunda Guerra de los Balcanes, y la Paz de Bucarest han consumado este acuerdo. Y he aquí, Stip y Kocani – esos dos lugares donde los revolucionarios búlgaro-macedonias provocaron, por sus tácticas de ‘provocación’ la matanza turca que sirvió para iniciar la primera guerra de ‘liberación’ – ¡Stip y Kocani han sido entregadas a Serbia!

“El imperialismo de Serbia fue incapaz de desarrollarse ‘normalmente’, es decir, siguiendo líneas nacionales: su paso fue bloqueado por Austria-Hungría, que incluye dentro de sus fronteras más de la mitad de todos los serbios. Por lo tanto Serbia avanzó por la línea de menor resistencia, hacia Macedonia. Los logros nacionales de la propaganda serbia en ese trimestre fueron bastante insignificantes, pero aunque las conquistas territoriales hechas por el imperialismo serbio parezcan simples barridos, Serbia ahora incluye dentro de sus fronteras alrededor de medio millón de macedonios, al igual que medio millón de albaneses. ¡Un éxito arrebatador! En realidad, este millón hostil pueden resultar fatal para la existencia histórica de Serbia. (León Trotsky, La Guerra de los Balcanes (1912-13):.. La correspondencia de guerra, pp 364-366, el énfasis es nuestro)

Señalamos que Bulgaria, Grecia y Serbia eran, naciones semi-feudales económicamente atrasadas que habían estado bajo el yugo del Imperio Otomano durante siglos. A pesar de que habían alcanzado la independencia formal, seguían siendo países dominados bajo el control de una u otra de las grandes potencias europeas. El rey Fernando, un oficial en el ejército austrohúngaro que no podía hablar una palabra de búlgaro fue puesto en el trono de Bulgaria con el fin de evitar que Rusia se entrometiera. El rey Jorge de Grecia nació como príncipe Guillermo de Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg.

Ante estos hechos, ¿Cómo podría describir Trotsky a Bulgaria, Serbia y Grecia como países imperialistas? ¿Tal vez fue una errata? Pero Trotsky no cometía errores de este tipo. Al igual que Lenin, siempre fue escrupuloso en cuestiones de teoría. La respuesta a esta aparente paradoja es en realidad muy simple. No hay ninguna ley que diga que una nación pobre y oprimida no pueda convertirse en un estado violento, depredador, una vez que esté en condiciones de actuar como tal. Por el contrario, la dialéctica nos enseña que las cosas pueden transformarse en su contrario.

Apenas habían obtenido la independencia, las camarillas gobernantes de estos estados balcánicos pequeños pusieron en marcha una serie de guerras de conquista para conquistar territorios vecinos. Trotsky señala que, con el pretexto de la lucha contra el imperialismo otomano, su verdadero objetivo era adquirir tantos territorios como fuera posible de sus “aliados” en los Balcanes, esclavizando y oprimiendo a sus habitantes de la manera más brutal. Por lo tanto, las naciones que recientemente se habían liberado de la esclavitud colonial se convirtieron ellas mismos en opresores y esclavizadores.

Estas naciones se mantuvieron económicamente atrasadas y dominadas por otros Estados más poderosos. Pero, al mismo tiempo que eran potencias imperialistas regionales – potencias imperialistas débiles que no podían aspirar a la conquista de Europa pero que aspiraban a hacerse con el territorio de sus vecinos a oprimirlos y saquearlos. En ese sentido eran imperialistas y Trotsky no dudó en usar esa palabra. Su atraso económico y la debilidad relativa con respecto a las principales potencias imperialistas no podían utilizarse para encubrir su verdadera naturaleza imperialista.

Entonces y ahora

De todo esto se deduce que desde un punto de vista marxista, es perfectamente posible que una nación económicamente atrasada, semi-feudal, incluso, oprimida por los Estados más poderosos, pueda actuar de una manera imperialista: lanzar guerras depredadoras de conquista, ya sea por los mercados y las materias primas, para la expansión territorial o por razones políticas. El ejemplo de las guerras de los Balcanes es un caso claro de esto, como explica Trotsky. ¿Está permitido argumentar que tales cosas eran posibles, pero a continuación plantear que no son posibles ahora? Tal argumento no tiene ningún sentido. No tiene ninguna base en la teoría y aún menos en los hechos.

¿Qué ha cambiado tan radicalmente en los últimos cien años que haría imposible la opresión de un Estado pequeño por otro Estado pequeño? Las contradicciones fundamentales son los mismas. Sólo que la crisis del capitalismo se ha profundizado. El sistema se encuentra hoy en un callejón sin salida más irresoluble que cuando Lenin escribió El imperialismo. Las contradicciones son aún más agudas y se expresan en las guerras y conmociones constantes. Nada de esto puede proporcionar una razón para la afirmación de que la burguesía de los países ex-coloniales no puedan actuar de la misma manera reaccionaria como las camarillas gobernantes de los Balcanes en 1912-1913.

Hagamos algunas preguntas concretas. ¿Cuál es la relación entre la India y la Cachemira ocupada? En el mismo momento en que la India se liberó del yugo del imperialismo británico, la burguesía india se anexionó Cachemira en contra de la voluntad de su pueblo, que eran en su mayoría musulmanes. Desde entonces Cachemira ha sido ocupada por la fuerza bruta. Miles de personas han sido encarceladas, torturadas y asesinadas por el ejército indio de ocupación. Si uno pregunta a un habitante de Cachemira si la brutal ocupación constituye un acto de imperialismo o no, ellos responderían con un encogimiento de hombros y una mirada de completo asombro. La conducta de la India hacia Cachemira es imperialista en el sentido más claro y más brutal de la palabra.

No es sólo la India culpable de la agresión imperialista en el subcontinente. La camarilla reaccionaria dominante en Pakistán durante décadas oprimía al pueblo de Bengala Oriental (actual Bangladesh), que finalmente se alzó contra sus opresores y ganaron la independencia. Esto se logró a costa de un terrible baño de sangre llevado a cabo por el ejército de Pakistán. Se podría añadir que actualmente Pakistán está oprimiendo al pueblo de Baluchistán de la misma manera implacable.

¿Cuál es la relación entre Turquía y los kurdos? Se podría decir que Turquía es una nación “dominada”, aunque ha experimentado un importante grado de crecimiento industrial en las últimas décadas. Pero este pobre Estado “dominado” a su vez domina y oprime a los kurdos por los métodos más crueles. ¿Podemos describir la conducta de Erdogan, en relación con los kurdos como imperialista? No hay ni una sola persona en el Kurdistán que dudara un segundo a responder afirmativamente a esta pregunta.

Por último, tenemos el caso de Israel, que ha oprimido a los palestinos durante muchas décadas y, sin duda, juega el papel de potencia regional. Israel nació apoderándose de tierras que pertenecían a otras personas. Ha luchado cuatro guerras contra los ejércitos árabes y en cada caso terminó mediante la ampliación de su territorio. Continúa con esta política de expansión imperialista hasta nuestros días. ¿Puede Israel ser considerado como una semi-colonia pobre y oprimida? La pregunta se responde a sí sola, Israel no es una nación pobre y oprimida, sino un país capitalista avanzado. En términos de desarrollo económico y social que no es diferente de la mayoría de los países europeos. Tiene un ejército moderno que es un adversario formidable para cualquier ejército en la región. Y es la principal potencia imperialista regional en el Medio Oriente.

Algunos dirán que es dependiente de las grandes sumas de dinero de los EE.UU. Es cierto que Israel recibe una gran subvención de los EE.UU. Esto se debe a que es el único aliado fiable de Washington en la región. Pero esto no quiere decir que los gobernantes de Israel estén bajo el control de Washington. Ellos tienen sus propios intereses, que no siempre coinciden los de los norteamericanos. Es suficiente señalar el choque abierto entre Netanyahu y Obama sobre el acuerdo con Irán para argumentar esta afirmación.

Por supuesto, entendemos que Turquía, India y Pakistán no se pueden poner en el mismo nivel de las principales potencias imperialistas, los EE.UU., Europa y Japón. Ellos no lo hacen y no pueden jugar el mismo papel, al igual que Grecia, Serbia y Bulgaria no podían desafiar el poder de Gran Bretaña, Francia y Alemania en 1916. Ellos han aparecido en el escenario de la historia demasiado tarde como para ser capaces de pugnar con las naciones más ricas y poderosas por la hegemonía mundial. Pero esta afirmación general, siendo correcta, no agota la cuestión en absoluto. Las camarillas gobernantes de estos países tienen sus propios intereses que no necesariamente coinciden con los de Washington, Londres o Berlín. Y pueden desempeñar y desempeñan el papel de imperialismos regionales, tratando de imponer su voluntad a los estados vecinos. Son estados imperialistas débiles que aspiran a convertirse en fuertes a costa de sus vecinos.

Los BRICS

Es un error fundamental representar el mundo entero como si estuviese formado sólo por dos tipos de nación: por un lado un puñado de potencias imperialistas (los EEUU, Europa y Japón) y por otra parte todos los demás países, pobres y subdesarrollados, y totalmente dependientes de aquéllos. Según este punto de vista, éstos últimos no pueden jugar un papel independiente en la política o la economía mundial; sus actos están enteramente subordinados a las principales potencias (principalmente los EEUU) y dependen de éstas; no pueden ser vistos como imperialistas; y no pueden experimentar un desarrollo económico serio que pueda alterar su estatus de “países dependientes”.

Esta forma de analizar las cosas ignora la realidad. ¿Se puede, por ejemplo, poner a Burundi, a Eritrea y al Congo al mismo nivel que Brasil, Turquía o China? ¿Es Rusia lo mismo que Afganistán o Togo? Claramente, estos países muestran niveles muy distinto de desarrollo económico. Y con el desarrollo económico surgen otras cuestiones: el deseo de obtener un pedazo mayor del mercado mundial, mayor acceso al petróleo y otras materias primas, el prestigio y el poder militar. Rusia y China pueden enfrentarse al imperialismo estadounidense e incluso hacerle frente militarmente de una manera que Togo o Nepal no pueden.

La realidad del mundo de hoy refuta completamente la fórmula en blanco y negro de un puñado de estados imperialistas por un lado y de otros pobres y dependientes por el otro. ¿No ha habido desarrollo industrial en Brasil, Rusia, India, en China en los últimos cincuenta años? ¿Cómo caracterizamos a los llamados BRICS? Estamos de acuerdo que el término “economías emergentes” no es una formulación satisfactoria. Podemos discutir qué alternativa utilizar. Pero no podemos negar que se ha producido un desarrollo económico en estos países.

Alguien podría afirmar que la teoría de Trotsky de la revolución permanente niega ese eventualidad. Pero de hecho esta definición del mundo no se puede deducir de la teoría de la revolución permanente. Y sencillamente no se ajusta a la realidad. Parece que hay un malentendido sobre lo que dice la teoría de la revolución permanente. No dice que no pueda darse un desarrollo de las fuerzas productivas en los países subdesarrollados. Dice precisamente lo contrario.

El requisito para la toma del poder del proletariado en 1917 fue justamente el desarrollo turbulento de la industria en Rusia en las dos últimas décadas del siglo XIX. Y el hecho de que el capital para construir estas fábricas viniera del centro de países avanzados es completamente indiferente. Lo fundamental es que el desarrollo de las fuerzas productivas fortaleció a la clase obrera de aquella época, justo como hoy ha fortalecido a la clase trabajadora de Brasil o de China.

¿Son los BRICS países dominados? Algunos sí, otros no. Pero si lo son o no lo son no quiere decir que no puedan jugar el papel de imperialistas. Se objeta que este desarrollo económico era el resultado de la penetración en Brasil y en otros países del capital extranjero, y que por lo tanto no se ha cambió su posición como países dependientes. ¿Pero no era esto cierto también de la Rusia zarista, que Lenin describió a pesar de todo – como ya hemos visto en base a sus textos sobre la cuestión – como un Estado imperialista?

No se puede negar que en las últimas décadas ha habido un desarrollo importante de las fuerzas productivas en los países que hoy conocemos como los BRICS.

La teoría de la revolución permanente

Es un hecho históricamente verificable que una nación que en un momento haya sido pobre, oprimida, pisoteada y explotada como una colonia – al obtener su independencia – puede adoptar una política imperialista agresiva hacia sus vecinos, declarando guerras, ocupando tierras y demás. De hecho, se podría decir que esto ocurre casi siempre; las nuevas burguesías tratan de explotar y oprimir a los Estados más débiles de la región. Hay grandes bandidos, pero también los hay medianos y también hay pequeños ladrones, y, dentro de ciertos límites, es posible que una nación dominada juegue un papel imperialista.

¿Contradice este análisis la teoría de la revolución permanente? No, no lo hace. Cuando hablamos del imperialismo ruso y el imperialismo chino, ¿contradecimos lo que escribió Trotsky? En absoluto. La teoría de la revolución permanente explicó como en un país atrasado en la época del imperialismo, la “burguesía nacional” estaba atada inseparablemente con los resabios del feudalismo por un lado, y con el capital imperialista por el otro, y era por tanto totalmente incapaz de llevar a cabo ninguna de sus tareas históricas.

Como predijo Trotsky, la corrupta burguesía rusa fue incapaz de resolver incluso las tareas más urgentes que le imponía la historia, sobre todo la cuestión agraria, a la que deberíamos de añadir la cuestión de la paz. Por esta razón, los bolcheviques fueron capaces de tomar el poder sobre la base de consignas que eran esencialmente democrático-burguesas en su contenido (paz, pan y tierra, la asamblea constituyente, el derecho a la autodeterminación de las naciones oprimidas). Pero habiendo tomado el poder en sus manos, los obreros rusos no se quedaron ahí, sino que pasaron a expropiar a los capitalistas y se lanzaron a la transformación socialista de la sociedad.

Aquí vemos la revolución permanente en su forma clásica, como la planteó Trotsky. Pero por una serie de razones (la degeneración estalinista de la Unión Soviética y el retraso de la revolución proletaria en Occidente) las revoluciones que ocurrieron en China y otros países atrasados tuvieron lugar de forma bonapartista distorsionada. Fueron excepciones a la regla, que sin embargo sentaron las bases para grandes avances en los campos de la producción y de la cultura, arrastrando a países anteriormente atrasados al siglo XX.

Claramente, los regímenes estalinistas totalitarios no tenían nada en común con la democracia obrera establecida por Lenin y Trotsky en Rusia, pero la nacionalización de los medios de producción abrió la puerta a una transformación espectacular de la sociedad, aunque esto tuviera un coste terrible. Es imposible entender la situación actual en Rusia o China sin entender que 1917 y 1949 fueron puntos de inflexión decisivos en sus destinos.

Justo como la revolución china fue una excepción a la regla establecida teóricamente por Trotsky y cumplida en 1917, hasta ahora ha habido muchas otras excepciones, algunas incluso más peculiares. Japón por ejemplo tuvo un desarrollo peculiar. ¿Qué quiere decir esto? Que es peculiar porque no correspondía a una regla preconcebida. Pero en la naturaleza y en la sociedad existen toda clase de formas transitorias peculiares. Y el hecho de que algo no corresponda a la norma preconcebida no nos permite ignorarlo. Todo lo contrario, exige nuestra explicación.

Si decimos que Japón era un caso muy peculiar, entonces tenemos que añadir que había muchos otros casos peculiares. Pero eso no nos permite dejar a Japón fuera de nuestro análisis, de la misma manera que tampoco podemos obviar el caso de la Rusia zarista. Lenin ciertamente no lo hizo. ¿Pero cómo encaja Japón en la teoría de la revolución permanente? Japón era un país muy atrasado, semi-feudal. Entró en conflicto con los EEUU con la expansión del naciente imperialismo norteamericano. En Japón, fue la clase feudal terrateniente la que inició el proceso de transformación capitalista desde arriba como método para modernizar el país y competir con los americanos, que estaban más avanzados.

A pesar de que Japón siguiera siendo un país atrasado y semi-feudal durante mucho tiempo, también se convirtió en una potencia ferozmente imperialista que se lanzó a la conquista depredadora de China. Lo que completó el desarrollo del capitalismo moderno en Japón no fue la ley clásica de la revolución permanente tal y como la concibió Trotsky. Las tareas de la revolución democrático-burguesa en Japón no las resolvió la revolución proletaria, como en Rusia. Las emprendió la clase dominante feudal y las acabaron las fuerzas de ocupación estadounidenses a partir de 1945.

Los imperialistas americanos ocuparon Japón, pero estaban aterrados ante el contagio del “comunismo”, sobre todo de la Revolución china. Se vieron obligados a llevar a cabo una reforma agraria y otras medidas que en términos prácticos completaron la revolución burguesa. Así pues, Japón, de una manera muy peculiar, ha pasado a convertirse en un poderoso y moderno Estado capitalista industrializado, un Estado imperialista, y lo sigue siendo hasta el día de hoy. Algo parecido ocurrió con Corea del Sur y Taiwán. La transición burguesa allí fue llevada a cabo por las fuerzas americanas de ocupación por las mismas razones.

Tenemos que preguntarnos por qué Lenin incluyó a la Rusia zarista entre las seis naciones imperialistas más importantes. La Rusia zarista en los tiempos de Lenin era un país extremadamente atrasado, semi-feudal, que nunca había exportado ni un kopek en capital. Todo lo contrario, dependía fuertemente del capital extranjero. El capitalismo no habría surgido en Rusia sin la ayuda del capital francés, belga, británico y estadounidense. Así que si buscamos un país dependiente, no se puede encontrar un ejemplo mejor. Rusia era absoluta y completamente dependiente, y Lenin y Trotsky eran conscientes de ello. Pero era al mismo tiempo un Estado imperialista monstruoso.

¿Cómo es eso posible, si uno acepta la idea de que sólo un puñado de países ricos – Europa, Japón y los EEUU – pueden ser vistos como Estados imperialistas, mientras que el resto del mundo es pobre, dominado y oprimido? El caso de la Rusia zarista muestra precisamente que un país dependiente económicamente también puede ser un Estado imperialista. Aun así, en el caso de Rusia vemos la teoría de la revolución permanente realizarse en su forma clásica, prácticamente como en una probeta. Se podría añadir que este no es el único caso en la historia mundial. Hay otros casos en los que la burguesía fue expropiada, pero ninguno de estos casos corresponden a la regla. Cada uno es un caso “peculiar”.

Las tareas que fueron resueltas por la revolución democrático-burguesa en Inglaterra y Francia sólo podían ser resueltas en Rusia a través de la revolución proletaria contra la burguesía. Pero Trotsky también predijo que una vez el proletariado hubiese tomado el poder, no se pararía en las tareas democrático-burguesas, sino que inmediatamente pasaría a expropiar a los terratenientes y los capitalistas y empezaría la transformación socialista de la sociedad. Eso es lo que dice la teoría de la revolución permanente, y eso es precisamente lo que pasó en Rusia.

Pero eso es sólo la mitad de la revolución permanente. La otra mitad es la necesidad de extender la Revolución rusa a Europa, sobre todo a Alemania. Habiendo fracasado en ello – por razones que quedan fuera del tema de esta discusión – la degeneración burocrática de la revolución era inevitable. Aún así, aboliendo el capitalismo e instaurando la planificación de la producción, la Revolución de octubre trajo consigo el mayor desarrollo de las fuerzas productivas jamás visto.

Consecuencias de la caída de la URSS

Hace veinticinco años, cuando se escindió el Militant, estábamos discutiendo las perspectivas para Rusia. Peter Taaffe mantenía la posición de que si el capitalismo se establecía en Rusia, sería una colonia de Occidente (un país dependiente). Ted Grant se río ante esta afirmación. Respondió que si se restaurara el capitalismo en Rusia, no sería un país dependiente de Occidente, sería poderoso y agresivo, un Estado imperialista, como lo era la Rusia zarista. Y la historia sucesiva muestra que esto era correcto.

No fue la degenerada burguesía de Rusia, que fue lanzada al vertedero de la historia en octubre de 1917, sino la economía planificada nacionalizada, la que trajo a Rusia a la modernidad, construyendo fábricas, carreteras y escuelas, educando a hombres y a mujeres, formando a brillantes científicos, construyendo un ejército que sería capaz de derrotar a Hitler, y llevando al primer ser humano al espacio. Y a pesar del caos y la turbulencia causada por la destrucción de la economía planificada y el desmantelamiento de la URSS, muchas de estas conquistas se mantienen.

A pesar de los crímenes de la burocracia, la Unión Soviética se transformó rápidamente de un país atrasado y semi-feudal en una nación moderna e industrializada. Al final, sin embargo, la burocracia no estaba satisfecha con la riqueza y los privilegios colosales que conseguía saqueando el Estado soviético. Como predijo Trotsky, se pasaron al bando de la restauración capitalista, transformándose de una casta parasitaria a una clase dominante.

El retorno al capitalismo ha significado un paso atrás enorme para los pueblos de Rusia y de las ex-repúblicas soviéticas. En La Revolución traicionada Trotsky escribió: “La caída de la dictadura burocrática actual, sin que fuera reemplazada por un nuevo poder socialista, anunciaría, también, el regreso al sistema capitalista con una baja catastrófica de la economía y de la cultura.” (Capítulo 9, ‘Relaciones sociales’.) Eso es exactamente lo que pasó.

En el periodo inmediato que siguió al colapso de la URSS, la economía rusa cayó más o menos en un 60%. Esto hace que el colapso de la economía estadounidense tras el crash de Wall Street parezca un juego de niños. No hay nada que se asemeje a este suceso en la historia económica. Para encontrar algo parecido habría que citar, no una crisis económica, sino una derrota catastrófica en una guerra. La sociedad fue lanzada para atrás y tuvo que acostumbrarse a las bendiciones de la civilización capitalista: religión, prostitución, drogas, y todo lo demás.

Tras la caída de la URSS, los EEUU se convirtieron en la única superpotencia mundial. Y una gran acumulación del poder trae consigo una gran acumulación de arrogancia. La “doctrina Bush” supuestamente daba a los EEUU el derecho de intervenir en cualquier lugar del mundo, intervenir en los asuntos internos de Estados supuestamente soberanos, derrocar gobiernos, bombardear, asesinar y, de ser necesario, invadir con impunidad. El colapso de la URSS permitió al imperialismo estadounidense intervenir en las antiguas zonas de influencia de Moscú. Integraron a Polonia y el Báltico y otros países de Europa del este en la OTAN y pusieron en el punto de mira las antiguas repúblicas soviéticas.

El imperialismo norteamericano se aprovechó de la situación adueñándose de los Balcanes, de Yugoslavia e Irak – antiguas zonas de influencia soviéticas – que no se habrían atrevido a tocar en el pasado. La desintegración de Yugoslavia y el bombardeo de Serbia contribuyeron a dar la sensación de que Rusia estaba siendo rodeada y puesta bajo asedio. Junto con el colapso económico y el empobrecimiento general, esto produjo una sensación de humillación nacional.

Sin embargo, no se puede caer perpetuamente. Más tarde o más temprano, la producción se recupera, y eso ocurrió en Rusia, sobre todo tras la crisis de devaluación del rublo en 1998. Después de esto, la economía rusa mejoró, en gran medida gracias a la bonanza del capitalismo mundial y a la demanda de petróleo y gas ruso. Putin se benefició de esta recuperación. Es el representante de los oligarcas rusos que se han enriquecido con el saqueo descarado del Estado y el pueblo ruso. También ganó popularidad por presentarse a sí mismo como un contrincante del imperialismo estadounidense.

Putin y la oligarquía rusa reaccionaria han sido capaces de consolidarse temporalmente en Rusia basándose en las conquistas que la Revolución de octubre hizo posibles. La Rusia de hoy es muy distinta de la Rusia de 1917. Aunque la productividad del trabajo es la mitad de la media europea, es, aún así, un país moderno e industrializado con una clase obrera poderosa. También es una formidable potencia militar.

A diferencia de Yeltsin, que adoptó una actitud servil ante el imperialismo norteamericano, Putin está haciendo frente a los EEUU y a Europa: en Georgia, en Ucrania y Crimea (y recientemente en Siria). La prioridad del Kremlin (la oligarquía gobernante) era y es recuperar la dominación sobre sus viejas zonas de influencia, empezando con las viejas repúblicas soviéticas frente a sus fronteras. En el caso de Georgia, los imperialistas estadounidenses recibieron una patada en la boca. Putin les dijo: hasta aquí hemos llegado. En la guerra de 2008 en Georgia, Moscú no vaciló en usar su poder militar para subrayar esto. Hace poco hizo lo mismo en Ucrania. Esto muestra los límites del poder del imperialismo norteamericano, el creciente poder y seguridad de la camarilla que gobierna en Rusia.

Aunque está muy lejos de hacer sombra al imperialismo estadounidense, Rusia consiguió explotar los errores de los imperialistas de EEUU al estirar demasiado sus fuerzas, y la superioridad de las fuerzas rusas a nivel regional. En efecto, los rusos han ganado el conflicto en Ucrania. Los estadounidenses se enrabietaron pero no hicieron nada. Impusieron sanciones, pero su única consecuencia ha sido aumentar la popularidad de Putin hasta alrededor del 80%. Respondió interviniendo en Siria. Los imperialistas norteamericanos no estaban muy contentos, pero tuvieron que aceptarlo.

La naturaleza del régimen de Putin

¿Cómo se puede caracterizar a la Rusia de Putin? Ha sido descrito como un Estado mafioso y gansteril. Esto es correcto hasta cierto punto, pero no va lo suficientemente lejos. Esta caracterización sólo describe la forma monstruosa del estado ruso. No dice nada sobre su carácter de clase exacto. En realidad, evita la cuestión central por completo.

Planteemos la cuestión de manera concreta y en etapas. ¿Es Rusia capitalista? Todos estamos de acuerdo en que lo es. Rusia es un estado capitalista, controlado por una oligarquía que posee grandes empresas y bancos que fueron saqueados de la economía nacionalizada. Estos gigantescos monopolios están estrechamente ligados al Estado -un Estado burgués- gobernado en interés de los oligarcas. Estos últimos necesitan un hombre fuerte en el Kremlin, en parte porque temen a las masas, en parte para resolver las muchas peleas entre diferentes oligarcas para el reparto del botín.

Todas estas características se ajustan muy de cerca a lo que Lenin describió como capitalismo monopolista de Estado. El elemento mafioso gansteril es secundario. La única diferencia es que mientras que los mafiosos occidentales (que también controlan el Estado en interés de los grandes bancos y monopolios) han tenido tiempo suficiente para disfrazar su dictadura bajo una hoja de parra de democracia formal, los advenedizos rusos no se sienten suficientemente seguros para permitirse tales lujos. En Estados Unidos y Gran Bretaña se arroja un velo discreto sobre la dictadura del capital; En Rusia se presenta en su forma más obvia y desnuda. Pero su esencia es exactamente la misma.

Rusia es un estado capitalista gobernado por una oligarquía parasitaria y rapaz. Pero si decimos “A», debemos luego decir “b», “c” y “d”. La política exterior de la oligarquía rusa, como la de cualquier otro Estado capitalista, está determinada por los intereses y objetivos cínicos de la burguesía rusa. Y dado que la política exterior es la continuación de la política interior, Putin no se detiene ante ningún medio violento para imponer su voluntad fuera de las fronteras de Rusia cada vez que considera necesario proteger los intereses de los oligarcas rusos -y los suyos, por supuesto.

El régimen ruso es un régimen de bonapartismo burgués. Un régimen bonapartista es un régimen de crisis en el que las contradicciones de la sociedad no pueden ser resueltas en el marco del funcionamiento “normal” de la democracia burguesa. El Estado tiende a elevarse por encima de la sociedad en la persona de un “hombre fuerte” que pretende estar por encima de las clases y los partidos, representando a “la Nación”. El exoficial del KGB Putin se basa principalmente en las fuerzas armadas, la policía y el brazo ejecutivo del Estado, pero también se balancea entre las clases, utilizando una retórica populista y nacionalista. Y como todo bonapartista en la historia, intenta proyectar una imagen de fortaleza participando en aventuras militares en el extranjero.

Aquí vemos una diferencia notable entre Rusia y China. China tiene todas las clásicas características del imperialismo, como las señaló Lenin: el capitalismo monopolista, la exportación de capital, una orientación hacia la expansión para apoderarse de mercados y esferas de influencia, una política exterior expansionista diseñada para ganar el control de las rutas comerciales, etc. El imperialismo ruso tiene un carácter diferente. Sus objetivos son más limitados y dictados por consideraciones estratégicas y militares.

Hay pocas perspectivas de ganancias económicas, por ejemplo, por asumir el control del Donbass arruinado. Incluso las perspectivas futuras respecto al petróleo sirio parecen más que dudosas, y en todo caso los rusos tienen un montón de petróleo propio. La lucha en Ucrania no fue por obtener mercados. Los rusos tomaron Crimea, no debido a los mercados (Crimea no es un gran mercado), sino por consideraciones militares estratégicas. No podían permitir que su gran base naval en Sebastopol cayera en manos de los nacionalistas ucranianos (es decir, de la OTAN). Putin no quiere realmente el Donbass, que representaría un colosal drenaje de recursos para Rusia. Esto también se da por consideraciones geopolíticas. Es una lucha entre el imperialismo norteamericano y el imperialismo ruso por el control de estas áreas.

Estos son casos claros de… ¿qué? Estamos de acuerdo que el régimen ruso está completamente podrido, podrido hasta el fondo. ¿Pero el hecho de que un régimen esté podrido y sea reaccionario significa necesariamente que sea un régimen débil o que no pueda ser imperialista? Una cosa no se desprende de la otra en absoluto. El zarismo era también un régimen podrido – el régimen de Rasputín. Pero también era un formidable Estado imperialista.

Putin es un gánster, pero ¿significa eso que es impopular? No, en absoluto. De momento, tiene alrededor del 80 por ciento de apoyo en las encuestas. Incluso si admitimos que hay una buena dosis de manipulación, todos los comentaristas burgueses tienen que admitir que sigue siendo popular, especialmente entre los trabajadores. Por supuesto, entendemos que esto se convertirá en su opuesto en un determinado momento. Pero por ahora, la política de Putin de patear a los americanos es popular en Rusia. Lo está haciendo bastante bien al enfrentarse al imperialismo estadounidense.

Estos hechos sólo pueden llevar a la conclusión de que Rusia es hoy un Estado imperialista, aunque es más similar al antiguo imperialismo al estilo zarista que a la China contemporánea o a los Estados Unidos. La participación de Rusia en la economía mundial capitalista es limitada, limitada principalmente al comercio de petróleo y gas. Pero está interviniendo activamente fuera de sus fronteras, tanto militar como diplomáticamente, y está constantemente entrando en conflicto con EEUU, lo que a veces amenaza con convertirse en una confrontación militar directa. ¿Cómo puede uno decir entonces que Rusia depende del imperialismo norteamericano?

Aunque no tiene realmente la fuerza económica o militar para desafiar a los Estados Unidos a nivel mundial, busca tener su propia política exterior independiente y quiere negociar con los Estados Unidos desde una posición de fuerza. No hace falta decir que esta confrontación no tiene un átomo de contenido progresista. Ya no es suficiente decir que Rusia es sólo una potencia imperialista regional. La intervención en Siria demuestra esto. A este respecto, The Economist (14/05/16) afirma:

“Rusia hoy casi no parece el mero ‘poder regional’ del que hablaba Barack Obama. Cualquier camino hacia la paz en Siria ahora pasa por Moscú. ‘Sólo Rusia y los Estados Unidos de América están en posición de detener la guerra en Siria, a pesar de que tienen intereses y objetivos políticos diferentes’, escribió en un artículo reciente Valery Gerasimov, jefe del Estado Mayor de Rusia”.

La intervención de Rusia en Siria ha cambiado decisivamente la situación militar. En Siria es Moscú quien decide y los norteamericanos se han visto obligados a aceptarlo. Sin embargo, la intervención de Rusia a escala mundial es limitada en sus objetivos, que son principalmente de carácter diplomático-militar. Su principal objetivo es impedir que Estados Unidos intervenga en lo que ve como sus esferas de influencia y obligar a los estadounidenses a reconocerla como una potencia mundial a la que no hay que pasar por alto. El caso de China, sin embargo, es muy diferente.

China

China, como Rusia, también muestra la completa corrección de la teoría de la revolución permanente. La degenerada burguesía china tuvo más de 20 años para llevar a cabo las tareas de la revolución democrático-burguesa, pero ni siquiera fue capaz de lograr la unificación de China o llevar una guerra exitosa contra el imperialismo japonés, tampoco de llevar a cabo una reforma agraria seria.

Fue precisamente la bancarrota del capitalismo chino y la urgente necesidad de las masas de encontrar un camino hacia delante lo que dio lugar al fenómeno del bonapartismo proletario. Esto se debió a una serie de factores diferentes: en primer lugar, el impasse total del capitalismo en los países atrasados ​​y la incapacidad de la burguesía colonial para mostrar el camino a seguir; en segundo lugar, la incapacidad del imperialismo para mantener su control por los antiguos medios de gobierno militar-burocrático directo y por último, pero no menos importante, el retraso de la revolución proletaria en los países capitalistas avanzados.

Sin embargo, la debilidad del factor subjetivo en China – la ausencia de un partido bolchevique-leninista – y la existencia de un poderoso régimen de bonapartismo proletario en la Unión Soviética significó que la Revolución china se deformó desde el principio mismo. Sin embargo, la nacionalización de las fuerzas productivas y la introducción de una economía planificada, aunque con una base burocrática distorsionada, permitieron a China avanzar rápidamente, sentando las bases de una economía industrial moderna con una clase obrera grande y educada.

Este no es el lugar para debatir sobre las razones de la restauración capitalista en China. Ya lo hicimos en otro lugar. Basta decir que la política de autarquía de Mao (la variante china del socialismo en un solo país) llevó a China a un callejón sin salida. A raíz de la muerte de Mao, la burocracia china dirigida por Deng Xiaoping trató de resolver el estancamiento del sistema económico burocrático mediante la reforma desde arriba y la integración en la economía mundial.

Bajo el control de una casta burocrática parasitaria, la lógica de esta política llevó inevitablemente en la dirección del capitalismo. Al igual que la burocracia rusa, los funcionarios chinos privilegiados se transformaron en ricos empresarios al saquear activos estatales. Pero a diferencia de sus homólogos rusos, mantuvieron el control firmemente en manos del Partido “Comunista”. Procedieron gradualmente paso a paso y lograron evitar el tipo de colapso catastrófico que ocurrió en Rusia.

Desde el punto de vista de las masas, la restauración capitalista en China representa un retroceso histórico. Pero el sufrimiento y la sobreexplotación de los trabajadores chinos no significan que no hubo desarrollo de las fuerzas productivas, del mismo modo que el sufrimiento y la sobreexplotación de los trabajadores británicos tampoco significó que no hubo desarrollo de las fuerzas productivas en el momento de la revolución industrial. Por el contrario, es precisamente sobre la base de esa sobreexplotación que el capitalismo se desarrolla y prospera. Ese era el caso en los días de Marx y sigue siendo el caso hoy, ya sea en China o en cualquier otro lugar.

China logró beneficiarse de un auge de la economía mundial y de una afluencia masiva de inversiones extranjeras por parte de capitalistas estadounidenses, japoneses y europeos deseosos de sacar provecho de la plusvalía extraída de la mano de obra barata china. En consecuencia, China experimentó un período de rápido crecimiento económico que duró hasta hace poco. Las cifras de la fuerza de trabajo mundial en la industria en 2013 muestran que el proletariado industrial mundial contaba con 725 millones de trabajadores. De esta cifra, 106 millones se encontraban en los países industrializados avanzados. 250 millones se encontraban en Asia oriental. Como proporción de la fuerza laboral industrial en general, los trabajadores industriales en las economías desarrolladas representaban menos del 15% de la clase obrera industrial mundial. En el este de Asia, era cercana al 35% de la clase obrera industrial. Y una gran parte de esto está representada por China.

Se podría decir que los campesinos son pobres, los trabajadores explotados. Eso es perfectamente cierto. Las masas siempre están explotadas, incluso en los países imperialistas. Pero esto no nos dice nada acerca del nivel de desarrollo económico. Los marxistas no abordan la historia desde un punto de vista moralista o sentimental. Marx dijo que el capitalismo llegó a esta etapa de la historia chorreando sangre por todos los poros, y eso es verdad. Pero el mismo Marx también dijo que el desarrollo de las fuerzas productivas bajo el capitalismo era un desarrollo progresista porque fortalecía al proletariado y creaba la base material para avanzar hacia una etapa más alta de la sociedad: el socialismo.

Desde un punto de vista marxista, el desarrollo de las fuerzas productivas en China es positivo porque significa el fortalecimiento de la clase obrera, a pesar de que se logró mediante una explotación brutal en fábricas que se asemejan a las que existían en Gran Bretaña en los días de Marx y Dickens. Se podrán decir muchas cosas sobre la China de hoy, pero hay una cosa que es clara hasta para un ciego: la China actual no guarda ninguna relación con la antigua China que era una semi-colonia pobre, atrasada y esclavizada del imperialismo. Por el contrario, es la segunda nación industrial más poderosa del mundo con un poderoso ejército. ¿Qué posible paralelismo puede trazarse entre esto y la China de Chiang Kai-shek anterior a 1949?

El crecimiento del poder económico de China

China ha emergido con importantes corporaciones multinacionales propias. Entre las 75 principales empresas a escala global, 12 son chinas. Sinopec, una refinería de petróleo, es la segunda. China National Petroleum es la cuarta. El Banco Industrial y Comercial de China está en el puesto 18. El Banco de Construcción de China en el 29 y luego hay empresas de construcción, teléfono móvil, telecomunicaciones, motor y ferrocarril.

Es cierto que China cuenta con la presencia de un número significativo de corporaciones multinacionales de otros países. Unas 450 de entre las 500 compañías más importantes del mundo operan en China, pero China también tiene sus propias corporaciones, y están respaldadas por el Estado. Muchas de ellas son estatales y los bancos estatales les proporcionan préstamos y capital. Por otra parte, la presencia de monopolios extranjeros en China no prueba en sí misma que es una “nación dependiente”.

La exportación de capital se produce regularmente entre países capitalistas (imperialistas) avanzados. Esta es una característica normal del capitalismo en la etapa del imperialismo. El caso de Gran Bretaña es un ejemplo muy llamativo de este proceso. El antiguo “taller del mundo” ha estado en un prolongado estado de declive durante el siglo pasado. Este declive ha llegado al punto en que la industria manufacturera británica prácticamente ha dejado de existir. Casi toda la industria en Gran Bretaña es ahora propiedad de capitalistas extranjeros – no sólo estadounidenses, alemanes y japoneses, sino también chinos e indios. ¿Significa esto que el Reino Unido es una “nación dependiente»? Por supuesto, que no. Menos aún puede China ser puesta en esta categoría.

En la edición de 2015 de la lista Fortune 500 había 98 compañías chinas y 127 compañías estadounidenses. En 2000 había sólo 10 compañías chinas y en 2010 había 46 mientras que en 2000 había 179 compañías estadounidenses . En 2006, los cinco bancos más importantes del mundo eran todos de las potencias imperialistas tradicionales (EE.UU., Reino Unido, Alemania, etc.). Pero en marzo de 2009, las tres primeras posiciones ya estaban ocupadas por bancos chinos y esto sigue siendo el caso hoy (http://www.relbanks.com/worlds-top-banks/assets)

La prueba más llamativa de que China ha llegado a una fase imperialista de desarrollo es la actual crisis de sobreproducción. China produce más del 50% de todo el aluminio en el mundo. Esto está llevando a un colapso de los precios mundiales, empujando a los competidores a la crisis. La sobrecapacidad china en refinación de petróleo se estima en 200 millones de toneladas, y “en 2014 se creía que las refinerías chinas funcionaban a sólo dos tercios de su capacidad”. En consecuencia “las exportaciones de gasóleo dieron un salto de 79% en 2015” y” las exportaciones netas totales de todos los productos derivados del petróleo aumentarán en un 31% este año”. La sobrecapacidad de las empresas químicas chinas ha “barrido las ganancias de sus rivales japoneses” en la industria del poliéster. (Ibíd.)

Mao soñaba con adelantar a Gran Bretaña y Estados Unidos en la producción de acero. De hecho, China produce tanto acero (803 millones de toneladas en 2015) que el resto del mundo junto (1.599 millones de toneladas en total), y su sobrecapacidad (400 millones de toneladas) está destruyendo las industrias de sus competidores en todo el mundo. En abril de este año, de acuerdo con la World Steel Association, China produjo 69,4 millones de toneladas de acero bruto, más que los 65,5 millones de toneladas producidos por el resto del mundo. La economía china se ha desarrollado más rápido que cualquier otra en las últimas dos décadas, y ha alcanzado un nivel tecnológico muy alto en ciertas industrias y en ciertas áreas, pero la productividad media de la mano de obra sigue siendo muy inferior a la de los Estados Unidos y Europa, e incluso de Rusia. La productividad china ha crecido una media de 8,5% al año desde 1996. Según la medida utilizada, la productividad china es de alrededor de un cuarto de la de los Estados Unidos (en productividad laboral por persona empleada ajustada por PPP las cifras son $26.793 frente a $118.826), sin embargo la potencia de un país en el escenario mundial no se decide exclusivamente sobre la base de los niveles medios de productividad, de lo contrario Luxemburgo y Noruega estarían entre las principales potencias imperialistas.

La pregunta que debe responderse es: ¿se ha desarrollado la economía china hasta el punto de tener poderosos monopolios, sobreproducción y, por consiguiente, un exceso de capital, y una predominio de instituciones financieras que están facilitando la exportación de capital, y no sólo de mercancías? Debemos responder afirmativamente a esta pregunta. Pero después de veinticinco años de este crecimiento, la economía china se enfrenta ahora a las contradicciones fundamentales del capitalismo. La sobreproducción global se ha exacerbado enormemente debido a la sobreproducción en la economía china.

Entre 2011 y 2013, China utilizó casi el 50% más de cemento que los Estados Unidos durante todo el “siglo americano”. China es el mayor fabricante del mundo, “que representa casi una cuarta parte del valor agregado global en este sector” (The Economist, 12.9.2015). La industria china del carbón, casi tan grande como la del resto del mundo, podría tener 3.300 millones de toneladas de exceso de capacidad dentro de dos años (The Economist, 9.4.2016), lo que significa que la utilización de la capacidad es sólo de un poco más del 50%, con un consumo interno de 4 mil millones de toneladas al año. Naturalmente, se ve obligada a exportar gran parte de este exceso de carbón.

Aterrorizada ante la perspectiva de que su sobrecapacidad conduzca a un desempleo masivo en el país, la clase dirigente china trata de exportar su desempleo a otra parte, luchando para asegurar a sus productores una cuota de mercado tan grande como sea posible. Esto está exacerbando las contradicciones de la economía mundial capitalista, creando una reacción contra China que está preparando el terreno para medidas proteccionistas y futuras guerras comerciales. Los capitalistas occidentales se quejan de que el Estado chino protege sus propias industrias, proporcionándoles un capital que las hace más competitivas. Esto es considerado como “competencia desleal”. Las tendencias proteccionistas están en aumento. Las tensiones entre los Estados Unidos y China son cada vez más nítidas.

La exportación de capital

Lenin explicó que una de las características decisivas del imperialismo era la exportación de capital, a diferencia de la forma anterior, de exportación de mercancías. China es un gran exportador de capital. No es sólo el mayor fabricante del mundo, sino también el mayor comerciante del mundo. Desde 2009 ha sido el mayor exportador, y desde 2014 el mayor operador global. Esto se refleja en los puertos mundiales y las instalaciones marítimas, la infraestructura clave para el comercio mundial. China es, de hecho, uno de los mayores exportadores mundiales de capital. “En apenas una década, la IED china pasó de prácticamente nada a más de 100.000 millones de dólares al año, lanzándola entre los tres principales exportadores de inversión directa a nivel global”. (FT, 25/06/05) Gran parte del capital exportado por China es a Estados Unidos. Y es una indicación del declive relativo de Estados Unidos como potencia imperialista, que ahora es un importador neto de capital. Sin embargo, este declive es de carácter relativo, no absoluto. Estados Unidos sigue siendo el mayor poder imperialista del mundo. Pero China ha surgido como un poderoso nuevo Estado imperialista por derecho propio.

Esto es lo que The Economist dice sobre la cuestión de la exportación de capital: “Desde la década de 1970 el comercio en el Pacífico ha superado al del Atlántico … se estima que en 2010 China concedió más préstamos a América Latina que el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco de Importación y Exportación de Estados Unidos juntos.

Esto representa una exportación masiva de capital chino. Y el artículo continúa: “China ha interrumpido la inversión y el comercio con vecinos que se oponen a su capacidad territorial como Japón, Filipinas y Vietnam”. Es decir, China está usando su peso económico para imponer su voluntad a otros países. China está construyendo oleoductos, ferrocarriles y carreteras en la región principalmente para abastecer a su propia economía con materias primas.

Pero China ya está sufriendo las contradicciones inherentes del capitalismo. Hay un enorme excedente de capital en China. Hay un desincentivo hacia la inversión en una mayor producción fabril, al menos la fabricación de menor valor, a nivel interno, ya que estas industrias ya han llegado a un estado de sobrecapacidad crónica. Las burbujas especulativas en la vivienda y el mercado de valores constituyen también una prueba de que hay un exceso de capital chino buscando una vía provechosa fuera de la manufactura doméstica.

China no sólo exporta capital a países menos desarrollados sino también a países capitalistas avanzados. Hace cuatro años, una de las empresas estatales de energía de China compró Nexen en Canadá por 15.000 millones de dólares. Más recientemente, David Cameron y la burguesía británica se mostraban desesperados, arrastrándose ante Xi Jinping durante su visita de Estado a Londres en un intento de conseguir más inversión y comercio con China, en un momento en que miles de empleos británicos estaban siendo destruidos por el dumping del acero chino.

Según cifras de 2013, China posee siete de los diez puertos de contenedores más importantes del mundo, entre los que figuran Shangai (1º), Shenzhen (3º), Hong Kong (4º), Ningbo-Zhoushan (6º), Qingdao (7º), Guangzhou (8º) y Tianjin (10º). Los Estados Unidos no tienen ninguno entre los diez primeros – ¡su primera entrada en esta lista es el puerto de Los Ángeles en la 18ª posición! Se estima que para el año 2030 China dispondrá del tercio de los buques porta contenedores del mundo, tres veces la cantidad de la que dispone EEUU.

En 1964, Estados Unidos tenía la marina mercante más grande del mundo (el conjunto de buques necesarios para el comercio), ahora han quedado relegados a la decimocuarta posición, con China ocupando el segundo puesto. Esta posición dentro del comercio mundial puede y debe conducir a desarrollos de carácter imperialista en términos de exportación de capital, especialmente cuando los costes laborales en China aumentan rápidamente.

Hay una estadística que habla más fuerte que cualquier otra a la hora de demostrar que China se halla en la senda de la exportación de capital. En 2014, la inversión directa de China excedió su inversión extranjera directa. Eso significa que por primera vez China invirtió más en otras partes que lo que se invirtió en el país desde otros lugares.

Lenin explicó cómo la exportación de capital sobrante tendía a estar estrechamente ligada a los intereses estratégicos del poder imperialista, en lugar de constituir solo un medio de obtener beneficios para una empresa en particular. Él dio el ejemplo de cómo los bancos alemanes “han impulsado de un modo sistemático e independiente la industria petrolera, por ejemplo, en Rumania, a fin de tener ‘su’ punto de apoyo.”

Esto es un producto de la tendencia cada vez mayor de los monopolios gigantes para desarrollar relaciones de proximidad con el Estado. Así como el capitalismo alemán, excluido de los mercados petroleros establecidos por los competidores estadounidenses, obtuvo ayuda estatal para encontrar mercados petroleros en otros lugares, el capital chino utiliza sus montañas de efectivo e influencia comercial para construir y desarrollar mercados energéticos y de materias primas alternativos y rutas comerciales.

Relaciones económicas entre China y Estados Unidos

Desde 2013, China es el tercer mayor exportador a los Estados Unidos de productos agrícolas, aviones, maquinaria y vehículos, que comprenden un valor de 122.100 millones de dólares. También es el mayor importador de los EE.UU. con ingresos por un total de $ 440.400 millones. En general, China representa aproximadamente el 8 por ciento de los ingresos del índice Standard & Poor’s 500 en la Bolsa de Nueva York.

En el pasado, un país dependiente oprimido estaría muy endeudado con sus amos imperialistas. Esa era la indicación más clara de su estatus de dominado. La Rusia zarista, por ejemplo, estaba muy endeudada con Francia y otras naciones imperialistas. Pero en el caso de China esta relación es la contraria. El rápido aumento de sus manufacturas y el éxito de China en los mercados mundiales le han aportado las mayores reservas de divisas del mundo.

En comparación con otras naciones extranjeras, China es el mayor propietario extranjero de títulos del Tesoro de Estados Unidos, que ascendió a 1,224 billones de dólares en febrero de 2015, el segundo es Japón. Es también el mayor inversor en EEUU. China tiene ahora la misma cantidad de valores del tesoro en manos extranjeras que Japón, que es sin duda un país imperialista. Entre ambos países poseen aproximadamente la mitad del total mundial de los títulos del tesoro en manos extranjeras.

La deuda pública de propiedad japonesa no provoca la misma hostilidad que la deuda de propiedad pública en manos chinas, porque Japón es vista como una nación más amigable. Los japoneses no tienen la costumbre de construir islas en el Mar de China Meridional ni de desafiar la hegemonía estadounidense bajo otras formas. Pero China es vista con una mezcla de envidia, sospecha y miedo.

Los prestamistas chinos compraron bonos del Tesoro estadounidense en parte porque China quiere mantener el yuan vinculado al dólar para mantener bajo el costo de las exportaciones chinas. Los chinos necesitan el mercado estadounidense para vender sus productos de manera que los negocios sigan funcionando. También, ya que el dólar se considera como una de las monedas más seguras, los chinos creen que este vínculo garantizará la estabilidad del yuan.

China tiene un interés en mantener el yuan más débil que el dólar para asegurar que sus precios de exportación se mantengan competitivos. Esta estrategia asegura que China sea capaz de exportar más que cualquier otra nación en el mundo. El yuan débil fue uno de los elementos que le permitieron mantener un crecimiento anual del producto interno bruto (PIB) del 10% durante 30 años. Por el momento la creencia mundial en el dólar proporciona una cierta red de seguridad para el yuan. Pero esto puede que no dure. En cierto momento, es totalmente posible que China desee debilitar el vínculo entre el yuan y el dólar, o incluso permitir que el yuan flote.

En principio, estos préstamos son reembolsables en dólares. En caso de necesidad, los chinos podrían reclamar sus deudas a cambio de dólares. En 2013 y 2014 China causó alarma cuando comenzó a comprar una gran cantidad de oro para almacenar en sus bóvedas bancarias. Esto ya expresaba una creciente preocupación por la futura estabilidad del dólar. China pasó los primeros meses de 2015 vendiendo deuda y pidiendo préstamos, disminuyendo su total a menos de 1,2 billones de dólares. Eso fue una advertencia para el futuro.

Dado que China es el mayor propietario extranjero de valores del Tesoro de Estados Unidos, de bonos y pagarés, un crack en el mercado de valores chino impulsaría al gobierno chino a comenzar a vender estos valores para reducir su propia deuda. Esto podría provocar una caída instantánea del dólar estadounidense, obligando a la Reserva Federal a subir las tasas de interés, provocando una recesión China no estaría dispuesta a seguir por ese camino ya que una caída del dólar aumentaría el valor del yuan, aumentando los precios de las exportaciones chinas y, por lo tanto, profundizando la crisis en China. Sin embargo, tal escenario es posible en el futuro y alarma a los estadounidenses.

Todos los políticos estadounidenses han expresado su preocupación por el alcance de las deudas que el gobierno de Estados Unidos debe a los prestamistas chinos. Esta es la relación entre el imperialismo y las colonias al revés. ¿Desde cuándo una pobre nación dependiente cubre las deudas del poder imperialista más poderoso de la tierra?

El Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras

Un ejemplo más de la decisión de China de convertirse en una potencia mundial fue el lanzamiento del Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (AIIB). Si Lenin tenía razón en que la exportación de capital sobrante es una de las características definitorias del imperialismo moderno, el hecho que China haya colocado cientos de miles de millones de sus reservas de divisas en un banco de inversión internacional vinculado a la realización de sus intereses estratégicos es una prueba clara de la naturaleza imperialista de China. El lanzamiento del AIIB es significativo no sólo para la exportación de capital, sino también en su triunfo diplomático en la escena mundial. La oferta se extendió mucho más allá de Asia.

Públicamente, EEUU dice que se congratula de la ascensión de China como potencia, siempre y cuando los chinos respeten las normas internacionales y desempeñen un papel propio en el “sistema multilateral”. Pero en la práctica, cuando China hace algo en la escena mundial, Estados Unidos trata de aislarla. EEUU ha bloqueado sistemáticamente a China en el intento de aumentar su peso en organismos financieros internacionales como el FMI. Incluso una modesta propuesta para aumentar los recursos del FMI (dando un poco más de votos a China) se ha visto obstaculizada durante años en el Congreso. EEUU también ha frustrado los esfuerzos para impulsar el peso de China en el Banco Mundial. También excluyó a China de su previsto acuerdo de libre comercio de la Asociación Transpacífica.

Vimos esto en el caso del AIIB, donde, como de costumbre, Estados Unidos adoptó una política de contención, pero esto fracasó en la práctica. Detrás de las bambalinas, los estadounidenses han presionado a sus aliados para que no se unan al proyecto del AIIB. Cuando Gran Bretaña se convirtió en el primer país fuera de Asia en solicitar la afiliación, un funcionario estadounidense se quejó de su tendencia hacia el “acomodamiento constante” de China. Pero eso no impidió que Alemania, Francia e Italia anunciaran que también querían ser miembros fundadores. Todos los países europeos de la OTAN se inscribieron. El único país que se negó a adherirse al AIIB fue Japón. Es interesante observar la actitud de Rusia hacia el AIIB. Se unieron a él y se han convertido en la tercer mayor accionista. Putin ha invitado al AIIB a invertir en Rusia. En general, la política exterior de Rusia converge con China cuando se trata de enfrentamientos con Estados Unidos.

Una característica de la exportación de capital descrita por Lenin era la tendencia de los préstamos e inversiones a involucrar a otros monopolios vinculados del país imperialista. Gran Bretaña o Francia prestaban dinero a un país para desarrollar su infraestructura, a condición de que los préstamos se gastaran en empresas británicas y francesas, de modo que el Estado imperialista se beneficiaba dos veces, una vez con los pagos de intereses y, lo gastado con los préstamos.

Esta característica también está siendo repetida por el Estado chino, que ve las oportunidades de inversión que lo rodean como un medio de mantener las fábricas abiertas y los trabajadores empleados: “El crecimiento de la construcción se está desacelerando y China no necesita construir muchas nuevas autopistas, ferrocarriles y Puertos, por lo que tiene que encontrar otros países que lo hagan … Uno de los objetivos claros es conseguir más contratos para las empresas chinas de construcción en el extranjero ”. (Financial Times, 12/10/15)

Ya en 2016 se han registrado más de 100.000 millones de dólares en fusiones y adquisiciones transfronterizas de empresas chinas, un tercio del total mundial. Las exportaciones de capital chino involucran tanto a empresas estatales como al sector privado. Todos los fenómenos que hemos descrito aquí son típicos del imperialismo.

China y América Latina

Durante las últimas décadas ha habido un aumento masivo del comercio entre Asia y América Latina. Asia ha superado a la UE como el segundo mayor socio comercial de América Latina después de Estados Unidos. De este comercio China tiene, de lejos, la mayor parte. En el caso de Brasil, Chile y Perú, China ha superado a los EE.UU. como el mayor socio comercial. ¿Y cuál es la naturaleza de este comercio? China ha estado exportando bienes a América Latina e importando recursos naturales. Eso es lo opuesto a lo que cabría esperar de una economía subdesarrollada dependiente. De hecho, es típico de la relación de un país imperialista con las economías más subdesarrolladas.

¿Y el papel de China en Venezuela? Ningún país presta dinero a Venezuela excepto los chinos. Y esto hace que el capital financiero chino tenga un gran impacto en Venezuela. En el pasado, cuando los precios del petróleo eran altos, Venezuela devolvía sus deudas en petróleo y esto se calculaba en promedio por debajo del precio mundial del petróleo para que los chinos consumieran el petróleo que necesitaban y vendieran el resto, obteniendo ganancias. En esta relación la mayor parte del beneficio fue para los chinos. Pero esto ya no es posible.

Los chinos ya no tienen la capacidad de consumir todo el petróleo que Venezuela envía a China a cambio de dinero y ya no es rentable vender el exceso de petróleo porque los precios son demasiado bajos. Así que la forma en que los chinos recuperan su dinero de los préstamos es a través de la creación de zonas económicas especiales. Esto es lo que podríamos llamar la “Chinaificación” de Venezuela.

En estas zonas económicas especiales, no se pagan impuestos. Las empresas que invierten en estas áreas no tienen que estar en el registro de impuestos. Tampoco se aplica la democracia burguesa en estas áreas. El Presidente nombra un gobernador local desde arriba y las leyes laborales dependen del gobernador. Esto no es muy diferente a lo que el FMI propondría. Lo que muestra la naturaleza imperialista de China es que estas concesiones están orientadas hacia el beneficio del capital chino.

Estas empresas se basan en el capital mixto: chino y venezolano. Pero se establecen sobre la base de préstamos de China y el resto de los préstamos concedidos a Venezuela están destinados a comprar productos chinos. Por ejemplo, hace un año Venezuela compró 10.000 taxis chinos. Esta es una mercancía que no es una prioridad para el país en este momento, pero China tuvo una sobreproducción de taxis y fue Venezuela quien los compró.

China en África

China ha estado ampliando su papel en África. Sus inversiones en varios países como Nigeria, Angola y Gabón, han superado a sus competidores occidentales, como en la construcción de ferrocarriles y carreteras, controlando la producción de la minería, el petróleo, etc. China es ahora el mayor socio comercial de África. La parte de las exportaciones de África que China recibe ha aumentado de uno a un quince por ciento en la última década, mientras que la cuota de la Unión Europea cayó de 36 a 23 por ciento.

Para China, África representa una fuente clave de materias primas, un mercado de productos chinos baratos y oportunidades de inversión en infraestructura, especialmente en mercados potenciales en los que las empresas occidentales son disuadidas por consideraciones políticas como las sanciones o la inestabilidad política. China se dedica activamente a explotar los ricos recursos naturales de África, especialmente el crudo, del cual China es ahora el segundo mayor consumidor mundial, con más del 25% de sus importaciones de petróleo procedentes de Sudán y del Golfo de Guinea. Casi todos los países africanos presentan hoy ejemplos de presencia de China: campos de petróleo en el este, granjas en el sur, minas en el centro del continente, etc.

La relación entre China y África es un caso absolutamente clásico de explotación colonial. Este hecho ha sido comentado por muchos observadores, especialmente los sindicatos africanos. La Federación Internacional de Textiles, Prendas de Vestir y Trabajadores del Cuero, que representa a sindicatos de Sudáfrica, Zimbabwe, Mozambique, Lesotho, Swazilandia y Zambia, comentó que China inundaba los mercados africanos. Manifestando lo siguiente: “Cada vez más, el patrón comercial entre el continente africano y China se está convirtiendo en un carácter colonial con los países africanos exportando materias primas a China e importando productos terminados”.

China ha tomado el control de los recursos naturales africanos utilizando la mano de obra y el equipo chino sin transferir capacidades ni tecnología a África. Lamido Sanusi, gobernador del Banco Central de Nigeria, escribió en el Financial Times: “China toma nuestros bienes primarios y nos vende los manufacturados. Esta era también la esencia del colonialismo”. África debe reconocer que China -como Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, Brasil y el resto- está en África no por intereses africanos, sino por los suyos”.

Los imperialistas chinos explotan y oprimen brutalmente a los trabajadores africanos, los trabajadores chinos viven en campamentos cerrados y se mantienen separados de los trabajadores locales a pesar de que a menudo tienen que trabajar con ellos durante las horas de trabajo. Ha habido muchos informes denunciando una actitud abiertamente racista hacia los trabajadores africanos que son tratados poco mejor que los esclavos… Zambia con todo su cobre y piedras preciosas ha sido especialmente atractiva para China porque ha permitido a los inversores llevar sus beneficios al extranjero.  Un informe de Human Rights Watch afirma que los propietarios chinos de las minas de cobre en Zambia violan regularmente los derechos de sus empleados al no proporcionar equipo de protección adecuado y garantizar condiciones de trabajo seguras.

Cuando los trabajadores zambianos de la mina de carbón Collum, de propiedad china, protestaron, sus gerentes chinos dispararon contra los mineros, hiriendo a trece de ellos. Después que los intereses empresariales chinos presionaran al entonces gobierno de Lusaka, el director de la fiscalía de repente archivó la acusación criminal contra los gerentes  Posteriormente, cientos de mineros protestaron en Collum matando a un gerente chino e hiriendo a otros dos supervisores chinos. Estos casos están lejos de ser aislados.

La “Nueva Ruta de la Seda”

El primer proyecto confirmado del AIIB está vinculado a los intereses estratégicos de China. Se trata de financiar tres de los proyectos “Un cinturón, Un camino»: financiar la construcción de carreteras clave en Pakistán, Tayikistán y Kazajstán. A través del AIIB y de los bancos estatales chinos, China planea gastar una inversión inicial de US $ 46.000 millones de dólares en carreteras y un puerto clave en Gwadar. El proyecto se llama el Corredor Económico China-Pakistán, Conectando a Gwadar con la región autónoma china de Xinjiang como una extensión de la iniciativa de la Ruta de la Seda de China. China ha convencido al Estado paquistaní de que proporcione la seguridad para este proyecto, con 10.000 de sus soldados que guardan la construcción frente a “terroristas” y los miles de campesinos que serán desalojados de sus tierras.

El Financial Times (12/10/15) dijo que el proyecto Ruta de la Seda es el mayor acto de diplomacia económica desde el Plan Marshall lanzado por Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial y para financiarlo, los bancos estatales chinos recibirán una inyección de capital de las reservas de divisas de 60.000 millones de dólares. Se extiende hasta Nigeria y Zimbabwe, que recibirán 5.000 millones de dólares de inversión para los ferrocarriles necesarios para integrarse en este “Un cinturón, Un camino”.

Este es quizás el ejemplo más claro de las aspiraciones expansionistas de China. El mayor socio comercial de China fuera de Asia es la UE. China ha decidido que es de su interés estratégico desarrollar rutas comerciales a lo largo de la ruta terrestre hacia el Medio Oriente y Europa. Eso uniría a los países con una población de alrededor de tres mil millones de personas. Se espera que el proyecto de la Ruta de la Seda cueste un billón de dólares.

Se supone que el Corredor Económico China-Pakistán proporciona beneficios a Pakistán en materia de transporte, infraestructura, telecomunicaciones y energía. En realidad, es un plan para convertir a Pakistán en un satélite chino.

China obtendrá la mayoría de los beneficios al abrir rutas comerciales hacia la China Occidental y proporcionar a China acceso directo a la rica región de Oriente Medio a través del Mar Arábigo, evitando rutas logísticas más largas a través del Estrecho de Malaca, e incluirá la construcción de autopistas, ferrocarriles y gaseoductos de gas natural y oleoductos que conecten a China con Oriente Medio. La participación de China en Gwadar también le permitirá ampliar su influencia en el Océano Índico, una ruta vital para el transporte de petróleo entre el Atlántico y el Pacífico.

Estos hechos revelan claramente que este proyecto está diseñado básicamente por la élite china para servir a los intereses geopolíticos y estratégicos del Estado chino. A este proyecto se opone el imperialismo de los EEUU y también un sector importante de los nacionalistas de Baluchistán. No trae ningún beneficio a los habitantes de Gwadar que viven y trabajan en condiciones desesperadas. Por el contrario, están siendo privados de sus derechos en la zona. También hay resentimiento en Sindh y otras regiones ya que no han sido incluidos en este “corredor”.

El comercio de China con Asia Central ya había alcanzado los 50.000 millones de dólares en 2013, suplantando a Rusia como el principal socio comercial de la región (50 veces más que los 1.000 millones de dólares en 2000). China ya ha conquistado económicamente esta región y está en proceso de hacerlo políticamente. El Financial Times cita a un importante economista europeo diciendo que “Ellos [China] son cada vez más activos en todos los sectores [de Asia Central] y no se puede ver al capital occidental ni al capital ruso ocupando su lugar”. El mismo artículo continúa:

“En Kazajstán, las compañías chinas poseen entre un quinto y un cuarto de la producción de petróleo del país – aproximadamente la misma proporción que la compañía petrolera nacional. En Turkmenistán [China contaba con…] el 61% de las exportaciones el año pasado. El vice ministro de Finanzas de Tayikistán, el año pasado, dijo al FT que Beijing invertiría 6.000 millones de dólares en Tayikistán en los próximos tres años, cifra equivalente a dos tercios del PIB anual del país.”

El artículo cita luego una declaración imperialista clásica de Liu Yazhou, general del Ejército Popular de Liberación de China, que calificó a Asia Central de “un rico trozo de pastel dado al pueblo chino por el cielo”. (Financial Times, 14/10/15)

Xi Jinping está tratando de crear un nuevo cinturón económico entre China y el mundo a través de Kazajstán. La principal dificultad presentada por Asia central es que siempre ha sido la esfera de Rusia, y Putin tiene la intención de restablecer el poder de Rusia. Esto explica en parte el acuerdo alcanzado entre Rusia y China, mediante el cual Putin intentó derrotar las sanciones impuestas por Occidente tras la toma de Crimea por parte de Rusia.

Rusia parece ceder el liderazgo económico en la región a cambio del liderazgo militar. Se ha convertido en un miembro activo de la Organización de Cooperación de Shanghai, una asociación asiática de “seguridad” que Putin parece ver como una posible secuela del Pacto de Varsovia. La industria armamentística de Rusia y su alianza con China lo pondrían en una posición perfecta para desempeñar el papel militar principal en este nuevo “Bloque Oriental”.

El Mar de China Meridional

No hay escasez de material combustible en la región, como las tensiones nacionales existentes dentro y entre las naciones. Vietnam, así como Corea del Sur y Taiwán están ahora en una posición de equilibrio entre los EE.UU. y China. Con el tiempo, el peso de China en este equilibrio seguramente sólo crecerá.

Estas presiones políticas en Asia amenazan con desestabilizar la región. La prueba más dramática de las ambiciones imperiales de China ha sido su campaña de construcción de islas en el Mar de China Meridional. Esto está vinculado a la agresiva “línea de nueve guiones” de China sobre este mar, formando una barrera con las construcción de 9 islas artificiales. Esto expresa el objetivo de China de arrebatar a los EE.UU., el control de los mares del sur y el este de China, dando a China una poderosa posición mundial.

Por el Estrecho de Malaca se importan entre el 70 y el 80% del suministro vital de petróleo de China, pero la marina de los EE.UU en el sudeste asiático tiene el control estratégico aquí. En una guerra o en otra crisis, China podría ser privada de petróleo y acceso a sus mercados de exportación en un instante. Por lo que es evidentemente en sus intereses estratégicos encontrar una manera de construir las islas artificiales sobre rocas y arrecifes minúsculos.

Esta política, si es permitida, hará que China se anexione los mares que rodean a todas las principales naciones del sudeste asiático. La Marina de Estados Unidos es la más fuerte de la región. Pero China está provocando a Estados Unidos, tomando cada vez más mar, o incluso construyendo nuevas islas. Está probando y comprobando la determinación de Estados Unidos. EEUU ha respondido haciendo navegar a su marina cerca de estas “islas”. En respuesta a los reiterados llamamientos de Washington para detener la construcción de islas (y una nueva base aérea) en el Mar de China Meridional, el Ejército Popular de Liberación ha encargado un nuevo buque de logística, el más grande de todos, para abastecer a sus tropas en las islas lejanas, rocas y arrecifes controlados por China en las aguas en disputa.

El almirante Scott Swift, de la flota del Pacífico de la Marina de Estados Unidos, dijo que China tenía “la capacidad” de defender su soberanía en la zona, donde ha estado construyendo islas y pistas de aterrizaje en los arrecifes en disputa. A pesar de esto, los chinos siguen construyendo nuevas islas. Y China pondrá su segunda estación espacial, Tiangong-2, en órbita en 2016. Aparte de su importancia tecnológica, esto tiene una relevancia militar. Todo esto demuestra la creciente contradicción entre China y Estados Unidos. No es casual que Obama haya visitado recientemente Japón y Vietnam, lo que China correctamente interpretó como un movimiento dirigido contra ellos.

El poder económico engendra poder político

Lenin dice, “cuanto más adelantado se halla el desarrollo del capitalismo, cuanto con mayor agudeza se siente la insuficiencia de materias primas, más dura es la competencia y la caza de las fuentes de materias primas en todo el mundo”. ¿Acaso no está claro que China, tras haber llevado a cabo la restauración capitalista, se ve obligada a perseguir sus intereses a escala global en su búsqueda de mercados y materias primas? ¿Y no está igualmente claro que esta búsqueda la está llevando a un conflicto, no sólo con los países vecinos (Vietnam, Japón, Taiwán, etc.) sino también con la superpotencia principal, los Estados Unidos?

El aparato estatal chino es un producto de la Revolución China de 1949. Este Estado fuerte y bien organizado, independiente de la influencia imperialista, pudo fomentar y proteger cuidadosamente a una clase capitalista en desarrollo. Durante algunas décadas, ha presidido la creación de monopolios enormes, tanto estatales como privados, y una vasta acumulación de capital. Toda la historia muestra que la acumulación de poder económico debe expresarse en una cierta etapa en la construcción de poderío político y militar. En la actualidad, las naciones clave en esta región (Japón, Corea del Sur, Vietnam, Tailandia, Indonesia, Malasia, Taiwán, Filipinas) son todas aliadas de los EEUU. El auge de la economía china ha hecho de esta región la clave para el comercio mundial, pero EE. UU. controla la zona.

China hoy en día no sólo tiene una base industrial poderosa. También tiene un ejército poderoso. Los estadounidenses están furiosos por el establecimiento de enclaves chinos en el Mar del Sur de China y lo han denunciado. Ha habido varios “encuentros cercanos” entre barcos militares y aviones de EE. UU. y China. ¿Todo esto es sólo teatro? Los estadounidenses envían barcos de guerra para navegar cerca de estas islas en nombre de la “defensa de la libertad de navegación”. Esto los lleva a una confrontación con los chinos. Probablemente este enfrentamiento no llevará a la guerra, pero los conflictos son reales y muy serios. Si se afirma que los chinos son simplemente títeres del imperialismo estadounidense, tendríamos que responder que nunca antes en la historia se han visto “títeres” de este tipo.

Con la única excepción de Japón, el mayor socio comercial de todos estos países es China, no los Estados Unidos. Esta contradicción se intensificará a medida que pase el tiempo, y alguien tendrá que ceder. Hemos visto manifestaciones de este proceso incluso tan lejos como en Nueva Zelanda y el Reino Unido, tradicionalmente aliados estadounidenses. Nueva Zelanda dijo que no firmaría el acuerdo comercial TPP si estaba diseñado para contener y aislar a China.

El Financial Times (12/10/2015) comenta: “Si bien algunos vecinos agradecerán las inversiones, es menos claro que quieran absorber el exceso de capacidad de China. Muchos de ellos tienen desempleo y acerías a bajo rendimiento, o ambiciones para desarrollar su propia industria en lugar de importar la de otro”. Ya han surgido fricciones acerca de contratos con Sri Lanka, donde el nuevo gobierno no quiere cumplir los acuerdos que firmó el anterior.

El artículo concluye de esta forma:

“La teoría de Lenin de que el imperialismo está impulsado por excedentes capitalistas parece ser cierta, curiosamente, en uno de los últimos (aparentemente) países leninistas del mundo. No es una coincidencia que la estrategia de la Ruta de la Seda coincida con las consecuencias de un auge de inversiones que ha creado un gran exceso de capacidad y la necesidad de encontrar nuevos mercados en el extranjero”.

Si los estrategas del Capital pueden ver que China es una nueva potencia imperialista que representa una amenaza creciente para Occidente, ¿no deberían seguramente los marxistas poder ver lo mismo? Lenin señaló que el equilibrio internacional de fuerzas cambia constantemente y las esferas de influencia cambian como las placas tectónicas que se encuentran debajo de los continentes. Y así como estas últimas pueden provocar terremotos, el enfrentamiento entre las potencias por la influencia puede producir todo tipo de crisis y conflictos.

En el 2000, China tenía 2,5 millones de soldados para disuadir a los posibles agresores. Pero la historia de la guerra nos enseña que la defensa puede transformarse fácilmente en ofensiva. China es ahora el mayor contribuyente de fuerzas de paz y de observadores entre los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU. Han enviado tropas a Liberia, el Congo, Sudán, Haití e incluso el Líbano. Estos envíos son como un entrenamiento para intervenciones militares más serias en suelo extranjero más adelante. China aprobó recientemente una ley que permite que sus soldados sean colocados en bases en otros países por primera vez.

Xi ha expresado la voluntad de desarrollar la capacidad marítima para convertirse en una verdadera potencia marítima proporcional a la posición geoestratégica de China. Xi enumera los diferentes conflictos locales que ha tenido China y se refiere a la táctica china lenta de los pequeños desafíos en el Pacífico y en la región que, eventualmente, se presentan a los países como un hecho consumado. Se refiere a los planes de China para construir portaaviones, un terreno en el que aún está muy por detrás de la tecnología estadounidense, pero que muestra en qué dirección va.

El nivel de gasto militar se puede ver en el hecho de que durante 17 años el gasto en defensa en China ha aumentado en aproximadamente un 10% anual. El creciente poder económico de China debe, en cierto punto, encontrar su expresión en términos militares. Y podemos ver en estas cifras que está desarrollando su poder militar. El Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales en Washington dice: “[China] está usando la centralidad de su poder para persuadir a otras naciones de que desafiar a China en temas territoriales simplemente no vale la pena”. Esto se refiere a las naciones alrededor del Pacífico que oscilan entre los Estados Unidos y China dependiendo de la presión. China está constantemente tanteando el terreno para ver hasta dónde puede empujar contra el poderío estadounidense en la región.

El impulso chino de expansión en Asia la coloca en conflicto con Vietnam, Japón y Filipinas. La construcción de nuevas islas para construir bases es una provocación flagrante, no sólo a estos países sino también a los EE. UU. ¿Puede ser que China esté construyendo estas bases militares en interés del imperialismo estadounidense? Nadie que mire los verdaderos hechos concretos de la situación lo pensaría así.

¿Significa esto que habrá una guerra entre Estados Unidos y China? ¿Es posible que China pueda desafiar el poderío del imperialismo estadounidense, o tal vez suplantarlo como la potencia imperialista dominante en el mundo? Nosotros no lo creemos. Está claro que China tiene todas las características de una nación imperialista. Pero su ascenso tiene límites definidos. Si la perspectiva global fuera un período de 20 o 30 años de auge mundial, China podría desafiar a Estados Unidos por la supremacía a escala mundial, pero esa no es la perspectiva.

China estaba creciendo a un ritmo rápido, pero ahora ese proceso parece haber llegado a su límite. El crecimiento se está desacelerando y la economía podría incluso entrar en recesión en el próximo período. De hecho, la desaceleración de China amenaza con arrastrar a la economía mundial a una depresión. Por lo tanto, es altamente improbable que sobre una base capitalista el imperialismo estadounidense pueda ser suplantado por China. Los “expertos” burgueses dijeron cosas similares sobre Japón en el pasado, hasta que Japón entró en un período de estancamiento económico crónico, que ha durado hasta el presente.

¿Luchando contra el imperialismo?

No hace falta decir que debemos luchar contra el imperialismo en todas sus formas y manifestaciones. Sin embargo, existe el peligro de que al enfatizar la idea de que el enemigo principal es el imperialismo, podamos terminar capitulando ante la burguesía nacional de cada país en un momento crítico. Tomemos un ejemplo muy claro.

La Guerra de Malvinas fue una aventura militar lanzada por la Junta Militar argentina para desviar la atención de las masas cuando estaba amenazada con ser derrocada. Paradójicamente, los generales argentinos estaban envalentonados por el hecho de que Lord Carrington (Ministro de Relaciones Exteriores de Thatcher) estaba negociando en secreto la entrega de las disputadas islas a la Argentina. Debemos agregar que hasta ese momento los dictadores argentinos habían mantenido excelentes relaciones con Thatcher y el imperialismo británico. Si Galtieri hubiera podido esperar, podría haberse apoderado de las islas sin lucha. Pero no podía.

El movimiento de las masas hacia la revolución lo obligó a lanzar la invasión. Thatcher no podía aceptar la humillación de una derrota militar y envió un grupo de combate para recuperar las islas, lo que lograron hacer. ¿Qué posición deberían haber tomado los marxistas? La posición de los marxistas británicos era oponerse a la guerra, que considerábamos como una guerra reaccionaria por ambos bandos.

La naturaleza reaccionaria imperialista de Thatcher era muy clara, aunque trató de esconderse detrás de la defensa de los isleños contra el régimen fascista argentino (¡algo de lo que no se había dado cuenta antes!). Pero en el otro lado tampoco había un átomo de contenido progresista. La Junta reaccionaria utilizó y abusó de los sentimientos antiimperialistas de las masas para sembrar la confusión y desviar la atención de los crímenes del régimen ondeando la bandera del patriotismo. Y temporalmente tuvieron éxito.

¿Cuál era la posición de los grupos argentinos que decían ser trotskistas? Se colocaron detrás del gobierno y respaldaron su aventura, abandonando cualquier pretensión de una posición revolucionaria o de clase. Uno de los dirigentes “trotskistas” incluso fue a ofrecer sus servicios a la Junta en su supuesta guerra contra el imperialismo. Esa fue una traición a los principios más elementales del socialismo. Y se justificó sobre la base falsa de una “nación pobre dependiente” que supuestamente estaba “luchando contra el imperialismo”.

En realidad, la Junta no tenía la intención de librar una lucha seria contra el imperialismo británico, como tampoco Thatcher estaba luchando por los derechos de la población de las Malvinas. El primer acto de guerra contra el imperialismo hubiera sido expropiar la propiedad de los imperialistas en Argentina. Sin esto, los argentinos luchaban con una mano atada a la espalda. El resultado fue una derrota humillante, que abrió el camino a la revolución en Argentina.

“El enemigo está en casa», esa fue la consigna de Lenin. Nunca hubiera soñado con enfatizar la dependencia del zarismo ante el imperialismo extranjero, sino que siempre insistió en que los trabajadores rusos debían combatir a su propia burguesía. Cuando Rusia fue invadida por Japón en 1904, ¿acaso la consigna de Lenin era: “Abajo el imperialismo japonés?” Por supuesto que no. Utilizó la crisis para llamar al derrocamiento del zarismo ruso. Durante la Primera Guerra Mundial, ¿Cuál fue la actitud de Lenin? “Los imperialistas alemanes son nuestro enemigo», diría. Pero nuestro deber es derrocar a nuestra propia clase dominante. ¡Que los trabajadores alemanes se ocupen del Kaiser!

En relación a China algunos avanzan la consigna “¡Abajo el imperialismo!” Pero la tarea de los trabajadores chinos es derrocar a la clase dominante china. La consigna “Abajo el imperialismo” invita a los trabajadores chinos a unirse a su propia burguesía nacional para luchar contra los capitalistas extranjeros. Esto no tiene ningún sentido, y si lo tiene, lo tiene en la dirección opuesta. En cuanto a Rusia, la consigna “Abajo el imperialismo” es aún más errónea. Vladimir Putin estaría encantado de asumir esa consigna, ya que está implicado en una lucha permanente con el imperialismo estadounidense. Pero esa es una lucha entre una pandilla imperialista reaccionaria y otra. No hay un átomo de contenido progresista en ninguno de los bandos.

De hecho, el problema al que se enfrentan nuestros compañeros rusos es muy difícil. La política en Rusia ahora mismo está fuertemente polarizada, no en líneas de clase, sino en líneas nacionalistas. Por un lado, los liberales burgueses pro-occidentales apoyan al reaccionario régimen de Kiev contra Putin. Por otro lado, mucha gente apoya a Putin contra los mafiosos y fascistas de Kiev.

¿A quién deberíamos apoyar? El problema es que muchos trabajadores han sido engañados por la demagogia antiimperialista de Putin. Por lo tanto, ¿debemos unirnos al coro general, alzando el grito de batalla: “Abajo el imperialismo”? Eso complacería a Putin y sin duda nos haría ganar el aplauso de los nacionalistas rusos, los estalinistas y otros reaccionarios. Pero nos liquidaría completamente como una fuerza marxista seria. Por supuesto, no podemos apoyar a los llamados demócratas liberales rusos, que en la práctica defienden los intereses del imperialismo estadounidense y del capital internacional. Pero tampoco podemos apoyar a la Rusia de Putin, que no es ni atrasada ni dependiente, sino una potencia imperialista que está motivada puramente por objetivos egoístas y cínicos.

Las masas en Rusia odian al imperialismo. Ese odio tiene un contenido progresista, al igual que el odio de las masas argentinas hacia el imperialismo. Pero así como la Junta argentina utilizó ese odio con fines reaccionarios, Putin lo ha usado para desviar la atención de los trabajadores de su verdadero enemigo: los banqueros y capitalistas rusos. Nuestra consigna en Rusia (y en China) no es “Abajo el imperialismo», una consigna que en estos casos carece de contenido real, sino “¡Abajo la oligarquía! ¡Todo el poder a la clase obrera!

Por supuesto, debemos elaborar las reivindicaciones de transición adecuadas, incluidas las reivindicaciones democráticas que puedan ayudarnos a llegar a los trabajadores y los jóvenes. Pero en última instancia, la única solución es la revolución socialista. El capitalismo dejó de ser progresista hace mucho tiempo. La supervivencia del capitalismo está preparando un desastre para la humanidad y la humanidad podría haber progresado mucho más si no estuviera limitada por los límites artificiales de este sistema. En los últimos 100 años, la humanidad pagó un precio muy alto: dos grandes guerras mundiales, que fueron por la redivisión del poder a escala global. Esa perspectiva ya no está en la agenda, pero hay constantes “guerras pequeñas” en las que miles de personas son asesinadas cada día.

Cinco millones al menos han perecido sólo en el Congo. Siria ha caído en una pesadilla sin fin. Millones de personas han sido expulsadas de sus hogares y están golpeando con sus puños contra los muros erigidos por la Europa imperialista “civilizada” para mantenerlos alejados. Cuánta razón tenía Lenin cuando dijo que el capitalismo es horror sin fin. El capitalismo ha llegado a sus límites y necesita ser derrocado. Las fuerzas del marxismo internacional deben crecer y ponerse a la altura de las tareas planteadas por la historia.

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