Al momento de escribir este artículo se desarrollaba en Chile la Huelga General por 48hs convocada por Unidad Social y el Sindicato de Portuarios que paralizaba la totalidad de la actividad.
Ante el alza del pasaje del metro, la lucha callejera, que lleva siete días, puso en jaque al gobierno de Piñera desatando una verdadera insurrección que lejos de apaciguarse ante la presencia y represión desatada por el ejército y los carabineros en las calles, ha incrementado la lucha de los trabajadores y la juventud hora a hora.
Los acontecimientos desatados en Chile son la expresión del Octubre Rojo Latinoamericano, la vanguardia y el movimiento revolucionario tienen el desafío de organizar y debatir con los trabajadores las diferentes políticas y programas, nutrirnos del bagaje de las mejores tradiciones revolucionarias para armarnos de la mejor manera y así derrotar al gobierno de Piñera
Queda en claro que los acontecimientos en Ecuador, Honduras, Haití y Chile tienen en común la ofensiva del capitalismo a través de una serie de planes o recetas implementados por la burguesía y las oligarquías criollas, siguiendo las órdenes fondomonetaristas para la supuesta normalización de las cuentas de los diferentes Estados.
Las consecuencias están a la vista. Las masas hartas de la miseria y pauperización de sus vidas salieron a tomar en sus manos el destino de sus vidas.
Pero como es lógico, las clases dominantes no van a dar un paso al costado y reconocer que ya no son una clase vigorosa que posibilita el desarrollo del conjunto de la sociedad. Por el contrario, se aferran a sus privilegios, a seguir siendo los dueños de la vida de millones de hombres y mujeres, empujándolos a una vida miserable y de sufrimientos
Los sectores populares en Chile, se volcaron a las calles para expresar la bronca acumulada por décadas (precariedad de la salud, la educación inaccesible para la mayoría de los hijos de los trabajadores, la precarización del trabajo y de las pensiones). La “gema” trasandina no era tal, el “oasis” de Latinoamérica como era mostrada al mundo, resultaba un páramo desolado para los millones de mujeres y hombres de a pie. Por debajo se acumulaban contradicciones insuperables. Hegel dijo que “la necesidad se expresa a través del accidente” y este fue el alza del pasaje del metro.
La situación en Ecuador no es algo diferente a lo que sucede en Chile. La quita de los subsidios a las naftas desencadenó una lucha de masas sin precedentes en este país. Rápidamente los sindicatos del transporte, empleados públicos, estatales, universitarios salieron a la lucha callejera y a la huelga general; a los días las comunidades indígenas bajaron de los cerros dando masividad y profundizando la combatividad de la lucha de clases. Los enfrentamientos con las fuerzas represivas se acentuaron, Lenin Moreno huyó a Guayaquil y tuvo que derogar el decreto que provocó la insurrección. Lo distintivo en Ecuador no es sólo la huida de Lenin Moreno sino también el cierre del Parlamento en Quito.
Rápidamente las masas tomando el destino en sus manos, crearon y sesionaron en la Asamblea del Pueblo. Descomprimida la situación, Lenin Moreno regresó a Quito prometiendo una nueva redacción del decreto acordado con el Fondo Monetario Internacional. Evidentemente, es un nuevo engaño a los trabajadores y las comunidades indígenas e inevitablemente los enfrentamientos callejeros volverán a entrar en escena rápidamente.
Se trata entonces de que la Asamblea del Pueblo llegue a fondo en sus resoluciones, lleve hasta las últimas consecuencias el programa revolucionario que se necesita para que triunfe la lucha popular. El poder que debe ejercer la Asamblea del Pueblo debe estar precedido por huelgas masivas para poder avanzar en la expropiación de los capitalistas y en una nueva organización social.
En Ecuador la dirección de la CONAIE actuó en todo momento por detrás del movimiento, se negó a levantar la consigna de “Fuera Lenin Moreno” mientras era la consigna del movimiento y en momentos cruciales se sentó a negociar y desmovilizó a las masas con una sola concesión, en un momento que se podría haber tumbado al gobierno.
La situación chilena se radicalizó rápidamente, en tan solo unos días se transformó en una lucha callejera de masas con ribetes insurreccionales.
La juventud desempeñó un papel primordial en la agudización de la lucha de clases, sólo el sindicato de Portuarios de Valparaíso se mostró rápidamente en sintonía con la situación de lucha y ante la violencia inusitada ejercida por las fuerzas represivas, llamó a una huelga general de 24 horas. Luego la Unidad Social convocó a un paro general para el 23 y 24 de octubre con un programa limitado: que se vaya Piñera, huelga Parlamentaria y abajo la represión y la suspensión del toque de queda.
No se trata sólo de Piñera o la política fondomonetarista que lleva adelante, sino de la crisis misma del capitalismo que azota el planeta. La región se ve convulsionada además con movilizaciones en Honduras, Haití y Colombia, la pauperización de la vida en Brasil y Argentina.
Pero no es sólo Latinoamérica, sino también Europa con la insurrección en Catalunya por la prisión de sus dirigentes que pone otra vez sobre la mesa la cuestión nacional y complica aún más la envestidura de Sánchez en las próximas elecciones. También es Asia, y el levantamiento en Hong Kong que tuvo en jaque a China con la preocupación que la oleada de manifestaciones y huelgas contagiaran al proletariado en el continente.
La ruptura del equilibro del capitalismo es el punto en común de los conflictos en América, Europa y Asia. La crisis del capitalismo que lleva ya once años no encuentra solución. Por el contrario, ha incrementado el sufrimiento de millones de mujeres y hombres en el mundo. ¿En qué consiste la crisis que atraviesa el planeta? La nueva recesión es una sucesión de crisis que recorrieron diferentes momentos. En 2008 fue un punto de inflexión para el capitalismo. La crisis de las hipotecas subprime fue la punta del iceberg de una crisis más profunda, una crisis de sobre producción de mercancías, una crisis orgánica, secular.
Es por esto que nos encontramos en presencia de una sucesión de gobiernos inestables que no solo no pueden lograr estabilidad económica porque la tendencia de crecimiento tiende hacia la baja sino que solo pueden descargar la crisis sobre las mesas obreras.
Federico Engels explicó que la naturaleza aborrece el vacío y así durante días aparentemente no había dirección en la lucha chilena, pero fueron nuevamente los secundarios quienes jugaron este rol fundamental en la lucha callejera, levantando el ánimo a cientos de miles de hombres y mujeres que sufrieron la dictadura Pinochetista en los ’70 hasta los ’90, demostrando la fuerza de la movilización y organización.
Por su lado, el régimen de Piñera busca amedrentar mediáticamente a las masas con informes sobredimensionados de una represión mucho más profunda de lo que realmente informan desde las organizaciones políticas de Chile. La represión y las imágenes son las que se ven, pero lo que además está presente en la situación política es el cansancio de las fuerzas represivas, mostrando cierto resquebrajamiento del ejército y los carabineros.
Mientras, las masas buscan lo que no encuentran en las organizaciones políticas tradicionales de centro izquierda e izquierda, como es el caso del Partido Socialista que se encuentra comprometido históricamente con la Concertación o el sectarismo de los partidos de izquierda; por ello las masas van materializando tendencialmente formación de Asambleas Populares o Cabildos Abiertos en varias regiones de Chile.
Las masas en las calles no solo le han dicho basta a la entrega y represión del gobierno de Piñera, sino que han dicho basta a las fuerzas armadas y a los carabineros. La demostración de fuerzas con la movilización de más de un millón de mujeres y hombres pone en debate no solo que se vaya Piñera, sino además que se vayan todos, todos los que se han y siguen enriqueciendo a costa de los millones de trabajadores chilenos.
Avanzar en la formación de organismos de doble poder
La experiencia de la lucha de clases ha demostrado que Piñera y los representantes políticos parlamentarios de la totalidad del régimen gobiernan para un puñado de capitalistas y el imperialismo.
No es una utopía lo que decimos, por el contrario, la utopía es seguir intentando reformar o controlar lo que no se puede reformar o controlar por el simple hecho de que no es nuestro. Debemos tomar plena conciencia que somos la mayoría quienes producimos las riquezas que quedan en los bolsillos de una minoría.
El momento que atravesamos demuestra que no hay retorno para las y los trabajadores y la juventud en Chile. Se ha derribado no solo el mito del oasis Latinoamericano, sino el peso de la dictadura pinochetista en la sociedad.
Las masas con su lucha insurreccional han quebrado decenas de veces el toque de queda, mostrando la vigorosidad del movimiento que ha nacido.
Se trata de avanzar alrededor de un programa revolucionario en la coordinación y extensión de las diferentes experiencias de Asambleas Populares y Cabildos Abiertos y que se transformen en los verdaderos organismos de doble poder. La juventud, los portuarios, mineros y petroleros, docentes y universitarios, médicos y empleados estatales, la totalidad de quienes hacemos el mundo en que vivimos: los trabajadores, debemos dar un paso fundamental. Tomar el destino de nuestras vidas en nuestras manos, definir tomar el control de los resortes fundamentales de la economía de Chile.
Lo otro es sacarnos de encima a Piñera y delegar nuevamente en otros capitalistas el poder. Como señalamos más arriba la gran burguesía y oligarquía no se van a correr del escenario de la historia. Por el contrario, van a intentar camuflarse con un ropaje democrático e incluso alejándose de Piñera como lo que sucede en este momento.
El cambio de Gabinete anunciado por el Gobierno va a intentar configurar una escenificación de la “unidad nacional”. Este paso del Estado junto con el levantamiento del estado de emergencia a partir de las 00.00 hs del domingo deben ser leídas desde dos perspectivas. Por un lado, representan un paso adelante del movimiento, y un paso atrás del Gobierno. Sin lugar a dudas estas son victorias parciales que se van alcanzando con la lucha y la organización. Pero por otro lado, también estas medidas representan una maniobra de la clase dominante para intentar frenar el avance de las masas. Es la vieja táctica de cambiar algo para no cambiar nada.
De lo que se trata no es de «cambiar el modelo», sino de abolir el capitalismo del que ese modelo es la expresión. Lo que se requiere es un programa de nacionalización de las AFP, del cobre, del agua, la salud, la nacionalización de las grandes empresas y monopolios para que toda la riqueza del país, que la crea la clase obrera, se pueda planificar democráticamente para satisfacer las necesidades de la mayoría (salud, educación, transporte, techo) y no los privilegios de una pequeña minoría. Eso no se conseguirá con una Constituyente que al fin y al cabo no es más que otro parlamento burgués. En las mentes de las masas la Constituyente representa la idea de un cambio profundo y de raíz. En el cálculo de los reformistas y de sectores de la burguesía representa un intento de encausar el movimiento por los canales seguros del parlamentarismo burgués.
El pueblo trabajador en la calle ya se está dando sus propios organismos de poder. Es necesario coordinar los Cabildos Abiertos y Asambleas Territoriales, mediante delegados electos, en una gran Asamblea Nacional del Pueblo Trabajador que se plantee la toma del poder, político y económico, para resolver las acuciantes necesidades que están detrás de este maravilloso estallido insurreccional.