Un artículo de nuestros camaradas británicos en Socialist Appeal titulado Relatos, «guerras culturales» y la izquierda ha provocado la ira del periodista ‘izquierdista’ Paul Mason. Dijo que nuestra organización «en descomposición» debe abandonar su cosmovisión obsoleta. Alan Woods explica que la pobre papilla del posmodernismo de Mason no es un sustituto de la ciencia del marxismo.
Una terrible enfermedad se está extendiendo por todo el mundo. La ciencia médica no conoce cura para esta enfermedad. No hay forma de evitarlo. Ni las mascarillas, ni el lavado de manos servirán de nada. Y los efectos de esta enfermedad son horribles de contemplar.
Una vez que lo contraes, tu cerebro se vuelve gelatina. Las desafortunadas víctimas se convierten en zombis humanos, que sufren ataques persistentes de diarrea verbal y se vuelven completamente incapaces de pensar racionalmente.
El nombre de esta terrible aflicción es: posmodernismo.
El primer síntoma reconocible es la constante repetición de la palabra sin sentido «narrativa».
Esta es una advertencia temprana de un proceso degenerativo que hace que el paciente sea incapaz de unir dos oraciones racionales, se contradice a sí mismo sin darse cuenta siquiera, y finalmente desciende a un galimatías completamente incomprensible.
Estos pensamientos se me ocurrieron ayer cuando me llamó la atención una polémica bastante acalorada entre el conocido locutor, periodista y comentarista político, Paul Mason, y el camarada Jaled Malachi, de la CMI, quien recientemente escribió un artículo en Socialist Appeal titulado Relatos, «guerras culturales» y la izquierda.
En respuesta al artículo mencionado anteriormente, Paul inmediatamente publicó el tuit:
«La descompuesta CMI está realmente enojada conmigo por señalar aspectos de la realidad contemporánea que no se ajustan a su visión del mundo: caso de estudio de ideología de culto frente a datos empíricos».
— Paul Mason (@paulmasonnews) August 8, 2020
Ahora bien, dudo mucho que algún compañero de la CMI estuviera realmente enojado con Paul Mason, ya que no creo que la gran mayoría de nuestros compañeros sigan lo que él escribe, ni siquiera sean conscientes de su existencia. Pero el mismo hecho de que se sintiera obligado a escribir este tuit a las 6:34 de la mañana del 8 de agosto me sugiere que fue el mismo Paul Mason quien estaba “realmente enojado”.
Es una pena, ya que no es nuestra intención enojar a nadie, sino defender las ideas del marxismo. En cuanto a mí, ciertamente no estoy realmente enojado con Paul Mason ni con nadie más.
Si tuviera que expresar mi reacción a lo que escribe Paul Mason, lo caracterizaría, no como ira, sino como una leve perplejidad de que un hombre tan inteligente pueda ser engañado por la basura posmodernista.
Un artículo contundente
Debo confesar que no había leído el artículo publicado en Socialist Appeal al que Paul ha reaccionado tan acaloradamente. Después de leerlo, puedo, al menos en parte, comprender sus sentimientos heridos. Ciertamente es muy contundente y no tiene pelos en la lengua. Pero a veces siento que hoy en día no hay debate suficientemente contundente en el movimiento obrero.
Los británicos somos demasiado corteses, demasiado educados para llamar a las cosas por su nombre correcto. Por miedo a herir los sentimientos de alguien, nos andamos con rodeos, dando vueltas sin cesar, evitando cualquier problema que pueda causar molestias. Y en el proceso de este interminable circunloquio, se evitan por completo las preguntas centrales. Tales “debates” soporíferos no sirven para aclarar nada.
Como marxista, creo firmemente que el contenido es mucho más importante que la forma, pero comencemos por el lado formal. El autor del artículo utiliza términos como pequeño burgués e incluso renegado para caracterizar las ideas defendidas por el compañero Mason. Puedo entender que no le agrade leer estas cosas.
El compañero Mason evidentemente toma estas palabras como meros insultos, lo que le hace sentirse autorizado a responder con sus propios epítetos particulares, como «descompuesta», que, en su opinión, es una descripción adecuada de la Corriente Marxista Internacional, la organización a la que tengo el honor de pertenecer.
Como persona experimentada, Paul debe saber que no se puede aprender absolutamente nada de un intercambio de insultos, que reduce un debate a una pelea de difamaciones, cuyo resultado no se decide por la superioridad de las propias ideas, sino por quien grita más fuerte. De tales riñas verbales es imposible aprender nada en absoluto.
El significado de las palabras
Vamos a analizar la cuestión un poco más de cerca. Los marxistas comprenden que las ideas no caen del cielo y que determinadas ideologías, teorías políticas e incluso tendencias filosóficas reflejarán en última instancia las ideas, prejuicios e intereses de clase, de castas o de grupos particulares de la sociedad.
Para los marxistas, la palabra pequeño burgués tiene un significado muy preciso. Se refiere a la clase media, esa capa intermedia que se encuentra entre el proletariado y la burguesía. Ese es un hecho del que Paul es muy consciente.
La pequeña burguesía, que incluye a la intelectualidad, no es una clase homogénea, sino una especie de masa amorfa con diferentes capas y subgrupos. Su posición intermedia y amorfismo físico se refleja en su perspectiva: que es inconsistente, inestable y en constante cambio, tirando ahora hacia la izquierda, ahora hacia la derecha, mientras vacila entre los dos grandes polos de la sociedad.
Esto define precisamente los rasgos psicológicos de la intelectualidad: la capa social a la que pertenece el compañero Mason y la clase que ha sido más gravemente infectada con la enfermedad posmodernista.
La clase trabajadora, que Paul nos dice que ya no existe, se ha librado misericordiosamente de esta locura, a pesar de los persistentes esfuerzos de los intelectuales de izquierda para diseminar estas ideas venenosas y reaccionarias en el movimiento obrero. Lamento mucho ver que Paul Mason se ha unido ahora a ese ruidoso coro posmoderno.
Pero supongo que no es tan sorprendente. Periódicamente, los intelectuales pequeñoburgueses experimentan un impulso irresistible de asumir una nueva idea (o algo que pasa por tal). Luego insisten en que es la última palabra en filosofía, hasta que descubren alguna otra corriente de moda con la que divertirse durante unos años, antes de abandonarla en busca de una nueva fuente de diversión.
Como muchos otros «marxistas académicos», Paul Mason ha sido engañado por esta última moda. Está cansado de las viejas ideas del marxismo («en descomposición») y está buscando algo nuevo y emocionante para reemplazarlas. Ah, bueno, al mundo de la academia, como al resto de la sociedad, le encanta estar en contacto con las últimas corrientes y modas.
Pero, al igual que los últimos modelos de un escaparate, la adquisición de «nuevas ideas» (que resultan no ser nada nuevas) viene con un alto precio. En última instancia, todos los caprichos de la evolución política de Paul Mason se remontan a esta fuente, y sus consecuencias negativas son demasiado claras en su caso.
No puede escapar a la atención de nadie que, en los últimos años, a pesar de zig-zags constantes, su evolución ha continuado siempre en la misma dirección general, es decir, a la derecha. Calificar esto como una desviación pequeñoburguesa no es, por tanto, un insulto, sino una caracterización sociológica precisa.
Pero volvamos a nuestro análisis de la lingüística. Las cosas parecen un poco más complicadas cuando llegamos a la palabra «renegado». Eso tiene, de hecho, las connotaciones más desfavorables. Pero antes de empezar a calentarnos, las cosas pueden aclararse fácilmente buscando la definición de la palabra en el Diccionario de Cambridge, donde leemos lo siguiente:
«Renegado: Una persona que ha cambiado sus sentimientos de apoyo y deber de un grupo político, religioso, nacional, etc. a otro nuevo»
¿No se aplica esta definición con precisión al compañero Paul? Creo que sí, al cien por cien. Por supuesto, si le hace sentirse un poco mejor, podemos usar otro término: digamos, desertor, pero eso suena aún peor. ¿Quizás podamos conformarnos con apóstata? Eso funciona bien. Pero no importa qué palabra usemos, el contenido sigue siendo el mismo.
Un caso de regresión
Lejos de estar enojado con Paul, siento una sensación de tristeza. Siempre es un espectáculo triste ver a alguien que alguna vez tuvo puntos de vista de izquierda y defendió los principios básicos del marxismo, tirar todo eso a la basura y pasarse al campo opuesto.
He observado este proceso muchas veces antes y siempre sigue el mismo patrón. Primero, encuentran fallas en este o aquel aspecto del marxismo. Afirman que las “viejas ideas” (“dogmas”, las llaman siempre) ya no corresponden a las condiciones actuales (“hechos empíricos”).
Luego, buscan «nuevas ideas», que encuentran fácilmente disponibles en la masa de teorías oscurantistas y reaccionarias que se están produciendo constantemente en los departamentos de filosofía, política y sociología de las universidades, con la monótona regularidad de salchichas de un máquina de salchichas.
Encuentran estas salchichas intelectuales muy a su gusto. Les brindan los argumentos necesarios para saldar cuentas con los «viejos dogmas en descomposición», que satisfacían su curiosidad intelectual y conciencia social en su juventud.
Pero eso fue entonces. Ahora que han alcanzado la madurez de la mediana edad, esas ideas solo pueden considerarse con desdén como sueños desesperadamente utópicos. No se cuadran a “los hechos empíricos”, y especialmente al más obvio de esos hechos: la existencia necesaria del capitalismo.
Entonces, se deciden a cruzar la línea divisoria que separa las clases. ¡Pero esta transición no es tan fácil! Primero tienen que ajustar cuentas con su pasado, demostrando con argumentos irrefutables la falsedad de los “viejos dogmas en descomposición”, que sólo son aptos para sectarios locos, cultos [religiosos], etcétera.
Naturalmente, también deben encontrar la forma de silenciar a su conciencia culpable. Entonces, aunque rechazan el marxismo en la práctica, todavía protestan indignados de que, después de todo, «siguen siendo marxistas». Gritan a todo pulmón que este es el caso, incluso cuando se han posicionado con mucha firmeza en el campo del enemigo. Y de hecho, algunas pobres almas les creen…
Para indicar cuán lejos ha viajado Paul en unos pocos años, permítame dar solo un ejemplo. Tengo en mis manos un libro suyo titulado Vive trabajando o muere luchando: cómo la clase trabajadora se hizo global (Live Working or Die Fighting: How The Working Class Went Global). Lo leí hace algunos años y me pareció muy bueno.
Ahora, por lo que veo, Paul ha tenido dudas. Verán, la «narrativa» ha cambiado. En lugar de hacer un llamamiento a los trabajadores del mundo para que se levanten y luchen, se nos informa que la clase trabajadora no existe, de ninguna manera significativa, que la lucha de clases es un mito y que debemos abrazar “estrategias alternativas”, como políticas de identidad, etc. ¡El posmodernismo ataca de nuevo!
Está muy claro que Paul Mason ha hecho su elección. Ha cruzado con toda su alma al campo de la derecha proburguesa del Partido Laborista, encabezada por Sir Keir Starmer y sus amigos blairistas del grupo parlamentario Laborista.
Cuando yo era joven, solíamos cantar una canción con la melodía de Solidarity Forever, que decía:
«Haremos que John Strachey lea los libros que solía escribir».
John Strachey solía ser un escritor de izquierda que escribió libros defendiendo las ideas básicas del marxismo. Recuerdo haber leído uno titulado Por qué deberías ser socialista, que me causó una gran impresión, al igual que a muchos otros. Pero Strachey se alejó del marxismo y se movió mucho hacia la derecha. Quizás ha llegado el momento de que comencemos a darle a Paul Mason el mismo buen consejo.
Los «datos empíricos»
¿Y qué consejo tiene el compañero Mason para los socialistas en Gran Bretaña? Nos instruye que nos olvidemos de las «viejas» ideas como la lucha de clases, la solidaridad de la clase trabajadora, el socialismo y otros conceptos utópicos y, en cambio, apoyemos con todo nuestro empeño a Sir Keir Starmer, el realista supremo y el hombre que realmente puede ganar las elecciones.
Paul Mason insistió en que los laboristas tenían que adoptar una posición de defender un segundo referéndum y la posición de permanecer en la UE en las últimas elecciones. Tocar el tambor para los Remainers (partidarios de permanecer en la Unión Europea) que inmediatamente alejó a franjas de partidarios laboristas tradicionales en el norte de Inglaterra, fue un factor importante en la derrota electoral. ¡Bravo, Paul! ¡Viva el realismo político!
No contento con respaldar a la derecha laborista, Paul Mason está abogando por una coalición del laborismo con los «progresistas», es decir, los Liberales y los Conservadores de «izquierda». Pero, ¿no tenemos suficientes de estos ya sentados en el grupo parlamentario Laborista?
Paul insiste en que nos alejemos de nuestra «visión del mundo» (entiéndase el marxismo) y en su lugar examinemos los «datos empíricos». Sí, claro. Hagamos precisamente eso.
Los datos empíricos nos dicen que fue precisamente la derecha blairista, es decir, la gente que apuñaló deliberadamente al laborismo por la espalda para evitar que Jeremy Corbyn cambiara su residencia al número 10 [de Downing Street, residencia oficial del Primer Ministro de Gran Bretaña]. ¿Y qué están haciendo ahora los amigos de Paul Mason en las primeras filas del laborismo?
En un momento en el que hay una furia ardiente en la sociedad contra el gobierno de Johnson, no existe una oposición real digna de ese nombre. Los blairistas que solían aullar como una turba enfurecida a Jeremy Corbyn ahora actúan como un montón de conejos asustados. Sinceramente, he visto más vida en una pescadería. Y eso también es una cuestión de datos empíricos.
Keir Starmer presenta una lamentable imagen de debilidad. A cada acción de los Tories, él responde «¡Yo también!» Habla como si fuera un Tory más, sentado en el lado opuesto del parlamento. Y ahí es donde él anhela estar.
Su objetivo no es derrotar a los tories o ganar una elección, sino ingresar en un gobierno nacional con los tories y liberales «progresistas» como aliados, tan pronto como se presente la oportunidad. ¡Y esto es el «realismo político» que se expone en el libro de Paul Mason!
La verdad sobre la CMI
Se podría decir mucho más, pero todo lo que hay que decir se dijo en el artículo del camarada Jaled en Socialist Appeal, y muy bien dicho. ¿Cuál fue la respuesta de Paul Mason a las muchas críticas específicas hechas en ese artículo? Nada en absoluto. Se limita a hacer una referencia despectiva a la «CMI en descomposición».
Ahora bien, la palabra «descomposición», a diferencia de pequeño burgués y renegado, no tiene ningún significado sociológico. Pertenece específicamente a la categoría de los insultos, y nada más. Es sinónimo de «deterioro lento», algo que está viejo, gastado, apolillado, etc.
Ser descrito de esa manera sería bastante desagradable, si tuviera la más mínima base de realidad. Pero dado que no tiene absolutamente ninguna relación con el estado actual, próspero y vibrante de la CMI, podemos permitirnos encogernos de hombros y reírnos.
Si Paul Mason prestara la más mínima atención a los datos empíricos, a los que se refiere con tanta frecuencia, sabría que la CMI y Socialist Appeal se encuentran en un estado de excelente salud. Mientras todos los demás grupos de izquierda están en crisis, dividiéndose y cayéndose en pedazos, nosotros crecemos y nuestra influencia se expande día a día. Y este hecho es reconocido tanto por amigos como por enemigos.
Hace aproximadamente una semana, la CMI celebró una escuela de verano internacional en las difíciles condiciones de la cuarentena, a la que se inscribieron 6.400 personas de 116 países diferentes. Eso demuestra que las ideas del marxismo revolucionario están prosperando y encontrando una audiencia cada vez más amplia y entusiasta a escala mundial. Datos empíricos, amigo mío, datos empíricos.
¡No cambiamos de rumbo!
El compañero Mason ha abandonado el marxismo, creyendo que ha encontrado «nuevas ideas». Ese es su privilegio. A muchas personas les gusta sentirse completamente modernas en sus puntos de vista y perspectivas. ¿Y qué podría ser más moderno que ser posmoderno?
El título en sí es bastante suficiente para descartar todas las demás ideas por considerarlas viejas, obsoletas e irremediablemente anticuadas, o en descomposición, para usar la elegante expresión del compañero Mason. Todas las ideas anteriores se arrojan inmediatamente al basurero de la historia. No se requiere debate. ¡Fin de la historia!
Todo este parloteo sobre «ideas completamente nuevas y originales» parece superficialmente atractivo; después de todo, ¿quién no preferiría un nuevo coche o una computadora nuevos en lugar del modelo del año pasado? Pero en realidad, la analogía es falsa y contradice nuestra experiencia más básica.
Pero ser nuevo no es necesariamente algo bueno en todos los casos, ni es algo necesariamente malo el ser viejo. Un auto nuevo o una computadora que no funcionan es peor que otros viejos que sí funcionan. La rueda es un invento muy antiguo, pero aún funciona bastante bien después de miles de años.
¿Qué diríamos de un hombre que exige que abandonemos la rueda (porque es vieja) y busquemos un tipo de rueda completamente nueva, una rueda posmoderna? ¿Qué tipo de rueda sería esa? ¿Una cuadrada, quizás, o una triangular? Sea cual sea su forma, estamos convencidos de que no nos llevará un paso más allá.
Por nuestra parte, no creemos que sea necesario reinventar el marxismo, como tampoco es necesario reinventar la rueda. Por supuesto, será necesario introducir tal o cual modificación, pero lo realmente destacable son los pocos ajustes que tenemos que hacer a las ideas que fueron elaboradas por Marx y Engels en el siglo XIX y desarrolladas y enriquecidas por Lenin y Trotsky en el siglo XX.
Por lo tanto, no vemos absolutamente ninguna necesidad de cambiar de rumbo. Aquellos que, como Paul Mason, deseen abandonar el barco, pueden saltar por la borda y desaparecer bajo las olas. ¡Pero no nos invitéis a unirnos a vosotros!