Por Susana López
Otra vez se vuelve a poner sobre la mesa la barbarie de este sistema capitalista y patriarcal, que no podría mantenerse en pie sin las diferentes formas de opresión, entre las que sin duda se encuentra la que sufre a diario el colectivo LGTBI.
Es evidente que desde hace dos años el discurso de odio hacia el colectivo LGTBI, las mujeres e inmigrantes se ha amplificado de forma notable con la presencia de Vox tanto en las instituciones como en los medios de comunicación. Tras la llegada al Parlamento de Andalucía no tardaron en hacer bandera del llamado «Pin parental», con el que pretenden otorgar el derecho a los padres de vetar ciertas actividades educativas, haciendo especial hincapié en aquellas que trataran de concienciar al alumnado sobre la lacra de la violencia machista o aquellas actividades que eduquen en la igualdad y visibilice la diversidad sexual. Todo ello con el único objetivo de perpetuar el modelo de familia patriarcal, excluyendo de esta manera a quienes no caben en él.
Indudablemente, ligado a esto se encuentra el aumento de las agresiones homófobas, machistas y racistas de los últimos años, así como las sufridas por activistas de la izquierda. La ultraderecha se siente fuerte teniendo a sus representantes políticos en televisión reforzando los discursos de odio y viendo cómo los líderes políticos de la izquierda no hacen más que lamentarse ante las agresiones, sin que marquen un plan de acción para combatirlo en las calles. A esta presencia propagandística en los medios se suma una ingente cantidad de recursos que se destinan parcialmente a fomentar y alimentar materialmente la existencia de grupúsculos callejeros reaccionarios.
Pero las agresiones físicas son sólo la punta del iceberg. Tras la superficie ocurre una realidad que no es tan visible. La alta presión social que sufre el colectivo lleva a que, según el observatorio español contra la LGTBIfobia, «los intentos de suicidio entre los jóvenes LGBTI son de tres a cinco veces más numerosos que entre los jóvenes en general». Hoy día, a pesar que la diversidad sexual es ampliamente asumida por la sociedad, solo un 38% de las personas LGTBI se atreve a manifestar en sus trabajos que forman parte del colectivo, por los prejuicios que aún imperan en nuestra sociedad. Por no hablar de las enormes dificultades que las personas trans aún sufren para acceder al mercado laboral, lo que las coloca en situaciones de mayor riesgo de exclusión social y, en muchos casos, se ven obligadas a ejercer la prostitución, sobretodo en el caso de las mujeres trans.
¡Basta ya! Paremos las agresiones homófobas de la extrema derecha. Debemos acudir a las concentraciones que de forma espontánea se han convocado en numerosas ciudades de todo el Estado Español para mostrar la repulsa ante esta nueva atrocidad. No debemos dejar pasar ninguna agresión más. El colectivo LGTBI, las mujeres e inmigrantes, así como toda la clase trabajadora en general, debemos dar una respuesta contundente en la calle a cada hecho de carácter reaccionario.
La lucha sirve, tal y como ha demostrado el colectivo trans que, a pesar de todos los obstáculos, han dado un paso más en sus derechos. Aún queda mucho camino por recorrer para que las personas del colectivo LGTBI cuenten con plenos derechos, algo que sólo será posible a través de la lucha por una transformación socialista de la sociedad, que nos permita ser plenamente libres.