La degeneración y el colapso de la Cuarta Internacional: en defensa de nuestro legado

[Originalmente publicado en: marxist.com]

 

«Aprender a no olvidar el pasado para prever el futuro; ésa es nuestra primera tarea, la más importante.» (Trotski, Un documento despreciable, Escritos, libro 1, 27 de julio de 1929).

 

«Uno de los principios básicos de la dialéctica es que no existe la verdad abstracta, la verdad siempre es concreta». (Lenin, Un paso adelante, dos pasos atrás, mayo de 1904)

[Para leer más sobre los temas tratados en este documento, incluidos los escritos del propio Ted Grant de la época, visite nuestra guía de lectura sobre el colapso de la Cuarta Internacional]

 

Este documento trata sobre la degeneración y el colapso de la Cuarta Internacional, fundada por Trotski en 1938, y la defensa de las ideas y métodos genuinos del trotskismo. A primera vista, este tema puede parecer de mero interés histórico, pero ciertamente no es así.

De hecho, estos acontecimientos encierran enormes lecciones para nosotros hoy en día. En particular, nos permiten apreciar y explicar mejor quiénes somos y el papel clave que desempeñó el camarada Ted Grant en la defensa de estas tradiciones genuinas.

La cuestión de la degeneración de la IV Internacional ha sido tratada en diferentes momentos y lugares, entre otros en el Programa de la Internacional, escrito por Ted Grant en 1970. En el pasado, esta historia desempeñó un papel clave en la educación de nuestros cuadros.

Sin embargo, dado el rápido crecimiento de la Internacional en los últimos tiempos, es importante recordar a nuestros camaradas, especialmente a los nuevos reclutas, nuestra historia y tradición.

Aunque la IV Internacional fue destruida, el programa y los métodos de la Internacional bajo la dirección de Trotski siguen vivos hoy en día y se encarnan en el trabajo de nuestra Internacional, la ICR. Cuando decimos esto, no se trata de una simple fanfarronada. Como demostraremos, esto se puede comprobar en la contribución teórica y los documentos producidos por nuestra tendencia durante los últimos ochenta años.

La necesidad de defender nuestro legado, junto con nuestra responsabilidad histórica de poner las cosas en su sitio, es claramente muy importante. Esto es especialmente cierto si tenemos en cuenta las numerosas distorsiones y mentiras descaradas difundidas por las sectas para encubrir sus propios crímenes y errores del pasado.

Por encima de todo, esto significa reconocer el papel indispensable que desempeñó Ted Grant a lo largo de este período en la defensa de las ideas y los métodos genuinos del trotskismo.

Él continuó la labor de Trotski en las circunstancias más difíciles, y es a este trabajo incansable a lo que debemos nuestra existencia. Es esto, y solo esto, lo que nos da derecho a existir y a reivindicar con justicia representar las tradiciones genuinas del trotskismo revolucionario.

Nuestra tendencia nació en la lucha por defender las ideas del marxismo contra las ideas perniciosas del estalinismo y el reformismo, pero también contra las ideas revisionistas de los llamados líderes de la Cuarta Internacional. Entre ellos se encontraba gente como Cannon, Pablo, Mandel, Frank, Healy, Maitan, Lambert y sus seguidores, que en aquella época, y en los años que siguieron, cometieron un error ultraizquierdista u oportunista tras otro. Estos errores surgieron sobre todo de un método fundamentalmente erróneo.

Para proporcionar una prueba incuestionable de esta afirmación, hemos considerado necesario citar documentos del pasado. Esto puede plantear algunas dificultades al lector, pero las exigencias de la precisión histórica deben prevalecer sobre el estilo literario o la facilidad de lectura.

Condiciones difíciles

Cuando León Trotski agonizaba a causa del golpe de un asesino estalinista, sus últimas palabras fueron: «Decid a los camaradas que estoy convencido de la victoria de la IV Internacional. ¡Adelante!».

Pero en los años que siguieron, quedó claro que el material humano con el que Trotski tuvo que lidiar no era capaz de estar a la altura de las grandes tareas que planteaba la historia.

No obstante, es necesario señalar las razones por las que, desde sus inicios, el movimiento trotskista se vio plagado de constantes convulsiones internas, crisis y escisiones.

Desde sus inicios, la Oposición de Izquierda se encontró en una posición muy difícil, tanto en Rusia como a nivel internacional. Numéricamente débil, sus filas estaban necesariamente llenas de todo tipo de elementos unidos por su oposición a Stalin y a la burocracia, pero no necesariamente por nada más.

Es difícil encontrar en la historia un ejemplo de un movimiento que haya sufrido un grado tan extremo de persecución. La facción liderada por Zinóviev y Kámenev pronto se separó y capituló vergonzosamente ante Stalin. Esta acción produjo una confusión y desmoralización generalizadas en las filas de la Oposición.

No pocos partidarios de la Oposición de Izquierda sucumbieron a la presión insoportable y siguieron el ejemplo de Zinóviev, Kámenev y Radek, capitulando ante Stalin. La mayoría, si no todos, fueron posteriormente liquidados físicamente.

Estas dificultades se repitieron en los pequeños grupos que se adhirieron a la Oposición en los partidos comunistas extranjeros. Aunque muchos de los seguidores de Trotski eran revolucionarios valientes y honestos, otros francamente no eran el mejor material.

Se vieron negativamente afectados por años de derrotas, en particular la victoria del estalinismo en Rusia. El resultado fue un sentimiento general de depresión y desorientación.

Trotski tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para establecer una base política firme para la nueva organización que surgió del naufragio de la Internacional Comunista.

Muchos elementos que no tenían nada que ver con el trotskismo gravitaban hacia la Oposición. Había zinovievistas, anarquistas, ultraliberales, así como algunos aventureros sin principios como Raymond Molinier en Francia, por no mencionar un número considerable de inadaptados y bichos raros que buscaban un hogar político.

Naturalmente, se trata principalmente de elementos jóvenes, inexpertos y políticamente ingenuos, muchos de ellos procedentes de entornos estudiantiles y pequeño burgueses. Traían consigo muchas ideas confusas y ajenas.

Incluso en el SWP estadounidense había personas como James Burnham, por ejemplo, que nunca fue realmente trotskista y posiblemente ni siquiera marxista, como demostró más tarde su repudio del materialismo dialéctico.

Pero Trotski, obviamente, no siempre podía elegir el material humano con el que se veía obligado a trabajar. En 1935, Trotski mantuvo una discusión con un miembro de la izquierda de la juventud socialista francesa llamado Fred Zeller, en el transcurso de la cual Zeller formuló algunas críticas serias a los trotskistas franceses.

En respuesta, Trotski no intentó defender a los miembros de la sección francesa, sino que se limitó a responder lacónicamente: «Tienes que trabajar con el material que tienes a mano». Estas palabras transmitían claramente su actitud hacia muchos de los que se autodenominaban «trotskistas». Eran un comentario devastador sobre los líderes de la futura Cuarta Internacional, sobre los que Trotski tenía muy pocas ilusiones desde el principio. (Véase «Sobre problemas organizativos», noviembre de 1935).

Ese mismo año, Trotski comentaría:

«Sería absurdo negar la existencia de tendencias sec­tarias en nuestro seno. Las discusiones y escisiones las han puesto al desnudo. ¿Cómo podría dejar de haber un elemento de sectarismo en un movimiento ideológico irreconciliablemente opuesto a todas las or­ganizaciones dominantes en la clase obrera, sometido a persecuciones monstruosas y sin precedentes en el mundo entero?» («Sectarismo, centrismo y la Cuarta Internacional»).

Poner orden en el caos resultante y purgar los elementos indeseables y ajenos a la clase fue un proceso largo y doloroso. Esta fue la causa de muchas escisiones y crisis en los años siguientes.

En palabras del poeta alemán Heine, Trotski había «sembrado dientes de dragón y cosechado pulgas».

El SWP estadounidense

El papel principal en los primeros años lo desempeñó la sección estadounidense, que más tarde se convertiría en el SWP, pero los acontecimientos demostraron que adolecía de graves deficiencias políticas.

James Cannon, la figura más destacada del grupo estadounidense, fue probablemente el más capaz de los líderes internacionales en los primeros años. Tenía una larga trayectoria en el movimiento obrero estadounidense que se remontaba a los días de la IWW, un hecho que Trotski apreciaba mucho. Tenía muchas cualidades como organizador, pero también tenía un lado extremadamente negativo.

Cannon comenzó como seguidor de Zinóviev y nunca se deshizo de sus tendencias zinovievistas. Esta no era la escuela del bolchevismo, sino de las maniobras, las intrigas y la sustitución del debate político limpio por métodos organizativos.

Trotski apreciaba mucho la lealtad de Cannon, pero nunca estuvo de acuerdo con sus métodos organizativos de mano dura. Sabía muy bien que era una receta segura para las crisis y las escisiones. Trotski hace una observación interesante en En defensa del marxismo:

«Nuestras secciones heredaron algún veneno del Comintern en el sentido de que muchos camaradas se inclinan a abusar de medidas como expulsiones, escisiones o amenazas de expulsiones y escisiones». (en En defensa del marxismo, p. 83)

Está claro que cuando escribió estas líneas, Trotski tenía en mente a Cannon. Apoyaba la postura política de Cannon contra la oposición pequeñoburguesa de Burnham y Shachtman, pero le inquietaba profundamente el enfoque apresurado y excesivamente administrativo que utilizaba contra ellos.

De hecho, aunque mantuvo una postura política intransigente, se opuso a una escisión en la sección estadounidense, prefiriendo, como siempre, el arma del argumento político sólido y la clarificación teórica, en contraposición al arma contundente del acoso, las amenazas y las expulsiones, que hacían inevitable la escisión.

Mientras Trotski vivió, fue capaz de mantener a sus seguidores en una línea política correcta. Pero tras su muerte en 1940, y ante las condiciones objetivas cambiantes, se mostraron incapaces de rearmar el movimiento.

La Cuarta Internacional

La fundación de la Cuarta Internacional en septiembre de 1938 fue sin duda un hito histórico. Supuso un intento de galvanizar a los cuadros, política y organizativamente, para las tareas históricas que se avecinaban.

Trotski predijo que la Segunda Guerra Mundial que se avecinaba daría lugar a una ola revolucionaria que pondría a prueba a todos los partidos y tendencias. Las viejas Internacionales —la Segunda, la Tercera y el llamado Buró de Londres— estaban podridas y se habían convertido en un obstáculo para el éxito de la revolución socialista. Trotski creía que, sobre la base del cataclismo mundial que se avecinaba y sus consecuencias, estas organizaciones se desmoronarían.

En 1938, Trotski hizo la audaz predicción de que en los siguientes diez años «no quedaría piedra sobre piedra» de las viejas organizaciones, y que el programa de la Cuarta Internacional sería la guía de millones de personas. La fundación de la Cuarta Internacional», 18 de octubre de 1938).

Pero esto no era más que un pronóstico tentativo. Una perspectiva no es una bola de cristal que nos permita predecir el curso exacto de los acontecimientos, sino una hipótesis condicional que debe corregirse en función de la evolución real. Esto es el ABC para cualquiera que esté mínimamente familiarizado con el método marxista.

En relación con la guerra de Finlandia en noviembre de 1939, Trotski explicó:

«Los que quieran pronósticos de hechos concretos, deben consultar con el astrólogo. […] Frecuentemente, he condicionado mi pronóstico a una o más variantes posibles.». («Balance de los acontecimientos en Finlandia», en En defensa del marxismo, p. 200).

Estas palabras son muy claras. Pero siguieron siendo un libro cerrado para los supuestos líderes de la Cuarta, que procedieron sobre la base de que lo que Trotski escribió en 1938 estaba escrito en piedra y no podía cambiarse, independientemente de las condiciones cambiantes.

Eso es lo contrario del marxismo y contradice flagrantemente todo lo que Trotski escribió al respecto. Esto no quiere decir que las predicciones originales de Trotski fueran totalmente falsas. Al contrario, en su análisis de la situación mundial, demostró una comprensión y una capacidad de predecir los acontecimientos mucho más profundas que cualquier otro líder mundial.

Algunos de los políticos burgueses más clarividentes comprendieron claramente el riesgo de las implicaciones revolucionarias que surgirían de una guerra. Coulondre, embajador francés en Alemania, dijo a Hitler el 25 de agosto de 1939: «También temo que, como resultado de la guerra, solo haya un verdadero vencedor: el Sr. Trotski».

Por supuesto, las palabras de Coulondre simplemente personificaban la revolución en la figura de Trotski. Sin embargo, los acontecimientos tomaron un rumbo diferente como resultado del desenlace de la guerra.

El asesinato de Trotski

El asesinato de Trotski supuso un golpe mortal para las jóvenes e inexpertas fuerzas de la Cuarta Internacional. Sin la guía de Trotski, los demás líderes demostraron ser completamente inútiles.

Es interesante señalar que Stalin, cuya experiencia del bolchevismo le había enseñado a comprender el peligro que suponía para su régimen incluso un pequeño movimiento revolucionario internacional, era consciente del papel fundamental que desempeñaba Trotski en la Cuarta Internacional.

Cuando algunos de sus agentes se quejaron de que estaban gastando demasiado tiempo y dinero en el asesinato de un solo individuo, Stalin respondió que estaban equivocados, que sin Trotski la IV Internacional no era nada, porque, como él decía, «no tienen buenos líderes». No se equivocaba.

Ante una situación completamente nueva, fueron incapaces de hacer los ajustes necesarios y perdieron por completo el rumbo. Eso tuvo un efecto fatal en el desarrollo de la nueva Internacional.

La guerra se desarrolló de una manera que nadie, ni siquiera el más grande de los genios, podría haber previsto. Y el resultado de la guerra, especialmente el fortalecimiento del estalinismo, trastornó la perspectiva de Trotski de 1938.

Sin embargo, no solo se falsificó la perspectiva de Trotski, sino también las perspectivas de los imperialistas —Roosevelt y Churchill—, por no hablar de las de Hitler y Stalin, que cometieron los mayores errores de todos. El resultado de la guerra entre la URSS y la Alemania nazi fue el acontecimiento más decisivo que determinó toda la situación.

El error de Stalin

Stalin, el llamado «gran genio militar», en realidad había puesto a la URSS en grave peligro. La Unión Soviética había quedado prácticamente indefensa tras las purgas masivas del Ejército Rojo en 1937-38 y más tarde en 1941, justo antes de la invasión alemana de la URSS.

Cuando los generales alemanes se opusieron a la idea de atacar la Unión Soviética, argumentando que era un error fatal librar una guerra en dos frentes, Hitler respondió que la Unión Soviética ya no era un problema, ya que no tenía buenos generales.

El famoso pacto Hitler-Stalin de 1939 fue, en realidad, una medida defensiva por parte de la Unión Soviética. Al firmar un pacto de no agresión con Hitler, Stalin creía haber evitado el peligro de una invasión alemana. Se equivocó.

La invasión de Hitler de la Unión Soviética en el verano de 1941 tomó por sorpresa a Stalin. El precio que pagó el pueblo de la Unión Soviética fue realmente espantoso.

Los imperialistas esperaban que la guerra entre Alemania y la Unión Soviética condujera al agotamiento mutuo, lo que permitiría a los estadounidenses y británicos intervenir y hacerse con el botín.

La Segunda Guerra Mundial en Europa se redujo esencialmente a una lucha a vida o muerte entre la Rusia estalinista y la Alemania de Hitler, armada con los recursos combinados de Europa a sus espaldas.

Inicialmente, la posición de la URSS parecía desesperada.

Trotski había advertido que el principal peligro para la Unión Soviética en caso de guerra era que un ejército imperialista (por ejemplo, el estadounidense) trajera consigo una gran cantidad de productos baratos. Pero las cosas resultaron de otra manera. La invasión alemana se tradujo en asesinatos en masa, campos de concentración y cámaras de gas. Los nazis consideraban al pueblo soviético una raza subhumana y lo trataban como tal.

Como resultado, a pesar de los crímenes de Stalin y la burocracia, las masas soviéticas se reagruparon para defender los logros de la Revolución de Octubre y lucharon con una valentía asombrosa contra Hitler para repeler a los invasores. A pesar de todas las adversidades, el Ejército Rojo detuvo la invasión nazi y luego infligió una derrota aplastante a Hitler.

Esto desempeñó un papel decisivo y transformó eficazmente toda la situación. Otorgó a la Unión Soviética un prestigio colosal que sirvió para fortalecer el régimen estalinista durante todo un período histórico, contrariamente a las expectativas de Trotski.

Este hecho les permitió mantener un firme control sobre los movimientos de masas, que utilizaron para traicionar la ola revolucionaria que siguió a la guerra.

Esta traición histórica proporcionó la premisa política para la recuperación económica, que condujo al auge de la posguerra: un repunte sin precedentes del capitalismo. Esto, a su vez, proporcionó al sistema capitalista una nueva vida.

En lugar de ser derrocado, como esperaba Trotski, el estalinismo salió muy fortalecido, con el Ejército Rojo aplastando a las tropas de Hitler y ocupando gran parte de Europa del Este.

Así surgieron dos grandes potencias a escala mundial: por un lado, la Unión Soviética y, por otro, Estados Unidos, que se convirtió en la potencia imperialista dominante.

Estados Unidos nunca sufrió la terrible destrucción que padeció Europa durante la guerra. Salió de la guerra con sus industrias intactas y sus arcas repletas.

Estaba en condiciones de respaldar el capitalismo europeo y proporcionar la ayuda económica necesaria para iniciar un período de recuperación económica que contrastaba totalmente con la situación que siguió a la Primera Guerra Mundial.

Todo esto significaba que la perspectiva de Trotski de 1938 había sido falsificada por la historia. Si Trotski hubiera vivido, sin duda habría revisado la perspectiva de 1938 y reorientado el movimiento en este sentido.

Sin embargo, los dirigentes de la IV Internacional: Cannon, Hansen, Pablo, Mandel, Maitan y Pierre Frank, y sus seguidores, fracasaron estrepitosamente. No estuvieron a la altura de las circunstancias. Incapaces de comprender el método de Trotski, es decir, el método del marxismo, se limitaron a repetir la perspectiva obsoleta de 1938 de guerra y revolución inmediatas, como si nada hubiera pasado.

Se limitaron a repetir como loros sin cerebro lo que Trotski había dicho antes de su muerte, como si el reloj se hubiera detenido. Nunca comprendieron el método dialéctico de Trotski y su enfoque de las perspectivas.

Esta negativa a reconocer lo que tenían delante de sus narices les llevó a cometer un error tras otro, lo que provocó una crisis tremenda dentro de la Internacional.

La importancia de la dirección

El método marxista del materialismo histórico busca las fuerzas fundamentales de la historia en factores objetivos, en particular el desarrollo de las fuerzas productivas. Sin embargo, el materialismo histórico nunca ha negado la importancia del factor subjetivo ni el papel de los individuos en la historia.

Hay muchos paralelismos entre la guerra entre naciones y la lucha de clases. En una guerra, la importancia de los buenos generales es claramente un factor clave, y puede ser decisivo. La importancia de los buenos generales cuando el ejército avanza es evidente. Pero la calidad de la dirección es aún más importante en los momentos en que el ejército se ve obligado a retirarse.

Con buenos generales, una retirada puede llevarse a cabo en buen orden, con un mínimo de pérdidas y preservando la mayor parte de las fuerzas de la destrucción. Pero los malos generales convertirán una retirada en una derrota.

Este es precisamente el caso de la Cuarta Internacional, que, por su completa incapacidad, convirtió una retirada necesaria en una derrota. Con sus métodos, acabaron destruyendo el movimiento creado con tantas dificultades por León Trotski.

El papel de Ted Grant

La única tendencia que sale con algún crédito de esta crisis existencial del trotskismo fue la Liga Obrera Internacional, WIL por sus siglas en inglés (más tarde, el Partido Comunista Revolucionario – RCP) en Gran Bretaña.

Solo ellos fueron capaces de hacer una valoración correcta de la nueva situación y sacar las conclusiones. Y solo ellos tienen derecho a ser considerados los verdaderos defensores del método de Trotski y los únicos continuadores legítimos de su legado.

Lenin fue el verdadero defensor del marxismo tras la muerte de Marx y Engels. Y tras la muerte de Lenin, ese papel recayó en León Trotski. Del mismo modo, tras la muerte de Trotski, el auténtico defensor de sus ideas y su método fue Ted Grant.

No es posible aquí ofrecer un relato detallado de la vida y la obra de Ted. Nos limitaremos a un breve resumen. Para un relato más completo, remitimos al lector a la exhaustiva biografía escrita por Alan Woods: Ted Grant, el revolucionario permanente.

Ted se unió al movimiento trotskista en Johannesburgo en 1929. En 1934, emigró de Sudáfrica a Gran Bretaña en busca de horizontes más amplios.

Allí se unió a los trotskistas que trabajaban en el Partido Laborista Independiente (ILP), pero al agotarse las oportunidades en el ILP, siguiendo el consejo de Trotski, los jóvenes camaradas se dedicaron a trabajar en el Partido Laborista, especialmente en su sección juvenil.

En 1937, otro grupo de camaradas sudafricanos, entre los que se encontraba Ralph Lee, llegó a Londres y se unió a Ted y Jock Haston en la sección de Paddington del Militant Group. Se convirtieron, con diferencia, en los miembros más activos de la organización.

El método de la dirección reflejaba la naturaleza mayoritariamente pequeñoburguesa del Militant Group, típica de la mentalidad de círculo reducido, con sus intrigas mezquinas y su escasa conexión con la clase obrera. Esto dio lugar a continuas escisiones a partir de 1934.

A finales de 1937, ocho camaradas decidieron fundar una nueva organización, la Liga Obrera Internacional [Workers’ International League – WIL].

La fundación de la WIL marcó una ruptura decisiva con los antiguos grupos «trotskistas» del período anterior y supuso el verdadero origen de nuestra tendencia, el comienzo del trotskismo genuino en Gran Bretaña.

Ted se convirtió rápidamente en el teórico clave del grupo, su secretario político y el editor de su nuevo periódico, Socialist Appeal.

Correspondencia con Trotski

Seis semanas después de la fundación de la WIL, el 12 de febrero de 1938, enviaron una carta a Trotski en México explicándole que el grupo había establecido una imprenta.

Trotski quedó muy impresionado. El 15 de abril de 1938, Trotski escribió una carta a Charles Sumner en Gran Bretaña, con quien había estado en contacto desde 1937, informándole del viaje que James Cannon tenía previsto realizar a Gran Bretaña para ayudar a establecer una sección genuina de la Cuarta Internacional.

Poco después, a principios de junio, la WIL publicó la nueva edición de sus Lecciones de España, con una introducción escrita por Ted Grant y Ralph Lee. Enviaron con orgullo una copia a Trotski.

El 29 de junio de 1938, Trotski volvió a escribir una carta a Charles Summer, llena de elogios para la iniciativa de la WIL: «Recibí vuestra edición de mi folleto sobre España con su excelente introducción», escribió.

Una vez más, Trotski felicita a los compañeros de la WIL por haber establecido una imprenta: «Realmente fue una buena idea revolucionaria crear una imprenta propia.». Termina su carta: «Mis saludos más cálidos para usted y sus amigos.».

La carta de Trotski es extremadamente significativa para nuestra historia. En primer lugar, la carta no aparece en ningún lugar de los escritos de Trotski publicados por Pathfinder Press, la editorial del SWP estadounidense. La carta estaba sin duda en su poder.

La carta no apareció hasta 2018, y llegó a nuestras manos por pura casualidad. Fue realmente un giro extraordinario del destino por el que estamos eternamente agradecidos. Esta carta suprimida, que elogia a la WIL, puede considerarse como nuestro certificado de nacimiento perdido hace mucho tiempo. Es la única carta existente en la que el propio Trotski se refiere a la WIL, y en términos tan elogiosos.

Fue suprimida deliberadamente por los dirigentes del SWP (y Cannon en particular), en su intento de menospreciar vergonzosamente a la WIL por motivos de prestigio personal y rencor, como veremos.

El papel pernicioso de Cannon

En agosto de 1938, James Cannon visitó Gran Bretaña con el objetivo de fusionar los diferentes grupos trotskistas en una sola organización antes de la conferencia fundacional de la Cuarta Internacional.

En ese momento, había cuatro grupos en Gran Bretaña: la Liga Socialista Revolucionaria (dirigida por CLR James, Wicks y Dewar); el Militant Group (dirigido por Harber y Jackson); un grupo en Escocia, el Partido Socialista Revolucionario – RSP (dirigido por Maitland y Tait); y la WIL (dirigida por Ralph Lee, Jock Haston y Grant).

Sin embargo, estos grupos tenían enfoques muy diferentes, desde el trabajo abierto hasta la táctica entrista, y sobre cómo debía aplicarse. Estas discrepancias tácticas planteaban dificultades insuperables para el trabajo conjunto práctico.

Para superar esta dificultad, era necesario primero mantener un debate a fondo sobre la táctica, el programa y decidir una línea de acción común. Sobre esa base, podría haber una fusión.

Pero Cannon ignoró esto e intentó unificar estos grupos sobre una base puramente organizativa. Consideraba que las diferencias de orientación eran de poca importancia.

Por lo tanto, Cannon convocó una Conferencia de Unidad de los diferentes grupos para impulsar una unificación formal. Aunque la WIL aceptó asistir, se opuso a una unidad falsa sin un debate real. De lo contrario, una unidad tan superficial no era más que una receta para futuras divisiones.

Pero Cannon quería la unidad a cualquier precio. Por lo tanto, en la Conferencia de Unidad no hubo ningún debate sobre las perspectivas políticas ni sobre las diferencias tácticas. En cambio, se pidió a todos los grupos que firmaran un «Acuerdo de Paz y Unidad», redactado por Cannon, y se les dio 20 minutos para tomar una decisión.

La WIL decidió que este enfoque carecía de principios y, por lo tanto, permaneció al margen de la organización «unificada».

Al mes siguiente, a principios de septiembre de 1938, se celebró en París la Conferencia Fundacional de la Cuarta Internacional.

Aunque fuera de la organización «unida», la WIL expresó su deseo de convertirse, si no en una sección de pleno derecho, al menos en una sección simpatizante de la IV Internacional. Cannon pareció estar de acuerdo con la idea de una sección simpatizante y se pidió a la WIL que enviara un delegado a la Conferencia Fundacional. Lamentablemente, no disponían de fondos para enviar a nadie. En su lugar, entregaron una declaración sobre su posición a un delegado para que la remitiera a la conferencia.

Cannon había cambiado claramente de opinión para cuando se celebró la conferencia. Ofendido por la negativa de la WIL a unirse a los demás grupos, aprovechó la oportunidad para difamar a la WIL y bloquear sus esfuerzos por convertirse en una sección simpatizante de la Internacional. El mensaje de la WIL al congreso no se distribuyó a los delegados. Fue un gesto rencoroso, que reveló el método de Cannon.

La Conferencia Fundacional aprobó la nueva sección unificada, que tomó el nombre de Liga Socialista Revolucionaria (RSL), como sección oficial británica.

Cannon, que ahora alimentaba este resentimiento contra la WIL, informó a Trotski de que «la actitud de la WIL fue condenada por la conferencia internacional». Abogó por una «postura firme y resuelta» contra la WIL y «en ningún caso reconocer su legitimidad». Pero se quejaba de que la RSL «no estaba acostumbrada a nuestro trato «brutal» (es decir, bolchevique) hacia los grupos que juegan con las escisiones». (James P. Cannon, «Impresiones de la conferencia fundacional, 12 de octubre de 1938», en Joseph Hansen, James P. Cannon – The Internationalist, julio de 1980).

Este último comentario nos dice mucho sobre los métodos de Cannon. Era precisamente la forma en que Cannon actuaba contra quienes se le oponían dentro del SWP. Estos métodos se convertirían en los métodos aceptados del régimen burocrático de la llamada Cuarta Internacional.

No tenemos la respuesta de Trotski a los comentarios difamatorios de Cannon. Parece que los ignoró. Al no tener otra información de primera mano, claramente prefirió esperar y ver cómo se desarrollaban las cosas. Estaba claro que Trotski, que nunca se formaba opiniones precipitadas, se reservaba su juicio sobre la WIL, a la que, después de todo, había admirado abiertamente anteriormente. Trotski nunca atacó a la WIL, como afirman algunos sectarios. De hecho, lo único que existe documentado son los elogios de Trotski hacia las iniciativas de la WIL.

«A partir de ese momento», explicó Ted Grant, «Cannon alimentó un profundo rencor contra la WIL y su dirección, lo que tendría graves repercusiones en el futuro». (History of British Trotskyism, p. 63).

Este rencor, que se convirtió en un odio venenoso, se puede ver en lo que el propio Cannon declaró más tarde:

«Todos los crímenes y errores de esta facción Haston, podrida hasta la médula, se remontan directamente a su origen como camarilla sin principios en 1938. Cuando estuve en Inglaterra poco después, en vísperas del Primer Congreso Mundial, denuncié a la facción Lee-Haston por estar contaminada por la falta de principios desde su nacimiento. Nunca tuve la menor confianza en ellos a lo largo de todo su desarrollo posterior, independientemente de las tesis que escribieran o votaran en cada momento». (Cannon, Discursos al Partido, pp. 296-297).

Esto resumía todo el enfoque de Cannon. En lo que respecta a los «líderes» de la Cuarta, James Cannon era probablemente el mejor de ellos. Sin embargo, tras la muerte de Trotski, se consideraba a sí mismo el líder: la única persona con derecho a representar el legado de Trotski.

Pero no estaba a la altura. Cannon no era en absoluto un teórico. Es más, estaba orgulloso de ello. «He castigado con mano dura a cualquiera que me haya llamado teórico», explicó en una ocasión (Cannon, Writings & Speeches 1940-43, p. 360).

Era esencialmente un «hombre de organización», un «práctico» de miras estrechas, con un conocimiento muy básico del marxismo. Al carecer de una comprensión profunda de la teoría, era incapaz de dar respuestas serias a las críticas, prefiriendo denunciarlas con el lenguaje más duro y, si era necesario, recurrir a medidas administrativas para silenciarlas. Continuó enfatizando su papel de «hombre duro»:

«Cuando salí de los nueve años del PC, era un matón de facción de primera clase. Si no, ¿cómo habría sobrevivido? Lo único que sabía era que, cuando alguien empezaba una pelea, había que darle su merecido. Esa existencia era todo lo que conocía».

Esto quedó claramente demostrado en los debates con Schachtman y la oposición en el SWP en 1939-40, que Trotski criticó duramente. Más tarde, Cannon admitió que Trotski tenía razón y él estaba equivocado:

«Creo que Trotski tiene razón cuando dice que en esa larga lucha entre Cannon y Abern, la razón histórica está del lado de Cannon. Pero eso no significa que yo tuviera razón en todo. No, me equivoqué en muchas cosas, incluyendo mis métodos y mi impaciencia y rudeza con los compañeros, y el hecho de repelerlos».

En otras palabras, Cannon provenía directamente de la mala escuela del zinovievismo, que habitualmente utilizaba maniobras organizativas sin escrúpulos para silenciar a sus oponentes, denunciándolos y gritándoles, en lugar de responder pacientemente a sus argumentos, como siempre habían hecho Lenin y Trotski.

El hecho de que la Conferencia Fundacional de la Cuarta Internacional respaldara a la RSL y condenara a la WIL pronto se reveló como un error.

Apenas se había secado la tinta del «Acuerdo de Paz y Unidad» cuando comenzaron a aparecer las primeras grietas en la RSL, la organización «unificada». Estas se ampliaron hasta convertirse en escisiones. El RSP se escindió antes de que acabara el año. Los «izquierdistas» no tardaron en seguirles, creando su propia Liga Revolucionaria de Trabajadores (RWL). Se produjo una desintegración general.

La WIL escribió una declaración en la que explicaba:

«Una vez más, se repetía la vieja situación, solo que era más caótica que en cualquier otro momento del pasado. Nuestro movimiento seguía estando formado por “estados mayores”, pero sin ejércitos».

Cannon lamentó este hecho, pero nunca estuvo dispuesto a admitirlo. La WIL, por el contrario, fue ganando fuerza.

Como explica un informe de la WIL:

«Durante este período, la WIL continuó su trabajo, convencida de que la única salida al impasse del trotskismo británico era dar la espalda al viejo espíritu de camarilla y al entorno pequeñoburgués y atraer a nuevos trabajadores para reforzar las filas del movimiento. Es indudable que sufrimos la denuncia del SI. Pero como teníamos la política y la actitud correctas, la armonía general dentro de nuestras filas nos dio una superioridad en la orientación y organización de nuestros cuadros. Comenzó una nueva fase en el desarrollo de nuestro movimiento». (https://www.marxists.org/history/etol/revhist/backiss/vol1/no1/wil.html)

La Internacional se traslada a Nueva York

Cuando estalló la guerra en septiembre de 1939, se decidió trasladar la sede de la IV Internacional a Nueva York. Esto significó que el SWP dirigió de facto la organización durante la guerra, con Sam Gordon, el obediente títere de Cannon, nombrado secretario administrativo.

Con la guerra y la ocupación de Europa por Hitler, las secciones europeas se vieron obligadas a pasar a la clandestinidad o dejaron de funcionar. Incluso allí donde lograron operar, se vieron plagadas de confusión política y diferencias. En realidad, el contacto entre Nueva York y los restos de los grupos trotskistas en Europa era casi inexistente.

Había diferencias, especialmente sobre la política militar proletaria de Trotski, que se encontró con una oposición generalizada, y algunas secciones incluso acusaron a Trotski de «socialpatriotismo».

No se trataba de una diferencia secundaria. La política militar proletaria fue una contribución especialmente importante que Trotski hizo en el momento del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Era una extensión de la política de «derrotismo revolucionario» de Lenin durante la Primera Guerra Mundial. Pero mientras que la política de Lenin se dirigía a los cuadros, la de Trotski estaba dirigida a las masas. Trotski explicaba que los revolucionarios tendrían que adaptar su programa a las necesidades de la situación y tener en cuenta el estado de ánimo defensista de la clase obrera. Aunque nos oponíamos a la guerra imperialista, teníamos que conectar con los trabajadores que querían combatir a Hitler.

La clase obrera no podía confiar en los capitalistas. No eran pacifistas y necesitaban su propio programa militar revolucionario, cuya idea era que los trabajadores tomaran el poder y lideraran una guerra revolucionaria contra el fascismo.

Pero muchos sectores de la Cuarta Internacional estaban infectados por el sectarismo, un vestigio del período anterior.

La RSL británica —la sección oficial, no lo olvidemos, de la IV Internacional— se opuso rotundamente a la política, mientras que la sección belga eliminó todas las referencias a ella en su versión del manifiesto de 1940 redactado por Trotski. Los franceses también tenían sus «reservas», al igual que el Secretariado Europeo, dirigido por Marcel Hic y, tras su detención, por Raptis (Michel Pablo). Como se puede ver, esta oposición a esta política —que reflejaba tendencias sectarias— llegó hasta la cúpula de la IV Internacional.

Una contribución a la SI de «AM», que era francés o belga, tenía por título «Sobre la política militar proletaria: ¿mató el viejo al trotskismo?». A continuación, acusaba a Trotski de «chovinismo puro y simple». Continuaba en la misma línea: «Debemos plantearnos abierta y francamente si podemos seguir llamándonos «trotskistas», cuando el líder de la IV Internacional la ha arrastrado al fango del social-chovinismo».

Esto da una idea de la completa confusión que reinaba en las filas de la IV Internacional en aquella época.

La desaparición de la RSL

Cuando Trotski murió en agosto de 1940, la RSL se encontraba en un estado lamentable. Ese mismo año, la Conferencia de Emergencia de la IV Internacional lamentaba «el hecho de que existieran al menos cuatro grupos que se declaraban adheridos a la IV Internacional fuera de las filas de nuestra sección oficial en Gran Bretaña». En un arranque de optimismo, la resolución afirmaba que «la Conferencia de Emergencia de la IV Internacional saluda la próxima sección británica unificada». (Documents of the Fourth International, p. 359).

El problema era que la RSL era una agrupación sectaria. Rechazaba la política militar proletaria de Trotski, y su trabajo entrista en el Partido Laborista se había convertido en un fetiche absoluto, en un momento en que la vida interna del Partido Laborista se había derrumbado. La actividad de la RSL se reducía principalmente a discutir entre ellos, lo que era una expresión de su aislamiento. En efecto, habían pasado a la clandestinidad, aunque nadie se dio cuenta realmente.

Por el contrario, los compañeros de la WIL se lanzaron al trabajo cuando estalló la guerra en septiembre de 1939, adaptándose a la nueva situación. A lo largo de este período, los compañeros llevaron a cabo el trabajo revolucionario más eficaz de todos los grupos de la Cuarta Internacional durante la guerra, aplicando con entusiasmo la política militar proletaria de la manera más hábil. Esto se aplicó eficazmente en las fábricas y dentro de las fuerzas armadas a una escala nunca vista en ninguna otra parte del mundo.

La WIL fue el grupo trotskista más exitoso en esta época en la aplicación del método de Trotski, demostrando una firme comprensión de las ideas y una gran flexibilidad táctica. Este enfoque se esbozó en su documento Preparándose para el poder (Workers’ International News, vol. 5, n.º 6, 1942), escrito por Ted Grant, así como en su respuesta a la RSL (en The Unbroken Thread, p. 11).

A medida que avanzaba la guerra, el sectarismo de la RSL se convertía cada vez más en una vergüenza para los estadounidenses, especialmente para Cannon. No solo habían rechazado la política militar proletaria, sino que incluso hicieron de su rechazo una condición para ser miembro. En el verano de 1943, el número de miembros se había reducido a 23. Se había derrumbado efectivamente. Había que hacer algo, pero en lo que a Cannon respectaba, había que hacerlo sin admitir en modo alguno que la WIL había tenido razón desde el principio. Esto se logró mediante una serie de maniobras.

Ya en junio de 1942, la dirección internacional escribió a la RSL instándola a discutir la fusión con la WIL. Aunque la RSL rechazó la fusión, aceptó una serie de debates políticos. Pero estos debates solo sirvieron para ampliar las diferencias.

El SI estaba decidido a resolver el problema por medios organizativos. De este modo, comenzó a colaborar con Gerry Healy, que desde hacía tiempo albergaba rencor contra la dirección de la WIL, Grant y Haston.

Gerry Healy

Healy era uno de los miembros originales de la WIL. Tenía cierta capacidad organizativa y energía, pero era claramente un elemento inestable. Era propenso a dimitir de la organización de forma frívola como medio para chantajear a la dirección. A pesar de sus ultimátums y enfrentamientos con los compañeros, cada vez se le readmitía con la esperanza de que su talento organizativo pudiera ser útil de alguna manera.

Finalmente, en una reunión del Comité Central en febrero de 1943, Healy dimitió una vez más, diciendo que se unía al ILP porque era imposible «seguir trabajando con J. Haston, M. Lee y E. Grant». Tras esta salida, fue expulsado por unanimidad por el Comité Central.

Una vez más, fue readmitido, pero, dados sus antecedentes, no se le permitió asumir ningún cargo de responsabilidad. Esto no hizo más que aumentar el rencor que sentía hacia la dirección. Como resultado, se puso a trabajar para construir una facción dentro de la WIL en nombre del SI y Cannon, con quienes había establecido contacto en 1943.

Con la desintegración de la RSL, el SI se vio obligado a intervenir y reconstituir la RSL mediante un matrimonio forzado y ridículo entre los diferentes restos. A continuación, las «negociaciones» con la WIL dieron lugar al acuerdo de fundar el Partido Comunista Revolucionario (RCP) en marzo de 1944.

En realidad, dada la situación de la RSL, la fusión supuso una toma de control total por parte de la WIL. Esto se reflejó en la composición de los delegados del Congreso Fundacional del RCP de 1944: mientras que la WIL contaba con 52 delegados, la RSL tenía 17, formados por varios elementos.

A los pocos meses de la fusión, la dirección internacional puso en marcha una campaña para desacreditar a la nueva dirección del RCP . En el boletín internacional del SWP (junio de 1944) apareció un informe sobre el Congreso Fundador del RCP que contenía errores, distorsiones, calumnias y críticas infundadas contra la dirección británica, acusándola de «una desviación de caracter nacional».

«Naturalmente», afirma el informe, «la dirección traslada al RCP todas las características positivas y negativas que le caracterizaban en la WIL».

Los dirigentes del RCP reaccionaron rápidamente para responder a este «informe» hostil. Enviaron a los dirigentes del SWP una respuesta mordaz que desmontaba las calumnias una a una.

La carta también atacaba los métodos desleales empleados por la dirección del SWP, que solo servían para sembrar la desconfianza dentro de la Internacional.

La respuesta del RCP terminaba así:

«Para concluir esta carta, queremos decir que no nos ha complacido escribirla. Es con gran renuencia que hemos dedicado tiempo a ello, en lugar de dedicarnos a tareas políticas más urgentes. Si el tono parece más duro de lo que algunos camaradas podrían considerar necesario en estas circunstancias, queremos decir que lo hemos suavizado deliberadamente. Queremos minimizar y no exagerar la situación. La responsabilidad del conflicto recae enteramente sobre los hombros de Stuart [Sam Gordon] y sus amigos más cercanos. Queremos una colaboración internacional leal con el SWP y su dirección, con quienes tenemos acuerdo político en todas las cuestiones pendientes. Nos oponemos, sin embargo, a que la dirección estadounidense, o una facción de ella, tenga [una] facción organizativa o camarilla metiendo mano en los asuntos británicos. Ese es el método internacional de Zinóviev, no de Trotski». (Énfasis en el original)

La carta estaba firmada en nombre del Buró Político del RCP y fechada en enero de 1945.

Sin duda, la carta del RCP fue considerada una afrenta por Cannon, que ahora estaba más decidido que nunca a aplastar a la dirección británica «desleal», por cualquier medio.

Morrow y Goldman

Ante la negativa de la dirección internacional, especialmente de los dirigentes del SWP, a reconocer la realidad, a finales de 1943 comenzó a formarse una oposición en torno a Albert Goldman y Felix Morrow, dos miembros destacados del SWP.

Morrow y Goldman se opusieron a la afirmación de los dirigentes del SWP de que la democracia burguesa después de la guerra estaba descartada.

En el pleno de octubre de 1943 del SWP, la resolución mayoritaria afirmaba: «Europa, hoy esclavizada por los nazis, mañana será invadida por el imperialismo angloamericano, igualmente depredador», que impondrá «dictaduras militares monárquico-clericales bajo la tutela y la hegemonía de las grandes empresas angloamericanas».

Y continuaba: «La elección, desde el punto de vista de Roosevelt y Churchill, es un gobierno de tipo franco o el espectro de la revolución socialista» (Fourth International, vol. 4, n.º 11, diciembre de 1943).

La resolución posterior, aprobada por la Sexta Convención del SWP en noviembre de 1944, explicaba:

«La democracia burguesa, que floreció con el auge y la expansión del capitalismo y con la moderación de los conflictos de clase que sentaron las bases para la colaboración entre las clases en los países capitalistas avanzados, ha quedado obsoleta en la Europa actual. El capitalismo europeo, en agonía, está desgarrado por luchas de clase irreconciliables y sangrientas. Los imperialistas angloamericanos comprenden que la democracia es hoy incompatible con la existencia continuada de la explotación capitalista». (Fourth Intrenational, Vol. 5, n.º 11, diciembre de 1944).

En oposición a esto, Morrow y Goldman argumentaban que la burguesía podía utilizar métodos democráticos burgueses para descarrilar la revolución europea. También creían que, dados los éxitos del Ejército Rojo, el estalinismo se vería fortalecido, y no debilitado, como sostenían los líderes del SWP. Además, creían que la Cuarta Internacional debía luchar enérgicamente por las consignas democráticas y transitorias.

Morrow y Goldman tenían razón tanto al exigir un cambio en la perspectiva de 1938 como en sus críticas a los líderes del SWP. Sin embargo, era evidente que estaban avanzando a tientas buscando el camino a seguir al intentar presentar una alternativa.

Dada la debilidad de las fuerzas trotskistas, Morrow y Goldman acabaron argumentando que los grupos trotskistas debían entrar en las organizaciones de masas. Sin embargo, no había fermento ni desarrollo de corrientes opositoras de masas dentro de estas organizaciones, por lo que no había base para tal enfoque.

Fuesen cuales fuesen las deficiencias de la posición de Morrow-Goldman, al menos intentaban reevaluar la situación, dada la peculiar forma en que se había desarrollado la guerra. Su posición apuntaba sin duda en muchos aspectos en la dirección correcta. El problema al que se enfrentaban Morrow y Goldman era que eran una pequeña minoría dentro del SWP, un partido dominado por el régimen de Cannon. Si hubiera existido un régimen sano dentro del SWP, sus ideas podrían haberse debatido democráticamente, lo que habría sentado las bases para llegar a una posición más correcta.

Lo que es seguro es que su posición era mil veces más correcta que la de la dirección de Cannon.

El régimen de Cannon

Pero la dirección de Cannon se mantuvo firme y se limitó a repetir la perspectiva de Trotski de 1938. A pesar del cambio de condiciones, negaron la realidad y escondieron la cabeza bajo el ala. Cannon llegó incluso a negar que la Segunda Guerra Mundial hubiera terminado en 1945.

El RCP británico se pronunció en contra de este disparate. Cannon no pudo tolerarlo y condenó tanto a Morrow/Goldman como al RCP.

En una reunión del Comité Nacional del SWP celebrada los días 6 y 7 de octubre de 1945, Cannon lanzó un ataque sin cuartel. Cannon terminó su discurso, de contenido virulento, con las siguientes palabras:

«Estáis en un bloque y ya os avergonzáis abiertamente de ello, pero nosotros desenmascararemos ese bloque y todo lo demás. Y llevaremos la lucha al terreno internacional. Seguid adelante y alinead vuestro bloque. Nosotros trabajaremos con aquellas personas que creen en los mismos principios, el mismo programa y los mismos métodos que nosotros. Y lucharemos hasta el final y veremos qué sucede en la Internacional». (Cannon, Writings & Speeches, 1945-47, pp. 181-183)

Al final, ante el acoso y la intimidación constantes, Goldman fue empujado a salir y Morrow fue expulsado del SWP en 1946.

Fue en esta misma reunión en la que atacó al RCP cuando Cannon admitió que había sido seguidor de Zinóviev durante nueve años, cuando estaba en la dirección del Partido Comunista Americano. «Yo, como todos los demás líderes del partido americano en aquellos días, se me podía considerar un zinovievista», admitió. Fue una muy mala escuela, y las lecciones que aprendió allí le acompañaron hasta el final.

Los métodos practicados dentro del SWP contrastaban marcadamente con el régimen democrático que operaba dentro de la sección británica. Dentro del RCP, aquellos que luchaban por reevaluar la situación en Gran Bretaña eran una gran mayoría. Pertenecían a un partido que fomentaba el desarrollo de tales ideas, libre de cualquier obstáculo burocrático y de calumnias de «escepticismo».

Análisis innovador

La única sección de la Internacional que fue capaz de reevaluar correctamente la nueva situación fue el RCP. Ted Grant explicó que la situación era completamente diferente a la esbozada en 1940. La nueva situación había planteado problemas teóricos imprevistos y difíciles, que debían ser respondidos. El análisis innovador de Ted se recogió en El cambio en la relación de fuerzas en Europa y el papel de la IV Internacional, y fue respaldado por el Comité Central del RCP en marzo de 1945.

Esta perspectiva explicaba que la premisa política para una estabilización relativa de la situación política era en ese momento una posibilidad en Europa occidental. La ola revolucionaria, que Trotski había predicho correctamente, había sido traicionada por los líderes estalinistas y socialdemócratas.

En Italia y Francia, entraron en gobiernos burgueses para rescatar al capitalismo. Las fuerzas de la IV Internacional eran, por desgracia, demasiado débiles para desafiarlas. Esta traición constituyó entonces la base de lo que Ted Grant denominó «contrarrevolución en forma “democrática”».

Escribió:

«La socialdemocracia salvó al capitalismo después de la pasada guerra. Hoy hay dos traidores «internacionalistas» al servicio del capital: el estalinismo y la socialdemocracia.

[…]

La tarea del imperialismo anglo-estadounidense si quiere restaurar el «orden» en Europa es establecer el dominio del capital, y para conseguirlo deberá hacer maniobras complicadas y hábiles. En este momento será difícil coaccionar a las masas y tendrán que engañarlas con las panaceas del «progreso», las «reformas» y la «democracia» contra los horrores del gobierno totalitario.

Sobre la cuestión del destino de la Unión Soviética, argumentó que, dado el cansancio de la guerra, especialmente en Europa, la admiración y el apoyo al Ejército Rojo, la simpatía y el cálido apoyo a la Unión Soviética, en conjunto, hacían extremadamente difícil, si no totalmente imposible, que los aliados lanzaran un ataque contra la Unión Soviética en el período inmediatamente posterior a la guerra.

Ted desarrolló estas ideas en El carácter de la revolución europea, publicado en octubre de 1945:

«Una fase “democrática” en Europa no será el resultado de la necesidad objetiva de una fase de revolución democrática, sino de la traición de las antiguas organizaciones obreras… Solo la debilidad del partido revolucionario y el papel contrarrevolucionario del estalinismo han dado un respiro al capitalismo. Al ver que es prácticamente imposible gobernar con los métodos de la dictadura fascista o militar, la burguesía se ha preparado para pasar, por el momento, a la manipulación democrático-burguesa de sus agentes estalinistas y reformistas. Esto no constituye una revolución democrática, sino, por el contrario, una contrarrevolución democrática preventiva contra el proletariado».

Esto les permitió reconocer y comprender los importantes cambios que se estaban preparando. Desde principios de 1945, el RCP había desarrollado diferencias políticas fundamentales con la dirección internacional, que se mostró incapaz de comprender el nuevo equilibrio de fuerzas y la necesidad de rearmar el movimiento con una nueva perspectiva.

Aferrándose a la vieja posición

Esta afirmación de que la democracia burguesa era imposible en Europa no se limitaba al SWP. En febrero de 1944, una Conferencia Europea, celebrada en Francia y a la que asistieron grupos activos en Francia, Bélgica, Grecia y España, también aprobó un documento que respaldaba la línea del SWP sobre sus perspectivas para Europa.

Por supuesto, un error, si se corrige, no es una tragedia. Sin embargo, un error, si no se corrige, conduce a otro y a otro. Los errores pueden convertirse entonces en una tendencia.

Y esto es lo que ocurrió. Cannon argumentó así que solo había terminado la primera «etapa» de la guerra y que los imperialistas estaban preparando activamente la segunda etapa: una Tercera Guerra Mundial. Inmediatamente comenzó a pregonar una guerra imperialista inminente contra la Unión Soviética.

Esta línea de guerra inminente contra la Unión Soviética se repitió constantemente y cada vez con más fuerza a lo largo de este periodo.

Esta posición también se derivaba lógicamente de su falsa visión de que la Unión Soviética había salido debilitada de la guerra. De hecho, el estalinismo había salido enormemente fortalecido, tanto militarmente como desde el punto de vista de la autoridad de la Unión Soviética sobre las amplias masas de todo el mundo.

Como escribió Ted Grant en marzo de 1945: «El acontecimiento de mayor importancia mundial es, con mucho, el surgimiento de Rusia, por primera vez en la historia, como la mayor potencia militar de Europa y Asia».

Pero los dirigentes del SWP fueron aún más lejos en su error. Dada la supuesta debilidad del estalinismo, tal y como ellos la veían, argumentaron que el capitalismo podría restaurarse en la Unión Soviética sin necesidad siquiera de una intervención militar, «simplemente mediante la presión económica, política y diplomática combinada y las amenazas del imperialismo estadounidense y británico» (citado en el boletín interno del RCP, 12 de agosto de 1946).

Un error ridículo llevó a otro.

Perspectivas económicas

Estos «líderes» negaron entonces cualquier posibilidad de que se produjera una recuperación económica en Europa.

ER Frank (Bert Cochran) abrió la XII Convención Nacional del SWP, celebrada en noviembre de 1946, con las siguientes palabras:

«En las condiciones actuales, la reactivación y la reconstrucción en Europa se producirán a un ritmo muy lento; sus logros serán muy débiles; ni siquiera alcanzarán los niveles anteriores a la guerra; bajo la tutela estadounidense, la economía europea está condenada al estancamiento y la decadencia». (Fourth International, vol. 8, n.º 1, enero de 1947).

En realidad, la recuperación económica estaba claramente comenzando.

En septiembre de 1947, Ernest Mandel, el «economista en jefe» de la Internacional, argumentó en apoyo de la minoría liderada por Healy y en contra de la mayoría del RCP que «es necesario abandonar ahora mismo cualquier juego con un auge que no ha existido y que el capitalismo británico nunca volverá a experimentar».

Mandel declaró entonces:

«Si los camaradas de la mayoría del PCR se tomaran en serio su propia definición, llegarían a la conclusión lógica de que nos enfrentamos a un “auge” en TODA LA EUROPA CAPITALISTA, porque en todos estos países la producción se está “expandiendo”». (E. Germain, «From the ABC to Current Reading: Boom, Revival or Crisis?», en el boletín interno del PCR, septiembre de 1947, énfasis en el original).

Tales argumentos no eran más que una repetición de los de los estalinistas del Tercer Periodo, que proponían la tontería de «la crisis final del capitalismo».

En abril de 1946 se organizó en París una Pre-Conferencia Internacional, en la que estuvieron representados 15 grupos. Entre ellos se encontraban Haston, en representación de la mayoría del RCP, y Healy y Goffe, en representación de la minoría.

El borrador de resolución del SI para la Pre-Conferencia, apoyado por la minoría de Healy en Gran Bretaña, afirmaba:

«La reactivación de la actividad económica en los países capitalistas debilitados por la guerra, y en particular en los países de Europa continental, se caracterizará por un ritmo especialmente lento que mantendrá su economía en niveles cercanos al estancamiento y la recesión».

En efecto, su posición era que existía un techo de producción de 1938, pero que este pronto se superó a medida que los niveles de producción aumentaban y aumentaban.

La resolución repetía todos los errores de sus borradores anteriores y respaldaba la posición del SWP estadounidense. Subrayaba que no habría ningún período de democracia burguesa, solo bonapartismo, descartaba un auge y afirmaba que Rusia podría experimentar una contrarrevolución en un futuro próximo, incluso por medios diplomáticos pacíficos.

Solo la mayoría del RCP se opuso a este disparate. En lugar de enfrentarse a una crisis de sobreproducción, el capitalismo estaba experimentando precisamente lo contrario: una crisis de subproducción. Por lo tanto, era inevitable un repunte cíclico. En su enmienda a la resolución internacional previa a la conferencia, el RCP explicaba:

«Todos los factores a escala europea y mundial indican que la actividad económica en Europa occidental en el próximo período no será de «estancamiento y recesión», sino de reactivación y auge».

Todas las enmiendas del PCR sobre todas estas cuestiones que intentaban corregir la posición del SI fueron rechazadas por abrumadora mayoría.

Dictaduras militares

Inevitablemente, estas ideas y perspectivas falsas ofrecidas por el SI tuvieron un efecto desorientador y perjudicial en las débiles secciones europeas de la Internacional. La sección francesa, por ejemplo, creyendo que la democracia burguesa era insostenible, se negó a salir de la ilegalidad durante todo un período tras la llegada de las tropas aliadas, por temor a exponerse a la represión. Pierre Frank, que se había reincorporado al movimiento y se había convertido en líder del Parti Communiste Internationaliste (PCI), estaba tan convencido de esta teoría que afirmaba que Francia no solo estaba bajo un régimen militar bonapartista en 1946, sino que lo había estado desde 1934.

Frank, que también se convirtió en miembro del SI, afirmaba que la idea de una «contrarrevolución democrática» era una «expresión vacía de contenido».

En Democracia o bonapartismo en Europa: respuesta a Pierre Frank (agosto de 1946), Ted Grant le respondió afirmando que a Frank «entonces, le sería difícil explicar qué era la República de Weimar organizada por la socialdemocracia en Alemania». A continuación, procedió a demoler completamente los argumentos de Frank punto por punto. «Los acontecimientos han demostrado la corrección de este análisis. En lugar de enfrentarse francamente a un error de perspectivas, Frank se topa de bruces con la realidad e intenta convertir un error en una virtud».

Ted señaló: «La declaración del SI hecha en 1940 era incorrecta. Cometimos el mismo error. Bajo unas circunstancias perdonables. Pero lo que han hecho es repetir en 1946 un error que ya en 1943 era claramente imperdonable». (Nuestro énfasis).

Esta contribución de Ted Grant fue uno de los trabajos clave que trazó una línea divisoria entre el método y el enfoque del marxismo genuino y la perspectiva ecléctica pequeñoburguesa del Secretariado Internacional.

Pierre Frank

Es importante comprender sus antecedentes políticos y la actitud de Trotski hacia este individuo. A finales de 1935, Molinier y Frank rompieron con el movimiento trotskista y fundaron su llamado periódico de masas. En una carta del 3 de diciembre de 1935, Trotski escribió:

«No hay otro contenido político en la actitud de Molinier y Frank. Están capitulando ante la ola socialpatriótica. Todo lo demás son solo frases, sin valor a los ojos de un marxista serio…

Una ruptura abierta y honesta sería cien veces mejor que concesiones ambiguas a quienes capitulan ante la ola patriótica». (The Crisis of the French Section, p. 103)

Una vez más, en una carta fechada el 4 de diciembre de 1935, Trotski denunció a Pierre Frank en términos inequívocos por su «abdicación de principios». Escribió:

«Hemos luchado constantemente contra los Pierre Frank en Alemania y en España, contra los escépticos y contra los aventureros que querían hacer milagros (y se rompieron el cuello en el intento)». (The Crisis of the French Section, pp. 106-7)

Trotski insistió en la expulsión de Pierre Frank, advirtiendo que no debía ser readmitido en las filas de la Oposición. Sin embargo, después de la guerra, en Gran Bretaña apoyó a Healy en el RCP, y luego regresó a Francia. Se reincorporó a su grupo, el PCI. Se convirtió en delegado de la conferencia de 1946 y logró ser elegido miembro del SI. De esta manera, se abrió camino de nuevo en la IV Internacional, a pesar de las serias objeciones de Trotski.

El acuerdo diplomático de Pablo

La actitud de Cannon hacia el recién formado SI en Europa era no meterse en los asuntos estadounidenses. Quería que los estadounidenses fueran libres de manejar sus propios asuntos sin interferencias externas.

Como explicó el propio Cannon más tarde:

«Nuestras relaciones con la dirección en Europa en aquel momento eran de estrecha colaboración y apoyo. Había un acuerdo general entre nosotros. Eran hombres desconocidos en nuestro partido. Nadie había oído hablar de ellos. Ayudamos a dar a conocer a los líderes individuales, los recomendamos a los miembros de nuestro partido y ayudamos a construir su prestigio. Lo hicimos, en primer lugar, porque teníamos un acuerdo general y, en segundo lugar, porque nos dimos cuenta de que necesitaban nuestro apoyo. Aún tenían que ganarse la autoridad, no solo aquí, sino en todo el mundo. Y el hecho de que el SWP los apoyara en todos los frentes reforzó enormemente su posición y les ayudó a realizar su gran labor».

A continuación, añadió: «Llegamos incluso a suavizar muchas de nuestras diferencias con ellos…» (Cannon, Speeches to the Party, p. 73).

Por lo tanto, no fue casualidad que Cannon elogiara al recién elegido secretario de la Internacional, Michel Pablo, como encarnación de este espíritu. «Es un escritor prolífico, en mi opinión», afirmó Cannon. «Pero no recibimos ninguna directiva personal de él. No escribe cartas personales criticando al SWP, alabándolo o diciéndole lo que tiene que hacer».

Michel Pablo (Raptis) fue elegido secretario de SI reconstituido en la Pre-Conferencia Mundial de 1946, con el respaldo del SWP. A raíz de ello, Pablo se convirtió en el hombre de Cannon en Europa. Esto se consolidó tras un viaje de Pablo a Nueva York a principios de 1947.

Pablo estuvo acompañado por Sam Gordon, el agente del SWP en Europa. No hay duda de que la razón fue la «diplomacia», y no es de extrañar que Pablo guardara silencio sobre el viaje. Sirvió para estrechar las relaciones entre el SI en París y Cannon en Nueva York. Ahora marchaban al unísono, por un camino que conduciría al desastre total para la Cuarta Internacional.

A principios de febrero de 1947, Cannon escribió al Comité Nacional del SWP que «el SWP no tolerará más tonterías con la disciplina, y que las maniobras de unidad [con el Partido de los Trabajadores de Shachtman] son firmemente rechazadas y excluidas en el futuro…». A continuación, describió la visita de Pablo:

«Como sabéis, hemos recibido la visita de Ted [Sam Gordon] y Gabe [Michel Pablo]. Junto con ellos hemos discutido y preparado algunas nuevas medidas destinadas a poner fin a toda ambigüedad y llevar todas las cuestiones a un punto crítico y a una solución definitiva en relación con el congreso mundial, ahora definitivamente programado para el otoño…

«La información que nos han proporcionado Gabe [Pablo] y Ted [Gordon] ha dejado claro que la tendencia marxista ortodoxa genuina tiene asegurada una firme mayoría en el congreso en todas las cuestiones controvertidas. La experiencia y los debates anteriores han preparado esta victoria del trotskismo auténtico en el movimiento mundial».

A continuación, Cannon dictó sentencia en sus términos habituales:

«Quienes acepten las decisiones del Congreso y se comprometan a llevarlas a la práctica, podrán permanecer en la organización. Quienes se nieguen a aceptar las decisiones serán expulsados automáticamente. Cualquiera que «acepte» las decisiones de boquilla y luego proceda a violarlas, será expulsado». (Cannon, Writings 1945-47, pp. 323-324)

Las «nuevas medidas» a las que se refería Cannon eran claramente medidas para expulsar a cualquier oposición («monkey business» – «trapicheos») y formaban parte del acuerdo internacional contra la mayoría del RCP. La táctica empleada consistía en dividir el RCP y reconocer dos secciones en Gran Bretaña, la mayoría liderada por Haston y Grant, y la minoría liderada por Healy. Los mismos métodos se utilizaron contra Demaziere y Craipeau, los líderes de la oposición en Francia.

La dirección del RCP en Gran Bretaña demostró tener razón en todas las cuestiones fundamentales, lo que resultó intolerable para los «líderes» de la Cuarta, empapados de política de prestigio. El «problema» británico debía resolverse urgentemente. Por esta razón, a partir de 1945, Cannon, Pablo, Mandel, Frank y sus acólitos conspiraron para destruir la RCP, la sección más sagaz con diferencia de todas las secciones de la IV Internacional. Era un partido cuya línea política podría haber rearmado con éxito el movimiento y salvado a la IV Internacional de la destrucción.

Pero este hecho era precisamente lo que los supuestos líderes de la FI no podían soportar. Cannon, en particular, odiaba que se demostrara que estaba equivocado, como ocurría en tantos temas. En una carta a Healy, Cannon expuso su punto de vista:

«Había que destruir todo el sistema Haston antes de que una organización trotskista genuina pueda comenzar en Inglaterra. Lo más triste, y que es lamentable hasta el día de hoy, es que el reconocimiento de esta simple necesidad se retrasó tanto». (Cannon a Healy, 5 de septiembre de 1953, ibíd., p. 262).

En su opinión, no solo el PCR, sino toda la oposición tenía que ser «destruida». Este plan criminal para destruir el PCR se hizo aún más urgente, dado que los «líderes» de la Cuarta Comintern estaban cometiendo todos los errores imaginables, y algunos más.

Entrismo

Cannon estaba en contacto regular con Healy en Gran Bretaña. En palabras del propio Healy:

«Los miembros del SWP nos fueron de gran ayuda durante el período comprendido entre 1943 y 1949 en la lucha contra la camarilla de Haston. El grupo, que comprendía a la mayoría de la organización trotskista inglesa, estaba dirigido esencialmente por Haston, su esposa Mildred Haston y Ted Grant». (Healy, ‘Problems of the Fourth International’, August 1966, en Trotskyism versus Revisionism, vol. 4, p. 298).

Gerry Healy era, por lo tanto, un criatura de Cannon, que intensificó sus maniobras para crear una facción «anti-dirección» dentro del RCP, basada únicamente en diferencias fabricadas. En la conferencia del RCP de 1945, Healy propuso la idea de abandonar el partido abierto y entrar en el ILP. Esta idea fue implantada en la cabeza de Healy por Pierre Frank.

Sin embargo, con la expulsión de los trotskistas del ILP, esta posición no obtuvo ningún apoyo y Healy la abandonó discretamente. Poco después, de manera frívola, se le ocurrió otra idea, a saber, entrar en el Partido Laborista. Pero las condiciones para el entrismo establecidas por Trotski estaban claramente ausentes. Estas eran:

  1. una crisis prerrevolucionaria o revolucionaria;
  2. una agitación en una de las organizaciones de masas;
  3. la cristalización de una corriente de izquierda o centrista dentro de ella; y
  4. la posibilidad de una rápida cristalización de una tendencia revolucionaria.

Ninguna de estas condiciones existía. Pero esto no disuadió a Healy. Simplemente afirmó que tales condiciones estaban a punto de desarrollarse rápidamente, ya que Gran Bretaña se enfrentaba a una catástrofe inminente. Sin embargo, las perspectivas de Healy, que se hacían eco de la posición de la IS, eran completamente falsas.

Según los dirigentes del RCP, en lugar de una crisis, existía «una situación económica mucho más estable para el capitalismo británico de lo que los capitalistas, los reformistas o incluso los trotskistas esperaban como resultado inmediato de la guerra…».

El gobierno laborista, a diferencia del de 1929-31, estaba llevando a cabo su programa reformista. Esto, a su vez, reforzó las ideas reformistas y, como resultado, significó que no había perspectivas de una izquierda masiva o de agitación en el Partido Laborista en un futuro previsible. A raíz de esto, la táctica a seguir no era el entrismo en el Partido Laborista, sino levantar la bandera del partido revolucionario abierto. Incluso Van Gelderen, el jefe de la fracción del RCP en el Partido Laborista [un pequeño grupo de compañeros del RCP que realizaban trabajo de fracción en el Partido Laborista, observando los acontecimientos allí], se oponía a la entrada.

Sin embargo, los líderes del RCP comprendían las dificultades que se avecinaban. «La crisis inevitable, sin embargo, no será inmediata. Se retrasará durante un tiempo», explicaba el editorial de la revista teórica. «La orientación y la estrategia del Partido Comunista Revolucionario se basan firmemente en la perspectiva a largo plazo de la crisis y el declive, pero también tiene los ojos bien abiertos al repunte coyuntural inmediato». (Notas editoriales, Workers’ International News, septiembre-octubre de 1946).

Para Healy, cualquier tema, sin importar cuál fuera, era útil para atacar —y, con suerte, socavar— a la dirección del RCP. Por supuesto, en esta lucha, la dirección internacional (y detrás de ella Cannon) respaldó a Healy hasta el final.

Como resultado, la reunión del Comité Ejecutivo Internacional (CEI) de junio de 1946 aprobó una resolución en la que se instaba a «concentrar la mayor parte de las fuerzas del PCR dentro del Partido Laborista, con el objetivo de construir pacientemente un ala izquierda organizada», y que «el RCP debía sopesar las posibilidades prácticas de entrar en este partido». Solo hubo un voto en contra, el del delegado del RCP.

Como se puede ver, el argumento había cambiado de intervenir en el ala izquierda a construir realmente el ala izquierda. Esto se debía precisamente a la ausencia de un ala izquierda en el Partido Laborista. Así nació la idea falsa de que la tarea de los trotskistas era construir la izquierda.

Para colmo, Healy comenzó a repetir las viejas calumnias de Cannon, según las cuales los antiguos dirigentes de la WIL eran culpables de «desviaciones nacionalistas insulares» cuando se negaron a unirse al RSL en 1938. Por lo tanto, la tarea consistía en eliminar a esta dirección «anti internacionalista» del PCR y crear una nueva más leal y acorde con las opiniones de la Internacional.

Al hacer campaña a favor del entrismo, con el pleno respaldo de la Internacional, Healy logró ganarse el apoyo de alrededor del 25 % de los miembros del RCP. Pero las líneas faccionales estaban claramente trazadas y Healy no pudo avanzar más. En 1946 y 1947 solo pudo reunir siete delegados a favor de la entrada inmediata, frente a los veintiocho de la mayoría.

Como resultado, en el verano de 1947, la facción de Healy propuso dividir el partido para permitir que la minoría llevara a cabo su propio entrismo. La cuestión se planteó entonces en el CEI en septiembre, que, con el pleno respaldo del SI, respaldó la propuesta de Healy.

En menos de un mes, una conferencia especial del RCP aceptó la decisión bajo protesta. Las «nuevas medidas» de Cannon habían tenido éxito.

Sin embargo, Healy tardaría más de un año, hasta diciembre de 1948, en lanzar un periódico, Socialist Outlook, que defendía políticas reformistas de izquierda moderadas en un intento de «construir la izquierda», una política que se conocería como «entrismo profundo».

El Segundo Congreso Mundial

El Segundo Congreso Mundial se celebró en Bélgica en abril de 1948, con delegados de 19 países. Una vez más, la dirección presentó una perspectiva fundamentalmente falsa de crisis, fascismo y guerra mundial. Según la resolución principal:

«En ausencia de una situación revolucionaria, la agudización de la crisis del capitalismo amenaza con conducir una vez más al fascismo y a la guerra, que esta vez pondría en peligro la existencia y el futuro de toda la humanidad». (World Situation and the Tasks of the Fourth International, Resolución adoptada por el Segundo Congreso de la Cuarta Internacional —Paris, Abril 1948, https://www.marxists.org/history/etol/document/fi/1938-1949/fi-2ndcongress/1948-congress03.htm)

Esta perspectiva de guerra atómica y fascismo era típica de Cannon, Pablo, Mandel y Frank. La visión de 1938, pero aún más apocalíptica, debía mantenerse a toda costa. La experiencia de la guerra mundial y su resultado era un libro cerrado para estas personas.

Otro gran desastre que estaban causando estos supuestos grandes «teóricos» era en relación con Europa del Este y los procesos que se estaban desarrollando allí.

Tras las victorias del Ejército Rojo, los estalinistas establecieron regímenes amigos, llamados «democracias populares», en lo que se conoció como los «estados tapón». Instalaron a sus títeres en el control firme de estos gobiernos. Mientras la IV Internacional seguía defendiendo a la Unión Soviética como un estado obrero deformado, se planteó la pregunta: ¿cuál era el carácter de clase de los estados tapón?

Ya en marzo de 1945, Ted Grant explicaba que en estas zonas Stalin había mantenido el capitalismo. Pero dada la inestabilidad, era posible otra variante. Planteó la perspectiva de que, según se desarrollaran los acontecimientos, o bien el mantenimiento del capitalismo en Europa del Este conduciría a la restauración del capitalismo en Rusia, «la otra posibilidad es que la burocracia tenga que actuar en contra de sus deseos y a riesgo de enemistarse con sus actuales aliados imperialistas, y que se vea obligada a nacionalizar la industria en los países ocupados, por supuesto actuando desde arriba y si es posible sin la participación de las masas.».

Los dirigentes del RCP habían vuelto a debatir la cuestión de la naturaleza de clase de Rusia tras la guerra. Incluso sopesaron la teoría del colectivismo burocrático, propuesta por Shachtman, según la cual la burocracia se había transformado en una nueva clase dominante. Sin embargo, tras un cuidadoso examen, esta teoría fue rechazada. La Unión Soviética seguía siendo un Estado obrero monstruosamente deformado.

Naturalmente, la «dirección» de la Cuarta Internacional no comprendió lo que estaba sucediendo en Europa del Este. En un primer momento, se limitaron a calificarlos de Estados capitalistas. El pronóstico del RCP de que estos Estados podrían convertirse en Estados obreros deformados fue ridiculizado por el SI.

Cannon, durante años, siguió distorsionando lo que decían los camaradas del PCR. En una carta a Farrel Dobbs a principios de 1953, Cannon escribe:

«A principios del período de posguerra, la banda de Haston quedó cautivada por la expansión del estalinismo y creyó ver en él “la ola del futuro”.

Otorgaron el título honorífico de «estados obreros» a cada franja de territorio que ocupaba el Ejército Rojo, en el momento mismo en que se producía la ocupación».

La descripción que Cannon hacía de la posición del RCP era, como de costumbre, una completa distorsión. El RCP nunca argumentó que la entrada del Ejército Rojo en Europa del Este transformara a esos países ocupados en estados obreros.

El RCP, por el contrario, argumentaba que las «democracias populares» seguían siendo regímenes capitalistas. Stalin inicialmente no tenía intención de expropiar a los capitalistas. Ordenó a los partidos comunistas que entraran en gobiernos de coalición junto con los partidos burgueses. Pero, en realidad, no se trataba de coaliciones con la burguesía, que había huido junto con los ocupantes nazis. Eran coaliciones con las «sombras de la burguesía». El poder real estaba en manos de los estalinistas y del Ejército Rojo. Esta incómoda alianza no duró mucho.

Cuando los imperialistas estadounidenses comenzaron a introducir la ayuda Marshall para ayudar a establecer el antiguo orden y dar sustancia a las «sombras», los estalinistas se vieron obligados a actuar. Esto significaba apoyarse en las masas para llevar a cabo la expropiación del capitalismo, pero de forma burocrática y estableciendo regímenes modelados en Moscú.

Pero la Internacional echó un jarro de agua fría sobre tal acontecimiento. Mandel preguntó irónicamente a Shachtman: «¿De verdad cree que la burocracia estalinista ha logrado derrocar el capitalismo en la mitad de nuestro continente?» (Fourth International, febrero de 1947).

El tono irónico de la pregunta presupone la respuesta que Mandel y los demás dirigentes de la Cuarta ya habían decidido: tal conclusión estaba absolutamente descartada. El borrador de tesis del SI para el Segundo Congreso Mundial, celebrado en abril de 1948, seguía subrayando el carácter capitalista de los «Estados tapón»:

«La naturaleza capitalista de las relaciones de producción de los países de la “zona tapón” y las diferencias fundamentales entre su economía y la de Rusia, incluso en la época de la NEP, se pueden ver claramente». («The Russian Question Today – Stalinism and the Fourth International», noviembre-diciembre de 1947).

Las tesis continuaban luego arrinconando a la Internacional, descartando cualquier cambio en la naturaleza de clase de estos regímenes:

«Negar la naturaleza capitalista de estos países equivale a aceptar, bajo cualquier forma, esta teoría revisionista estalinista, significa considerar seriamente la posibilidad histórica de una destrucción del capitalismo por el “terror desde arriba” sin la intervención revolucionaria de las masas».

Y continuaba:

«El hecho de que el capitalismo siga existiendo en estos países junto con la explotación por parte de la burocracia estalinista debe determinar fundamentalmente nuestra estrategia. La naturaleza capitalista de estos países impone la necesidad del derrotismo revolucionario más estricto en tiempos de guerra».

La crudeza de estas líneas indica claramente la esterilidad del enfoque esquemático y abstracto que busca imponer nociones preconcebidas sobre la realidad, sin ninguna referencia a la situación real.

Esto contrasta de manera flagrante con el método dialéctico utilizado por Trotski cuando analizó la conducta de los estalinistas en Polonia y concluyó correctamente que era posible que los estalinistas introdujeran nuevas relaciones de propiedad, en línea con la economía nacionalizada de la Unión Soviética, pero sin ninguna participación democrática de la clase obrera.

Como de costumbre, en esta resolución Mandel y Pablo intentaron cubrirse las espaldas afirmando que «no se excluye que una determinada relación de fuerzas pueda requerir una asimilación estructural real de uno u otro país de la «zona tapón»», logrando así mirar en diferentes direcciones al mismo tiempo.

Pero, para confundir aún más las cosas, añade que la tendencia, sin embargo, no iba en absoluto en esa dirección, que el sector privado no estaba «orientado» en ese sentido y que la burocracia estalinista estaba introduciendo «nuevos y poderosos obstáculos» a tal posibilidad.

En completo contraste con este confuso modelo, los camaradas británicos ofrecieron un modelo de claridad y coherencia política. Haston presentó las enmiendas del RCP al Congreso Mundial de 1948, que se combinaron para producir el siguiente compendio:

«… las economías de estos países [los estados tapón] se están alineando con la de la Unión Soviética (a) El derrocamiento básico de las relaciones de propiedad capitalistas ya se ha completado o está en proceso de completarse (b) El control capitalista del gobierno y del aparato del Estado ha sido destruido o está en proceso de serlo (c) Este proceso de asimilación es el producto necesario e inevitable del carácter de clase de la economía rusa, y la preponderancia del Estado ruso es la fuerza militar dominante en las relaciones existentes…». (“RCP Amendments to the Thesis on Russia and Eastern Europe”, que nunca fueron publicadas por el SWP).

Como era de esperar, esto fue rechazado por abrumadora mayoría.

El VII Pleno del IEC, celebrado en abril de 1949, doce meses después del golpe de Praga, se negó obstinadamente a afirmar que el capitalismo había sido abolido en Europa del Este, pero consideró a los «Estados tapón» como Estados burgueses «de un tipo especial». En las inimitables palabras de Pierre Frank, «algo así como Estados burgueses degenerados».

Su enfoque evasivo sobre la naturaleza de clase de los Estados tapón se definió como «un tipo único de sociedad híbrida en transición, con características aún tan fluidas y poco precisas que resulta extremadamente difícil resumir su naturaleza fundamental en una fórmula concisa» (Resolución del VII Pleno).

Max Stein, en su informe al Comité Político del SWP en julio de 1949 sobre la resolución del CEI sobre Europa del Este, tras verse obligado a reconocer las nacionalizaciones que se habían producido, siguió rechazando las opiniones del RCP, diciendo que «no se refería a la posición del RCP británico, que no representa ningún factor nuevo en la discusión, ya que su punto de vista ya fue presentado al Congreso Mundial y rechazado por abrumadora mayoría».

Concluyó revelando la bancarrota teórica de la mayoría:

«En lugar de sacar conclusiones precipitadas sobre el carácter social de los Estados de Europa del Este, es mucho mejor esperar a que se produzcan nuevos acontecimientos». (SWP, boletín interno, vol. XI, n.º 5, octubre de 1949)

Sin embargo, el punto de inflexión llegó con la sorprendente noticia de la ruptura entre Tito y Stalin. Fiel a su estilo, Mandel intentó reforzar su prestigio «teórico» escribiendo un largo documento sobre la naturaleza de clase de Yugoslavia y los «estados tapón». Este fue publicado en octubre de 1949 en un boletín interno de International.

Comenzó diciendo que debíamos fijarnos en los hechos, y luego procedió a ignorar todos los hechos conocidos y a reiterar la falsa posición de que los «estados tapón» eran estados capitalistas, pero en «transición». Estas interminables matizaciones sobre matizaciones son típicas del método deshonesto de Mandel, que equivale a una contabilidad doble continua.

Mandel atacó indirectamente al RCP, poniéndole palabras en la boca y sin utilizar una sola cita directa. En 1948, el RCP había llegado a la conclusión de que estos regímenes eran Estados obreros deformados estalinistas, en los que se había eliminado el capitalismo, pero solo para ser sustituido por el dominio de una élite burocrática.

La burocracia estalinista se había apoyado en los trabajadores para expropiar al capitalismo, pero a su manera burocrática, eliminando cuidadosamente cualquier posibilidad de que se estableciera el tipo de Estado obrero democrático que los bolcheviques habían establecido en Rusia en 1917.

En su prisa por negar cualquier credencial progresista al estalinismo, Mandel insistió en que el estalinismo era siempre y de manera invariable de carácter contrarrevolucionario y, por lo tanto, orgánicamente incapaz de avanzar en esa dirección:

«Es evidente que la hipótesis de la destrucción del capitalismo, no en Estonia o en Rumanía, ni siquiera en Polonia, sino en toda Europa y en la mayor parte de Asia, transformaría de arriba abajo nuestra actitud hacia el estalinismo…

«Los camaradas que se adhieren a la teoría del carácter proletario de los países tapón están lejos de prever esto a largo plazo, pero sería la conclusión lógica del camino que han emprendido y nos obligaría a revisar de arriba abajo nuestra valoración histórica del estalinismo. Tendríamos entonces que examinar las razones por las que el proletariado ha sido incapaz de destruir el capitalismo en territorios tan extensos donde la burocracia ha logrado con éxito esta tarea.

«También tendríamos que precisar, como ya han hecho algunos camaradas del RCP [?], que la misión histórica del proletariado no será la destrucción del capitalismo, sino la construcción del socialismo, tarea que la burocracia, por su propia naturaleza, no puede resolver. Tendríamos que repudiar entonces todo el argumento trotskista contra el estalinismo desde 1924, una línea de argumentación basada en la destrucción inevitable de la URSS por el imperialismo en caso de un aplazamiento extremadamente prolongado de la revolución mundial». (International Information Bulletin, enero de 1950)

La primera palabra de la frase —«obviamente»— pretende anticipar el resultado final. Si algo es obvio, no hay necesidad de justificarlo. Si definimos el estalinismo como contrarrevolucionario en su esencia misma, ¿cómo puede entonces ser capaz de derrocar las relaciones de propiedad capitalistas en Europa del Este?

Trotski explicó muchas veces que pueden darse circunstancias excepcionales en las que incluso los políticos reformistas se vean obligados a ir más allá de lo que pretendían.

Si bien es probable que Stalin no tuviera inicialmente la intención de eliminar el capitalismo en Europa Oriental, se vio obligado a hacerlo por las agresivas acciones del imperialismo estadounidense, que intentaba utilizar la ayuda de Marshall como palanca para fortalecer a los elementos burgueses en los gobiernos de coalición de países como Polonia y Checoslovaquia.

Stalin se vio obligado a actuar para impedirlo. No fue muy difícil. Como dijo Trotski, para matar a un tigre se necesita una escopeta. Pero para matar a una pulga, basta con las uñas.

La burguesía débil y degenerada de Europa del Este fue fácilmente eliminada mediante una simple maniobra, llevada a cabo desde arriba, es cierto, pero con el apoyo activo de los trabajadores, que se movilizaron contra los partidos burgueses y en apoyo de la expropiación del capital.

Naturalmente, estos métodos no tienen nada en común con el modelo clásico de revolución proletaria defendido por Marx, Lenin y Trotski, que se basa en el movimiento consciente de la propia clase obrera desde abajo.

Lo que tenemos aquí es una caricatura bonapartista de una revolución proletaria que impidió deliberadamente que los propios trabajadores tomaran el poder y lo gestionaran de forma democrática. Tal desarrollo habría supuesto una amenaza mortal para Stalin y la burocracia de Moscú. Pero el establecimiento de Estados obreros deformados, basados en el modelo del estalinismo ruso, no suponía ninguna amenaza. Al contrario, sirvió para fortalecer a Stalin y a la burocracia.

Los regímenes emergentes no tenían, naturalmente, nada en común con el Estado obrero democrático establecido por Lenin y Trotski en Rusia en 1917. Pero sin duda condujeron a la abolición del capitalismo y al establecimiento de una economía planificada nacionalizada. En ese sentido, y solo en ese sentido, representaron la realización de una de las tareas fundamentales de una revolución proletaria.

A pesar de las distorsiones de Mandel, lo que había ocurrido en Europa del Este era completamente explicable utilizando el método marxista, como había hecho Ted Grant.

Mandel no podía afrontar los hechos, porque contradecían flagrantemente sus ideas preconcebidas. Para él, reconocer que el capitalismo había sido derrocado en Europa del Este equivalía a admitir la posibilidad de que los estalinistas pudieran desempeñar un papel «revolucionario».

Para los marxistas es elemental que el socialismo genuino solo puede alcanzarse mediante el movimiento consciente de la clase obrera. Pero las revoluciones que se llevaron a cabo en Europa del Este no fueron revoluciones proletarias genuinas, sino caricaturas burocráticas, llevadas a cabo desde arriba por la burocracia estalinista, aunque con el apoyo de millones de trabajadores que acogieron con entusiasmo la expropiación de los patrones.

Tales métodos nunca podrían conducir a un Estado obrero sano, y el RCP nunca afirmó que pudieran hacerlo. Lo que surgió fue una monstruosa caricatura burocrática del «socialismo», es decir, precisamente un Estado obrero deformado, como en la Rusia estalinista.

El método dialéctico de Trotski era un libro sellado con siete sellos para Mandel y los demás «líderes» de la Cuarta Internacional. Partiendo de una serie de conceptos abstractos, fueron incapaces de comprender los fenómenos y procesos concretos reales que se desarrollaban ante sus propios ojos.

La verdad, como explicó Lenin en numerosas ocasiones, es concreta. Hay que partir de los hechos y no intentar encajar la realidad en una teoría preconcebida, como señaló Trotski:

«Pero nada es más peligroso que eliminar, para alcanzar la precisión lógica, los elementos que desde ahora contrarían nuestros esquemas y que mañana pueden refutarlos.». (La revolución traicionada, capítulo 9, Relaciones sociales en la Unión Soviética)

No se trataba de una cuestión secundaria, sino que afectaba a la piedra angular de la revolución proletaria y a una cuestión fundamental para la teoría marxista, a saber, la naturaleza de clase del Estado. Era una prueba de fuego.

Es muy instructivo comparar la posición de la Internacional con la adoptada por el RCP en 1948, en el momento del Segundo Congreso Mundial, celebrado en abril.

Ted Grant explicó que, en relación con Europa del Este, «llegamos a la conclusión de que lo que teníamos allí era una forma de bonapartismo proletario».

Los acontecimientos de Checoslovaquia en febrero de 1948 habían confirmado los procesos que se estaban desarrollando. En un artículo publicado en la edición de abril de Socialist Appeal, sobre el «golpe de Praga», Ted explicó que el gobierno dominado por los estalinistas, apoyándose en la clase obrera a través de «comités de acción», había llevado a cabo medidas de nacionalización radical de sectores clave de la economía y que «se había logrado la base económica para un estado obrero».

Sin embargo, Ted explicaba que «para que el Estado actúe en interés de la clase obrera, la expropiación de los capitalistas por sí sola no es suficiente. El control democrático del aparato estatal es un requisito previo esencial para la marcha hacia una sociedad comunista. Todos los grandes marxistas lo subrayaron». A continuación, esbozó los cuatro puntos de Lenin para una democracia obrera, inspirados en la Comuna de París y establecidos por la Revolución Rusa de 1917.

Sobre esta cuestión, los «líderes» de la Cuarta Internacional guardaron silencio, negándose, como de costumbre, a reconocer lo que estaba ocurriendo ante sus narices. Para ellos, Checoslovaquia y el resto de Europa del Este seguían siendo Estados capitalistas.

Max Shachtman, que al menos tenía sentido del humor, comentó:

«Mientras los británicos aclamaban el golpe (de Praga) como una victoria de la clase obrera, el resto de la prensa trotskista oficial lo aclamaba como una victoria de la burguesía que, con una perversidad inexcusable, celebraba su triunfo saltando o siendo arrojada desde altas ventanas a la acera».

No sería hasta julio de 1951, tres años después, cuando Mandel y compañía reconocerían a regañadientes que Europa del Este había dejado de ser capitalista.

El enfrentamiento entre Stalin y Tito

Un ejemplo aún más sorprendente de este método fue la escandalosa posición adoptada por estos «líderes» con respecto a los acontecimientos en Yugoslavia, que dieron lugar al enfrentamiento entre Stalin y Tito en junio de 1948.

El 28 de junio de 1948, estalló una bomba con la publicación de un comunicado extraordinario de la «Oficina de Información Comunista» (Cominform), la organización creada por Moscú para sustituir a la Internacional Comunista, que había sido disuelta oficialmente en 1943.

El comunicado, emitido por iniciativa de los rusos, anunciaba la expulsión del Partido Comunista Yugoslavo. Este acontecimiento sacudió a todo el movimiento estalinista mundial.

La burocracia estalinista de Moscú no tardó en atacar a Tito tildándolo de «nacionalista» contrarrevolucionario, «lacayo imperialista» y «trotskista». En realidad, Tito no era ni «trotskista» ni «agente fascista», como afirmaban los estalinistas. Había surgido como líder del Partido Comunista Yugoslavo en la década de 1930, tras el asesinato de la antigua dirección en las purgas de Stalin. De hecho, Tito fue el responsable de la aniquilación física de los «trotskistas».

Mientras el Ejército Rojo arrasaba Europa, fueron las fuerzas partisanas campesinas de Tito las que derrotaron la ocupación nazi de Yugoslavia. Esto las puso en conflicto con el acuerdo que Stalin había hecho con Churchill en la Conferencia de Moscú de 1944, para dividir Yugoslavia a partes iguales entre ellos.

Como parte del acuerdo, Stalin había respaldado el establecimiento de un gobierno monárquico-burgués en Yugoslavia, en un intento de frenar a Tito. Incluso negó armas y municiones a los yugoslavos. Pero ante el rápido avance de las fuerzas partisanas de Tito, la burguesía, que había colaborado con los ocupantes nazis, huyó aterrorizada junto con el ejército alemán en retirada. Tras obtener la victoria con sus propias fuerzas, Tito se negó a ceder a la presión de Stalin. Pronto llenó el vacío dejado por la partida de los terratenientes y los capitalistas y, apoyándose en los trabajadores y los campesinos que formaban la base de su ejército partisano, eliminó el capitalismo y creó un régimen inspirado en la Rusia estalinista.

Se trataba, en efecto, de una copia exacta del proceso que se había producido anteriormente en Polonia y Checoslovaquia, pero con una diferencia decisiva. La liberación de Yugoslavia no fue obra del Ejército Rojo soviético, sino de los estalinistas yugoslavos que dirigían un poderoso ejército partisano.

Esto le dio a Tito una base firme de apoyo nacional, sobre la cual pudo llevar a cabo una política independiente de Moscú. Sin embargo, los estrechos intereses nacionales de las burocracias rusa y yugoslava pronto entraron en conflicto. Esto llegó a un punto crítico cuando, a principios de 1948, los gobiernos yugoslavo y búlgaro propusieron la formación de una Federación Balcánica de «Democracias Populares».

Stalin rechazó esta propuesta, pero ahora se encontró con resistencia. Los estalinistas rusos enviaron agentes de la GPU al PCY para controlarlo. Pero fueron purgados por Tito, que tenía un firme control sobre el aparato estatal y una base de masas en la que se apoyaba. Esta fue la base de la ruptura entre Stalin y Tito.

Estos acontecimientos sumieron a la dirección de la Cuarta Internacional en una confusión total. A pesar de las decisiones del Congreso Mundial, Pablo, como jefe del SI, consideró el enfrentamiento como una oportunidad de oro para ganar a los titoístas al trotskismo.

De la noche a la mañana abandonaron su idea anterior de que Yugoslavia era un Estado capitalista, defendida solo dos meses antes, y se apresuraron a apoyar a Tito.

Dos días después de la declaración del Cominform anunciando la ruptura, la IS escribió a las secciones nacionales de la IV Internacional, llamando su atención sobre el asunto Tito como de «importancia excepcional».

Al día siguiente, la IS publicó una notable «Carta abierta» al Partido Comunista Yugoslavo:

«Ahora estáis en condiciones de comprender, a la luz de la infame campaña de la que sois víctimas, el verdadero significado de los juicios de Moscú y de toda la lucha estalinista contra el trotskismo», explicaba la declaración. (No se mencionaba el hecho de que los dirigentes yugoslavos hubieran participado con entusiasmo en esta campaña). «Preferimos tomar nota de la promesa que encierra vuestra resistencia: la promesa de la resistencia victoriosa de un partido obrero revolucionario contra la máquina burocrática más monstruosa que haya existido jamás en el movimiento obrero, la máquina del Kremlin».

A continuación, instaba al partido yugoslavo a «establecer un régimen de auténtica democracia obrera en vuestro partido y en vuestro país», y concluía con las palabras: «¡Viva la revolución socialista yugoslava!».

Unas dos semanas más tarde, el 13 de julio, el SI publicó una segunda carta abierta, mucho más larga, pero aún más aduladora, dirigida al «Congreso, Comité Central y miembros del Partido Comunista Yugoslavo».

Esta carta abierta instaba al partido yugoslavo a introducir la democracia obrera y volver al leninismo tanto en el país como en el extranjero. «No ocultamos en absoluto que tal política encontrará obstáculos muy grandes en vuestro país e incluso en vuestras propias filas. Sería necesaria una completa reeducación de vuestros cuadros en el espíritu del leninismo genuino», afirmaba la carta del SI. «Comprendemos perfectamente la enorme responsabilidad que pesa sobre vosotros…».

La carta abierta termina con una solicitud para que una delegación de «nuestra dirección asista a vuestro Congreso, con el fin de establecer contacto con el movimiento comunista yugoslavo y establecer lazos fraternos…¡Comunistas yugoslavos, unamos nuestros esfuerzos por una nueva Internacional Leninista! ¡Por la victoria mundial del comunismo!». (Nuestro énfasis)

Por supuesto, este llamamiento adulador contradecía todas sus declaraciones sobre la naturaleza de clase de la Europa del Este «capitalista». Habían rechazado enfáticamente las enmiendas del RCP en abril de ese año, que reconocían que la burguesía en Europa del Este había sido o estaba siendo expropiada. La «dirección» internacional sostenía que el estalinismo contrarrevolucionario no podía llevar a cabo una revolución, a pesar de que Trotski había explicado que en circunstancias excepcionales esto era posible. Ahora, en un giro de 180 grados, el SI había declarado que la Yugoslavia de Tito era un estado obrero relativamente sano, ¡un estado sin las deformaciones burocráticas presentes en Rusia!

Al principio, el SWP en Estados Unidos adoptó una postura de «que se hundan los dos». Sin embargo, cuando aparecieron las Cartas Abiertas de la IS, el SWP no planteó ninguna objeción. De hecho, las publicó en su prensa sin ninguna reserva ni crítica.

La respuesta del RCP

La respuesta del RCP británico a la crisis yugoslava fue completamente diferente. En primer lugar, defendió los principios fundamentales del trotskismo, incluida la defensa del derecho de los yugoslavos a la autodeterminación, que el SWP se negaba a reconocer.

«Está claro que cualquier leninista debe apoyar el derecho de cualquier país pequeño a la liberación nacional y la libertad si así lo desea», escribieron Ted Grant y Jock Haston. Continuaban:

«Todos los socialistas darán su apoyo crítico al movimiento en Yugoslavia para federarse con Bulgaria y liberarse del dominio directo de Moscú. Al mismo tiempo, los trabajadores de Yugoslavia y de estos países lucharán por la instauración de una auténtica democracia obrera, del control de la administración del Estado y de la industria, como en los días de Lenin y Trotski en Rusia. Esto es imposible bajo el actual régimen de Tito». (Socialist Appeal, julio de 1948)

Una vez más, en su folleto Behind the Stalin-Tito Clash (Detrás del choque entre Stalin y Tito), Ted y Jock argumentaban que el conflicto «debe ser el medio para educar a la clase obrera sobre las diferencias fundamentales entre el estalinismo y el leninismo». Sobre esta base, escribieron:

«Esta grieta en el frente estalinista internacional puede marcar una etapa en la larga lucha de Trotski y la IV Internacional para desenmascarar al estalinismo […] Marcará una etapa en el avance hacia la construcción de una auténtica Internacional Comunista, la IV Internacional, que puede conducir al establecimiento de un sistema mundial de repúblicas comunistas libremente federadas».

Pero cuando los dirigentes del RCP vieron las Cartas Abiertas del SI a los yugoslavos, se horrorizaron. A diferencia del SWP estadounidense, el RCP no estaba dispuesto a tolerar esta capitulación ante el estalinismo y se pronunció abiertamente en contra. En nombre del Comité Central, Jock Haston escribió una carta de protesta a la Internacional, reiterando sus críticas y rechazando la orientación de las Cartas Abiertas:

«La disputa entre Yugoslavia y el Cominform ofrece a la Cuarta Internacional grandes oportunidades para exponer a los militantes estalinistas de base los métodos burocráticos del estalinismo. Sin embargo, nuestro enfoque de este importante acontecimiento debe ser principista. No podemos dar crédito, con nuestro silencio sobre aspectos de la política y el régimen del PCY [Partido Comunista Yugoslavo], a la impresión de que Tito o los líderes del PCY son trotskistas y que no hay grandes obstáculos que los separen del trotskismo. Nuestra denuncia de la forma burocrática en que se expulsó al PCY no debe significar que nos convirtamos en abogados de la dirección del PCY, ni crear la más mínima ilusión de que, a pesar de la ruptura con Stalin, no siguen siendo estalinistas en su método y formación.

[…]

Las Cartas parecen basarse en la perspectiva de que los dirigentes del PCY pueden ser ganados para la Cuarta Internacional. Bajo la presión de los acontecimientos, se han producido extrañas transformaciones en algunos individuos, pero es sumamente improbable, por decir lo menos, que Tito y otros dirigentes del PCY puedan volverse bolcheviques-leninistas. Enormes obstáculos se interponen en el camino de esa eventualidad: las tradiciones y la formación stalinistas, y el hecho de que ellos mismos se apoyan en un régimen burocrático estalinista en Yugoslavia. Las cartas no señalaron la naturaleza de estos obstáculos, no subrayaron que para que la dirección del PCY se convierta en comunista, es necesario que no solo rompa con el estalinismo, sino que repudie su propio pasado, sus métodos estalinistas actuales y reconozca abiertamente que ellos mismos son responsables de la construcción de la máquina que ahora se utiliza para aplastarlos. No se trata aquí de que los comunistas se enfrenten a un «terrible dilema», con una «enorme responsabilidad» que pesa sobre ellos, a quienes ofrecemos un modesto consejo: se trata de que los burócratas estalinistas se conviertan en comunistas».

La carta del PCR continuaba:

«Sin embargo, tal y como están, por su silencio sobre aspectos fundamentales del régimen en Yugoslavia y la política del PCY, las Cartas dan una nota oportunista.

[…]

Las Cartas del SI analizan la disputa únicamente en el plano de la «injerencia» de los dirigentes del PCUS, como si se tratara únicamente de que esa dirección intentara imponer su voluntad sin tener en cuenta las «tradiciones, la experiencia y los sentimientos» de los militantes. Pero la disputa no es simplemente una lucha de un partido comunista por la independencia de los decretos de Moscú. Es una lucha de una sección del aparato burocrático por esa independencia. La postura de Tito representa, es cierto, por un lado, la presión de las masas contra las exacciones de la burocracia rusa, contra la «unidad orgánica» exigida por Moscú, el descontento con el nivel de los especialistas rusos, la presión del campesinado contra una colectivización demasiado rápida. Pero, por otro lado, está el deseo de los dirigentes yugoslavos de mantener una posición burocrática independiente y otras aspiraciones propias.

[…]

No solo con respecto a Yugoslavia, sino también con respecto a otros países, la Carta Abierta da la impresión totalmente falsa de que es la dirección rusa la única responsable… [Esto] puede crear la ilusión de que los dirigentes de los partidos estalinistas nacionales podrían ser buenos revolucionarios, si Moscú les dejara… Estos dirigentes participan activamente en la preparación de los crímenes. Así pues, tampoco en el caso de Tito se trataba de que se hubiera visto «obligado» a cumplir los deseos de Moscú en el pasado.

No podemos dejar de comentar aquí que vuestra carta acrítica al Partido Comunista Yugoslavo refuerza precisamente el punto de vista de que Tito es un «trotskista inconsciente».

La carta del RCP continuaba destacando el aparente giro sobre la naturaleza de clase de Yugoslavia y los países «tapón» que había adoptado el Congreso Mundial en abril de 1948. Estaba claro que la posición del RCP, rechazada en abril, se confirmaba ahora como correcta solo unos meses después.

«La mayoría del Congreso Mundial adoptó la posición de que los países tampón, incluida Yugoslavia, eran países capitalistas. Rechazó la resolución del RCP de que estas economías se estaban alineando con la de la Unión Soviética y no podían caracterizarse como capitalistas. La enmienda del Partido británico a la sección «La URSS y el estalinismo» fue derrotada. Pero de estas cartas se desprende claramente que el SI se ha visto obligado por los acontecimientos a partir del punto de vista del Partido británico, de que las relaciones productivas y políticas en Yugoslavia son básicamente idénticas a las de la Unión Soviética.

Si realmente existe en Yugoslavia un Estado capitalista, entonces las Cartas del SI solo pueden calificarse de oportunistas. Porque el SI no plantea las tareas que se derivarían en Yugoslavia si allí existieran las relaciones burguesas como forma dominante. Las Cartas se basan en conclusiones que solo pueden derivarse de la premisa de que se ha producido el derrocamiento básico del capitalismo y el latifundismo». (Énfasis en el original)

En su Respuesta a David James (primavera de 1949), Ted continuaba diciendo:

«La única diferencia entre los regímenes de Stalin y Tito es que este último se encuentra todavía en sus primeras etapas. Hay una notable similitud entre el primer estallido de entusiasmo en Rusia, cuando la burocracia introdujo el Primer Plan Quinquenal, y el entusiasmo actual en Yugoslavia.

[…]

Ya se han celebrado los primeros juicios por «sabotaje», en los que Tito atribuye la responsabilidad de cualquier deficiencia del plan a sus oponentes. De manera similar, tenemos el patrón de los juicios «confesionales» rusos a menor escala. Las líneas generales del estado policial estalinista son claramente visibles. Las diferencias son superficiales, los rasgos fundamentales son los mismos».

Sin embargo, los «líderes» de la Cuarta Internacional desestimaron de plano estas críticas tan contundentes. Pero para entonces ya no veían motivo para responder. En ese momento ya habían dividido criminalmente al RCP y la minoría de Healy estaba siendo reconocida en la práctica como la sección oficial en Gran Bretaña.

La única otra sección de la Internacional que planteó objeciones fue la francesa, pero sus críticas fueron muy débiles y tímidas: «No reprochamos en absoluto al SI que haya hecho un llamamiento al PC yugoslavo y a su CC. Este paso es adecuado dadas las relaciones entre las masas y el PC». Sin embargo, la dirección francesa estaba molesta por el tono. «Pero sí nos oponemos a estas cartas por idealizar a Tito y al PC yugoslavo». No obstante, se alinearon rápidamente y dejaron claro que acataban la disciplina internacional.

Durante 1949 y 1950, el SI se enamoró cada vez más de la idea de que la Yugoslavia de Tito era un Estado obrero «relativamente sano». Una resolución del CEI de ese año llegó a anunciar que «la dinámica de la revolución yugoslava confirma en todos sus puntos la teoría de la revolución permanente» y que «en Yugoslavia … el estalinismo ya no existe hoy como factor eficaz en el movimiento obrero…».

En cuanto al resto de Europa Oriental, aunque mantenían que eran capitalistas, desarrollaron una teoría deshonesta y confusa según la cual estos Estados estaban «en vías de asimilación estructural con la URSS». Pero añadían que «constituyen hoy el modelo de una sociedad híbrida y transitoria en plena transformación, cuyos contornos aún son confusos e imprecisos, de la que es extremadamente difícil resumir el carácter fundamental en una fórmula concisa». Esta formulación extremadamente vaga les permitía simplemente pasar por alto la realidad, pero les daba una cómoda vía de escape para el futuro.

Huelga decir que las enmiendas del RCP en el Segundo Congreso Mundial nunca fueron publicadas por el SWP, mientras que sus posiciones fueron atacadas y distorsionadas.

El hecho es que fue el RCP quien mantuvo una posición clara, lo que permitió a Grant y Haston predecir que «lejos de atacar los verdaderos crímenes de la burocracia estalinista, parece que Tito intentará llegar a algún tipo de compromiso». Esto es exactamente lo que ocurrió.

Brigadas de trabajo

En 1950, la Internacional desarrolló la idea de organizar brigadas de trabajo para ir a Yugoslavia. La sección francesa, el Partido Comunista Internacional (PCI), que, como hemos visto, inicialmente tenía reservas sobre el tono adoptado por la «Carta abierta» del SI, se había convertido ahora, bajo la dirección de Bleibtreu-Lambert, en el mayor club de admiradores de los estalinistas yugoslavos.

Con el apoyo entusiasta de Lambert, el PCI envió brigadas juveniles y sindicales para ayudar a «construir el socialismo» en Yugoslavia. En enero de 1950, el informe del VI Congreso del PCI afirmaba «que es falso hablar de una casta burocrática yugoslava de la misma naturaleza que la burocracia rusa» y «que es falso aceptar la idea de que el PCY ha capitulado o está en vías de capitular ante el imperialismo» (La Verité, 246, enero de 1950, Informe sobre la defensa de Yugoslavia https://cermtri.com/system/files/Adherents/no246.pdf ).

La resolución del Congreso declaraba que el PCY representaba un «retorno al leninismo en una serie de cuestiones estratégicas importantes». Definía al PCY como «centrismo de izquierda en proceso de evolución», con factores «que empujan objetivamente al PCY hacia el camino del programa revolucionario» (Manos fuera de la revolución yugoslava, resolución del VI Congreso del PCI, La Verité n.º 247, primera quincena de febrero de 1950 https://cermtri.com/system/files/Adherents/no247.pdf ).

El PCI instó a sus seguidores a sintonizar las emisiones de Radio Belgrado. Bajo el titular «La magnífica campaña electoral del PCY», Gerard Bloch declaró:

«El PCY y la IV Internacional son odiados por la misma razón: porque expresan la mayor fuerza de nuestra época, la fuerza de la revolución proletaria, la fuerza invencible de los trabajadores de todos los países». («La magnifique campagne électorale du PCY», La Verité n.º 251, primera quincena de abril de 1950).

El Primero de Mayo de 1950, una delegación francesa visitó Belgrado, entre la que se encontraba el líder del PCI, Lambert, quien se deshizo en elogios hacia el régimen de Tito:

«Creo haber visto en Yugoslavia una dictadura del proletariado, dirigida por un partido que lucha apasionadamente contra la burocracia y por imponer la democracia obrera».

Al mismo tiempo, informó con orgullo sobre las consignas que se coreaban en la manifestación: «Tito, Comité Central, Partido, Pueblos Yugoslavos» y «Tito está con nosotros, nosotros estamos con Tito». (Pierre Lambert, «1er Mai a Belgrade», La Verité n.º 254, segunda quincena de mayo de 1950).

Lambert, como responsable de la comisión de trabajo sindical del PCI, creó un boletín sindical llamado L’Únité, junto con sindicalistas opuestos al Partido Comunista Francés, que recibía financiación de la embajada yugoslava.

Organizaron brigadas de trabajo llamadas «Brigadas Jean Jaurès». Su periódico, La Vérité, titulaba un reportaje sobre una delegación:

«Los que han visto la verdad en Yugoslavia lo dicen: SÍ, este es un Estado donde se está construyendo el socialismo, esta es la dictadura del proletariado».

Refutando las acusaciones estalinistas de que Yugoslavia era un «Estado policial», el artículo declaraba:

«A diferencia de lo que ocurre en la URSS, en Yugoslavia es la propia clase obrera la que ejerce el poder […] Este Estado es un ESTADO OBRERO, decididamente comprometido en la vía de la DEMOCRACIA SOCIALISTA». («Ceux qui ont vu la vérité en Yugoslavie la dissent: OUI c’est un état où se construit le socialisme, c’est la dictature du proletariat», La Verite n.º 258, primera quincena de octubre de 1950)

Healy también se dedicó a apoyar a Tito, organizando una «Brigada Juvenil John MacLean» de la Liga Juvenil Laborista para ir a Yugoslavia.

Para no quedarse atrás, Cannon se sumó a los elogios al régimen. Envió un telegrama al Comité Central del PC Yugoslavo en el que alababa su manifiesto del Primero de Mayo:

«Los trabajadores de todo el mundo aclamarán vuestro llamamiento a defender Yugoslavia y restaurar el movimiento revolucionario al leninismo, en oposición al estalinismo y la socialdemocracia». («Yugoslav May Day Manifesto Hailed by SWP Leader», The Militant, 8 de mayo de 1950).

Dos meses más tarde, el periódico del SWP, The Militant, glorificaba a Tito con el titular «Tito denuncia a la burocracia como enemiga del socialismo» y calificaba su ataque a Stalin como «un gran hito en el desarrollo del movimiento obrero y socialista internacional» («Tito’s June 27 Speech», The Militant, 10 de julio de 1950).

En el Octavo Pleno del CEI, celebrado en abril de 1950, Mandel declaró claramente que Yugoslavia era ahora «un Estado obrero no degenerado».

Cuando el régimen de Tito capituló abiertamente ante el imperialismo en julio de 1950 al abstenerse en la intervención militar de la ONU contra el Norte en la Guerra de Corea, el periódico del PCI expresó en diciembre de 1950 su decepción y desilusión:

«Todo esto es extremadamente doloroso para los amigos revolucionarios de Yugoslavia que esperaban que sus dirigentes mantuvieran realmente sus promesas de defender consecuentemente el marxismo-leninismo contra el revisionismo estalinista». («La Yougoslavie sur la voie glissante», La Vérité n.º 263, segunda quincena de diciembre de 1950).

Pero todos los «líderes» de la Cuarta, sin excepción, capitularon ante el tito-stalinismo: Cannon, Mandel, Pablo, Frank, Maitan, Healy, etc. Su Internacional se había convertido, en palabras de Ted Grant, en «una agencia turística exculpatoria para Yugoslavia».

En 1953, cuando Cannon, Healy y Lambert acusaron a Pablo de ser proestalinista, intentaron ocultar el hecho de que habían sido grandes admiradores del estalinismo en los años anteriores. La historia documental en siete volúmenes de Healy sobre la IV Internacional solo comienza en 1952-1953. El período anterior simplemente se esconde bajo la alfombra.

La Revolución China

Se estaba creando un lío aún mayor en relación con China y la Revolución China de 1949.

Incapaz de pensar de forma independiente, el SI se aferró a la idea de que Mao capitularía inevitablemente ante Chiang Kai-Shek. Como resultado, los trotskistas chinos quedaron completamente confundidos cuando los acontecimientos tomaron un rumbo diferente.

Los ejércitos campesinos liderados por los estalinistas aplastaron a los de Chiang Kai-Shek y derrocaron el capitalismo. Inspirados por la Rusia estalinista, construyeron un régimen bonapartista proletario. Solo Ted Grant comprendió lo que estaba sucediendo y predijo de antemano lo que iba a ocurrir, incluso antes de que el propio Mao se diera cuenta.

La negativa del SI a reconocer la realidad se había vuelto completamente ridícula. Hubo una reunión internacional en la que Cannon y los demás, incluido un camarada chino, argumentaban que los ejércitos de Mao nunca cruzarían el río Yangtsé y derrotarían a las fuerzas de Chiang. Sin embargo, al final de la reunión, el Ejército Rojo había cruzado el río Yangtsé y aplastado a las fuerzas de Chiang Kai-Shek. Shachtman hizo troncharse de risa seguidores cuando bromeó sobre las perspectivas de Cannon para China. «Sí, Mao quiere capitular ante Chiang Kai-Shek», bromeó. «¡El único problema es que Mao no puede alcanzarlo!».

Los ejércitos de Chiang Kai-Shek simplemente se desvanecieron bajo el impacto del programa agrario revolucionario de Mao y la propaganda de «la tierra para el que la trabaja». Sin embargo, reprimió sin piedad cualquier movimiento independiente del proletariado en las ciudades.

Ted Grant proclamó de antemano que el desarrollo de la Revolución China era «el mayor acontecimiento de la historia de la humanidad», después de la Revolución Rusa.

La predicción de Ted

Cuando Mao llegó al poder en octubre de 1949, su perspectiva era que serían necesarios 100 años de capitalismo en China antes de que se planteara la posibilidad del socialismo. Sin embargo, el análisis de Ted era tan avanzado que predijo lo que sucedería incluso antes de que Mao lo pensara.

Los acontecimientos en China fueron un rompecabezas para los «líderes» de la Cuarta Internacional. Adoptaron la opinión provisional de Trotski antes de la guerra de que, si los ejércitos maoístas vencían a Chiang Kai-Shek, los dirigentes del Ejército Rojo traicionarían a su base campesina. Y en las ciudades, dada la pasividad de los trabajadores, la cúpula del Ejército Rojo se fusionaría con la burguesía, lo que conduciría al capitalismo. Esto no sucedió, ya que el camino hacia el desarrollo capitalista en China estaba bloqueado. La burguesía bajo el régimen de Chiang Kai-Shek reveló su completa bancarrota, incapaz de resolver la cuestión agraria o de liberar al país de la dominación imperialista.

En 1950, Ted explicó los procesos que condujeron al surgimiento de Estados obreros burocráticamente deformados:

«El hecho de que la revolución en China y Yugoslavia pudiera desarrollarse con un carácter distorsionado y degradado se debe a los siguientes factores mundiales:

(a) La crisis del capitalismo mundial.
(b) La existencia de un Estado obrero fuerte y deformado adyacente a estos países e influyente en el movimiento obrero.
(c) La debilidad de la corriente marxista de la Cuarta Internacional.

Estos factores han dado lugar a un desarrollo sin precedentes, que ninguno de los maestros marxistas podía prever: la extensión del estalinismo como fenómeno social a más de la mitad de Europa, al subcontinente chino y con la posibilidad de extenderse a toda Asia.

Esto plantea nuevos problemas teóricos que debe resolver el movimiento marxista. En condiciones de aislamiento y escasez de fuerzas, los nuevos factores históricos no podían sino dar lugar a una crisis teórica del movimiento, planteando el problema de su propia existencia y supervivencia». (Grant, «Open Letter to the B.S.F.I», septiembre-octubre de 1950)

El problema de «su propia existencia y supervivencia» se planteó sin duda de forma muy aguda. Error tras error, y su incapacidad para aprender de ellos, habían desacreditado por completo a la Internacional.

Todavía en 1954, el SWP seguía hablando de China como capitalista. No fue hasta el año siguiente, en 1955, cuando caracterizaron a China como un estado obrero deformado.

Ted reúne todos los hilos en su documento «El estalinismo en el mundo de la posguerra», escrito en junio de 1951:

«Para el marxismo, ni el pesimismo ni el optimismo espurio pueden desempeñar un papel en la determinación del análisis de los acontecimientos. La primera necesidad es comprender el significado de la coyuntura de las fuerzas históricas que conducen a la situación mundial actual».

También predijo que la creación de un estado obrero deformado en China conduciría, al igual que con Tito, a un grave enfrentamiento con la burocracia rusa. En otras palabras, anticipó la futura ruptura chino-soviética.

Todo esto era un misterio para Cannon, Mandel, Pablo, Frank y compañía, que no entendieron en absoluto lo que estaba pasando. Según ellos, había un Estado obrero relativamente sano en Yugoslavia, Estados capitalistas en el resto de Europa y un Estado obrero deformado en Rusia. Como explicó Ted, «esta posición era incoherente incluso desde el punto de vista de la lógica formal, por no hablar del marxismo».

La destrucción del RCP

Las constantes piruetas y errores de los «líderes» de la Cuarta no solo llevaron a la destrucción de la IV Internacional, sino que también contribuyeron a destruir el RCP, la sección más exitosa de la Internacional.

Aunque el movimiento se enfrentaba a dificultades objetivas, dado el auge y el fortalecimiento del estalinismo, una política y una perspectiva correctas podrían haber preservado los cuadros. Sin embargo, las maniobras y las políticas erróneas de la camarilla dominante sirvieron para desorientar y desmoralizar a los cuadros.

Esta desmoralización afectó a algunos de los principales camaradas del RCP, en particular a Jock Haston. Los dirigentes de la Internacional propusieron disolver el PCR en el Partido Laborista, una política de entrismo profundoY aunque sabía muy bien que las condiciones establecidas por Trotski para el entrismo estaban totalmente ausentes, Haston, desesperado por permanecer dentro de las filas de la Internacional, sugirió que se aceptara esta propuesta.

Ted y otros líderes del partido se opusieron, pero en un intento por mantener unida la dirección, finalmente aceptaron. Sin embargo, cuando intentaron entablar conversaciones con la dirección Internacional, se les dijo de manera abrupta: no hablen con nosotros, hablen con nuestro representante en Gran Bretaña, Gerry Healy. De hecho, se les ordenó fusionarse con el grupo de Healy o quedarse fuera de la Internacional.

Las condiciones impuestas por Healy eran bastante escandalosas: no se discutiría ninguna diferencia durante seis meses, tras los cuales se celebraría una conferencia. Supuestamente, esto era para facilitar la unificación. En realidad, se trataba de una maniobra cínica por parte de Healy.

Healy estaba decidido a garantizarse la mayoría en la conferencia. Hasta ese momento, nunca había logrado obtener la mayoría en el RCP. Ahora tenía los medios para resolver este problema. Aprovechando la situación y utilizando los métodos más arbitrarios y burocráticos, Healy procedió inmediatamente a expulsar a los elementos de la oposición.

Con Healy ahora en control total de la organización, no se toleraba ninguna oposición. Esta era la venganza que había estado esperando durante diez años.

Cuando Haston vio lo que estaba pasando, ya completamente desmoralizado, dimitió asqueado. No satisfecho con esto, Healy exigió que fuera expulsado formalmente.

A principios de marzo de 1950, anunció al Buró Político que Haston debía ser expulsado por su «renegación», argumentando que «ese hombre es un oportunista incorregible».

La dimisión de Haston colocó a Ted en una posición imposible. Pero él se daba cuenta de que todo el asunto era una farsa repugnante, por lo que se abstuvo. Healy procedió entonces a expulsar a Tony Cliff, en realidad por sus ideas y para impedir que su documento se debatiera en la conferencia. Cuando Ted se negó a respaldar la expulsión de Cliff, también fue expulsado.

Sobre la base de maniobras tan descaradas y de una purga sistemática, Healy obtuvo su «mayoría».

Estos métodos eran completamente ajenos al movimiento trotskista. Estaban tomados directamente del manual del zinovievismo, que está a solo un paso del estalinismo.

Esto no tenía nada que ver con las tradiciones del bolchevismo, tradiciones democráticas limpias, que siempre defendió el RCP. Así explicaba Trotski cómo debían resolverse las disputas internas:

«En primer lugar se deben respetar estrictamente los estatutos de la organización: reuniones periódicas de la base, congresos periódicos, el derecho de la minoría a expresar su posición (debe imperar una actitud fraternal y no debe haber amenazas de expulsión).

Usted sabrá que eso jamás, jamás se hacía en el viejo partido [ruso]. La expulsión de un camarada era un acontecimiento trágico y sólo se hacía por razones morales, no porque tuviera una actitud crítica.». (De «Resultados del entrismo y las próximas tareas», 6 de octubre de 1937, en «Escritos de León Trotski [Libro 5]»).

Ted y Jock Haston estaban en total desacuerdo con la teoría revisionista del capitalismo de Estado de Tony Cliff, pero le respondieron políticamente, de una manera que pudiera elevar el nivel de los cuadros. Nunca se les ocurrió expulsarlo por sus opiniones erróneas.

Estos métodos podridos zinovievistas se habían convertido en la norma dentro de la llamada Cuarta Internacional, cuyos líderes intentaban resolver las diferencias políticas mediante medidas administrativas, presión e intimidación.

Tras la expulsión de Ted de la organización de Healy, el «Club», como se le llamaba, Ted fue expulsado formalmente de la Cuarta Internacional en su Tercer Congreso, celebrado en agosto de 1951, a propuesta de Mandel.

Según el informe del Boletín Internacional de Información (diciembre de 1951):

«La expulsión de Haston, miembro regular del CEI, y de Grant, miembro suplente, ambos representantes de la antigua mayoría del RCP y encarnando esa tendencia del trotskismo británico que se negaba obstinadamente a integrarse en la Internacional y a asimilar el nuevo curso del trotskismo».

Y continuaba: «representa un ejemplo típico de la rápida degeneración de cualquier tendencia que busca su salvación en un particularismo nacional fuera de los amplios caminos de desarrollo de la Internacional…».

Su cinismo se manifestaba abiertamente hasta el punto de afirmar:

«Su expulsión [la de Haston] del CEI en el octavo Pleno, después de haber abandonado la organización y cometido actos de traición abierta, puso fin a una larga lucha política en la que nadie puede negar la actitud paciente y flexible de la dirección de la Internacional, que hizo todo lo posible para integrar realmente la tendencia de Haston en la Internacional».

Healy y Cannon, junto con el resto, finalmente se salieron con la suya. Al final, el RCP, junto con toda la IV Internacional de Trotski, fue destruido. Esto significó la derrota del trotskismo genuino y el triunfo del zinovievismo dentro de la organización.

Una escisión sin principios

Ted Grant señaló muchas veces que la única autoridad que puede reivindicar una dirección leninista genuina es una autoridad moral y política. Si se le quita eso, lo único que queda es un régimen burocrático corrupto en el que los dirigentes se atribuyen un prestigio espurio.

Los dirigentes que cuentan con la preparación ideológica necesaria y están imbuidos de los métodos del materialismo dialéctico nunca temen responder a las diferencias políticas o a las críticas.

Pero los líderes que no tienen el nivel suficiente para responder a sus críticos con el lenguaje de los hechos, las cifras y los argumentos siempre tenderán a recurrir a medidas administrativas para eliminar los problemas internos indeseables. Tales métodos son un camino seguro hacia la destrucción de la organización.

Al carecer de la autoridad política y moral necesaria, los líderes de la Cuarta utilizaron métodos zinovievistas para imponer su política. Tales métodos solo producen inevitablemente desmoralización política, crisis y divisiones sin principios.

Esto, junto con una línea política sistemáticamente incorrecta, es lo que garantizó la destrucción final de la IV Internacional.

El RCP era el único obstáculo serio en el camino hacia la completa degeneración de la IV Internacional.

Con la destrucción del RCP, el camino quedó libre para que Pablo, Mandel y Frank pisotearan a las secciones de la Internacional. Lo que les faltaba era autoridad política y moral, lo que se reflejaba con precisión en su perspectiva y política sistemáticamente incorrectas.

En 1951, en el Tercer Congreso Mundial, Pablo y el SI pasaron de su posición anterior de un estalinismo debilitado por la guerra a una perspectiva de una guerra atómica inmediata desencadenada por el imperialismo contra la Unión Soviética, una Tercera Guerra Mundial que conduciría a la revolución.

Esta guerra se consideraba parte de la lucha de clases internacional entre el proletariado y la burguesía, con Estados Unidos a la cabeza del campo burgués y la Unión Soviética, con su dirección estalinista —aunque de mala gana—, liderando el campo del proletariado internacional. Esta perspectiva, en la mente de estas personas, se hizo más real con la Guerra de Corea, que aún continuaba. Según Pablo:

«Las dos concepciones de «Revolución» y «Guerra», lejos de oponerse o diferenciarse como dos etapas de desarrollo significativamente diferentes y tan entrelazadas que resultan casi indistinguibles… En su lugar, está surgiendo la concepción de «Revolución-Guerra» o «Guerra-Revolución», en la que deben basarse las perspectivas y la orientación de los marxistas revolucionarios de nuestra época». (‘Where Are We Going?’, Michel Pablo, July 1951)

En cuanto al resultado victorioso, esta «transformación probablemente llevará todo un período histórico de varios siglos y, mientras tanto, estará llena de formas y regímenes de transición entre el capitalismo y el socialismo, que necesariamente se desviarán de las formas y normas «puras»».

En otras palabras, su perspectiva era la de «siglos de Estados obreros deformados», con los trotskistas como oposición leal dentro de estos Estados.

Dada la escala temporal y la agitación en las organizaciones de masas provocada por esta «guerra-revolución», los trotskistas, según Pablo, debían ahora entrar en las organizaciones de masas, estalinistas o socialdemócratas, para evitar su aislamiento. Se trataba de una política de entrismo sui generis, un «entrismo de un tipo especial». Se trataba de una política de «entrismo profundo» a largo plazo hasta que la «confrontación mundial» se resolviera con la victoria de los Estados obreros deformados.

Pablo declaró que el estalinismo y el nacionalismo pequeñoburgués podían desempeñar un papel progresista en la transición del capitalismo al socialismo. Esto era precisamente lo que los dirigentes de la Cuarta habían acusado indignadamente a la RCP de defender, aunque, en realidad, la RCP nunca había tenido tal posición.

El Noveno Pleno de la CEI en noviembre de 1950, el Tercer Congreso Mundial en el verano de 1951 y luego el Pleno de la CEI en febrero de 1952, todos respaldaron el análisis de Pablo, incluida esta nueva estrategia entrista surgida de la inminente guerra mundial.

Esto llevó al POR, la sección boliviana de la IV Internacional, a apoyar al Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), lo que condujo al proletariado a la derrota en la Revolución Boliviana de 1952 (véase La Revolución Boliviana de 1952).

La Resolución sobre Bolivia para el XII Pleno del CEI (diciembre de 1952) afirmaba que el POR había actuado correctamente y respaldaba abiertamente «el apoyo crítico concedido al MNR». (International Information Bulletin, Jan 1953, p. 24).

La mayoría de la sección francesa se opuso a algunos aspectos de la nueva línea de Pablo y Bleitbreu-Favre escribió un documento en contra titulado «¿Adónde va Pablo?». Mientras Pablo había adoptado una línea de adaptación a la burocracia estalinista de Moscú, Favre seguía aferrado a la posición anterior de ilusiones en los estalinistas de Yugoslavia y el Partido Comunista Chino. Su argumento era:

«Lo que define a un partido obrero como estalinista —en contraposición a un partido revolucionario o un partido socialdemócrata (vinculado a la burguesía) o cualquier tipo de partido centrista— no es la ideología estalinista (que no existe), ni los métodos burocráticos (que existen en todo tipo de partidos), sino su subordinación total y mecánica al Kremlin. Cuando por una u otra razón esta subordinación deja de existir, ese partido deja de ser estalinista y expresa intereses diferentes a los de la casta burocrática de la URSS. Esto es lo que ocurrió (gracias a la acción revolucionaria de las masas) en Yugoslavia mucho antes de la ruptura de relaciones; la ruptura solo lo hizo oficial. Esto es lo que ya ha ocurrido en China y se reflejará inevitablemente en una ruptura de relaciones, independientemente del curso que tome la revolución china».

Esta fue la base de la oposición a Pablo por parte de la mayoría del PCI. Como era de esperar, Pablo utilizó medios burocráticos para vencer esta oposición. En primer lugar, se negó a someter a votación el documento de la mayoría francesa en el Congreso Mundial de 1951. Luego obligó a la mayoría francesa a aceptar una comisión para decidir los detalles de la táctica en Francia. Fue un compromiso incómodo.

En enero de 1952, el SI ordenó a la sección francesa que se uniera al Partido Comunista Francés. Esto significaba abandonar el trabajo sindical conjunto que Lambert había estado llevando a cabo en L’Unité con elementos anticomunistas (ahora parte de la federación sindical Force Ouvrière) y unirse a la CGT. La mayoría del CC votó en contra. Pablo intervino entonces y suspendió burocráticamente a los 16 miembros del CC que habían votado en contra. Esta decisión fue revocada por el CEI un mes después.

Sin embargo, a mediados de 1952, con la conferencia nacional a la vuelta de la esquina, la minoría pro-Pablo de la sección francesa irrumpió en la sede del PCI y se llevó material. Fueron expulsados rápidamente por la mayoría, lo que dio lugar a dos organizaciones con el mismo nombre y el mismo periódico.

En la reunión del CEI de noviembre de 1952, la mayoría francesa, liderada por Lambert y Bleibtreu-Favre, fue derrotada y finalmente expulsada de la Internacional por el SI en enero de 1953. Esta acción y la línea política general fueron apoyadas por una abrumadora mayoría, incluyendo al SWP estadounidense y al grupo de Healy, que aún eran archi-pablistas.

Antes de esto, Daniel Renard, miembro de la sección francesa, había escrito a Cannon pidiendo apoyo contra la línea proestalinista de Pablo. En mayo de 1952, Cannon respondió a Renard rechazando cualquier sugerencia de una tendencia pro-estalinista en la Internacional:

«No vemos tal tendencia en la dirección internacional de la IV Internacional ni ningún signo o síntoma de ella.

Juzgamos la política de la dirección internacional por la línea que elabora en los documentos oficiales; en el período reciente, por los documentos del Tercer Congreso Mundial y del Décimo Pleno. No vemos ningún revisionismo en ellos. Consideramos que estos documentos son completamente trotskistas…

Es opinión unánime de los dirigentes del SWP que los autores de estos documentos han prestado un gran servicio al movimiento, por lo que merecen nuestro agradecimiento y apoyo camaraderil, y no desconfianza y denigración». («Letters exchanged between Daniel Renard and James P. Cannon», 16 de febrero y 9 de mayo de 1952).

De las declaraciones anteriores queda absolutamente claro que todos ellos eran «pablistas» en ese momento. Todos cantaban exactamente la misma canción política. Basta recordar que las resoluciones del Tercer Congreso Mundial de 1951 fueron redactadas por el SI pablista y acordadas en ese congreso.

Cannon apoyó incondicionalmente a Pablo. «La resolución, tal y como yo la entiendo, es un intento de reconocer y afrontar la nueva realidad mundial y de extraer las conclusiones necesarias para nuestra estrategia y táctica. Estoy de acuerdo con las conclusiones a las que se llega», afirmó. (Cannon, Speeches to the Party, p. 141).

Cannon, en particular, consideraba que estas resoluciones respaldaban sus «Tesis americanas». Lo subrayó en una carta a Dan Roberts:

«En realidad, los acontecimientos analizados en los documentos del Tercer Congreso refuerzan poderosamente las Tesis Americanas y les dan más actualidad. La tendencia mundial hacia la revolución es ahora irreversible, y Estados Unidos no escapará a su influencia». (Cannon, Speeches to the Party, p. 271)

Cuando Cannon leyó el folleto de Pablo, The Coming World Showdown (El enfrentamiento mundial que se avecina), con su perspectiva de que la guerra mundial se convertiría en una guerra-revolución, declaró: «Estoy completamente de acuerdo con el folleto de Pablo».

La escisión de 1952-1953, cuando se produjo, no tuvo nada que ver con diferencias políticas, ya que no había desacuerdo alguno. Cuando Pablo presentó al SI un borrador titulado El auge y la caída del estalinismo como base para el debate en el próximo IV Congreso Mundial, Healy aceptó que se distribuyera a todas las secciones en nombre del SI, con solo algunas críticas menores.

Por su parte, Healy había sido un aliado cercano de Pablo durante esos años. «Durante los últimos años he estado muy cerca de él y he llegado a apreciarlo considerablemente», escribió a Cannon en mayo de 1953. «Ha hecho un trabajo notable y ahora necesita nuestra ayuda». («Carta de G. Healy a James P. Cannon, 27 de mayo de 1953», Trotskyism versus Revisionism, vol. 1, pp. 112 y 114).

La escisión tuvo más bien que ver con las relaciones entre Pablo y los dirigentes del SWP, que ahora se veían como rivales. Aunque Cannon apoyaba la política de Pablo, nunca pudo tolerar su injerencia en el SWP. En particular, acusó a Pablo de interferir en sus «asuntos», con la aparición de una facción minoritaria opuesta a la dirección del SWP, liderada por Bert Cochran, que, según ellos, estaba «instigada por París».

Como resultado, Cannon lanzó un ataque contra «París», un cuerpo extraño que intentaba interferir en el partido estadounidense y alentar a sus disidentes internos. Cannon pronto se puso a trabajar para eliminar a Pablo «y sus lacayos carentes de carácter». Con su agresividad característica, escribió: «La tarea revolucionaria no es «convivir» con esta tendencia… sino explotarla».

Y añadió:

«Tal como visualizo la siguiente etapa de nuestra estrategia, debe partir de la determinación inquebrantable de aniquilar política y organizativamente al pablismo».

Ahí lo tienen: ¡de la total acuerdo y el apoyo incondicional al pablismo en todas sus manifestaciones, a la «determinación inquebrantable» de aniquilarlo y expulsarlo de la organización! Y este giro de 180 grados se llevó a cabo sin esfuerzo, sin pestañear y sin ninguna explicación, en el espacio de unos pocos meses.

Cuando llegó, la escisión fue música para los oídos de Healy. Ahora habría una nueva división del trabajo, en la que Healy se convertiría en el hombre de Cannon en Europa, con libertad para seguir con sus propios planes. A él se unió también el PCI francés, liderado por Bleibtreu-Favre y Lambert, que se unieron en la formación del llamado «Comité Internacional» de la Cuarta Internacional.

Mientras tanto, Healy llevaba a cabo una política de entrismo profundo en Gran Bretaña, centrada en Socialist Outlook, en colaboración con varios reformistas de izquierda. En 1954, el Comité Ejecutivo Nacional del Partido Laborista prohibió su periódico. Sin periódico, los healyistas comenzaron a vender y colaborar oportunistamente con Tribune, una revista reformista editada por Michael Foot, un episodio que les gustaría que todo el mundo olvidara.

Del ultraizquierdismo al oportunismo

Durante muchos años, Mandel, Pablo y Cannon se negaron obstinadamente a reconocer la realidad de la nueva situación tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Luego, sin ninguna explicación y sin hacer ninguna crítica de los errores del pasado, pasaron del ultraizquierdismo al oportunismo. En lugar de la perspectiva de un colapso económico inmediato, comenzaron a coquetear con ideas revisionistas, incluido el keynesianismo, que tomaron prestadas del arsenal decrépito del reformismo, incluida la economía burguesa.

Mandel quedó hipnotizado por la intervención estatal, mientras que Tony Cliff adoptó la idea de la «economía de armas permanente» para explicar el auge de la posguerra. Solo nuestra tendencia, en la persona de Ted Grant, comprendió lo que estaba sucediendo.

En un brillante análisis escrito en 1960, «¿Habrá una recesión?», Ted explicó la naturaleza del auge que se estaba produciendo:

«Es verdad que la tasa de crecimiento en el período de 1870-1914 tuvo un ritmo mayor que en el período entreguerras, pero eso reflejaba que había cambiado la naturaleza relativamente progresista del capitalismo. La guerra mundial de 1914-1918 marcó una etapa determinada en el desarrollo del capitalismo, esto se reflejó en el callejón sin salida al que llegó la sociedad debido a la propiedad privada de los medios de producción y a la existencia del estado nacional.

«El auge económico que siguió a la Segunda Guerra Mundial tuvo su origen en toda una serie de factores. No hay nada ‘inaudito’ en este auge, la posibilidad de un auge económico en la sociedad capitalista ya fue prevista por Trotsky en su crítica de las concepciones mecánicas de los estalinistas».

A continuación, explicó los factores que habían dado lugar al auge, incluida la expansión sin precedentes del comercio mundial.

«Desde la Segunda Guerra Mundial el capitalismo, de una forma contradictoria y desigual, ha sufrido un período de ‘renacimiento’. Es verdad que es el respiro temporal de una economía enferma y podrida, que refleja más la senilidad del capitalismo que su lozana juventud, y que muestra todas las debilidades de un sistema en decadencia. Estos períodos de respiro son inevitables incluso durante la época de declive general del capitalismo en la medida que la clase obrera no consigue abolir este sistema. No existe la ‘crisis final’, la ‘última recesión económica’ del capitalismo, un ‘límite de la producción’ o cualquier otro tipo de ideas primitivas que plantearon los estalinistas durante la gran depresión de 1929-1933. Sin embargo, la debilidad del capitalismo sí se refleja en los acontecimientos revolucionarios que siguieron a la Segunda Guerra Mundial».

Pierre Lambert, el líder de la sección francesa que fue expulsado de la Cuarta Internacional en 1952, también criticó el revisionismo de los demás líderes de la Internacional, pero su única alternativa era aferrarse obstinadamente a las posiciones falsas adoptadas por la Internacional inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial.

Haciendo caso omiso de los hechos, siguió negando que hubiera habido ningún desarrollo de las fuerzas productivas a lo largo del siglo XX, hasta el día de su muerte en 2008.

En realidad, en las décadas que siguieron al final de la Segunda Guerra Mundial, el capitalismo experimentó su mayor auge económico desde la Revolución Industrial. En estas condiciones, la IV Internacional se enfrentó a graves dificultades.

El auge económico permitió al capitalismo conceder ciertas reformas y mejoras en el nivel de vida. En Gran Bretaña, el gobierno laborista, elegido por primera vez en 1945 con una victoria aplastante, llevó a cabo su programa de reformas, incluida la nacionalización. Esto provocó un enorme aumento de las ilusiones en el reformismo.

Al mismo tiempo, el derrocamiento de los regímenes capitalistas en Europa del Este, seguido de la gran revolución china de 1949, creó nuevas ilusiones en el estalinismo entre una importante capa de los trabajadores y la juventud.

El camino de la Cuarta Internacional se vio, por lo tanto, bloqueado por una serie de obstáculos objetivos que impedían el rápido desarrollo de sus fuerzas en la mayoría de los países.

Incluso si Marx, Lenin y Trotski hubieran estado vivos, la situación objetiva fundamental habría seguido siendo extremadamente difícil. Sin embargo, como hemos dicho, cuando un ejército se ve obligado a retirarse y está dirigido por buenos generales, puede retirarse en buen orden, conservando el grueso de sus fuerzas para reagruparse y prepararse para un nuevo avance cuando cambie la situación.

Pero los malos generales siempre convertirán la retirada en una derrota. Eso es precisamente lo que le sucedió a la IV Internacional.

Ted, por su parte, fue capaz de desarrollar una perspectiva correcta, rearmar a los compañeros y preparar el terreno para el futuro:

«Desde el punto de vista del marxismo esta recuperación económica del capitalismo no es un fenómeno negativo, fortalece de una manera formidable el número, la cohesión y la posición de la clase obrera dentro de la nación. La próxima ruptura de la coyuntura económica creará más problemas para el capitalismo que en épocas pasadas.».

Ted concluyó que se estaba preparando la perspectiva de una recesión inevitable:

«Cualquiera que sea la fecha exacta, lo que es absolutamente cierto es que al boom sin precedentes de la posguerra, le seguirá un período catastrófico de crisis que tendrá un efecto profundo en el pensamiento político de las enormemente fortalecidas filas del movimiento obrero.».

Fue esta capacidad de analizar la situación concreta tal y como era, y no como les hubiera gustado a los sectarios confusos, lo que permitió a Ted mantener unidas las pequeñas fuerzas que teníamos en aquel entonces. Así pudo prepararlas para la inevitable recesión económica que se produciría en una etapa posterior y, con ella, la tumultuosa lucha de clases.

¡Contra la corriente!

Durante varios años después de la destrucción del RCP, Ted Grant y el pequeño grupo de seguidores se vieron obligados a luchar contra corriente, en condiciones objetivas extremadamente difíciles.

Luego, en 1956, acontecimientos titánicos provocaron una ruptura en la situación. Las revelaciones de Jruschov y el heroico levantamiento de los trabajadores húngaros, brutalmente reprimido por los tanques rusos, convulsionaron el movimiento estalinista de arriba abajo.

En Gran Bretaña, el Partido Comunista sufrió una grave escisión, en la que perdió un gran número de cuadros importantes, incluidos líderes sindicales clave. Desgraciadamente, la escasez de nuestras fuerzas hizo prácticamente imposible ganarnos a estos elementos, algunos de los cuales se unieron a la organización de Healy, a la que empujaron hacia la ultraizquierda. Otros se fueron muy a la derecha y se convirtieron en agentes de la clase dominante.

La Cuarta Internacional oficial había perdido su base en Gran Bretaña cuando, en 1953, Healy se separó para unirse al llamado Comité Internacional. En un intento por construir una sección desde cero, la Internacional publicó un anuncio en el periódico The Tribune, convocando a todos los trotskistas interesados en la Cuarta Internacional a participar en una conferencia.

Aunque Ted y los demás camaradas no tenían ninguna ilusión en esta organización, consideraron que no tenían nada que perder participando en ella, y así lo hicieron. Posteriormente, acordaron unirse a otro pequeño grupo para refundar la sección británica de la Cuarta. Debe quedar claro que este paso se dio sin hacer ninguna concesión política y, desde luego, sin ilusiones. Pero se consideró que era una forma posible de superar nuestro aislamiento y entrar en contacto con personas de ideas afines en otros países.

Durante un tiempo, el experimento dio algunos resultados positivos. Pero muy pronto resurgieron inevitablemente las viejas diferencias, y también las viejas maniobras e intrigas.

Ted se convirtió en miembro del Comité Ejecutivo Internacional, donde tuvo ocasión de observar todos los problemas causados por los errores de Pablo. Una vez más, Pablo estaba tocando el tambor de guerra, impulsando la teoría de una guerra nuclear inminente que, de alguna manera misteriosa, conduciría a la revolución socialista.

Ted se divertía bastante al ver el efecto de esta estúpida propaganda, incluso en los cuadros dirigentes. Recuerda un encuentro con una compañera que, al despedirse de él con lágrimas en los ojos, le dijo: «Adiós, camarada, puede que sea la última vez que nos veamos».

A lo que Ted respondió: «No te preocupes. Vete a la cama y duerme tranquila. No habrá ninguna guerra y nos volveremos a ver en la próxima sesión». No se sabe si ella quedó convencida.

También se dio cuenta de que había un bloque sólido de camaradas argentinos, liderados por un hombre llamado Posadas, que siempre eran 1000 % leales a Pablo. En cada votación, sus manos se levantaban sin dudarlo.

Después de una de esas votaciones, Ted llevó a Pablo a un lado y le dijo: «Ten cuidado con esa gente. Hoy siempre votan contigo. Mañana siempre votarán en tu contra». Esta predicción resultó acertada.

La sección más grande de la Internacional estaba en Sri Lanka, que entonces se llamaba Ceilán. Pero Ted notó que en todas las reuniones del IEC, los miembros dirigentes de Sri Lanka mostraban una actitud bastante despectiva hacia la dirección internacional.

El líder del LSSP, NM Pereira, mostraba claramente tendencias oportunistas. Ted dijo que «NM nunca fue trotskista». Pero la dirección internacional no hizo ningún intento por corregirlo.

Cuando Trotski estaba vivo, incluso como individuo, tenía una inmensa autoridad política y moral, que inspiraba respeto en todos los cuadros dirigentes de la Internacional.

Pero estos líderes nunca pudieron gozar de tal autoridad. Sus innumerables errores y equivocaciones los socavaron, especialmente a los ojos de los camaradas de Sri Lanka, que, al fin y al cabo, dirigían una organización de masas.

Inevitablemente, todo acabó en lágrimas. El LSSP se unió a un gobierno de Frente Popular en Sri Lanka, causando consternación en la dirección internacional. Pero este fue el resultado inevitable de años de fracaso a la hora de proporcionar una orientación firme a los camaradas de Sri Lanka. En una reacción de pánico, expulsaron a todo el LSSP, sin siquiera intentar llevar a cabo una lucha política para ganarse a la mayoría.

Las diferencias entre la sección británica y la dirección internacional se hicieron especialmente evidentes cuando Mandel, Pablo y compañía entablaron conversaciones a principios de la década de 1960 con el SWP estadounidense con el fin de restablecer «la unidad de todos los trotskistas».

Sin embargo, Ted Grant predijo que, basándose en la experiencia pasada, estas personas solo conseguirían unir dos internacionales en diez. Este comentario resultó ser muy acertado.

Se desató una acalorada disputa entre las cúpulas de la Internacional sobre varias cuestiones, en particular la naturaleza de la ruptura chino-soviética y la revolución colonial.

Pablo se pronunció a favor de apoyar a la burocracia rusa contra la china, mientras que los demás apoyaban a la burocracia china contra Moscú. Ted insistió en que se trataba de una lucha entre dos burocracias rivales, en la que la IV Internacional no podía apoyar a ninguna de las dos partes.

Sobre la cuestión de la revolución colonial, los dirigentes de la Internacional adoptaron la posición de apoyo acrítico al guerrillerismo, mientras que los estadounidenses mantuvieron una posición de apoyo acrítico a la Cuba de Castro, que caracterizaron como un Estado obrero más o menos sano.

Esto era una repetición exacta del error anterior en relación con la Yugoslavia de Tito. En efecto, estas personas buscan atajos en forma de «trotskistas inconscientes». Después de quemarse los dedos con Tito, ahora procedían a elogiar a Castro.

Más tarde, presentarían a Mao Zedong bajo una luz muy similar, ¡llegando incluso a describir la llamada «Revolución Cultural» en China como una nueva versión de la Comuna de París! Todo esto supuso un abandono de las ideas más básicas del trotskismo y señaló el camino hacia la liquidación completa de la IV Internacional, de lo cual había indicios muy claros.

El pequeño grupo irlandés que defendía la IV Internacional estaba en estrecho contacto con los camaradas británicos. La Internacional les aconsejó que se fusionaran con una pequeña organización maoísta irlandesa ultrestalinista dirigida por un hombre llamado Clifford.

La condición impuesta por Clifford era que no se discutiera la diferencia entre el estalinismo y el trotskismo durante el período inicial. Ellos aceptaron tontamente. Pero inmediatamente después de la fusión, Clifford lanzó un feroz ataque contra el trotskismo «contrarrevolucionario». Naturalmente, los trotskistas irlandeses fueron incapaces de responder a su documento y apelaron urgentemente a Ted Grant para que escribiera una réplica en su nombre (ver A Reply to Comrade Clifford). Esto se hizo, pero no impidió el naufragio total del plan de unidad.

El caso más flagrante fue el de Italia, donde no existía ninguna organización maoísta significativa, ¡hasta que fue lanzada, en efecto, por la Cuarta Internacional! El líder de la sección italiana, Livio Maitan, quería conseguir ejemplares del Libro Rojo de Mao para distribuirlo.

Como no había embajada china en Italia, viajó a Suiza y obtuvo un gran número de ejemplares de esa fuente. Gracias a su diligencia, el Pequeño Libro Rojo se distribuyó por toda Italia y tuvo un gran impacto. Desgraciadamente, la IV Internacional no sacó nada de ello. Pero consiguieron difundir ilusiones en el maoísmo entre amplios sectores de la juventud radicalizada de la época, presentando las ideas de Mao como un puente entre el estalinismo y el trotskismo. Resultó ser un puente en sentido contrario, con la escisión de un grupo dentro de la organización de Maitan, influenciado por el maoísmo, que acabó formando un grupo ultraizquierdista bastante importante en Italia.

Nuevas intrigas

Durante todo este tiempo, Ted y los demás compañeros mantuvieron una oposición constante a la línea falsa de la Internacional. La dirección respondió, como era de esperar, no con argumentos, sino con maniobras e intrigas.

Había una pequeña camarilla, con sede en Nottingham, formada por individuos sin principios que intrigaban con París para socavar la dirección de la sección británica.

En aquella época, nuestra organización era débil, pequeña y con muy pocos recursos económicos. No teníamos ni sede ni militantes a tiempo completo. Ted Grant trabajaba en la central telefónica y dedicaba todo su tiempo libre a la organización.

Por lo tanto, fue una buena noticia que la Internacional decidiera ayudarnos enviándonos un militante a tiempo completo, un camarada canadiense, cuyo sueldo correría a cargo de la Internacional.

Pero desde el principio quedó claro que el trabajo de este individuo no era construir la sección británica, sino organizar e intrigar contra la dirección en colaboración con el grupo de Nottingham.

Cuando se descubrieron estas intrigas, se produjo un escándalo en el que él se marchó con todos los libros de la librería en la que se suponía que trabajaba. Fue un acto flagrante de sabotaje, que puso de manifiesto de lo que eran capaces estas personas. Pero eso solo fue el principio.

El «Secretariado Unificado»

En 1963, la Internacional se unió finalmente en una única organización, conocida como el Secretariado Unificado de la IV Internacional (USFI). E inmediatamente comenzó a fragmentarse.

Pablo se separó, seguido por Posadas, mientras que Lambert y Healy permanecieron al margen. La unificación de «todos los trotskistas» fue, por lo tanto, una letra muerta desde el principio. Esta fue una consecuencia inevitable de la combinación fatal de políticas erróneas y un régimen interno venenoso.

Los camaradas británicos mantuvieron desde el principio una posición de principios. En el Congreso de 1965, presentaron un documento al Congreso en el que exponían sus diferencias. En la disputa sino-soviética, defendieron la independencia total de Moscú y Pekín. Explicaron que el choque entre ambos era un reflejo de los intereses contrapuestos de dos burocracias rivales, ninguna de las cuales representaba los intereses de la clase obrera ni de la revolución socialista mundial.

En relación con la revolución colonial, aunque apoyaba firmemente la lucha de los pueblos oprimidos contra el imperialismo, la IV Internacional debía mantener en todo momento una política de clase independiente y no limitarse a seguir a los líderes pequeñoburgueses.

Rechazamos la política del terrorismo individual y el guerrillerismo, que desempeñó un papel tan fatal en América Latina en aquella época, mientras que los líderes de la Internacional adoptaron una actitud de apoyo acrítico.

El documento escrito por Ted Grant y presentado por la sección británica, «La revolución colonial y la ruptura chino-soviética», fue el único que defendió firmemente una política proletaria trotskista. Como no confiábamos en que la Internacional lo reprodujera, dimos el paso de publicarlo nosotros mismos, a pesar de la extrema falta de recursos.

Sin embargo, cuando los compañeros llegaron al congreso, descubrieron que nuestro documento no había sido distribuido, por lo que nadie tuvo la oportunidad de leerlo. Ted Grant comentó más tarde con ironía:

«Lenin calificó con desprecio a la Segunda Internacional de oficina de correos y no de Internacional. Esta camarilla ni siquiera merece el nombre de oficina de correos. Tanto organizativamente como políticamente, están completamente en bancarrota». (Grant, «Programa de la Internacional», mayo de 1970).

En el debate del Congreso, a Ted se le concedió un total de quince minutos (es decir, siete minutos más la traducción) para presentar el documento, que naturalmente no contó con ningún apoyo. A continuación, los dirigentes de la Internacional procedieron a pronunciar lo que equivalía a una expulsión deshonesta de los camaradas británicos.

Utilizando el falso argumento de que los camaradas británicos eran supuestamente «incapaces de construir una organización», propusieron degradarlos de sección de pleno derecho a sección simpatizante, al tiempo que concedían el mismo estatus a una pequeña camarilla que defendía la línea oficial de la Internacional.

Los camaradas denunciaron acertadamente esto como una expulsión deshonesta. Nunca volveríamos. La ruptura con la llamada Cuarta Internacional fue permanente e irreversible. Décadas de experiencia nos convencen de que la Cuarta Internacional fundada por León Trotski con tantas esperanzas terminó finalmente en un aborto.

Conclusión

Hoy, como organización, la Cuarta Internacional ya no existe en términos de programa u organización. La miríada de sectas enfrentadas que reclaman ese nombre que una vez fue orgulloso no ha servido más que para desacreditarlo totalmente.

Ninguna de las diferentes sectas que surgieron de los restos de la Cuarta Internacional tiene nada en común con las ideas originales.

Aunque invocan el nombre de Trotski con tediosa regularidad, nunca han comprendido su método. Entre todas contribuyeron fatalmente a la destrucción de la Cuarta.

Ninguna de ellas tiene nada en común con el auténtico bolchevismo-leninismo, es decir, el trotskismo. Cada una de ellas vende una caricatura grotesca que ha desacreditado el nombre mismo del trotskismo ante los ojos de los trabajadores y jóvenes avanzados. Es un crimen por el que nunca podrán ser perdonados.

Por lo tanto, hace décadas que acertamos mil veces al calificarlos de totalmente estériles y darles la espalda para siempre.

Hoy en día, la bandera del trotskismo está representada por una sola organización que puede afirmar honestamente haberla defendido con obstinada determinación durante muchas décadas: la Internacional Comunista Revolucionaria.

Un partido revolucionario es, en última instancia, un programa, unas ideas, unos métodos y unas tradiciones.

Hemos subrayado continuamente la importancia de la teoría revolucionaria en la construcción de la Internacional.

Lenin escribió: «Sin teoría revolucionaria, no hay movimiento revolucionario». Esa afirmación es cien por cien cierta. Estas palabras eran un libro cerrado para los supuestos líderes de la Cuarta Internacional.

Pero aunque la Cuarta Internacional fue destruida, las ideas, el programa, las tradiciones y los métodos elaborados por León Trotski siguen vivos y conservan toda su vitalidad y relevancia.

Hemos heredado el mayor conjunto de ideas de cualquier agrupación política de la historia. Este es el legado que defendemos. Es nuestra arma más poderosa y nos permite afirmar que nunca antes la vanguardia revolucionaria ha estado tan preparada teóricamente para las tareas que nos esperan como ahora.

Nos basamos en los mayores logros de la Primera, Segunda y Tercera Internacionales, y en el congreso fundacional de la Cuarta.

Ted Grant rescató estas ideas y las desarrolló y enriqueció durante más de medio siglo. La publicación de sus obras completas es una aportación muy importante a nuestro arsenal teórico.

Nuestra causa es grande, porque nos levantamos sobre los hombros de gigantes. Nuestra tarea es completar esa obra monumental, elevando nuestras modestas fuerzas al nivel de las tareas trascendentales que nos plantea la historia.

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