La genética evolutiva del SARS-CoV-2 y la estupidez asesina de la burguesía

Por ALEX GRANT

La clase dominante está haciendo todo lo posible para ayudar al desarrollo evolutivo del SARS-CoV-2, para que sea más contagioso y resistente a las vacunas. En su miope incompetencia y en su absoluto desprecio por la vida humana y las pruebas científicas, los capitalistas están ayudando a garantizar que esta pandemia se prolongue durante años y siga causando estragos en miles de millones de vidas.

Parece haber una correlación entre los peores brotes de la pandemia de COVID-19 y la presencia de políticos de derechas estrechamente alineados con los fundamentalistas religiosos. Estos fundamentalistas suelen rechazar las ideas de la selección natural darwiniana. Sin embargo, aunque a ellos no les interese la evolución, la evolución está muy interesada en ellos. El corto tiempo de generación del virus significa que podemos ver la selección natural ocurriendo en tiempo real en lugar de miles de años. Estos estúpidos políticos capitalistas han sido totalmente incapaces de entender la evolución del nuevo coronavirus, con la consecuencia de millones de muertos. La amenaza de nuevas variantes es un resultado directo de este fracaso.

Donald Trump, Jair Bolsonaro, Narendra Modi y Boris Johnson, entre otros, siguieron algún tipo de plan de «inmunidad de rebaño», o confiaron puramente en las vacunas. Dejaron que la infección se extendiera entre la población. Sin embargo, el problema de este enfoque es que las vacunas están diseñadas para funcionar con la versión del virus del año pasado. Esto es como si los generales de la Segunda Guerra Mundial lucharan con caballos. La evolución se ha comparado con la Reina Roja en Alicia en el País de las Maravillas, que decía: «Hay que correr todo lo que se pueda para mantenerse en el mismo sitio». La selección natural da como resultado un objetivo en permanente movimiento, mientras que nuestros desventurados gobernantes están atrapados en las trincheras tratando de ganar la última batalla, sin preocuparse por el número de bajas que sufren sus tropas.

Una breve lección sobre la selección natural

La selección natural no es ni más ni menos que un método para explicar cómo cambian las poblaciones de organismos en relación con su entorno, y para describir cómo han surgido las estructuras y estrategias utilizadas por los seres vivos. La evolución por selección natural es un proceso ciego y no dirigido que se producirá en cualquier población que tenga las siguientes tres características:

1. Variación
2. Selección
3. Herencia

Variación significa que debe haber una variedad de estructuras o estrategias diferentes en una población. Si no hay variación, no hay nada sobre lo que pueda actuar la selección natural. La selección significa que un subconjunto de estas estrategias tienen una mejor disposición y una mayor capacidad de supervivencia o fecundidad (fertilidad, tasa de reproducción) en relación con otras variedades. Y la herencia significa que los individuos de la siguiente generación deben ser más parecidos a sus progenitores mejor adaptados de la generación anterior.

Por ejemplo, el ancestro de los elefantes adaptado a África que se encuentra en un clima más frío. Puede haber una variación en la vellosidad entre los individuos. Los individuos con más pelo tienden a sobrevivir y producir más descendencia que los que tienen menos pelo. La vellosidad media de la población aumentará hasta que se agote la variación disponible o hasta que las limitaciones energéticas o físicas del pelo extra sean más perjudiciales que los beneficios del aislamiento térmico.

Sin embargo, también podemos imaginar situaciones en las que la selección natural no se produce: el color de los ojos en los humanos, por ejemplo. Se trata de una situación en la que hay variación y herencia, pero en la que no hay selección. Por otro lado, imaginemos que las plantas crecen en zonas de luz solar variada. Las plantas con más luz solar crecen más que las que están en zonas más oscuras. Aquí hay variación y selección, pero no hay herencia, ya que las diferencias son ambientales y no genéticas.

Pedimos disculpas por repetir lo que para muchos puede ser el ABC, pero es evidente que estos importantes primeros principios no son comprendidos por los ricos y poderosos de la sociedad capitalista.

La evolución en el mundo real suele ser más compleja que la simple situación anterior. Los genes a menudo codifican proteínas que hacen un trabajo especializado. Por ejemplo, el nuevo coronavirus tiene información genética que especifica la estructura de su proteína espiga que le permite entrar en las células del huésped. Este tipo de proteínas suelen estar muy adaptadas a una tarea y casi todos los cambios en su estructura las llevarán a no ser funcionales. Esto lleva a una contradicción: mientras que la variación genética es la materia prima de la selección natural, en una población adaptada el 99,9% de las mutaciones son menos aptas que los genes originales de sus padres. Un organismo que pueda reducir su tasa de mutación tendrá una progenie más exitosa que un organismo con mucha descendencia que mute. Por tanto, los organismos con tasas de mutación más bajas tenderán a aumentar su frecuencia en la población.

Los genetistas evolutivos utilizan el término «eficacia biológica» (fitness en inglés) para medir el éxito de un organismo o de una adaptación. Las poblaciones adaptadas tienen un bajo grado de variación en torno a una media de la eficacia biológica máxima. Pero ¿y si existe otra disposición de la proteína espiga que es potencialmente más eficaz para entrar en las células que la antigua disposición? ¿Y si esta estructura de la proteína no es un simple cambio de la estructura anterior (como vimos en el ejemplo de más pelo frente a menos pelo)? Esto nos lleva al concepto de picos y valles de aptitud, también conocido como paisaje de fitness accidentado.

En la figura 2 vemos que hay dos genotipos (composiciones genéticas) que, por ejemplo, podrían codificar dos proteínas espiga dispuestas de forma diferente, que son picos de fitness locales. Pero un pico de fitness es más alto que otro. Imaginemos tres poblaciones diferentes (A, B y C) que comienzan con genotipos diferentes. El tamaño de los círculos denota el grado de variación dentro de la población.

La población A está cerca de su pico y si tiene una variación baja no puede evolucionar porque todos los individuos con mutaciones tendrán una aptitud inferior a la media. La población B está lejos del pico, pero sólo puede evolucionar en la dirección del pico inferior. Es imposible que la población B vaya en la otra dirección porque es una contradicción evolucionar hacia un «fitness más bajo». La población C está en el otro lado del valle del fitness y es libre de evolucionar hacia el pico más alto. En estas tres poblaciones con baja variación sólo una es libre de evolucionar hasta el pico más alto. Si se tratase del SARS-CoV-2, el pico más alto podría significar un aumento de la infección y la propagación en una población humana.

Para alcanzar la máxima aptitud potencial y saltar el valle del fitness las poblaciones A y B necesitan aumentar su variación. Esto les daría individuos al otro lado del valle. Una forma de aumentar la variación es aumentar la tasa de mutación. Pero como se ha explicado anteriormente, una tasa de mutación alta tiende a ser deseleccionada ya que casi todos los que han mutado son menos aptos que sus padres. ¿Cómo va a resolver este problema nuestra población viral y seguir arruinando la vida de millones de personas?

El virus busca la ayuda de políticos de derechas que permitan la propagación masiva de la antigua variante. El aumento del tamaño de la población es el camino para que el virus produzca individuos óptimos y salte sobre el valle del fitness.

La figura 3 muestra dos poblaciones con el mismo genotipo medio, la misma tasa de mutación y, por tanto, la misma desviación estadística alrededor del genotipo medio. Una población es grande y la otra pequeña. Como puede verse, la población grande tiene más individuos óptimos que pueden estar al otro lado de un valle de fitness. Entonces pueden proceder a evolucionar para ser una nueva variante más infecciosa del virus.

La forma de detener la aparición de nuevas variantes que pasan a matar a mucha más gente es detener la selección natural. La forma más fácil de detener la evolución es mantener bajo el tamaño de su población. Tenemos que limitar la variación que es la materia prima de la selección natural y evitar la aparición de individuos óptimos. Políticamente esto significa priorizar la reducción de la propagación del virus sobre los beneficios empresariales. Esta es una elección que los políticos capitalistas no están dispuestos a hacer.

Ciclo de vida del SARS-CoV-2

El material genético del coronavirus consiste en una única cadena de ARN de sólo 30.000 pares de bases (aproximadamente 10.000 veces más pequeño que el genoma de un mamífero, o 100 veces más pequeño que el de una bacteria). Sólo contiene 12 genes funcionales que producen proteínas que ayudan a replicar el ARN del virus, forman una membrana para encerrar el ARN, una proteína » espiga» para entrar en las células del huésped, además de otras proteínas que ayudan al virus a evadir la respuesta inmunitaria del huésped y a propagarse con mayor eficacia. Todos estos genes son posibles áreas en las que puede actuar la selección natural, y las proteínas que codifican son posibles objetivos de la respuesta inmunitaria promovida por la vacuna.

La secuenciación del genoma ha revelado que el virus que causa el COVID-19 es un 98% similar a un virus de murciélago. Es probable que los murciélagos y el coronavirus hayan tenido miles de años de evolución paralela y adaptación mutua. Por ello, cuando los murciélagos se infectan, probablemente no enferman más que los humanos con un resfriado común. Pero al haber saltado la barrera de las especies a los humanos, somos un nuevo entorno para el virus y su presencia crea un nuevo entorno para nosotros. La mayor letalidad en relación con la gripe, por ejemplo, está relacionada con el hecho de que tenemos poca pre-adaptación al SARS-CoV-2.

Los teóricos de la conspiración trumpista y los racistas chinófobos han difundido el mito de que el COVID-19 fue creado en un laboratorio de Wuhan, o por comer murciélagos. Últimamente, esa basura ha sido recogida por Joe Biden con fines imperialistas estratégicos. Esta «teoría» es muy improbable, ya que un virus fabricado en un laboratorio que empalme el genoma de un virus de murciélago con el de un virus humano sería claramente reconocible al analizarlo. También es poco probable que los humanos se contagien directamente de los murciélagos. Los gatos y los perros también pueden infectarse y pasar a infectar a los humanos.

El principal método de infección humana parece ser el contacto estrecho con partículas de virus en forma de aerosol al estar en un entorno cerrado con un individuo infectado durante un período de tiempo. Las fábricas, los almacenes, el transporte público y las viviendas atestadas y de mala calidad son entornos perfectos para el contagio, y estos son los entornos en los que la clase capitalista obliga a la clase trabajadora a vivir y trabajar.

Una vez dentro del cuerpo, los viriones deben evadir la respuesta inmunitaria del huésped. Esta respuesta puede ser amplia y general contra todos los invasores, o además puede haber anticuerpos dirigidos contra antígenos específicos del virus. El virus entra en la célula anfitriona mediante su «llave» de proteína espiga que se adhiere a una «cerradura» del receptor celular. Una vez dentro, el virus secuestra la maquinaria y los recursos de la célula huésped para producir más proteínas y ARN virales. Los viriones recién creados brotan para infectar otras células o la célula entera estalla liberando un gran número de viriones. El individuo infectado exhala estas partículas que pasan a infectar a otros.

La selección natural actúa potencialmente en todas las fases del ciclo vital del virus: desde el aumento de la aerosolización, pasando por la evasión del sistema inmunitario, hasta la entrada más eficiente en las células y la replicación más rápida. Por ejemplo, el virus podría producir una molécula que irrite los pulmones para promover la tos y una mayor propagación. El objetivo del sistema inmunitario, de los medicamentos antivirales y de las vacunas es interrumpir los pasos del ciclo vital del virus.

Es importante señalar que el virus no está tratando de matarnos activamente, de la misma manera que los capitalistas no están tratando de destruir el medio ambiente – es sólo un desafortunado efecto secundario de la especulación. El virus simplemente se está replicando tan rápido como puede, y nosotros somos su entorno. De hecho, un virus demasiado letal que provoca a su huésped una muerte demasiado rápida limitará su capacidad de infectar a nuevos huéspedes. Los individuos asintomáticos pueden ser huéspedes ideales para el virus, ya que estas personas no tienen ni idea de que están infectadas y pueden seguir infectando a muchos otros. Pero, como se ha explicado anteriormente, ni los humanos ni el virus están actualmente bien adaptados el uno al otro y, por lo tanto, existe inicialmente una alta tasa de letalidad. Esta tasa de letalidad aumenta en los individuos pobres y en los que se enfrentan al racismo, que viven en viviendas precarias con mala alimentación y con patrones de sueño irregulares debido al trabajo por turnos. Todos estos efectos del capitalismo dan lugar a peores resultados en función de la clase social.

¿Cómo funcionan las vacunas?

Las vacunas se han desarrollado para combatir el virus. Hay dos tipos principales de vacunas, las que se basan en el ARN mensajero (por ejemplo, Moderna, Pfizer) y las que se basan en el virus atenuado genéticamente (por ejemplo, AstraZeneca, Johnson & Johnson). Ambas vacunas se dirigen a la proteína espiga del SARS-CoV-2. La vacuna de ADN funciona insertando el código de la proteína espiga en un virus del resfriado debilitado. Este virus, en su mayor parte inofensivo, infecta las células y produce el ARNm de la proteína espiga, que a su vez produce la proteína espiga. Las vacunas de ARNm simplemente producen la proteína espiga directamente sin tener que ser transportadas por un virus de la gripe.

En contradicción con las teorías conspirativas anti-vacunas, no hay forma de que ninguna de estas vacunas altere nuestro ADN. Sin embargo, hay síntomas comunes parecidos a los de la gripe en los días posteriores a la aplicación, y raros coágulos de sangre en las vacunas de ADN debido a que algunas personas desafortunadamente tienen una reacción exagerada de su sistema inmunológico al virus atenuado de la gripe.

Una vez que las vacunas han introducido la proteína espiga en el cuerpo, estas proteínas se muestran literalmente en la superficie de las células. Las células inmunitarias interactúan con estas proteínas expuestas para aprender cómo son y prepararse para atacarlas cada vez que las vuelvan a ver. En la actualidad, la mayoría de las vacunas requieren dos dosis para que haya una respuesta inmunitaria duradera que no olvide el aspecto de la proteína espiga.

Los propagandistas de las grandes empresas alaban –como debida a la innovación del capitalismo- la rápida elaboración de las vacunas. Nada más lejos de la realidad. Más del 90% de la financiación y la investigación para desarrollar estas vacunas se produce en universidades financiadas con fondos públicos. Sólo el último paso se privatiza y se entrega al beneficio empresarial. Es más, los gobiernos capitalistas pagan por adelantado las vacunas independientemente de su eficacia y, por lo tanto, hay muy poco riesgo para la corporación. Para colmo, estas empresas privadas restringen deliberadamente los derechos de propiedad intelectual y la producción, con el fin de limitar la oferta y hacer subir los precios. Ganan miles de millones manteniendo como rehenes las vidas de la clase trabajadora. Esto contradice directamente todos los principios del descubrimiento científico, que se basa en el intercambio de conocimientos y la colaboración. Además, en todo el mundo hay miles de potenciales centros de producción que están inactivos porque no se les conceden las licencias para producir vacunas.

El cuello de botella creado por el capitalismo en la producción de vacunas, combinado con el lucro de las corporaciones y los gobiernos que obligan a los trabajadores a trabajar en ambientes contagiosos, más el nacionalismo de las vacunas que limita la inmunización en los países pobres, significa que la población del virus haya seguido explotando en varios países. Este gran tamaño de la población, como hemos explicado antes, es la forma en que el virus gana la carrera de la selección natural. Y por eso seguimos viendo la aparición de nuevas variantes preocupantes.

Uno puede pensar que las nuevas variantes que evolucionan más que las vacunas son una preocupación para los gigantes farmacéuticos. Precisamente lo contrario: bajo la lógica asesina del capitalismo, forma parte de su plan de negocio. En los informes a los inversores, estas empresas han previsto fuertes beneficios en el desarrollo de vacunas de refuerzo para responder a las nuevas variantes. No les interesa económicamente erradicar el virus. En una visión moderna de la evolución, se puede conceptualizar una relación simbiótica entre el SARS-CoV-2 y los inversores en biotecnología, ambos unidos en su parasitismo de los cuerpos de la clase trabajadora.

El peligro de las nuevas variantes

Se han descubierto nuevas variantes que han evolucionado para ser más infecciosas que la cepa original. La variante Alfa se descubrió originalmente en Gran Bretaña, la variante Beta en Sudáfrica, la variante Gamma es de Brasil y se cree que la variante Delta surgió en la India. Para mitigar el racismo explotado por Trump y otros usando términos como «virus de China», la Organización Mundial de la Salud está pasando a nombrar las variantes con letras del alfabeto griego. Sin embargo, es claro ver el patrón de las variantes recién evolucionadas que provienen de países con gobiernos de derecha que permitieron las mayores tasas de infección.

La infecciosidad de una variante puede medirse por el valor «R» del virus. R significa la tasa de reproducción y es una descripción del número de personas que cada individuo infectado llegará a infectar. Por ejemplo, 100 personas infectadas por un virus con un valor R de 2 pasarán a infectar a 200 personas, que infectarán a 400, luego a 800, etc., en un proceso de crecimiento exponencial. Una variante con un R inferior a 1 disminuirá constantemente. El R está determinado por factores biológicos/genéticos y sociales/ambientales. Los confinamientos, el uso de máscaras, el distanciamiento social y las vacunas sirven para suprimir la R. La evolución, el lucro y la estupidez sirven para aumentar la R. Es bastante sorprendente que los políticos capitalistas, que no tienen problemas para entender el concepto de interés compuesto, actúen repetidamente como si un brote con una R superior a 1 se fuera a solucionar espontáneamente sin que se tomen medidas para suprimir la propagación.

Por ejemplo, la variante Alfa tiene una R aproximadamente de entre un 40% y un 50% mayor que la cepa original. Esto, combinado con la negligencia del gobierno, fue uno de los principales impulsores de la tercera ola en países como Gran Bretaña y Canadá a principios de 2021. En el espacio de cuatro a seis semanas, la cepa Alfa pasó del 10% de las infecciones al 90%. En una situación en la que la cepa original tenía un R de 1, Alfa tenía un R de 1,5 que crecía exponencialmente.

Investigaciones recientes sobre la variante Alfa han revelado que tiene 23 mutaciones con respecto a la original. Este hecho se corresponde con el modelo de paisaje de fitness accidentado, ya que la probabilidad de que un individuo tenga espontáneamente 23 mutaciones que acaben siendo beneficiosas es increíblemente baja. Y si cada mutación aislada fuera beneficiosa, entonces la cepa original las habría contenido desde el principio. Se cree que nueve de estas 23 mutaciones alteran la estructura de la proteína espiga, permitiendo potencialmente que la variante entre en la célula huésped más rápidamente, o que evada la respuesta inmune de la antigua proteína espiga. Pero, curiosamente, muchas de las otras mutaciones se encuentran en proteínas no estructurales y se cree que suprimen la respuesta inmunitaria innata, lo que permite al virus «pasar por debajo del radar» sin activar la alarma.

Ahora el mundo está amenazado por la variante Delta, que contiene entre 13 y 17 mutaciones adicionales. Esta variante tiene un R aproximadamente un 50% mayor que el Alfa, y es la responsable de la devastadora segunda ola en la India. Se ha intentado bloquear los viajes desde la India, pero ya es demasiado tarde. En los países ricos hay actualmente una carrera entre la vacunación y la variante, pero no hay esperanza de que los países pobres con pocas vacunas ganen esta carrera. Preocupantemente, parece que la Delta no se ha frenado de forma significativa por las dosis únicas de la vacuna, e incluso hay informes de brotes entre individuos totalmente vacunados. Es probable que las mutaciones de la proteína espiga hagan que tenga un aspecto diferente al de la proteína espiga incluida en las antiguas vacunas. Aunque es posible que los países ricos puedan contener la Delta con una combinación de vacunación y manteniendo las restricciones, es seguro que se desbocará en África, Asia y América Latina. Y entonces todos nos enfrentamos a la posibilidad de que una variante Omega aún sin nombre evolucione a partir de estos brotes.

Cómo los capitalistas ayudan a los patógenos a evolucionar

Es probable que las políticas empleadas por los gobiernos de derechas para permitir la reapertura prematura de la economía facilitaran el hecho de que la variante Delta no se viera especialmente afectada por una sola dosis de la vacuna. Países como Gran Bretaña y Canadá adoptaron una estrategia de «segunda dosis retardada» con el supuesto objetivo de tener una inmunidad parcial en la población para suprimir la propagación lo suficiente como para que las empresas pudieran volver a obtener beneficios. Esto era arriesgado en varios sentidos. Podría haber conducido a una respuesta inmunitaria reducida, pero afortunadamente eso no ocurrió. Pero sí proporcionó el entorno ideal para permitir que el virus evolucionara más que la vacuna.

Este proceso es análogo a la resistencia a los antibióticos. Los antibióticos son un descubrimiento maravilloso que ha mejorado enormemente la salud humana en el último siglo. Antes del uso de los antibióticos la gente solía morir de infecciones todo el tiempo. Pero, por supuesto, los capitalistas están arruinando este avance al utilizar los antibióticos de forma frívola. Aparte de recetarlos en exceso a personas que no los necesitan (al tiempo que aumentan los beneficios de los gigantes farmacéuticos), las empresas también dan antibióticos al ganado, para conseguir un 5% más de crecimiento. Esto proporciona las condiciones perfectas para que las bacterias desarrollen inmunidad, y están haciendo que los antibióticos sean cada vez más inútiles. En las próximas décadas podríamos volver a las tasas de mortalidad del siglo XIX debido a las infecciones y la resistencia.

La estrategia de la segunda dosis retrasada proporciona un entorno al virus de individuos parcialmente inmunizados. Estos individuos parcialmente inmunizados son sub-letales al virus que puede infectarlos, adaptarse a la vacuna y luego pasar a infectar a otros. Esta es la lección de todas las películas de terror: no hay que herir al monstruo, hay que matarlo o volverá con más fuerza. Una vez más, el afán de lucro antes que las personas nos está matando.

Los países ricos parecen estar abandonando la estrategia de la segunda dosis retrasada y están cambiando la política para que la gente se vacune completamente. Pero esto es un caso de cerrar la puerta del establo después de que el caballo se haya escapado. La variante Delta ya existe y se está extendiendo.

Repetidamente los políticos y las empresas adoptan una estrategia estática ignorando la evolución del virus. Ante el inicio de un nuevo aumento de la variante Delta se nos informa de que los datos muestran que los individuos vacunados tienen mejores resultados y son menos propensos a ser hospitalizados que los no vacunados. Esto puede ser cierto en la actualidad, pero equivale a decir: «No te preocupes si te pones enfermo, probablemente no morirás». Para los ricos es muy fácil jugar con la vida de los demás. Están perfectamente contentos de jugar a la ruleta rusa con la clase trabajadora mientras recogen sus beneficios en un cómodo aislamiento.

Supongamos que las vacunas sí evitan la hospitalización con respecto a la cepa Delta. De nuevo se olvidan de la evolución, y están proporcionando las condiciones perfectas para la evolución de una nueva cepa que pueda superar la vacuna. La «Reina Roja» está haciendo correr su política estática y retrógrada, y el nacionalismo de las vacunas está permitiendo que la infección se desborde en los países pobres.

La estupidez asesina de los capitalistas

Los científicos pueden ser culpables a veces de dejar que su fascinación por la investigación nuble su apreciación de la repercusión social de las cosas que están estudiando. Desde un punto de vista abstracto, uno no puede evitar sentirse impresionado por la velocidad de adaptación y el ingenio del SARS-CoV-2. Eso ocurre hasta que uno recuerda que el virus está arruinando la vida de millones de seres humanos. Pero no se puede culpar al virus. No tiene emociones, no tiene inteligencia, no tiene conciencia. El coronavirus no es más que 30.000 «letras» de ARN que siguen ciegamente las leyes de la evolución -variación, selección y herencia- para adaptarse con éxito al entorno en el que se encuentra.

No es culpa del virus que estemos gobernados por una oligarquía sociópata que no se preocupa por la gente a la que gobierna. No puedes culpar al SARS-Cov-2 de que nuestra clase dirigente esté haciendo todo lo posible para darle un entorno que le ayude a evolucionar. Puedes y debes culpar a la burguesía por su sistema de lucro que ha llevado a la sociedad a este desastre. Los parásitos con traje son mucho más culpables que los parásitos con proteínas espigas. Y los parásitos de traje están proporcionando las condiciones ideales para una nueva variante Omega más infecciosa y potencialmente más virulenta en los próximos meses. Pero nada de esto se sabe. También es posible que el coronavirus haya evolucionado hasta la máxima transmisibilidad y que la sociedad supere finalmente la pandemia. Pero si esto ocurre no será gracias a los ricos y poderosos. Será a pesar de ellos y no gracias a ellos. Y es vital que entendamos y recordemos el papel asesino de la burguesía para que podamos erradicar el virus capitalista después de haber erradicado el virus del ARN.

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