La rueda es uno de los inventos más importantes y revolucionarios de la historia de la humanidad a la par de las primeras herramientas de piedra, el control y la producción del fuego, la domesticación de plantas y animales y la invención de la escritura. No sólo revolucionó los medios de transporte, como es obvio, sino que periodos enteros de la historia estuvieron marcados por tecnologías herederas de la rueda —pensemos en la importancia de la polea y manivela en los pozos de la antigüedad o el molino de agua y de viento para la Edad Media—. Actualmente es casi imposible encontrar alguna máquina que no la contenga en forma de engranajes, ventiladores, poleas, volantes u otras formas derivadas. De tal forma que la invención de la rueda movió al mundo.
Pero si nos paramos a pensar un momento, resulta claro por qué fue un invento relativamente tardío en la historia de la humanidad —aparece hace 7 mil años y ni siquiera en el transporte sino en la alfarería—. En última instancia las ideas y los inventos surgieron del contacto y conocimiento de la realidad material, resulta que la rueda como medio de locomoción de los seres vivos no existe en la naturaleza. Idear algo, cuyo prototipo no existe, naturalmente requiere premisas materiales y necesidades sociales que lo sustenten y que impulsen la imaginación rumbo a caminos inusitados.
La rueda fue producto, en primer término, de la acumulación de riquezas, el comercio y el transporte; y todo lo anterior nació con la civilización entendida como el surgimiento de un Estado centralizado, clases sociales, populosas urbes, edificios monumentales y comercio regular a largas distancias. En troncos usados como rodillos necesarios para mover los inmensos bloques de piedra con los que se construyeron las primeras estructuras megalíticas, pesos que no era posible dividir en cargas menores, encontramos los rudimentos de la rueda. La experiencia acumulada anterior había demostrado que la mejor forma de mover un objeto pesado era hacerlo rodar. Seguramente esto ya lo sabían los constructores de Gobekli Tepe, hace unos 11 mil años. Sólo que con la civilización la necesidad de mover grandes cargas se hizo cotidiana, así como la necesidad del comercio y el transporte. Pero los rodillos no son ruedas en sentido estricto ya que éstas últimas resultan de la unidad dialéctica entre la rueda y un eje que le permita girar libremente.
Fue en la alfarería, hace unos 7 mil años, que se usaron ruedas giratorias unidas a un eje, hablamos del torno del alfarero. Este artilugio nació resultado de una producción artesana y manufacturera muy refinada en el trabajo del barro, muchos milenios pasaron para que se usara un plato como base giratoria para modelar arcilla. Pero la rueda como medio de transporte tuvo que esperar varios cientos de años más. Fue hace unos 5,500 años en Sumeria, una de las civilizaciones más antiguas de la humanidad, donde encontramos las evidencias más antiguas de la rueda como medio de transporte, unos trescientos años después de que se introdujo en esta civilización la rueda del alfarero. En el Estandarte Ur encontramos la imagen de una procesión de carros de guerra tirados por onagros (asnos), eran más bien carretas lentas usadas para transporte. Es la representación más antigua que se conoce de una rueda. Ya después de ser inventada la rueda fue el prototipo de todo movimiento en rotación. En la antigüedad “el sol era representado como un carro y el mismo cielo como una rueda”[1].
Por su forma, es muy posible que tanto el torno del alfarero como la rueda fueran resultado de la evolución de los rodillos.
“El verdadero ingenio consistió en afianzar al cuerpo de la carreta un rodillo sólido, de tal manera que pudiera girar sin deslizarse. En las primitivas carretas en Mesopotamia y en algunas carretas actuales de la India, el eje gira con las ruedas y es mantenido en su lugar por unos tirantes de cuero. […] El paso siguiente consistió en agrandar los extremos, primero con piezas sólidas en forma de ruedas y, luego, inventando una banda de cuero y más tarde de metal para mantener unidas las piezas”[2].
Si es cierto que el torno del alfarero preparó el camino para la rueda, también es cierto que el uso de la rueda perfeccionó el torno del alfarero.
El estandarte Ur atestigua que el surgimiento de la rueda propiamente dicha estuvo íntimamente relacionado con la domesticación de animales de tiro. Estos herbívoros se domesticaron inicialmente por su carne, luego por sus derivados; un gran paso fue uncirles un arado para roturar la tierra y atarles cargas al lomo para transportar mercancías; este fue el paso previo para montarlos y finalmente unirlos a una carretilla. Es un camino cruzado por saltos cualitativos. Casi tan pronto apareció, comenzó a difundirse a un ritmo acelerado; existen ejemplos de ruedas casi tan antiguas en lugares como Eslovenia con unos 5,200 años de antigüedad.
Todavía no es posible afirmar si la rueda se inventó de forma independiente en varias regiones o hubo un foco inicial desde donde se difundió el invento. Pero incluso si suponemos que la rueda se inventó antes de su aparición en Mesopotamia, es seguro que sin el comercio dependiente de las grandes civilizaciones la rueda no se hubiera inventado en ninguna parte. Lo que es indudable es que las rutas comerciales que unieron a Asia con Europa no sólo favorecieron la invención de la rueda, sino también su difusión y desarrollo. El hecho es que hace unos 5,400 años, poco después de su aparición, presenciamos una explosión en la producción de carros desde Mesopotamia, Rusia y hasta la India.
La introducción del caballo desde Eurasia también impulsó el mejoramiento de la rueda ya que al ser al menos 10 veces más rápidos de los onagros (o asnos antiguos) los carros requerían ruedas que soportaran mayores velocidades. Fueron los egipcios los que, hace unos 4 mil años, justo cuando se difundía el uso del caballo, añadieron los rayos a la rueda, haciéndola más ligera; creando carros de guerra verdaderamente veloces, capaces de recorrer mayores distancias y vinculando el mundo antiguo. Desde entonces la rueda ha sufrido muy pocas modificaciones —la cobertura de caucho principalmente— y básicamente es la misma desde hace más de 5 mil años. Uno de los inventos más perdurables de la humanidad. Desde entonces hasta hoy no ha habido necesidad de “reinventar la rueda”.
Los animales de tiro y la rueda en América
Es casi seguro que sin animales de tiro la rueda no hubiera sido inventada, al menos no en tiempos antiguos. La prueba de esto es que la rueda como medio de transporte no apareció jamás en las civilizaciones que carecían de grandes herbívoros domesticados: en Mesoamérica no existían estos animales, fueron extinguidos durante el periodo paleolítico, y en Sudamérica, aunque existían las llamas y alpacas, éstas no se dejaron uncir ni el arado ni mucho menos una carretilla, apenas permiten llevar cargas en su lomo. Por esto, ni en Mesoamérica ni en Sudamérica se descubrió la rueda. Y también es cierto que el torno de alfarero apenas se usó en Mesoamérica —las técnicas alfareras se basaban principalmente en la técnica del “pellizco”— lo que refuerza que entre éste y la rueda existió una interacción recíproca. No se trató de un asunto de inteligencia pues estos pueblos habían inventado la rueda en principio, pero sólo la usaron en juguetes para niños y en formas muy primitivas como algunos, pocos casos, tornos de alfarero, pelotas, discos escultóricos, sellos cilíndricos, en diversos utensilios como el rodillo del metate para hacer tortillas, etcétera. Incluso en la actualidad, la vinculación entre los herbívoros domesticados, la rueda y el carro pervive nominalmente en los “caballos de fuerza” con que medimos la potencia de los automóviles modernos.
Aunque parece ser que los animales de tiro fueron la condición sine qua non para que una civilización utilizara la rueda, cabe preguntar por qué al menos no se utilizó la carretilla. Sin duda una carretilla hubiera facilitado el trabajo de los constructores de Tenochtitlán. A esta interesante pregunta hay que responder analizando las relaciones sociales en las que se usaba la fuerza de trabajo y que motivaban la introducción de innovaciones tecnológicas.
Las primeras civilizaciones utilizaban mano de obra tributaria de las comunidades aldeanas y la clase dominante contaba con abundante fuerza de trabajo para la construcción y el transporte (los mexicas llamaban a los cargadores “tamemes”). En estas civilizaciones —cuyo modo de producción Marx llamó Despotismo Asiático o Modo de Producción Oriental— era común que los reyes, faraones o tlatoanis fueran transportados en palanquines cargados en andas por sirvientes o esclavos. ¿Qué interés podía tener esa clase dominante en ahorrar trabajo humano? Ahora puede parecernos algo insensato pero las civilizaciones antiguas no tenían mucho interés en ahorrar trabajo porque su producción no se basaba en la lógica de la ganancia burguesa, donde “el tiempo es dinero”. Algo análogo, aunque en el contexto del modo de producción esclavista, sucedió con la máquina de vapor inventada ya por Herón de Alejandría: ésta nunca se usó en la producción ya que la producción se basaba en la abundancia de mano de obra esclava. Ni había interés de los esclavistas en ahorrar trabajo esclavizado, ni los esclavos hubieran hecho un uso adecuado de delicadas máquinas. Las máquinas de vapor sólo se usaron en ingeniosos juguetes, en la apertura de algunas puertas y en robots que servían vino a la aristocracia en lujosos palacios. En abstracto la revolución industrial podía haberse dado en la época helenística, pero en concreto las relaciones sociales imperantes cancelaron esa posibilidad.
Adicionalmente, el continente americano estaba dividido por cadenas montañosas y caminos agrestes donde el uso de carros o carretillas no tenía mucho sentido a esas largas distancias.
“Resulta obvio que un cargador, un tameme, podía cargar hasta 30 kg con su mecapal y caminar un largo tiempo, mientras que jalar o empujar una carretilla con una carga similar resulta difícil y agotador para no decir imposible para uno o hasta dos hombres”[3].
Podría agregarse que carretillas o carros funcionales requerían de ajustes importantes como un aro de metal en el centro de la rueda (buje) que aminorara la fricción con el eje, de otro modo esos carros se hubieran desarmado incluso a poca distancia. Es sabido que los pueblos mesoamericanos conocían algunos metales, pero se usaban predominantemente como ornatos y obras de arte, de uso exclusivo de la clase dominante, mientras que en la producción imperaba la tecnología de piedra.
Incluso si suponemos que en abstracto podían haberse construido caminos planos que atravesaran cadenas montañosas y carros más o menos funcionales para recorrerlas, este tipo de obras hubieran parecido prohibitivamente caras en un contento donde la existencia de cargadores tributarios era más que suficientes. Si hubieran existido animales de carga y de tiro, lo que parecía prohibitivamente caro e inútil, se hubiera transformado en inevitable y provechoso; seguramente se hubieran podido sortear todas las dificultades técnicas asociadas al uso de la rueda. Es un hecho que aparte de la existencia de grandes herbívoros domesticados, todos los demás factores existían en el viejo mundo: estados poderosos, grandes centros urbanos, comercio a larga distancia, etcétera. Sin embargo, hizo falta la última condición detonante.
La presencia de animales para el transporte y la rueda, entre otros factores materiales, pueden explicar el desarrollo desigual de las civilizaciones de ambos continentes y el que fueran los invasores europeos los que llegaran a América y no al revés. Hemos tratado este tema en otro artículo ¿Por qué Colón no fue chino? El capitalismo y la dominación colonial.
No fue una cuestión de inteligencia o ideología, sino de condiciones materiales que desencadenaron procesos y ritmos diferentes; en una reacción en cadena. La falta de grandes herbívoros domesticables hizo más lento el lapso que media entre la domesticación de los primeros cultivos (hace unos 9 mil años o más) y el surgimiento de las primeras civilizaciones (hace unos 5 mil años); como no había animales de tiro, las técnicas agrícolas, si omitimos las grandes obras estatales de riego, siguieron basándose principalmente en el palo del sembrador y herramientas de piedra; como no se inventaron los carros y el comercio dependía de cargadores humanos, además de las condiciones geográficas que dificultaban el tráfico, existió un menor flujo e intercambio de ideas e innovaciones.
¿Cómo intenta explicar este tema la posmodernidad para la cual todo es un “metarrelato” y producto de la subjetividad? Simplemente por la ideología. Veamos un ejemplo:
“los antiguos habitantes de Mesoamérica —sostiene un autor— no le dieron al concepto del movimiento giratorio una aplicación al transporte simplemente porque no quisieron, en razón de conceptos atávicos muy dignos de ser tomados en cuenta”[4].
Y se afirma que esos “conceptos atávicos” se manifestaron en el poderío de la casta dominante, la sumisión que imponía y en el conservadurismo en los medios de transporte. Pero esta “explicación” no explica absolutamente nada y requiere, a su vez, ser explicada. Sus consecuencias son reaccionarias, acordes a una visión que supone que los pueblos indígenas eran naturalmente “bestias de carga”, que los indígenas estaban sometidos simplemente por tener en su cabeza “conceptos atávicos”. Pero es, al contrario: el conservadurismo de las sociedades antiguas se explica simplemente por el conservadurismo de sus relaciones sociales, sus herramientas de trabajo y sus formas de producción; es decir, por el modo de producción que explica su ideología, no por fantasmagóricas “ideas atávicas”.
Las relaciones sociales que resultaban de ese modo de producción explican el poder político despótico de la clase dominante y la ideología imperante, no al revés. Curiosamente, después de dedicar medio artículo a descalificar las causas objetivas de la ausencia de la rueda en Mesoamérica —calificadas como “miopías progresistas”— el autor del artículo señala lo siguiente:
“El explicar porqué fue innecesario implementar el concepto del movimiento rotatorio en carretillas, carretas, o cualquier otro vehículo de tracción humana requiere igualmente considerar el contexto económico de las antiguas sociedades Mesoamericanas. Por un lado estaría el tipo de recursos y bienes a transportar, así como los costos elevados de construir y mantener a largo plazo la infraestructura necesaria para el transporte en ruedas (caminos llanos y puentes). Por otro lado estaba la disponibilidad y baratez de fuerza laboral humana institucionalizada en la esclavitud, el tributo en trabajo, e incluso la prestación personal en las faenas. A su vez, los tres factores antes mencionados condujeron al desarrollo de los elaborados armazones de madera que desde tiempos remotos y aún a mediados del siglo XX usaban los cargadores para transportar —manteniendo hábilmente el equilibrio— gran cantidad de mercancías”[5].
Esto suena mucho más razonable, pero el autor nos hubiera ahorrado tres cuartas partes de sus necesidades posmodernas si hubiera comenzado adhiriéndose al “progresismo miope” de Karl Marx en vez llegar montado en el perro muerto del posmodernismo.
Notas
[1] Bronowski, Jacob; El ascenso del hombre, México, Paidós, 2017, p. 69.[2] D. Bernal, John; La ciencia en la historia, México, UNAM, 1991, pp. 134-135.
[3] https://sucesosdeveracruz.com.mx/la-rueda-en-mesoamerica/
[4] Javier Urcid, “La rueda en Mesoamérica”: Arqueología mexicana, 147, sept-oct, 2017.
[5] Javier Urcid, “La rueda en Mesoamérica”: Arqueología mexicana, 147, sept-oct, 2017.