Anteriormente analizamos la propuesta de Ley del Servicio Público[1] valorando qué, si bien hay avances significativos con respecto a la vieja Ley del Servicio Civil, la nueva propuesta tiene en su articulado una serie de aspectos tendientes a debilitar el sindicalismo y el derecho a la organización laboral, no es de extrañar, lo ultimo que quiere el capitalismo es fortalecer los derechos de los trabajadores y darles espacio para que se organicen. Para eso dispone en el Estado de instituciones como la Asamblea Legislativa que legislan a su favor.
Bajo el capitalismo jamás los trabajadores podrán tener acceso pleno a sus derechos: salarios justos, jornadas de trabajo adecuadas, derecho a organización, estabilidad laboral; acceso a viviendas dignas, salud, estudio calificado para sus hijos e hijas, tiempo libre para su propio esparcimiento, ya sea estudio, familia, arte etc. Todos esos derechos, el capitalismo los convierte en privilegios de clase, en privilegios de unas minorías.
En muchos casos trabajar en el Estado se convierte en una oportunidad para poder tener acceso a estos derechos, sobre todo estabilidad laboral gracias a la carrera administrativa que permite al funcionario público ir ascendiendo dentro de las instituciones al cumplir con ciertos criterios como tiempo laboral, experiencia para el nuevo cargo, formación etc. Sin embargo, una consecuencia negativa de esto es que se crea una perniciosa burocracia que paulatinamente llega a estancar procesos; se hace ineficiente e ineficaz para resolver las demandas de la población, lo que utiliza el mercado para mostrar la ineptitud del funcionamiento público y justificar luego la privatización de rubros como salud o la administración del agua.
Marx resalta en su obra magistral acerca de la lucha de clases, El 18 Brumario de Luis Bonaparte, el carácter parasitario de la burocracia: “Este Poder ejecutivo, con su inmensa organización burocrática y militar, con su compleja y artificiosa máquina de Estado, un ejército de funcionarios que suma medio millón de hombres, junto a un ejército de otro medio millón de hombres, este espantoso organismo parasitario que se ciñe como una red al cuerpo de la sociedad francesa y le tapona todos los poros.”[2]
Que se den avances en las leyes y que el trabajador o funcionario público pueda hacer una carrera dentro de la administración de las instituciones del Estado, no cambia las estructuras de desigualdad a las que está sometida la sociedad. Esto no quiere decir que como marxista nos opongamos a las mejoras laborales que el trabajador pueda ir conquistando poco a poco, por supuesto que no, toda mejora en las condiciones de vida del proletariado es bienvenida. Sin embargo, debe tenerse la claridad de que mejorar la relación entre el trabajador y el Estado no conducirá nunca al desarrollo pleno del primero, mientras éste último esté siempre manejado por los intereses del capitalismo burgués.
La alternativa como hemos señalado en reiteradas ocasiones es la administración obrero-proletaria del Estado. Es decir, una administración plenamente democrática y participativa, de manera que las funciones que requieran cada institución puedan ser realizadas por cada sujeto social de manera rotativa, de tal manera que no se dé la formación de castas burocráticas que se enquisten parasitariamente en el Estado.
Lenin nos expone en “El Estado y La Revolución” (Lenin, 1917) las características de un Estado Obrero. En palabras de Ted Grant en el prólogo a la edición de 1997:
“Y Lenin, que comprendió perfectamente el peligro de la degeneración burocrática, estableció cuatro condiciones para el Estado obrero ruso después de la Revolución de octubre:
- Elecciones libres con revocabilidad de todos los funcionarios.
- Ningún funcionario puede recibir un salario más alto que un obrero cualificado.
- Ningún ejército permanente, sino el pueblo armado.
- Gradualmente, todas las tareas de administración del Estado se harán por todo el mundo de forma rotativa. “Cuando todo el mundo es un burócrata por turnos, nadie es un burócrata”.
He aquí el auténtico programa leninista para el Estado. Que quede claro que Lenin estaba hablando, no del socialismo, ni del comunismo, sino de las condiciones básicas para el poder obrero —la situación que tiene que existir el día después de la toma del poder—“[3]
Esto no es ni socialismo ni comunismo sino, señala Ted, son ¡Las condiciones básicas para construir el poder obrero, luego de la toma del poder! Ahora claro, en nuestro país la izquierda revolucionaria no ha tomado el poder. ¿Y el FMLN? preguntarán. Bueno, el FMLN que llegó al gobierno no fue una fuerza revolucionaria, ni siquiera reformista, aunque actúo como tal. El FMLN se conformó con aplicar una serie de programas y políticas asistencialistas que son de abc en cualquier sistema capitalista en crisis, y ampliar una estructura institucional de acceso a derechos mejorando programas de salud como los ECOS o Ciudad Mujer; Instituto de Acceso a la Información Pública, CONNA y demás, que entre otras cosas hacen más grande el aparato burocrático del Estado. Ahora bien, el gran problema de estos últimos 10 años es que ambos gobiernos de izquierda actuaron de manera conservadora.
No es de extrañar, esta situación se viene denunciando desde mucho antes de la victoria de la Revolución Rusa de 1917, el fracaso de los proyectos de izquierda se debe en gran medida a sus direcciones deformadas.
“Los dirigentes de los sindicatos y partidos reformistas en todos los países tienen en sus manos un poder colosal […] Pero como explica Trotsky, la burocracia obrera es la fuerza más conservadora de la sociedad. Utiliza su autoridad para apoyar al sistema capitalista. Por eso Trotsky decía que, en última instancia, la crisis de la humanidad se reducía a una crisis de la dirección del proletariado […] La revolución socialista se ha retrasado debido a la degeneración reformista de la dirección de la clase obrera.”[4]
La opción entonces para reformar el Estado es la construcción del poder proletario y campesino, esa fuerza guiada por una auténtica dirección revolucionaria, dispuesta a llegar a la conciencia de las masas para quitar el poder a la oligarquía capitalista y entregarla al pueblo trabajador. No es fácil, es una lucha diaria por conquistar una a una a las personas que viven sometidas a las injusticias del capitalismo pero que no comprende que su realidad es impuesta y pueden cambiarla con sus propias manos, con organización y disciplina revolucionaria.
[1] Castro, I. 2019. Ley de la Función Pública. ¿Avance o Retroceso? Periódico mensual Militante. Pág. 4
[2] El Estado y la revolución hoy. 05 abril 2011. CENTROMARX. Retomado de: https://centromarx.org/documentos/teoria-marxista-estado/79-estado/116-el-estado-y-la-revolucion-hoy.html
[3] Grant. T. 1997. Prólogo “El Estado y la Revolución” Lenin 1917. Fundación Federico Engels, segunda reimpresión 2009. Madrid. Pág. 15 versión PDF. www.engels.org
[4] El Marxismo y el Estado. 2008. CENTROMARX. Retomado de https://centromarx.org/index.php/documentos/teoria-marxista-estado/79-estado/92-el-marxismo-y-el-estado