La Liga de los Comunistas y la génesis del Manifiesto del Partido Comunista

El 21 de febrero pasado se cumplieron [173] años de que, en aquel año de 1848, saliera de la imprenta de las oficinas de la “Asociación Educativa de los Trabajadores” -en el número 46 de Liverpol Street, en Londres[1]– El Manifiesto del Partido Comunista, escrito por Karl Marx y Friedrich Engels y publicado como parte de los acuerdos del Segundo Congreso de la recién renombrada Liga de los Comunistas. El Manifiesto es uno de los textos más importantes de la historia. En sus páginas podemos encontrar una explicación profunda del origen y funcionamiento de la sociedad capitalista, sus crisis periódicas, la concentración de capital, la explotación de los trabajadores, la mercantilización de todos los aspectos de la vida, la globalización capitalista etc., y, sobre todo, la explicación del papel histórico del proletariado, el carácter internacional de la lucha y la consiguiente necesidad de organizarnos para expropiar a los expropiadores. Es por esto que hablamos de un libro que, más de siglo y medio después, es incluso más vigente que cuando salió de la imprenta por vez primera.

Pero ¿Cuál es la historia detrás de este libro trascendental? ¿De dónde surgió la Liga de los Comunistas? ¿Porqué se le encomendó a Marx y Engels su redacción? Las respuestas se encuentran en el arduo trabajo de un pequeño círculo para influir en el movimiento obrero y sus organizaciones, cristalizando en los primeros núcleos y publicaciones marxistas de la historia; una historia llena de lecciones sobre cómo los fundadores del marxismo intentaron conectar las ideas revolucionarias con la clase trabajadora de carne y hueso, combatiendo desde el movimiento vivo las ideas sectarias, pequeñoburguesas, reformistas y oportunistas, pero siempre tomando al movimiento tal y como se les presentaba. Es una escuela increíble de ideas, organización, táctica y estrategia.

El historiador puede reconstruir estos épicos acontecimientos gracias a la introducción de Engels al texto de Marx “Revelaciones sobre el proceso de Colonia” que aporta un recuento que, aunque escueto, sigue siendo el mejor; Marx escribió su propia versión en un libro poco conocido “El señor Voght” que aunque no presenta la misma inspiración del texto de Engels se complementa con éste; la correspondencia entre Marx y Engels aporta elementos fundamentales, también hemos revisado las biografías de Mehring y McLlellan, entre otras fuentes citadas a pie de página. La maravillosa serie de conferencias de Riazanov –viejo bolchevique fundador del Instituto Marx Lenin de Moscú, el mejor y más erudito investigador de la obra de Marx y Engels, ejecutado por Stalin- publicadas como “Marx y Engels”, profundizan y problematizan sobre las fuentes primarias en el marco de la biografía política de Marx y Engels –no compartimos todas sus apreciaciones pero se trata de una fuente insoslayable-.

Riazanov recopiló todo tipo de documentos históricos; entre ellos, el único número de la Revista Comunista editada, antes de la publicación del Manifiesto, por la Liga de los Comunistas; así como los estatutos discutidos en el Congreso donde la Liga de los Justos cambia su nombre a Liga de los comunistas –o Liga Comunista- y se encomienda a Marx y Engels para escribir el Manifiesto. Para nosotros estos documentos, citados de manera somera por Riazanov, aparecían como legendarios. Así que cuando, hurgando en las librerías de viejo, nos encontramos una edición, bajo el título “Biografía del Manifiesto Comunista”, de toda una serie de documentos completos, traducidos al castellano, de los dos congresos de la Liga Comunista -comentados, además, por Riazanov-; entre ellos, la versión completa de la Revista Comunista y los estatutos, nuestra impresión no debió haber sido diferente a la de un biólogo parado frente a un Pie Grande que le habla en su idioma.

Este hallazgo nos impulsó a tratar de reconstruir la maravillosa y aleccionadora historia del surgimiento del Manifiesto Comunista, que es la historia del nacimiento del marxismo y de la Liga de los Comunistas desde su nacimiento hasta su disolución. Pedimos disculpas al lector por las citas extensas, pero ésta era la única manera de sacar provecho a los documentos que, en la parte final de este trabajo, pretendemos analizar. Esperamos que esta historia resulte tan interesante y aleccionadora como lo ha sido para nosotros.

El origen de la Liga de los Justos

La historia de la Liga de los Comunistas enlaza con la Revolución francesa, específicamente con la “Conspiración de los Iguales” de Babeuf. Graco Babuef y sus camaradas: Filippo Buonarroti y Agustin Darthé intentaron imponer los ideales de la revolución –un republicanismo con tintes comunistas, la “república de los iguales” – contra el corrupto Directorio por medio de una conspiración, un golpe de Estado. En su “Manifiesto de los iguales” reivindicaban un primitivo comunismo de los bienes de consumo: “[…] lo que pretendemos es vivir y morir iguales ya que iguales hemos nacido: queremos la igualdad efectiva o la muerte […] ¡el bien común o la comunidad de bienes! Nosotros reclamamos, nosotros queremos el disfrute común de los frutos de la tierra; los frutos pertenecen a todos”.[2] Si bien, el golpe fue preparado en todos sus detalles, al carecer de una base de masas el intento no podía más que estrellarse contra la realidad y los conspiradores fueron sentenciados muerte, Babeuf fue ejecutado el 27 de mayo de 1797. A pesar de sus defectos conspirativos, el intento de putsch inspiró al movimiento socialista y comunista. Marx y Engels siempre consideraron aquella conjura como importante precursor del movimiento obrero moderno.

La Francia de La Restauración, con su carácter reaccionario, no sólo desencadena el proceso revolucionario de 1830, la efervescencia renueva la creación de grupos revolucionarios, la mayoría de los cuales tenía un carácter clandestino. Uno de esos grupos fue la “Sociedad de las estaciones del año” dirigida por Blanqui y Barbés quienes intentan un golpe el 12 de mayo de 1839, en la línea de Babeuf –los conspiradores se concebían como “babuvistas”-. Éstos retoman el tosco comunismo de la “comunidad de bienes” –la repartición equitativa de los medios de consumo- que no plantea la socialización de los medios de producción. Naturalmente el golpe fracasa y los conspiradores son encarcelados. La sección alemana de aquella sociedad secreta fue la “Liga de los Justos” creada en 1836 como una escisión a la izquierda de la “Liga de los Conscriptos” surgida en 1834. Como resultado del golpe frustrado del 39, los dirigentes de la “Liga de los Justos” son encarcelados y luego enviados al exilio en Londres, Suiza y otros países de Europa, las cabezas más destacadas de este grupo son Joseph Moll, Karl Schapper y Heinrich Bauer.

Engels nos dejó un vívido retrato de estos pioneros comunistas fundadores de la Liga de los Justos. Schapper, por ejemplo, fue un veterano revolucionario que participó en varios intentos conspirativos, uno en 1832, en 1833 toma parte en el asalto contra el órgano central de la confederación germánica en Frankfurt; participó en la expedición guerrillera de Mazzini en Saboya. “[…] Era todo un hombre, y lo hecho por él para la fundación del movimiento obrero alemán nunca será olvidado. […] los conocí a los tres en Londres, en 1843; eran los primeros revolucionarios proletarios que veía; y, a pesar de lo mucho que por aquel entonces discrepaban en cuanto a detalle nuestras opiniones –pues su limitado comunismo igualitario oponía yo todavía, en aquella época, una buena dosis de soberbia filosófica, no menos limitada- , jamás olvidaré la formidable impresión que aquellos tres hombres de verdad me causaron, cuando yo empezaba precisamente a hacerme hombre”.[3]

La Liga de los Justos, más o menos reorganizada en el exilio, consistía en un núcleo secreto, a la manera de un grupo clandestino, abiertamente comunista y, por otra parte, en una plataforma abierta de carácter educativo, cultural y de propaganda. Éste fue creado en 1840, la Sociedad de Educación Obrera, en donde Marx dicta una serie de charlas sobre trabajo asalariado y capital. Dice Mehring que: “Un día de la semana se destinaba a la discusión, otro a entretenimientos y diversiones sociales (canto, declamación, etc.). además, se organizaban bibliotecas en el seno de la sociedad y, dentro de lo posible, clases para instruir a los obreros en los acontecimientos más elementales”.[4]

Casi todos los miembros de la Liga eran sastres, ebanistas; profesiones artesanales propias de un proletariado que apenas estaba surgiendo de los sectores más bajos de la pequeña burguesía. Engels escribió una especie de homenaje de estos revolucionarios que supieron trascender sus propias limitaciones: “Honra sobremanera a estos hombres el que no siendo todavía, como no eran, ni siquiera verdaderos proletarios, sino un apéndice de la pequeña burguesía que comenzaba a derivar hacia el proletariado moderno y que aún no se enfrentaba directamente con la burguesía, es decir, con el gran capital, fueran no obstante capaces de adelantarse a sus derroteros futuros y organizarse, aun cuando no fuera con plena conciencia de lo que hacían, en partido del proletariado. Pero era también inevitable que sus rancios prejuicios artesanales se les enredasen entre las piernas cuando trataban de criticar en detalle la sociedad vigente, es decir, de investigar los hechos económicos. Y me temo mucho que en toda la Liga no existiese, por aquel entonces, ni un solo hombre que se hubiese echado a la cara un libro sobre Economía. Pero no importaba; la Igualdad, la Fraternidad y la justicia bastaban, por el momento, para trasponer todas las montañas teóricas”.[5] Habremos de reencontrarnos con la Liga cuando relatemos la historia de cómo Marx y Engels ingresaron en ella, antes debemos plantear el nacimiento de la concepción científica del comunismo

El nacimiento del marxismo

Por aquéllas fechas, a mediados de 1842, un joven hegeliano de izquierda de 24 años –llamado Karl Marx- se entrega a la labor periodística al cerrársele las puertas –junto con su amigo Bruno Bauer- de la docencia, acusados ambos de ateísmo-en realidad eran racionalistas-. Si la incorporación a la izquierda hegeliana le abre a Marx las puertas al pensamiento dialéctico, la labor periodística lo enfrentará a la realidad económica y social; producto de estas influencias Marx llegará a conclusiones materialistas y comunistas.

Desde posiciones democráticas y liberales, Marx escribe para La Gaceta Renana una serie de artículos a favor de la libertad de prensa y pensamiento, en contra del gobierno feudal prusiano y que describen los intereses de clase que se ocultan en los debates del parlamento renano. Se involucra cada vez más hasta convertirse en director del periódico. Su defensa de los taladores pobres de Mosela –que sufren la prohibición que favorece a los acaparadores burgueses de la madera- lo enfrenta con intereses económicos de clase muy concretos en los que Marx descubre las insuficiencias del idealismo hegeliano.

Marx aun no se considera comunista pero defiende desde las páginas de la Gaceta Renana a los teóricos comunistas –Cabet, Wetling, Prohudon- frente a los ataques de la prensa reaccionaria: “[…] los escritos de hombres como Leroux, Considérant y, ante todo, la penetrante obra de Proudhon, sólo pueden criticarse tras un largo y profundo estudio, no con nociones superficiales y pasajeras”[6].

06-578[cuaderno de Engels] En noviembre de 1842 un joven hegeliano dos años y medio menor que Marx, llamado Engels, visita la redacción de la Gaceta –en la que colabora con dos artículos- ese primer encuentro fue frío. Engels se había convertido en octubre de 1841 en un ferviente comunista gracias a sus conversaciones con Moses Hess y, también, por su observación directa de la situación de la clase obrera en Manchester, donde Engels trabajaba en las fábricas de hilados de su padre. Aquí nacen los apuntes para “La situación de la clase obrera en Inglaterra” (publicado más tarde, en 1845) en donde, además de denunciar las espantosas condiciones de explotación capitalista y las consecuencias sociales de la Revolución industrial, la clase obrera ya no es presentada sólo como una clase que sufre –tal como era vista por los comunistas utópicos-, sino como un agente revolucionario. Moses Hess –el responsable directo de convertir a Engels al comunismo- fue un hombre que naturalizó el comunismo al suelo alemán -“La historia sagrada de la humanidad” fue el primer libro comunista originado en ese país-.

El primer encuentro entre Marx y Engels fue frío quizá debido a las últimas resistencias que Marx puso a las ideas que lo ganarán para el resto de su vida. Aunque defendía a los comunistas en la prensa, aún desconfiaba en privado de ellos al considerar que se trataba de sectarios que no se vinculaban realmente a la acción política, se negaba a que la gaceta se perfilara como una revista con una línea editorial comunista, o que se convirtiera -según los testimonios del propio Engels- en “[…] un vehículo de propaganda teológica, ateísmo, etc; en vez de abogar por la discusión y la acción políticas”. [7] Pero la opinión de Marx cambiará muy pronto, un brillante artículo de Engels que se publicó en el único número doble de la revista que Marx fundó tras clausurarse la Gaceta del Renana, impulsó a Marx y Engels a mantener correspondencia y descubrir hasta qué punto sus caminos teóricos confluían.

Vemos a un Marx radical que está evolucionando hacia la izquierda por medio de un concienzudo estudio de las ideas comunistas y los teóricos clásicos de la economía política. Marx abandona la dirección de la Gaceta ante la presión de sus accionistas burgueses para moderar su línea editorial. Pero esto no la salvó: el 21 de enero de 1843 la Gaceta Renana es suprimida por el gobierno.

Desde París, Marx lanza una nueva revista: “Anales francoalemanes” cuyo nombre hace referencia a la necesaria vinculación internacionalista entre la filosofía dialéctica alemana con el espíritu revolucionario francés. Esta revista sólo sacará un número doble antes de caer presa de la censura, también, por la ruptura de las relaciones entre sus dos directores -Marx y Arnold Ruge-, pues la deriva comunista de Marx chocó con el humanismo burgués de su colaborador. Marx defiende la insurrección campesina de Silesia, Ruge la condena. Sin embargo, la gran importancia de ese único número doble –publicado a finales de febrero de 1844- es que en sus páginas salen a la luz una serie de artículos  donde Marx critica desde posiciones materialistas la filosofía del derecho de Hegel. También son publicadas las “Notas Críticas sobre Economía política” -artículo al que referimos en el párrafo anterior- donde Engels extrae conclusiones comunistas a partir de los teóricos de la economía política clásica: Adam Smith y David Ricardo. Este genial artículo de Engels impulsa a Marx a profundizar en la teoría económica que su trabajo periodístico también exigía. «Anales francoalemanes» es la primer revista marxista de la historia, aunque éste fuera el marxismo embrionario de dos hombres: Marx y Engels.

En estas páginas Marx argumenta que no es el Estado el que determina a la sociedad civil, sino que es la estructura de la sociedad civil la que determina al Estado. De esta manera, el primer paso en la construcción de la nueva concepción revolucionaria fue “poner de pie” a Hegel, para cristalizar una teoría dialéctica materialista. En la segunda entrega de ese número doble se publicó una polémica contra Bruno Bauer: “Sobre la cuestión judía” que marca el rompimiento definitivo con la izquierda hegeliana. En este último ensayo Marx argumenta que la cuestión religiosa no se puede combatir por medio de la razón pura o pidiendo a los judíos y cristianos que renuncien a sus creencias religiosas para que pudieran gozar plenamente de los derechos humanos y las ventajas de un Estado laico, la única manera de extinguir el sentimiento religioso es transformando las condiciones materiales que hacen a la religión y al Estado un reflejo inevitable de una sociedad escindida por contradicciones de clase. Marx plantea que la libertad formal del Estado liberal, el reconocimiento formal de los derechos humanos, no equivale a la emancipación real al subsistir las relaciones de explotación que, de hecho, sirven de base al Estado burgués.

La lectura de la obra de Feuerbach “La esencia del cristianismo” (1841) y, sobre todo, las “Tesis preliminares para la reforma de la filosofía” (1842) jugará un papel decisivo en la transición de Marx y Engels del idealismo hegeliano al materialismo dialéctico. En este último libro, Feuerbach sostiene que “la verdadera relación del pensamiento con el ser es ésta: el ser es el sujeto; el pensamiento, el predicado. El pensamiento surge del ser; el ser no surge del pensamiento […] La esencia de la teología es un pensamiento humano trascendente y exteriorizado”. Más allá de reconocer la genialidad de Feuerbach, Marx ya advierte que en estas tesis hace falta poner la importancia debida a la política y al desarrollo histórico.

En agosto de 1844 Engels visita Paris y permanece con Marx durante diez días. Este segundo encuentro fue trascendental para la historia del pensamiento y el movimiento obrero. “Su histórico encuentro con Marx aceció el 28 de agosto en el Café Régence, uno de los más famosos cafés parisienses de la época, que ntre sus clientes había contado a Voltaire, Benjamin Franklin, Diderot, Grimm, Luis Napoleón, Sainte-Beuve y Muset. Su larga conversación inicial les persuadió a pasar juntos en la rue Veneau los diez días siguientes”.[8] Ambas mentes geniales discuten sus conclusiones comunes, solidificando una amistad única construida sobre la base granítica de la teoría y la acción revolucionaria conjunta. Lenin escribió al respecto que “Las leyendas de la antigüedad nos demuestran diversos ejemplos de emocionante amistad. El proletariado europeo tiene derecho a decir que su ciencia fue creada por dos sabios y luchadores cuyas relaciones mutuas superan a todas las emocionantes leyendas antiguas sobre la amistad entre los hombres”.[9] Engels nos legó su testimonio de este encuentro histórico: “Cuando visité a Marx en París, en el verano de 1844, se puso de manifiesto nuestro completo acuerdo en todos los terrenos teóricos, y de allí data nuestra colaboración. Cuando volvimos a reunirnos en Bruselas, en primavera de 1845, Marx, partiendo de los principios básicos arriba señalados, había desarrollado ya, en líneas generales, su teoría materialista de la historia, y nos pusimos a elaborar en detalle y en las más diversas direcciones la nueva concepción descubierta”.[10]

Las líneas generales a las que se refiere Engels estaban plasmadas en un texto no publicado en vida de Marx, mejor conocido como “Los escritos económico filosóficos de 1844”, escrito entre julio y agosto de este año. Sobre la base del conocimiento enciclopédico de los principales economistas, Marx desentraña la alienación del trabajador y argumenta que la única manera de superar ese estado de cosas es por medio de la transformación comunista de la sociedad. Estos estudios son los primeros pasos en un camino que lleva a la redacción de El Capital. Marx expone que el simple comunismo de los bienes de consumo –el primitivo comunismo- no llega a la raíz de la explotación capitalista, la cual se encuentra en la propiedad privada de los medios de producción.

Producto del encuentro entre Marx y Engels nació el libro “La Sagrada Familia”. Engels y Marx rompen abiertamente con la izquierda hegeliana. Antes de desarrollar de forma positiva sus ideas “en las más variadas direcciones” debían deshacerse del antiguo cascarón. En este libro ambos amigos señalan que la “crítica-crítica” o la razón especulativa de los hegelianos no es el motor de la historia –como éstos creen-, el motor de la historia son las masas que producen y luchan en un marco histórico determinado y bajo determinadas relaciones de producción. La historia no es un sujeto que avanza por medio de la razón, la historia avanza si las masas asumen las ideas como propias y esto sólo puede suceder cuando las condiciones históricas están maduras para ese enlace. Mientras los hegelianos acusan a Marx de “idolatrar al proletariado”, Marx y Engels señalan que no se trata de idealizar a una clase, sino de determinar su papel histórico en función de su papel en la producción, a través de lo que realmente es. Mientras que los hegelianos desprecian a la masa y al materialismo ilustrado, Marx y Engels muestran que el materialismo de pensadores como Helvetius y Holbach conduce directamente al comunismo, pues si el hombre es producto de lo que percibe, de sus circunstancias, entonces hay que reconstruir humanamente el medio para que surjan seres realmente humanos. El libro se publica en febrero de 1845. Antes de su publicación, el 25 de enero de 1845, el Ministro del Interior, Guizot, expulsa a Marx de Francia y éste se dirige a Bruselas.

Bruselas, por su posición intermedia entre Francia y Alemania, y por su relativa libertad, era un verdadero campo de emigrados políticos. Ya en Bruselas, antes de que Engels se reuniera con él en abril, Marx redacta –sin intención de que fueran publicadas- once tesis, mejor conocidas como “Tesis sobre Feuerbach” en las que se señala la limitación del materialismo de Feuerbach y se establece la genial idea (onceava tesis) de que los filósofos sólo han interpretado el mundo de diversos modos, pero de lo que se trata es de transformarlo por la vía revolucionaria.

Una vez hecha la crítica, ambos amigos se propusieron exponer de forma positiva sus nuevas ideas, Marx comienza lo que a la postre será su “Crítica de la Economía Política”, redacción que interrumpe por la necesidad de escribir una obra que preparase al público para su teoría económica y que rompiese la falsa idea sostenida por los neohegelianos de que Marx y Engels no eran más que feuerbachianos dogmáticos. A finales de septiembre de 1845 –después de un viaje de seis semanas por Inglaterra, en donde Engels presenta a Marx con los principales dirigentes cartistas- ambos comienzan la redacción de un libro que no verá la luz pública: “La ideología alemana”. Por vez primera las tesis fundamentales del materialismo histórico son expuestas de manera genial: “Podemos distinguir al hombre de los animales por la conciencia, por la religión o por lo que se quiera. Pero el hombre mismo se diferencia de los animales a partir del momento en que empieza a producir sus medios de vida, paso éste que se haya condicionado por su organización corporal. Al producir sus medios de vida, el hombre produce indirectamente su propia vida material”.[11] El investigador debe diferenciar las formas de conciencia que dominan la vida de los hombres –su ideología- de las condiciones materiales que aquéllas representan, los intereses de clase que ocultan. Marx y Engels sostienen que el materialismo naturalista de Feuerbach es insuficiente, hay que extender el materialismo al estudio del desarrollo histórico. Desde principios de 1846 hasta finales de 1847 trataron de que el libro fuera publicado pero no encontraron editor que quisiera comprometerse con el enorme y revolucionario texto. Finalmente, “abandonamos a las ratas nuestro manuscrito tanto más confiadamente cuanto que habíamos logrado nuestro propósito principal: aclararnos a nosotros mismos nuestras propias ideas”. El importante manuscrito no será publicado hasta 1932. Efectivamente, el original estaba corroído por las ratas.

Marx y Engels en el movimiento obrero y radical

Hemos visto que la teoría de Marx y Engels fue desarrollada en el marco del activismo revolucionario, desde el periodismo radical y desde el contacto con el primitivo movimiento comunista y con los trabajadores cartistas. Sería un profundo error creer que Marx y Engels escribían como intelectuales eruditos separados del movimiento obrero y democrático de su tiempo. Marx expuso, incluso en sus textos más tempranos, la imprescindible vinculación entre su teoría y la práctica: “Así como la filosofía encuentra en el proletariado sus armas materiales, el proletariado encuentra en la filosofía sus armas espirituales, y tan pronto como el rayo del pensamiento muerda a fondo en este candoroso suelo popular, se llevará a cabo la emancipación de los alemanes como hombres […] la cabeza de esta emancipación es la filosofía, su corazón el proletariado”.[12]

Este vínculo con el movimiento obrero se vio impulsado por el entusiasmo generado por la  teoría recién descubierta. Engels lo explica con claridad: “Nuestra intención no era, ni mucho menos, comunicar exclusivamente al mundo erudito, en gordos volúmenes, los resultados científicos descubiertos por nosotros. Nada de eso. Los dos estábamos ya metidos de lleno en el movimiento político, teníamos algunos partidarios entre el mundo culto, sobre todo en el occidente de Alemania, y grandes contactos con el proletariado organizado. Estábamos obligados a razonar científicamente nuestros puntos de vista, pero considerábamos igualmente importante para nosotros el ganar al proletariado europeo, empezando por el alemán, para nuestra doctrina”.[13] En la táctica que los fundadores del marxismo establecieron para ganar a los trabajadores podemos encontrar una verdadera mina de tesoros muy ilustrativos para los marxistas de nuestros tiempos.

Como vimos, ya en su viaje de seis semanas por Inglaterra, en julio de 1845, Engels presenta a Marx con los principales dirigentes cartistas. El Cartismo, con su “Carta del pueblo”, fue el primer movimiento político independiente de la clase obrera, aunque sus reivindicaciones electorales eran de carácter reformista, fue entre ellos que Marx y Engels obtuvieron a importantes cuadros políticos, futuros dirigentes de la Primera Internacional. Un sectario hubiera rechazado el contacto con un movimiento que por su programa no aspiraba a la transformación revolucionaria –de hecho los comunistas del tipo Weitling se negaban a entablar relaciones con aquéllos- pero Marx y Engels no eran sectarios. Establecen, por ejemplo, relaciones con Julián Harney y se vuelven colaboradores de la publicación cartista “Norther star”. Ambos participan en un mitin cartista en donde se plantea la creación de una organización democrática internacional que toma la forma de los “Demócratas Fraternales”. El lema de esta organización era “Todos los hombres son hermanos” –esta consigna también era enarbolada por la Liga de los Justos pues ambas organizaciones compartían adherentes- slogan que Marx y Engels transformarán en “Proletarios de todos los países, uníos”. En una de las proclamas de los Demócratas Fraternales se podía leer: “Hacer por vosotros mismos lo que los gobiernos se niegan a hacer por vosotros” [14] que se convertirá, en El Manifiesto Comunista, en “La emancipación de la clase obrera tiene que ser obra de los trabajadores mismos”. Lo que hacen Marx y Engels, al retomar estas consignas, es desarrollar políticamente, y desde una perspectiva de clase, lo que ya estaba en los labios de los sectores más avanzados del proletariado organizado. Siguiendo el ejemplo de esta organización fundan una plataforma similar en Bruselas: la “Sociedad democrática” en donde dicta conferencias –también lo hace para los “Demócratas fraternales” y en la plataforma educativa de la Liga- que se convertirá en su famoso libro “Trabajo asalariado y capital” (1849).

En su base de operaciones en Bruselas –Bélgica- Marx y Engels fundan –inspirados en la plataforma cultural de la Liga- la “Asociación de cultura obrera” que utilizan como tribuna para difundir sus ideas entre los trabajadores y la intelectualidad radical. En torno a este trabajo político Marx y Engels van aglutinado lo que podría llamarse el primer núcleo marxista de la historia, un puñado de personajes de talento–aunque incluso entre sus allegados más cercanos había una pobre comprensión de las ideas-: Se encontraba Moses Hess –recodemos que fue pionero del comunismo en Alemania y el responsable de convertir a Engels; lamentablemente, no completará la transición y por sus ideas utópicas romperá con sus amigos más adelante-. También estaban Ernst Dronke, más tarde redactor de la Nueva Gaceta del Rin; Wilhelm Wolff, muerto tempranamente y a quien Marx dedicó el primer volumen de El Capital; Joseph Weydemeyer, ex oficial de artillería; el poeta George Weerth; Edgar de Westfalia, cuñado de Marx; Sebastian Seiler, antiguo colaborador de la Gaceta renana; el famoso poeta Freiligrath –más bien un colaborador equívoco-, Stefan Born quien jugará un papel muy importante en la revolución de 1848, entre otros. Marx y Engels intentaban aglutinar a estos grupos dispersos – cuyo nombre sería “Comités Comunistas de Interrelación”- en vistas una conferencia internacional que se pensaba realizar a finales de 1845 o inicios de 1846.[15]Parece ser que esta última iniciativa nunca se concretó.

Desde el comienzo la estrategia de Marx y Engels tenía un indeleble contenido internacionalista. Con la intención de vincular a los núcleos comunistas de Bruselas, Londres y París, para crear una plataforma para debatir y confrontar sus ideas con otras tendencias del movimiento, crean el “Comité comunista de correspondencia” que será el antecedente de la Primera y segunda Internacionales. Marx –según Riazanov- se inspira en los “Comités de correspondencia” de Londres de Thomas Hardy de 1792, que no son más que comités jacobinos revolucionarios.[16] No se trata de simples comités de intercambio de cartas –como podría sugerir el título de “comités de correspondencia”- sino comités revolucionarios, el embrión de un Partido internacional.

Proudhon1[En la imagen, Proudhon] Para desarrollar esta plataforma Engels se traslada a París en agosto de 1846 con el fin de entrar en contacto con la Liga de los Justos. Marx, mientras tanto, intenta atraer al comité de correspondencia a Proudhon, le envía una carta en la que le explica que la intención es “sacar a la luz las diferencias de opinión y obtener un intercambio de ideas”. [17] Sin embargo, Proudhon, en su respuesta, demostró que no pretendía construir una organización seria –disciplina que para todo pequeñoburgués es sinónimo de intolerancia- sino simplemente –y esto sigue siendo marca registrada del pensamiento anarquista- discutir por discutir :

“[…] no nos convirtamos, simplemente por estar a la cabeza de un movimiento, en líderes de una nueva intolerancia, no nos convirtamos en apóstoles de una religión, aunque sea la religión de la lógica, la religión de la razón. Reunámonos y estimulemos toda disensión, pongamos fuera de la ley toda exclusividad, todo misticismo, no consideremos nunca agotada ninguna cuestión, y cuando hayamos hecho uso de nuestro último argumento, comencemos de nuevo, si es necesario, con elocuencia e ironía. Bajo estas condiciones me sentiré feliz de entrar a formar parte en su asociación. En caso contrario, ¡no!”. [18]

Marx pretendía debatir para acordar la acción revolucionaria común, Proudhon quería discutir sin propósito práctico alguno. Aquí se pone de relieve una de las diferencias entre el marxismo revolucionario y el anarquismo paralizante. Proudhon termina la carta anunciando a Marx la publicación de su libro “La filosofía de la miseria” y convoca al “azote” de la crítica de Marx. Éste le toma la palabra y responde con el primer libro plenamente marxista que fue publicado – la “Sagrada Familia” es aún un esbozo polémico- “La miseria de la filosofía” vio la luz en diciembre de 1846. Aquí, Marx demuestra que Proudhon pretende rechazar los aspectos negativos del capitalismo –concentración del capital, explotación, etc.- sin erradicar la propiedad privada sobre los medios de producción, intento que es como desear el polo positivo magnético rechazando el negativo. Explica que pretender erradicar la explotación por medio de la circulación – a través de los famosos “bancos de intercambio” impulsados por el Estado- es un proyecto utópico que evade la raíz del problema. Marx muestra el carácter pequeñoburgués de esta teoría, que basa sus elucubraciones en la pequeña propiedad y el intercambio directo. La pequeña propiedad es suprimida o subordinada por la gran producción capitalista, sin que juegue ya un papel económico independiente. Es una crítica demoledora al anarquismo y a las utópicas ideas del pequeño propietario. Cabe agregar que Marx nunca dejó de reconocer el papel pionero de Proudhon y la valiosa contribución de su primara obra “qué es la propiedad” (1840) donde escribe la poderosa frase “Toda propiedad es un robo”. Proudhon y Weitling fueron exponentes primigenios del comunismo pequeñoburgués y en ello no debe omitirse el mérito.

No fue Proudhon el único invitado al “Comité de correspondencia comunista”, Wilhelm Weitling se integró por breve tiempo antes de salir de la coordinación en torno a 1846 muy molesto al ser el único en el comité en votar a favor de una circular –no era Weitling alguien quien soportara estar en minoría-. Sastre autodidacta, Weitling había pertenecido a la Liga de los Justos antes de que sus miembros fueran expulsados de Francia. A solicitud de la liga escribe “Cómo es y cómo debería ser la humanidad” en donde plantea –inspirado en Saint Simon y Fourier- un comunismo cristiano tan tosco que parece “tallado en madera”.[19] Después, en 1842 escribió “Las garantías de la armonía y la felicidad”. Weitling defendía el rechazo a toda política, la necesidad de una revolución absoluta e inmediata basada en los que más sufren: el “lumpenproletariado”, los vagabundos, los bandidos. Estas ideas ultraizquierdistas serán retomadas –plagiadas- por Bakunin que las combinará con las recetas de Proudhon. Después de ser encarcelado en 1844, Weitling se dirige a Londres donde adquiere, en parte por su aureola de mártir, notable influencia entre los activistas, especialmente entre sus viejos compañeros de la Liga de los Justos.

Sin embargo, para la época en que se forma el Comité de Correspondencia Comunista, Weitling comenzaba a perder su influencia entre los emigrados ingleses. Los elementos más avanzados de la Liga de los Justos se daban cuenta que el ultraizquierdismo de Weitling no se correspondía con el movimiento que ellos veían en el centro industrial del mundo. La influencia del cartismo demostraba palpablemente que los trabajadores no podían omitir la lucha por reformas políticas y que si se excluía todo aquello que no fuera la instauración inmediata del comunismo no habría posibilidad alguna de desarrollo y avances en la lucha. Sin embargo, Marx intenta ganar a Weitling, aunque éste ya se percibe aislado y, por tanto, vive amargado y paranoico. Sin embargo, Marx siempre reconoció, al igual que en el caso de Proudhon, que el sastre había escrito dos textos que expresaban los primeros balbuceos del proletariado alemán.

WilhelmWeitling[En la imagen Weitling] Marx recibió a Weitling en su casa. Pero Weitling –según señala Engels- “ya no era aquel joven y candoroso oficial de sastre que, asombrado de su propio talento, se esforzaba por saber cómo iba a ser la futura sociedad comunista. Era el gran hombre que se sentía perseguido por los envidiosos de sus superioridad, el que veía en todas partes rivales, enemigos secretos y celadas; el profeta acosado de país en país, el que guarda en el bolsillo la receta para hacer descender el cielo sobre la Tierra y se imagina que todos quieren robársela […] Marx y su mujer lo acogieron con una paciencia casi sobre humana, no pudo tampoco entenderse con nadie. En vista de eso, pronto se marchó a América, para probar allí el oficio de profeta”.[20] Entre los presentes en aquél debate estuvieron Engels, Edgar von Weestphalen, Weydemeyer y un turista ruso llamado Paul Annenkov quien escribió un testimonio de esta reunión. Weitling expuso que: “la humanidad se halla siempre en condiciones [para la revolución] o nunca lo estará […] las revoluciones surgen como tormentas y nadie puede cartografiar sus operaciones de antemano […] el intelecto cumple un cometido muy pobre y, sin emoción, no puede hacerse nada […] las mayores hazañas se logran mediante las emociones que mueven a las masas”.[21] Marx explicó que la práctica revolucionaria debía basarse en una base teórica firme, que explicara el funcionamiento de la sociedad capitalista y que partiera de una análisis objetivo del nivel de organización y conciencia de los trabajadores; a los trabajadores no se les debía engañar con prédicas religiosas. Weitling objetó que la teoría es inútil al estar alejada del mundo de la gente sufriente y afligida. “Cuando oyó estas últimas palabras –según Annenkov- Marx perdió al fin su propio control y su puño golpeó con tal dureza la mesa que la lámpara retumbó cayendo. Saltó diciendo: ¡Nunca jamás ayudó la ignorancia a nadie!”[22]

Marx y Engels y la Liga de los Justos

Pero más que tratar de atraer a Proudhon y a Weitling, la estrategia marxista consistía en ganar a sus bases, a ello dedicaron la mayor parte de su tiempo y esfuerzo. Como vimos, Engels se dirigió a París en agosto de 1846 y entabla contacto con las tres “comunas” –células o comités- de la Liga de los Justos que funcionaban allí. Engels hubo de enfrentarse a las ideas de Weitling –ya en retirada-, a las de Proudhon y a las de Herman Kriege, estas últimas la de un socialismo del “amor” “saturado de amor y desbordando amor por todas partes”.[23]

Ya antes , en 1843, Schapper le había propuesto a Engels ingresar en la Liga de los Justos, pero en esa ocasión Engels declina, quizá porque no quiere comprometerse a asumir los compromisos de una organización de carácter conspirativo que pudieran atarle las manos para intervenir en otras plataformas o, simplemente, porque la formación de las ideas de Engels aún se encontraba en una fase que no le permitió comprender la necesidad de afiliarse a una organización con cientos de adherentes-Engels mismo señaló que en aquélla época su pedantería filosófica era no menos unilateral que el tosco comunismo de esos dirigentes-. Lo cierto es que no rompe relaciones con los dirigentes de la Liga y cuando se funda el Comité de Correspondencia, la Liga de los Justos de Londres se conforma como la sección londinense del comité. Marx también estableció contactos que serán imprescindibles en el futuro: “Durante mi primera estadía en París, yo mantenía relaciones personales con los dirigentes locales de la Liga, como también con los de la mayoría de asociaciones obreras francesas, sin entrar, no obstante, a formar parte de las mismas”.[24]

Marx explicó las características generales de la propaganda con la cuál ganan a la Liga: “[…] publicamos una serie de panfletos, ya fueran impresos o litografiados, en los que la mezcolanza de socialismo anglo-francés y de filosofía alemana, era sometida a una crítica despiadada que por aquél entonces consistía la teoría secreta de la Liga, recomendándose, en cambio el estudio científico de la estructura económica de la sociedad burguesa, como único fundamento pertinente, explicándose en un lenguaje netamente popular, que lo que se trataba no era la imposición de un sistema utópico cualquiera, sino la participación activa y consciente en el proceso revolucionario social a que asistíamos”.[25] Es decir, el trabajo consistió en aterrizar la teoría compleja del marxismo en una forma que los trabajadores la pudieran comprender, participando allí donde ellos se agrupaban y/o creando plataformas conjuntas para debatir con los sectores más avanzados del movimiento.

Así pues existían, tanto por parte de Marx como de Engels, contactos firmes con los dirigentes de la Liga de los Justos: Schapper, Bauer y Moll –quienes se encontraban en diversos grados de acercamiento con las ideas de aquéllos-en virtud de los cuales la Liga de los Justos de Londres envía, el 20 de enero de 1847, a Moll hacia Bruselas para solicitar la entrada de Marx y Engels a esta organización en vistas de un futuro congreso en que habrían de reorganizarse frente a la revolución que todos presentían estaba tocando la puerta. Engels escribió que a esta solicitud era imposible negarse. Así pues, esta histórica invitación, de la que surgirá el Manifiesto Comunista, no fue el simple producto de dos sabios de gabinete a los que se acercaron los trabajadores por “generación espontánea”. Sólo un sectario ignorante podría interpretar ese evento histórico de esa manera fabulosa e irreal –aún hoy los sectarios creen que las masas se les acercarán sin su participación en los espacios y organizaciones propias de los trabajadores-. Fue el trabajo de explicación paciente en el seno de esa organización obrera la que finalmente rindió sus frutos. Marx y Engels sembraron aquello que habían cosechado.

Las dos convocatorias al Congreso de la Liga

Los textos de la convocatoria al Congreso demuestran la influencia del naciente marxismo sobre los elementos más avanzados de los trabajadores. Se trata de dos circulares muy poco conocidas en la actualidad, que debieron ser escritas por alguno de los dirigentes londinenses: Schapper, Bauer o Moll.

La primera circular fue escrita en noviembre de 1846, en ella se anuncia a las “comunas” –comités- el inminente congreso. Los planteamientos son muy avanzados: se explica que el papel de la Liga es consolidar un Partido capaz de llevar adelante la transformación social, se concibe al Partido como la organización encargada de encauzar el movimiento revolucionario en puerta, una organización que debe renunciar a las ideas comunistas utópicas y actualizar su “profesión de fe” -es decir, la teoría-: “Si nos fijamos en la situación actual de Europa, y especialmente de Alemania, no podremos dudar un momento que las ideas sociales y comunistas consiguen los progresos más satisfactorios y que ningún partido puede encontrar eco si no hace más o menos hincapié en la transformación de la sociedad actual. Nuestra misión debe ser espolear el grandioso movimiento de nuestro tiempo y encauzarlo en la medida de nuestras fuerzas, pues sólo de ese modo lograremos formar un partido potente y dar la batalla victoriosa a nuestros enemigos. Desgraciadamente, hasta hoy, no ha ocurrido así […] Al principio creíase que nuestra actuación debía consistir en construir sistemas comunistas y sociales, pero pronto se vio que se seguía un camino falso y, afortunadamente, hoy se va abandonando ya casi por completo […[ aún es la hora en la que no se ha levantado una sencilla profesión de fe comunista que pueda servirnos a todos de norma […]”.[26]

Más adelante, se propone que la relación que el proletariado debe establecer con el Partido radical pequeño burgués de Alemania es de unidad sin ceder en los principios comunistas: “[…] A nuestro juicio, las circunstancias actuales hacen deseable y necesaria una inteligencia del proletariado con ese partido [en referencia al partido radical]. Creemos, por tanto, que debemos procurar en todas partes entrar en relación con los radicales, aunque sin ceder en nada de nuestros principios; que debemos aspirar a demostrarles que no está ya lejos el día en que también ellos se verán empujados a las filas proletarias y que sólo por medio de una reforma social podrán esquivar la ruina. […][27]

Al final de la circular se plantean los temas políticos que se deben debatir en los círculos y se solicita el envío de informes bimensuales sobre los progresos del debate y sobre las situación concreta de las “comunas”, estos informes servirían para hacer un memorial destinado a la organización en su conjunto. También se conmina a dejar de lado la división pues “la unidad hace la fuerza”. Son notables las cuestiones políticas que se plantean para su discusión: “Pregunta I: ¿Cuál es la actitud que guardan entre sí el proletariado y la alta burguesía? ¿Es aconsejable que lleguemos a una inteligencia con la baja burguesía o burguesía radical, y en caso afirmativo, de qué modo podría lograrse esa inteligencia del modo más fácil y seguro?

Pregunta 2: ¿Cuál es la actitud del proletariado frente a los diversos grupos religiosos? ¿Es posible y aconsejable una inteligencia con algunos de esos partidos, y, en caso afirmativo, de qué modo podría conseguirse esa inteligencia del modo más fácil y seguro?

Pregunta 3: ¿Cuál es nuestra actitud ante los partidos sociales y comunistas? ¿Es posible y deseable la unión general de todos los socialistas, y, si lo es, de qué modo podría realizarse esa unión del modo más rápido y seguro?

Os rogamos que, ante todo, meditéis maduramente estas tres preguntas en los respectivos … [al parecer el formato original contenía espacios para anotar reflexiones] para que la mesa de todas las comunas pueda encauzar debidamente la discusión que se haga acerca de las mismas. No entramos en el análisis detenido de estas preguntas porque, antes de inclinarnos en ningún sentido, queremos conocer el parecer de los afiliados […] Una vez discutidas las preguntas anteriores, os rogamos que nos hagáis conocer sin demora las opiniones y deseos de los afiliados”.[28]

Como vemos, se trata de una discusión amplia y democrática, en donde el papel de la dirección es encauzar el debate y sugerir algunas líneas de opinión. Aquí encontramos el esbozo primigenio de los métodos organizativos del marxismo, los que serán desarrollados por Lenin bajo el término de “centralismo democrático”. Al propio tiempo que vemos en esta circular puntos de vista muy avanzados -y el deseo de discutir temas políticos profundos y trascendentes- aún existen elementos del viejo comunismo metafísico, que habla en nombre de la moral y justicia eternas: “[…] Que la justicia y la verdad sean vuestros gritos de guerra; hagamos frente sin miedo a los enemigos de la humanidad, y estad seguros de que cuanto más dura sea la lucha más espléndida será la victoria”. [29]

La segunda circular, de febrero de 1874, es quizá todavía más interesante que la anterior al tener un mayor contenido político. De forma un tanto cómica esta segunda circular comienza regañando a las comunas, de forma una tanto desesperada, por no haber enviado los informes y las respuestas a las preguntas planteadas en el primer comunicado. Luego, de forma, muy precisa y clarividente –aunque en un tono profético y un tanto hiperbólico-anuncia que la revolución está a punto de estallar –como efectivamente sucederá unos pocos meses después- “[…] En los momentos actuales en que el horizonte político aparece cargado de nubes, en que por todas partes se oye bramar el espíritu de los tiempos y en que todo indica que navegamos hacia una revolución gigantesca que decidirá probablemente por varios siglos de la suerte de la humanidad, no es hora de dormirse, no es el momento más adecuado para hacer valer los personalismos; no, en estos momentos la humanidad exige de cada uno de sus militantes el cumplimiento de su deber”.[30]

Luego, se invita a los integrantes de la Liga a propagar las ideas comunistas, pues se argumenta-de una forma un tanto ingenua y sectaria- que “el pueblo recibirá con gozo esta magnífica doctrina que le asegura el remedio definitivo de sus males. […]”

Se explica la necesidad de organizar al Partido proletario de forma independiente frente a la burguesía –incluso aunque las alianzas con el ala radical pequeñoburguesa sean necesarias-: “El proletariado de Europa, y sólo él, es capaz de traer a la humanidad su salvación; por eso nuestro deber más sagrado es organizar nuestras fuerzas de la lucha lo más rápidamente posible y arrancar a los proletarios a la influencia de los vacuos liberales, que acaso se prestarían para colaborar en una revolución política, para, bajo el título de presidente, poder ocupar el trono vacante del príncipe, pero que sólo nos emanciparía de la tiranía de los príncipes para colocarnos bajo el despotismo del dinero”.[31]

Se reitera que el objetivo del próximo congreso es “una revisión total de la Liga”, además de la creación de un periódico “que represente a nuestro partido en todas direcciones”. Esto es urgente ya que es necesario cohesionar a la organización y crear “una bandera propia en torno a la cual podamos agruparnos y no marchar a la zaga del gran ejército de filisteos”. Y se pone como ejemplo de esa unidad de Partido a los cartistas ingleses –Engels es el puente entre éstos con la Liga-.

Luego, se pasa revista- aunque de manera somera y sin aportar datos precisos- a los grupos de la Liga que existen, aparte de París –donde hay, por lo menos 3 comunas y está el centro de propaganda de la Liga-, en: Suecia – donde se reportan “grandes progresos, si bien aparecen mezcladas con algo de cristianismo, como a nosotros nos acontecía también en los primeros momentos”-; en Bélgica –donde seguramente se hace referencia al grupo de Marx y Engels que convertirá al Comité Comunista de Correspondencia (demostrando una notable flexibilidad táctica) en sección local y enviará su delegado-; en Berna –donde se reporta la creación de un periódico comunista-; en Suiza –donde se reporta que los comunistas cristianos, animados por Weitling, han armado una escisión desleal-. En Londres se encuentra la sección más numerosa, dos asociaciones en dos barrios londinenses que ya cuentan con 500 afiliados –muy probablemente se incluyen a los afiliados de la Asociación Cultural que, no necesariamente, pertenecen al núcleo politizado- .

Nuevamente, se hacen una serie de preguntas –ahora expuestas en forma más concisa- para orientar el debate:

“1.- ¿Qué es el comunismo y qué pretenden los comunistas?

2.- ¿Qué es el socialismo y qué pretenden los socialistas?

3.-¿De qué modo puede instaurarse el socialismo de la forma más rápida y fácil posible?”[32]

Esta circular da una orientación política más precisa al aportar una definición de comunismo que está notablemente cerca de la definición marxista pero sólo menciona la propiedad colectiva de la tierra: “[…] como sabéis, el comunismo es un sistema según el cual la tierra debe ser propiedad común de todos los hombres, y todo el mundo debe trabajar y producir, con arreglo a sus capacidades y disfrutar, consumir, con arreglo a sus fuerzas; los comunistas pretenden, por tanto, echar a tierra toda la organización social del pasado y levantar sobre sus ruinas una nueva” [el comunismo se diferencia del “socialismo” en que éste] “no erige ningún sistema nuevo, sino que se aplica predominantemente a poner parches en el viejo edificio, a taponar y ocultar a las vista las grietas abiertas por el tiempo, y a lo sumo, a levantar, como hacen los fuorieristas, un nuevo piso sobre los viejos y carcomidos cimientos llamados capital […]”[33].

Luego plantea cuestiones muy de fondo, mostrando un nivel político sorprendente para una organización que apenas intenta superar sus ideas primitivas: “[…] por lo que toca a la implantación del comunismo, hay que saber ante todo, pues es la cuestión capital, si éste puede implantarse inmediatamente o si hay que admitir un periodo de transición durante el cual se eduque al pueblo para él; y necesitamos además saber, caso de que sea así, cuánto habrá de durar ese periodo; en segundo término, hay que preguntarse si el régimen comunista puede y debe implantarse de una vez o si deberá comenzar con pequeños ensayos; y, finalmente, ¿deberá implantarse por la fuerza o dejar que la transformación se desarrolle por la vía pacífica?”.[34]

Finaliza la extensa circular previniendo a los adherentes de la Liga de cualquier intento de motines y conspiraciones alejados de las masas. Este llamado es tanto más notable cuando se considera que la Liga había surgido originalmente como la sección alemana de la intentona blanquista, y que había nacido inspirada en Babeuf, es otra manifestación más de cuánto se había avanzado políticamente. “[…] Y por último: guardaos de motines, conspiraciones, compras de armas y demás disparates por el estilo; nuestros enemigos se desvivirán por provocar revueltas callejeras, etc., y tomar de ahí el pretexto para una represión encarnizada a restablecer, como ellos dicen, el orden y a poner por obra sus planes demoniacos. Una actitud seria y serena obligará a los tiranos a quitarse la careta, y entonces ¡a vencer o morir! Que os vaya bien, hermanos, y contestad pronto”.[35]

Estatutos y Centralismo Democrático

De inmediato Engels, Marx y su círculo de allegados pusieron manos a la obra y se involucraron de lleno en el debate preparatorio al Congreso. Engels explicó, en una carta al Comité de Correspondencia de Bruselas, el trabajo que realiza entre las células de trabajadores de la Liga. En un prolongado debate sobre la teoría que debería enarbolar la Liga, todos los trabajadores se declararon proudhonianos pero Engels se apoyó en el instinto revolucionario de los trabajadores, en el tema de la necesidad de implantar la revolución por la fuerza de un movimiento de masas, para ganarlos a sus ideas. Primero explicó de la manera más accesible posible el significado del comunismo “[…] definí los fines de los comunistas de la siguiente manera: 1) hacer triunfar los intereses del proletariado en oposición a los de la burguesía; 2) Hacer esto por medio de la abolición de la propiedad privada y sus sustitución por la comunidad de bienes; 3) No reconocer otro medio de lograr estos objetivos que una revolución democrática por la fuerza […] Esto se discutió durante dos noches […] varios mozos que hasta entonces nunca habían hablado, abrieron de pronto la boca y se pronunciaron bastante decididamente a mi favor. Hasta entonces sólo Junge lo había hecho. Algunos de estos hombres nuevos, aunque temblaban por el temor de parecer presumidos, hablaron bastante bien y en general parecen ser mentes bastante sanas. En definitiva, cuando llegó la votación, la reunión se declaró comunista en el sentido de la definición dada anteriormente, por trece votos contra los dos que seguían siendo leales grünistas (uno de los cuales explicó después que tenía el más vehemente deseo de convertirse)”.[36] De esta manera Engels gana a las ideas marxistas a algunos miembros de la Liga –Ewerbeck y Junge- e incluso es votado como delegado al congreso.

Del 2 al 9 de junio de 1847 se celebra en Londres, en las oficinas de la Asociación Educativa de los Trabajadores alemanes, ubicada en el número 20 de Great Windmill Street, el Primer Congreso de la Liga de los Justos. Wilhelm Wolff acude a nombre de la “comuna” Bruselas, es decir, como delegado del “Comité Comunista de Correspondencia” que se convierte, ad hoc, en sección de la liga. Se trata de una formalidad recíproca: la liga londinense había sido aceptada como integrante del Comité de Correspondencia Comunista, ahora la Liga de los Justos aceptaba a la sección de Bruselas como parte de su propia organización. Engels, como vimos, acude a nombre de las “comunas” de París. Es por esto que no podemos estar de acuerdo con Riazanov cuando señala que la Liga de los Justos ya no existía, sino sólo el Comité de Correspondencia de Londres, sin embargo, su interpretación es unilateral y son los propios documentos que Riazanov recopiló los que nos muestras que la Liga fue la convocante –la convocatoria refiere el nombre de la “Liga”- pero, al mismo tiempo, era integrante del Comité de Correspondencia.

Este congreso resuelve transformar el nombre de la Liga de los Justos a “Liga de los Comunistas”, discute los estatutos de la organización –que serán aprobados en el congreso siguiente- y aprueba la publicación de un periódico del Partido –que tomará forma de “Revista Comunista”, no de periódico-.

La presentación de los cincuenta artículos estatutarios es notable por varias razones: en primer lugar, la consigna de “Todos los hombres son hermanos” es transformada en “¡Proletarios de todos los países, uníos!” Esta consigna legendaria aparece en los estatutos de la Liga –así como en el primer y único número del periódico- antes de aparecer impresa en las páginas del Manifiesto del Partido Comunista.

Quizá más importante aún es la presentación del artículo primero de los estatutos en el que queda consignado la tesis claramente marxistas, casi en los mismos términos en que Engels los había propuesto en los debates de París: “Art. I. La finalidad de la Liga es el derrocamiento de la burguesía, la instauración del régimen del proletariado, la abolición de la vieja sociedad burguesa, basada en los antagonismos de clase, y la creación de una sociedad nueva, sin clases ni propiedad privada”.[37]

También es relevante el carácter democrático pero centralizado que los estatutos imprimen a la organización: el artículo 5 organiza a la Liga en “comunas” –o comités de base-, “círculos” –reuniones de los dirigentes políticos de dos a, un máximo, de diez comunas (cuyo objetivo es mantener comunicados a las comunas de su competencia, darles orientación política e impulsar la formación de nuevas “comunas”)-; Círculos directivos –dirección política provincial o de un país cuya elección es potestad del Congreso-; el Comité Central –que dirige a toda la Liga a nivel internacional y es electo en el Congreso, está obligado a enviar informes sobre la situación de la Liga cada tres meses.

Todos los órganos antes señalados deben reunirse por lo menos una vez cada dos semanas y las elecciones de su directiva celebrarse en el mes de septiembre (art. 26). Los miembros de los órganos directivos (comités de círculo y comité central) son electos por un año, con posibilidad de reelección y siendo removibles en todo momento por las bases. El artículo 27 señala el carácter político de la dirección de la organización: “Los comités de círculo deberán encauzar las discusiones de las comunas en consonancia con los fines de la Liga. Si el Comité Central entiende que es de interés general la discusión de ciertas cuestiones, deberá plantearlas a toda la Liga”.

El artículo 30 estatuye al Congreso como la máxima autoridad legislativa de la Liga. Cada círculo tiene derecho a enviar un delegado en razón de uno por cada 29 miembros (artículos 31 y 32). Los congresos deben celebrarse anualmente en el mes de agosto pero el CC tiene facultad para convocar congreso extraordinarios si se considera necesario (art. 33). El Congreso decide el lugar de residencia del comité central y el país en donde habrá de celebrarse el congreso próximo.

Es importante señalar que hay toda una sección –sección IX- que establece el régimen financiero de la organización. El artículo 43 señala que todo miembro está obligado a aportar una cuota mínima cuyos montos se destinarán en partes iguales para el CC y las comunas (art. 44). El monto destinado al CC servirá para gastos regulares de toda la Liga (art. 45), tales como egresos por correspondencia y administración, publicación de todo tipo de propaganda, el pago de traslados. Las comunas que no reporten cuotas en un lapso de seis meses serán suspendidas (art. 48). El artículo 48 obliga a la dirección a rendir informes de todos los gastos e ingresos, advirtiendo que toda malversación será “severamente castigada”. A todo nuevo afiliado debe leérsele en voz alta los estatutos y brindarle una explicación política de las responsabilidades implícitas a su militancia (art. 50).

Por sus características generales, estos estatutos son una respuesta contundente a aquéllos que sostienen que el “centralismo democrático” es un invento de Lenin, no de Marx; tratando de meter una cuña entre las ideas organizativas de ambos. En realidad en estos estatutos, por su carácter fundamental (soslayando las diferencias formales), se encuentra, por lo menos en germen, la esencia básica del marxismo –y por añadidura el leninismo- en materia organizativa. La máxima democracia se combina dialécticamente con la máxima centralización y disciplina. En estos estatutos subyace el mismo espíritu que Lenin expresó en su definición del “centralismo democrático”: “máxima libertad en la discusión, máxima unidad en la acción”.

El camino al Manifiesto Comunista

Más relevante que el primer Congreso fue el segundo, realizado en el mismo sitio del primero, del 29 de noviembre hasta el 8 de diciembre de 1847. En estas jornadas se discuten las ideas generales de la “profesión de fe” o el nuevo programa teórico de la organización. Como ya vimos, los debates precongresuales fueron muy intensos, especialmente en lo relativo a las bases teóricas que se adoptarán. Tras el primer Congreso, Engels escribe un borrador destinado a alimentar el debate, los famosos “Principios de comunismo” –que, a su vez, servirá de borrador para el Manifiesto comunista de Marx-.

Por la forma de preguntas y respuestas en que se manejaban los asuntos políticos de la Liga, no debe sorprendernos que el primer borrador de manifiesto –o “profesión de fe” como era llamado por los integrantes de la Liga- hecho por Engels tuviera esa forma de catecismo,  preguntas y respuestas. Esta forma primitiva –a la que se adapta Engels para expresar un nuevo contenido- provenía, probablemente, de los gremios artesanales medievales y del carácter predominantemente religioso de las primeras formas de comunismo. En uno de los catecismos blanquistas, por ejemplo, podemos leer: “1.- ¿Qué piensas del gobierno? –Que el Gobierno ha traicionado al pueblo y al país. 2.-¿En interés de quién gobierna? –En interés de unos cuantos privilegiados. 3.- ¿Quiénes son hoy aristócratas? –las gentes de dinero, los banqueros, los especuladores, los monopolistas, los grandes terratenientes, y en general todos aquellos a quien llamamos explotadores del hombre por el hombre”. […] 10.- ¿Qué es el pueblo?- El conjunto de todos los ciudadanos que trabajan. […] 13.- ¿Cuál debe ser la base de una sociedad justa? –La igualdad”. […] 16.- ¿Debe hacerse una revolución política o social? –Una revolución social”.[38]

Pero no fueron los únicos proyectos de programa que se presentaron, al menos hubo otros tres proyectos, uno de ellos escrito por Moses Hess, quien estaba en proceso de alejamiento con sus viejos amigos y propuso un borrador que apelaba a principios morales eternos.[39] Unos pocos días antes de celebrase el congreso, entre el 23 y 24 de noviembre, Engels escribe una carta a Marx donde le propone la forma que tendrá finalmente el Manifiesto Comunista: “Piensa un poco sobre la profesión de fe. Creo que sería mejor abandonar la forma de catecismo y llamar la cosa así: Manifiesto Comunista. Como es preciso hacer un relato histórico de cierta extensión, la forma que ha tenido hasta ahora es bastante inapropiada. Llevaré conmigo lo que he hecho hasta aquí ¡es simplemente una narración, pero miserablemente compuesta en horrible prisa! Comienza así: ¿Qué es el comunismo? Y luego voy derecho al proletariado: la historia de su origen, su diferencia con obreros anteriores, el desarrollo de la contradicción entre el proletariado y la burguesía, las crisis, los resultados […]”[40] Esta carta es de subrayarse porque el documento al que se refiere Engels no es, como comúnmente se interpreta esta carta, el que conocemos como “Principios de comunismo” –recordemos que éste documento ya había circulado en las comunas y tenía la forma de un catecismo- sino otro que lamentablemente no ha llegado hasta nosotros. Si comparamos el esquema formulado en esta carta, veremos que coincide casi a la perfección con las primeras páginas del Manifiesto Comunista, redactado por Marx. Esta carta demuestra, a nuestro juicio, que Marx sí que tomó muy en cuenta el borrador de Engels y que, por tanto, el Manifiesto debe ser atribuido a ambos, no sólo a Marx como insiste Riazanov y otros biógrafos como McLellan.

La «Revista Comunista»

La aparición de “número de prueba” –el único número que se publicó- de la “Revista Comunista” aprobada por el Primer Congreso de la Liga de los Comunistas es digna de señalarse. Es verdad que en los Anales francoalemanes se publicaron los primeros textos que podemos denominar “marxistas” pero hablamos de una publicación que no pertenecía a ninguna organización concreta y el “marxismo” era el que exponían sólo Marx y Engels. La “Revista Comunista” era la revista de un pequeño Partido en proceso de asumir la teoría de Marx como propia –aunque sólo unos cuantos la entendieran realmente- y, por tanto, podríamos llamarla la primer revista marxista de la historia, al menos casi lo era. Pero más allá de ponerle una etiqueta, lo interesante es su contenido y orientación –que, al menos en germen, es un modelo de publicación marxista-.

Se trata de 16 páginas en forma de cuaderno, debajo del título “REVISTA COMUNISTA” aparece la consigna ¡Proletarios de todos los países, uníos! Si descontamos los estatutos discutidos en el Congreso de junio –que no fue un documento público- es la primera vez que la consigna aparece impresa abiertamente. El costo, anunciado en la esquina superior izquierda, es de 2 peniques. Como sumario se enlista: una introducción (un texto editorial que pudo haber sido redactado por Schapper –no hay autoría en ninguno de los contenidos-), una aguda e interesante crítica al plan de emigración hacia EUA del comunista utópico Cabet; un extenso artículo, que con toda seguridad fue escrito por Engels, sobre los debates de la Dieta alemana, que culmina con algunos comentarios críticos sobre el plan de Cabet, y, finalmente, breves notas internacionales.

La nota editorial anuncia que el periódico sale a la luz pública como parte de una necesidad política: dotar al proletariado de un órgano propio de difusión, y se materializa gracias a una campaña de suscripciones en la cual las filiales de la Asociación de Cultura Obrera-la plataforma educativa de la Liga- jugó un papel fundamental. Se manifiesta la intención de comprar una imprenta propia para la publicación de todo tipo de materiales políticos “de defensa del proletariado”. Apela a los trabajadores para darle vida y contenido a este nuevo órgano: “Y ahora, proletarios, sois vosotros quienes tenéis la palabra. Enviadnos artículos, suscribíos, por poco que podáis, difundid el periódico, aprovechando todas las ocasiones, y laboraréis por una causa santa y justa: por la causa de la justicia contra la injusticia, por la causa de los oprimidos contra los opresores; nuestra lucha es la lucha por la verdad contra la superstición, contra la mentira. No aspiramos a ninguna recompensa, a ningún pago por lo que hacemos, pues nos limitamos a cumplir con nuestro deber. Proletarios, si queréis ser libres, sacudid vuestra modorra y apretad bien vuestras filas. ¡La humanidad exige de cada hombre el cumplimiento de su deber!”

Más adelante se anuncia que la “profesión de fe” –o sea lo que Marx va a redactar varios meses después como Manifiesto Comunista- se pensaba incluir en la revista “sin embargo, como esta profesión de fe ha de servir en lo futuro de norma de nuestra propaganda y tiene por tanto una importancia grandísima, nos hemos creído obligados a enviar antes de nada este proyecto a nuestros amigos del continente para que nos digan su opinión. Tan pronto como la conozcamos, introduciremos en el proyecto las enmiendas y adiciones necesarias, para insertarlo en el próximo número”.[41]

También es notable que esta editorial señala lo que ya se había manifestado en las circulares que convocaban a los congresos de la liga: se renuncia a las concepciones utópicas del comunismo. “Nosotros no somos ningunos urdidores de sistemas […] si nos pusiéramos a disputar acerca del corte de los trajes o del procedimiento más recomendable para limpiar los retretes, etc., caeríamos en el ridículo […]. El deber de nuestra generación es descubrir y acarrear los materiales constructivos necesarios para levantar el nuevo edificio; el deber de la generación venidera será construirlos, y estamos seguros que para esa obra no faltarán arquitectos”.[42]

Luego la editorial se deslinda de otras corrientes del movimiento, de una forma que parece prefigurar el capítulo III del Manifiesto Comunista: “Nosotros no somos comunistas de esos que pretenden arreglarlo todo con el amor […] esos vahídos de amor no son más que una especie de desfallecimiento espiritual que incapacita para la acción a quien se entrega a él. Nosotros no somos de esos comunistas que anda por ahí predicando ya la paz eterna, mientras sus enemigos se pertrechan en todas partes para la lucha. […] Nosotros, por lo menos, no queremos poner runa venda sobre los ojos del pueblo, sino decirle la verdad y hacer que se fije en la tormenta que se avecina para que pueda tomar posición en ella. Nosotros no somos ningunos conspiradores de esos que pretende hacer estallar una revolución o asesinar a un príncipe en un día determinado, pero no somos tampoco mansas ovejas que cargan con la cruz sin rechistar. […] Nosotros no somos de esos comunistas que creen que, una vez dada victoriosamente la batalla, podrá implantarse el comunismo como por encanto. […] para ello será necesario un periodo de transición, que podrá durar más o menos según las circunstancias. La propiedad privada sólo puede transformarse gradualmente en propiedad social”.

No obstante el deslinde anterior, la editorial se pronuncia por la lucha conjunta de los trabajadores, independientemente de las diferencias y diversidad de opiniones políticas: “No podemos menos de recordar aquí la fábula del aquellos cazadores que, antes de haberse echado a la cara el oso, se liaban a golpes sobre quién había de llevarse la piel. Tiempo es ya de que dejemos a un lado nuestras rivalidades y nos tendamos la mano en mutua ayuda”. Así, por ejemplo, se le plantea a un tal Carlos Heinzen –quien ataca furiosamente a los comunistas pero lucha por arrancar derechos democráticos al monarca – que “[…] Es, pues, razonable esperar que acabemos uniéndonos para llevar a la práctica lo que Carlos Heinzen propone. Y cuando lo hayamos conseguido, si vemos que el pueblo vive contento y tan cumplidamente satisfecho que no apetece nuevos avances, nos deberemos someter a la voluntad popular. Pero si el pueblo desea seguir avanzando hasta la implantación del comunismo, suponemos que el ciudadano Heinzen no tendrá nada que objetar. Sabemos de sobra que el ciudadano Heinzen es blanco de los ataques y calumnias de nuestros comunes opresores y que esto fomenta en él un estado de aguda irritabilidad. Nosotros, por nuestra parte, no queremos molestarle. Lejos de ello, no nos negaremos a tenderle la mano en señal de concordia. La unión hace la fuerza, y sólo ella puede llevarnos al fin perseguido”.[43]

Después de la editorial viene una interesante crítica a Cabet quien había invitado a la Asociación de Cultura Obrera de Londres para emigrar a Texas y formar ahí una comuna, Icaria. El artículo –del que no se informa sobre su autor (tal vez Moll, tal vez Bauer)- reconoce que “Cabet ha luchado con éxito y con celo incansable y perseverancia digna de admiración por la causa de la humanidad oprimida” pero su plan de emigración no puede más que favorecer a la reacción ya que implica evadir la lucha contra el capitalismo –esta crítica sigue siendo vigente para los que pretenden dar la espalda a la lucha contra el Estado burgués, pretendiendo crear “caracoles” en el mar del capitalismo: “[…] es deber de todo militante de la justicia y de la verdad permanecer en el país para ilustrar al pueblo, infundir nuevos ánimos a los que desfallezcan, echar las bases para una nueva organización social y hacer frente gallardamente a los malvados”.

Incluso si las comunas de Cabet lograran implantarse sus integrantes estarían inmersos en realidad cultural burguesa y los “rozamientos y litigios, que la sociedad circundante, potente y hostil, y los espías de los gobiernos europeos, procurarían atizar más todavía, hasta conseguir dar al traste definitivamente con la sociedad comunista”. En tanto el comunismo de aldea no tiene las condiciones materiales para sostenerse, los habitantes de la comuna se estrellarán con la cruda realidad: “[…] cuando la áspera realidad hable, cuando tengan que someterse a privaciones de todo género, cuando se vean obligados a renunciar a todas esas pequeñas comodidades de la civilización, que en parte hasta el obrero más humilde puede procurarse en Europa, los más sentirán que el entusiasmo cede el paso a un indecible desaliento”. Esta crítica adelanta lo que efectivamente sucederá en la comuna de Topolobampo en Sinaloa–también inspirada en la Icaria de Cabet- donde la comuna fue corroída por la disentería y la hambruna.

El intento de implantar el comunismo sin derribar el capitalismo, no sólo implica abandonar la lucha, sino también inocular el peor de los sectarismos: “Porque unos cuantos cientos o miles de personas no bastan para fundar o mantener en pie un régimen comunista, sin que éste adopte un carácter totalmente exclusivista y sectario […]”.[44] Esta profunda reflexión se aplica perfectamente para los sectarios que mandan al diablo a la totalidad de la humanidad y se conforman con la existencia de unas “comunidades autónomas” que perpetúan las condiciones de marginalidad.

La mayor parte de la revista, antes de breves notas internacionales que cierran la publicación, está ocupada por un largo artículo de Engels –su marca es indeleble, aunque no firma el artículo- que adelanta de forma profunda lo que escribirá posteriormente en “Revolución y contrarrevolución en Alemania”. Analiza las contradicciones de clase entre la burguesía y la aristocracia terrateniente en el marco de un país dividido en 38 principados, con un régimen arcaico que entra en contradicción con el desarrollo del capitalismo. Señala que los trabajadores no pueden permanecer neutrales en esa batalla, al mismo tiempo que luchan por las reformas democráticas que interesan a la burguesía, deben saber organizarse de forma independiente –en oposición irreconciliable con la burguesía-, fortalecerse con las concesiones políticas –por ejemplo la libertad de prensa- pues una vez que la burguesía triunfe –en tanto el proletariado aún no tiene la fuerza ni la organización suficientes- “ya no tendremos más enemigos que la burguesía; el palenque de nuestras luchas se simplificará y el plan de batalla no será difícil de trazar”.[45] Finaliza el artículo retomando la crítica de la emigración hacia Estados Unidos, los trabajadores revolucionarios no deben emigrar, deben luchar para que, por el contrario, los que emigren sean los burgueses y reaccionarios. Esto es expresado con fina ironía: “[…] Y a propósito, camaradas, ¿qué tal si un buen día, en vez de emigrar a la remota república de Norteamérica, dejándonos explotar y desnudar en medio del viaje, apretaseis un poco vuestras filas, pusieseis término a ese absurdo “cristiano-germano” y enviaseis a vuestros príncipes paternales y bondadosos a hacer un viaje bajo cielos más suaves (a Texas, por ejemplo, o al África central, adonde tan de buena gana quieren expediros los píos hermanos), o a un clima más adecuado para su constitución (a Rusia, pongamos por caso), y os decidieseis a instituir en Alemania una república en la que todo el que quisiera trabajar encontrase medios de vida? ¿Eh, qué decís a eso? Nos parece que bien valdría la pena de intentarlo; se ahorraría mucho tiempo y dinero, y podéis estar seguros de que costaría diez veces menos víctimas que las que siembran la ruta de los emigrantes hacia el Nuevo Mundo. ¡Proletarios, pensad alguna vez en esto!”.[46]

El Segundo Congreso y el Manifiesto Comunista

manifiesto_comunista[Primera edición del Manifiesto] Marx y Engels asisten al Segundo Congreso. En éste se aprueban los estatutos discutidos en el primer congreso y, sobre todo, se mandata de forma unánime a Marx y Engels para que redacten el Manifiesto del Partido Comunista. Esto demuestra que el plan de Engels enunciado en su carta a Marx jugó un papel muy importante pues lo que el congreso mandata fue un Manifiesto y no un catecismo de la forma tradicional; se aprueba lo que Engels había sugerido. Lamentablemente no quedan testimonios de lo expresado por Marx y Engels en aquél histórico congreso pero podemos estar seguros que no debió haber diferido mucho de lo expuesto en “Principios de comunismo” y con el contenido de la carta de Engels citada más arriba. Sobre la participación de Marx, sólo tenemos los testimonios de Lessner que se abocan a la forma pero omiten-lamentablemente- el fondo, sin embargo, valen la pena para imaginar el poder elocuente de su intervención:

“Marx era entonces un hombre todavía joven, sobre los 28 años, que nos causó una enorme impresión a todos. Era de estatura media, ancho de hombros, de contextura poderosa y vigoroso en sus movimientos. Su frente era alta y finamente esculpida, su pelo espeso y negro, y penetrante en su mirada. Su boca poseía ya ese rictus sarcástico que tanto temían sus oponentes. Marx era un líder nato del pueblo. Conciso en su hablar, su lógica era convincente y contundente. Ninguna palabra superflua; toda frase contenía una idea y toda idea era un eslabón esencial en la cadena de su argumentación. Nada en él había de soñador. Cuanto más constaba yo la diferencia entre el comunismo de los tiempos de Weitling y los del Manifestó del Partido Comunista, tanto más veía yo en Marx al representante del vigor del pensamiento socialista”.[47]

Incluso poco después de este histórico congreso un grupo de grünianos –exponentes del “Socialismo verdadero”, un socialismo que derrochaba amor por todos los costados y proponía la creación de almacenes para paliar los efectos del capitalismo- sale de la organización. Los puntos de quiebre históricos –y no cabe duda que el segundo congreso fue uno de ellos- suelen provocar una “purga” natural de aquéllos que no saben asimilar las nuevas condiciones y necesidades históricas.

Para finales de enero Marx aún no había cumplido el mandato de escribir el Manifiesto, debido a su perfeccionismo y a otras tareas de su militancia –imparte algunas conferencias sobre salarios que, junto a las anteriores que ya referimos, van dando forma a su libro “Trabajo asalariado y capital-. El Congreso había proporcionado a Marx, al menos, tres borradores de manifiesto para preparar la redacción final –por la lectura del Manifiesto parece poco probable que haya retomado algo con excepción de los borradores de Engels- pero ya habían pasado casi dos meses y Marx no había cumplido su tarea. El 24 de enero el Comité Central de la Liga de los Comunistas envía una carta firmada por Moll, Schapper y Bauer- especie de “jalón de orejas”- al Comité de Bruselas, urgiéndole para que Marx entregue el manifiesto o éste regrese los documentos que se le dieron en resguardo:

“El comité central, por la presente, encarga al comité regional de Bruselas comunique al ciudadano Marx que si el Manifiesto del Partido Comunista de cuya redacción se le encargó en el último congreso no ha llegado a Londres antes del martes 1° de febrero del año en curso se tomarán contra él las medidas consiguientes. En caso de que el ciudadano Marx no cumpliera con su trabajo, el comité Central pedirá la devolución inmediata de los documentos puestos a su disposición. En nombre y por mandato del Comité Central: Schapper, Bauer, Moll”.[48]

Estremece pensar que por el perfeccionismo obsesivo de Marx casi se le retira el mandato para escribir lo que hará historia. Afortunadamente para el provenir del movimiento obrero, Marx logra enviar el manuscrito concluido a inicios de febrero. Éste se imprime el 21 de febrero de 1848, pocos días antes de que la revolución de febrero estalle a nivel continental.

Las ideas del Manifiesto en la acción

Este no es el lugar para relatar la historia y el papel del Partido Comunista en esos acontecimientos-de por sí nuestro texto se ha extendido más de la cuenta- tan sólo diremos que el la Liga de los Comunistas estaba en estado embrionario, con un nivel político aún insatisfactorio. Sólo un pequeño grupo en torno a Marx llegó a asimilar las implicaciones estratégicas, tácticas y organizativas de la teoría que se acababa de aprobar. El torbellino revolucionario arrastró a la mayor parte de la Liga, como suele suceder con organizaciones incipientes –incluso las firmes- en los grandes acontecimientos históricos. Tras el estallamiento de la revolución en febrero, la dirección de la Liga transfiere la sede del Comité Central a Bruseles y, luego de que la policía expulsa al círculo de Marx de Bélgica, se le encarga a éste la reorganización del CC en el exilio. El nuevo CC –el “comité de guerra” de Marx, el verdadero núcleo duro del marxismo- estuvo constituido, con Marx como presidente, por Schapper, como secretario, y Moll, Bauer, Engels, Wolff y Wallau como  integrantes restantes. A este núcleo duro habría que añadir a Lessner y Becker, entre otros.

La “Revista Comunista”, que ya reseñamos, no sobrevivió al número de prueba porque el CC creó un medio mucho más ágil desde su centro de operaciones en Colonia, llamado “Nueva Gaceta del Rin”. Éste se convirtió en el órgano revolucionario más importante de la izquierda radical, con un tiraje de 6 mil ejemplares. Desde sus páginas, Marx y Engels pusieron en práctica las ideas de un Manifiesto Comunista que fue leído por muy pocos –Marx llegó a Colonia, en medio de un torbellino revolucionario, con el primer tiraje de mil ejemplares-; orientaron al movimiento, impulsaron al proletariado para que participara activamente en el movimiento democrático pero de forma independiente, haciendo un frente único con los pequeñoburgueses radicales pero llevando hasta sus últimas consecuencias el programa de la revolución democrática. Retomaron las consignas democráticas –Marx y Engels nunca fueron sectarios- pero con la intención de confrontar al pueblo contra los explotadores de la tierra y el dinero, llamando a desconfiar siempre de la burguesía, elevando el nivel de conciencia a partir de la lucha viva. Exigieron al parlamento burgués – que perdía el tiempo en debates más o menos inútiles- a que armara a los trabajadores, participaron activamente en mítines públicos y masivos; impulsaron la creación de milicias populares, demandaron la nacionalización de los bienes de la reacción, de los bancos y de la tierra. Engels mismo tomó las armas cuando en barricadas de Elbelferd el pueblo luchaba contra la reacción feudal. Todo lo anterior al mismo tiempo que se llamaba a evitar caer en provocaciones o acciones prematuras.

En base a esta grandiosa escuela de la revolución Marx y Engels esbozaron en sus líneas generales lo que posteriormente Trotsky desarrollará en su teoría de la Revolución Permanente. Así, por ejemplo, en la maravillosa circular que Marx escribió a nombre del CC de la Liga de los Comunistas, en marzo de 1850, se lee: “[…] Llevar adelante las propuestas de los demócratas, que no actuarán revolucionariamente, sino como meros reformadores, hasta convertirlas en ataques directos contra la propiedad privada […] deberán contribuir más que nadie a su triunfo final, adquiriendo las conciencia de sus intereses de clase, abrazando lo antes posible la posición de un Partido independiente y no dejándose engañar ni por un momento por la frases hipócritas de la democracia pequeñoburguesa, frases con que ésta quiere contener la organización independiente del partido del proletariado. La revolución permanente: ese deberá ser su grito de guerra”.

Cuando la revolución ya estaba en retroceso, el gobierno Prusiano lanza una campaña represiva contra los miembros de la Liga. Algunos miembros destacados –como Becker y Lessner- son condenados, respectivamente, a cinco y tres años de prisión. Marx mismo fue llevado a juicio por alta traición pero si el tribunal se vio obligado a absolverlo fue porque  Marx convirtió el tribunal en un plataforma de denuncia y agitación, y cientos de trabajadores lo acompañaron y organizaron un mitin masivo. En realidad fue liberado por la fuerza de la movilización.

Moll, uno de los fundadores de la Liga de los Justos, muere en las barricadas del Palatinado, intentando reorganizar a la Liga. Schapper, otro de los fundadores, se escinde del la Liga (fracción Willich-Schapper) cuando Marx plantea que el flujo revolucionario ha terminado, al menos coyunturalmente, que hay que reorientar las perspectivas y las tareas. Schapper pretende impulsar el derrocamiento del gobierno de forma inmediata. Marx le reprocha a la fracción de Schapper que “La minoría suplante la observación crítica por la intuición dogmática, la intuición materialista por la idealista. Para ella, la rueda motora de la revolución no son las circunstancias reales, sino la simple voluntad”. Para Schapper se trata simplemente de “saber si empezamos decapitando nosotros o siendo decapitados”.[49] Para honor de Schapper –quien siempre fue un revolucionario honesto- hay que decir que reconoció su error en 1852 y recuperó los contactos con Marx y Engels.

Pero aunque la Liga de los Comunistas fue disuelta en 1852, toda esta rica experiencia no pasó en vano. No sólo la Liga de los Comunistas –primera gran plataforma de acción para las ideas marxistas- hereda a los revolucionarios del mundo el Manifiesto Comunista –uno de los libros más importantes de la historia de la humanidad-, además, sin los cuadros y las experiencias de estas increíbles jornadas, activistas como Eccarius, Lessner y Pfender –viejos integrantes de la Liga de los Comunistas- jamás hubieran invitado a Marx al mitin a favor de la independencia polaca, de la que surgirá la Primera Internacional. Sin ésta no hubieran existido la II Internacional, ni la Revolución rusa, ni tampoco la oposición trotskistas contra el ascenso del stalinismo –versión burocrática y monstruosa del comunismo-. Entre en esta serie dialéctica de acontecimientos, que se remontan hasta la Revolución francesa, hay un hilo que no se rompe. Es nuestra obligación retomar ese hilo y darle continuidad.


NOTAS:

[1] Howsbaun «Introducción al Manifiesto Comunista», en la web.
[2] Graco Babeuf, “Manifiesto de los iguales”, en El socialismo anterior a Marx, México, Grijalbo, 1969, pp. 22-23.
[3] Engels, “Contribución a la historia de la Liga de los comunistas”, en: Marx, Engels, Obras escogidas en tres tomos, Tomo III, Moscú, Progreso, 1976, p. 186.
[4] Mehring, Franz; Carlos Marx, Barcelona, Grijalbo, 1967, p. 151.
[5] Engels, “Contribución a la historia de la Liga de los comunistas”, en: Marx, Engels, Obras escogidas en tres tomos, Tomo III, Moscú, Progreso, 1976, p. 189.
[6] Citado en: McLellan, David; Karl Marx, su vida y sus ideas, Barcelona, Grijalbo, 1977, p.67.
[7] Mayer, Gustav; Friedrich Engels, México, FCE, 1978, p. 123.
[8] McLellan, David; Op. cit. pp. 154-155.
[9] Lenin, “Federico Engels”, Marx, Engels, Marxismo, Pekin, Ediciones en lenguas extranjeras, 1980, p. 59.
[10] Engels, “Contribución a la historia de la Liga de los comunistas”, en: Marx, Engels, Obras escogidas en tres tomos, Tomo III, Moscú, Progreso, 1976, p. 190.
[11] Karl Marx, La ideología alemana, (edición completa), Montevideo, Ediciones de cultura popular, 1979, p.19.
[12] Marx, “En torno a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel”, México, Grijalbo, 1958, p. 15.
[13] Engels, “Contribución a la historia de la Liga de los comunistas”, en: Marx, Engels, Obras escogidas en tres tomos, Tomo III, Moscú, Progreso, 1976, p. 191.
[14] Riazanov, David; “Biografía del Manifiesto comunista”, México, Compañía general de ediciones, 1964, p.37.
[15] Riazanov, David; Marx y Engels, Argentina, Ceip, 2012, p. 105.
[16] Ibid. p.106.
[17] Carta de Marx a Proudhon, citado en McLellan, Op. cit. p. 181.
[18] Ibid. p. 186.
[19] Cf. Riazanov, David; “Biografía del Manifiesto comunista”, México, Compañía general de ediciones, 1964, p.36.
[20] Engels, “Contribución a la historia de la Liga de los comunistas”, en: Marx, Engels, Obras escogidas en tres tomos, Tomo III, Moscú, Progreso, 1976, p. 192.
[21] Citado en McLellan, Op. cit. p. 198.
[22] Ibid. p. 184.
[23] Engels, “Contribución a la historia de la Liga de los comunistas”, en: Marx, Engels, Obras escogidas en tres tomos, Tomo III, Moscú, Progreso, 1976, p. 192.
[24] Marx, El señor Voght, México, Juan Pablos Editor, 1977, pp. 101-102.
[25] Ibid. p. 102.
[26] “Alocución de noviembre de 1846”, contenido en: Riazanov, David; Biografía del Manifiesto Comunista, México, Compañía General de Ediciones, 1964, p. 360.
[27] Ibid. p. 361.
[28] Ibid. p. 365.
[29] Ibid. p. 364.
[30] “Alocución de febrero de 1847”, contenido en: Riazanov, David; Biografía del Manifiesto Comunista, México, Compañía General de Ediciones, 1964, p. 366.
[31] Ibid. p. 367.
[32] Ibid. p. 370.
[33] Ibid. p. 371.
[34] Ibidem.
[35] Ibid. p. 372.
[36] Engels, carta al comité comunista de correspondencia de Bruselas, París, 23 de octubre de 1846, Marx Engels correspondencia, México, Ediciones cultura popular, 1977, pp. 12-13.
[37] “Estatutos de la Liga Comunista”, contenido en: Riazanov, David; Biografía del Manifiesto Comunista, México, Compañía General de Ediciones, 1964, p. 407.
[38] Citado en: Riazanov, David; Biografía del Manifiesto Comunista, México, Compañía General de Ediciones, 1964, p. 50.
[39] Véase McLellan, Op. cit. p. 209.
[40] Carta de Engels a Marx, París 23-24 de noviembre de 1847, en: Marx Engels correspondencia, México, Ediciones cultura popular, 1977, pp. 34-35.
[41] De la revista versión completa contenida en: Riazanov, David; Biografía del Manifiesto Comunista, México, Compañía General de Ediciones, 1964, p. 377.
[42] Ibid. p. 378.
[43] Ibid. p.381.
[44] Ibid. p. 385.
[45] Ibid. p. 397.
[46] Ibid. p. 402.
[47] Citado en: McLellan, Op. cit. p. 206.
[48] Citado en: Riazanov, David; Marx y Engels, Argentina, Ceip, 2012, p. 114.
[49] Citado por Riazanov, David; Biografía del Manifiesto Comunista, México, Compañía General de Ediciones, 1964, p. 481.

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