Que la vida bajo el capitalismo es hostil para los hombres y mujeres de la clase trabajadora y grupos oprimidos es una verdad irrefutable, sin embargo, también es verdad que las mujeres obreras sufren doblemente todas las atrocidades del sistema, tanto por su condición de trabajadoras como por su condición de mujeres.
Bajo el capitalismo, las mujeres son víctimas diarias de la violencia en manos de sus jefes en las fábricas o en manos de hombres machistas en sus casas, comunidades y cualquier otro espacio de socialización en el que se desenvuelvan. La realidad de millones de mujeres está marcada por la violencia física, las agresiones sexuales, la discriminación, la escasez, las desapariciones, los feminicidios y un sin fin de situaciones que las vulneran constantemente.
En El Salvador, a más de dos años y medio del gobierno de Nayib Bukele y un año de una Asamblea Legislativa dominada por la Bancada Cyan, podemos afirmar que nada ha cambiado para las mujeres, al contrario, la situación precaria se agudiza mientras las promesas vacías quedan en el aíre, como evidencia que este gobierno es incapaz de solucionar los problemas más sentidos de las niñas y mujeres del país.
Ningún avance, solo retrocesos
Los ataques del gobierno de Nayib Bukele contra los derechos de las mujeres no se hicieron esperar desde que tomó posesión del cargo; a pesar de darle un matiz progre a su gabinete nombrando a varias mujeres como encargadas de algunos ministerios, afirmando ser el gabinete más paritario de la historia. Comenzando con la eliminación de la Secretaría de Inclusión Social y el desfinanciamiento de programas sociales dirigidos a ofrecer servicios especializados a mujeres como Ciudad Mujer -a pesar que en el Plan Cuscatlán prometía que iba a ampliar este programa-, el cierre de ECOS familiares que favorecía principalmente a las mujeres de las comunidades rurales y el cierre de algunos hogares de espera materna.
Por si esto fuera poco, al inicio de la pandemia ni el gobierno ni la Asamblea le prestaron la atención debida al incremento de casos de violencia a las mujeres y niñas dentro de sus hogares durante la cuarentena, al contrario, de manera cínica afirmaron que las mujeres bajo el mandato de Bukele estaban ‘más seguras’ debido a la reducción de feminicidios, mientras se ignoraban las demás formas de violencia y las desapariciones de mujeres, especialmente de mujeres jóvenes.
Las afirmaciones pretensiosas del presidente y todo su aparato propagandístico contrastan espantosamente con la realidad a la que son sometidas las mujeres y niñas en el país, quienes han perdido progresivamente cualquier atisbo de mejora bajo este gobierno. Incluso leyes que supuestamente vendrán a mejorar en algo esta situación, como la Ley Nacer con Cariño, no pasan de ser mera hipocresía cuando, solo en el primer semestre de 2021, más de 6,000 niñas y adolescentes fueron obligadas a parir sin la posibilidad de decidir sobre sus propios cuerpos. Y hasta la fecha, ninguna ley esta enfocada en atacar las raíces de este problema, mientras tanto, Bukele y los funcionarios de su gobierno demuestran su conservadurismo respecto a los derechos sexuales y reproductivos siempre que tienen oportunidad.
Las desapariciones y los feminicidios
Los feminicidios y las desapariciones son un flagelo constante, el supuesto éxito del Plan Control Territorial no ha podido frenar que las mujeres sigan siendo objeto de la violencia más espantosa. Según un informe presentado por la CIDH a principios de noviembre 2021, El Salvador sigue siendo el país con mayor número de feminicidios en la región.
Según el Observatorio de Violencia de Ormusa, en 2021 se cometieron 132 feminicidios lo cual no representa mayor variación respecto a 2020 que cerró con 131, sin embargo, las desapariciones de mujeres suman 373 en 2021 y esto nos da una visión más amplia de a cuanto podría elevarse el número de feminicidios reales en el país.
Esto afecta principalmente a mujeres jóvenes, quienes son víctimas de la violencia de pandillas, pero también víctimas del machismo en sus relaciones amorosas. El capitalismo ha convertido el cuerpo y la vida de las mujeres en una mercancía más que puede ser desechada en cualquier momento, esta visión estructural de las mujeres no cambiará con tal o cual ley, porque la opresión de las mujeres está en el ADN mismo del sistema capitalista. Para acabar con esto, no solo necesitamos organizarnos contra Bukele y su gobierno de mentiras, sino contra el sistema que lo sostiene.
Costo de la vida y explotación
La emergencia sanitaria por la pandemia del Covid-19 ha profundizado el proceso de crisis generalizada del sistema capitalista. En todas partes del mundo se ha experimentado aumentos en las cifras de desempleo, pobreza y muerte. Y de nuevo, a pesar que el gobierno salvadoreño gasta millones en publicidad a su favor, el país ha sido golpeado de manera severa por esta situación mientras ninguna medida ha sido suficiente y sostenible para que la clase trabajadora no vea afectados sus intereses. Otra vez, las mujeres son quienes se llevan la peor parte.
Las mujeres, que históricamente han sido relegadas al trabajo de cuidados en los hogares, han sufrido de primera mano la inflación en los precios de los combustibles y los productos de la canasta básica. Según la Encuesta de hogares y propósitos múltiples de 2019, la brecha salarial entre hombres y mujeres superaba los $60 dólares y, a pesar de no contar con datos actualizados por parte de las autoridades, la crisis nos hace deducir que esto se mantiene en el mejor de los casos, pero en el peor se ha profundizado.
La capacidad adquisitiva de las mujeres trabajadoras se ha reducido, no obviemos que han sido las mujeres por sus roles asignados dentro del hogar quienes se han encargado del cuidado de los enfermos durante la pandemia, la compra de medicinas y dietas especiales para la recuperación de los mismos; ocasionando que sus ya precarios salarios no les alcance para cubrir otras necesidades de educación, comida y vestuario.
La misma EHPM de 2019, indicaba que solo 46.8% de las mujeres en edad de trabajar cuentan con un empleo, el resto pasa a engrosar las filas de desempleo en el país. Pero esto no es todo, la mayoría de empleos disponibles para las mujeres trabajadoras se encuentran en las maquilas o en el área de servicios, que suelen ser empleos mal remunerados y con altos niveles de explotación y acoso. Y es indignante que por más horas que las mujeres le dediquen al trabajo sus salarios siempre serán insuficientes para garantizarles una vida digna a ellas y sus familias.
La inflación, la explotación, la violencia y la pobreza son los problemas que afectan de manera directa a las mujeres obreras en el país y ninguno de ellos será atendido por el gobierno. No importa que tantas palabras y promesas vacías lancen al viento, Bukele y sus funcionarios no defienden en absoluto los derechos y los intereses de las mujeres trabajadoras, al contrario, son parte de la opresión a las que se les somete. Entonces, ¿Cómo podemos hacerle frente a esto?
Organizadas por el socialismo
La opresión de las mujeres no solamente se limita a las carencias de carácter material. Se encuentra también en el hipócrita sistema de justicia que implementa leyes antiaborto contrarias a la vida de las mujeres, deja impune los feminicidios o le toma poca importancia a los casos de violencia. Además de esto, la clase dominante utiliza la educación, los medios de comunicación y la iglesia para seguir perpetuando la dominación de las mujeres por parte de los hombres.
La lucha contra la opresión no termina en la lucha contra tal o cual gobierno, es una lucha contra el sistema capitalista porque la opresión es una parte inherente de este sistema que divide a la sociedad en clases sociales. De allí que la lucha por la emancipación se enmarca también en la lucha de clases en general. Esto no quiere decir, como algunos tratan de sembrar confusión, que para los marxistas la lucha contra la opresión es un punto secundario, al contrario, es parte fundamental de nuestro programa de lucha para acabar con la explotación y la violencia que el sistema impone sobre la clase trabajadora.
El capitalismo solo puede conducirnos a la barbarie, lo que significaría más decadencia social y por ende más violencia y muerte para las mujeres. Por eso, nuestra apuesta debe ser la organización por el socialismo. El único sistema capaz de sentar las bases para la completa liberación de las mujeres y hombres en general.
Luchando y organizándonos por el socialismo, las mujeres jóvenes, estudiantes, trabajadoras, ancianas, no tenemos nada que perder excepto las cadenas que nos mantienen oprimidas, en cambio, tenemos un mundo libre de violencia y opresión que podemos construir para disfrutar la vida plenamente.