Las elecciones a la Asamblea Nacional del 6 de diciembre en Venezuela se caracterizaron por una baja participación en medio de la agresión imperialista y una profunda crisis económica. Los EE.UU. y la UE ya habían anunciado de antemano que no reconocerían los resultados, pero la carta de Guaidó está agotada. La victoria del PSUV anuncia una profundización de su giro político hacia la derecha.
Lo primero que hay que señalar en relación con las elecciones venezolanas de ayer es la escandalosa campaña de interferencia imperialista de Washington y Bruselas. Es evidente que EE.UU. ha fracasado en su ofensiva de «cambio de régimen» en 2019/20, que incluyó la autoproclamación de Guaidó como «presidente», un fallido golpe militar, una incursión mercenaria, sanciones, amenazas, etc. Esta campaña de agresión imperialista ha continuado hasta el día de hoy con la negativa a reconocer esta elección y sus resultados. Sin embargo, su hombre, Guaidó, es claramente una fuerza agotada, que, habiendo fracasado en sus objetivos de derrocar al gobierno de Maduro, está ahora ampliamente desacreditado y ni siquiera cuenta con el apoyo unificado de la oposición proimperialista.
La UE, que apoyó a Washington, pero sólo jugó un papel secundario, intentó que se aplazaran las elecciones, lo que Maduro correctamente rechazó. El pueblo venezolano tiene su propio gobierno y tiene derecho a celebrar elecciones cuando corresponda sin que Borrell, Pompeo o el siniestro criminal de guerra Abrams se lo digan.
Hoy en día, los portavoces imperialistas en Europa y EE.UU. destacan la baja participación. La participación fue baja y las razones de ello se analizan más adelante, sin embargo, en las elecciones parlamentarias celebradas en Rumanía el mismo día, la participación también fue sólo del 31%, sin amenazas imperialistas ni un boicot de la oposición, y no vemos a Washington ni a Bruselas criticando las elecciones rumanas.
Quizás el ejemplo más escandaloso de doble moral reaccionaria fue el tweet de Jeanine Añez diciendo que las elecciones venezolanas eran «falsas». Esta es la persona que se convirtió en «presidente» de Bolivia a través de un golpe militar, sin que una sola persona haya votado por ella para ocupar ese cargo y cuyo partido sólo había recibido el 4,2% de los votos!
El grueso de la oposición (pero no todos), bajo instrucciones de Washington, decidió boicotear las elecciones, pero en realidad no hizo campaña activa de boicot ni intentó impedir la votación como lo había hecho con las elecciones para la Asamblea Constituyente en 2017.
En estas condiciones, la participación era crucial para el gobierno a fin de reforzar su legitimidad. Además del boicot de la oposición, el gobierno de Maduro se enfrentaba a la desilusión de las filas chavistas. Esta es el resultado de la profunda crisis económica (agravada por las sanciones), pero también del hecho de que el gobierno ha sido incapaz de cumplir sus repetidas promesas de darle la vuelta a la situación. La gente ha perdido la cuenta de cuántas veces el gobierno ha prometido una “Venezuela potencia” en el terreno económico, y las repetidas concesiones al sector privado no han dado resultados tangibles.
A esto hay que añadir que el giro hacia la derecha del gobierno. Enfrentado a las sanciones, el gobierno se ha vuelto dependiente de sus socios comerciales (China, Rusia, Turquía e Irán) que han impulsado una política de restauración de algún tipo de equilibrio revirtiendo muchas de las conquistas de la revolución bolivariana para crear condiciones favorables para la inversión capitalista extranjera. Así, hemos visto la privatización progresiva de empresas estatales, muchas de las cuales fueron nacionalizadas bajo el gobierno de Chávez. En el campo de la reforma agraria se han producido innumerables incidentes en los que las tierras en manos de los comuneros les han sido arrebatadas para ser entregadas a propietarios privados, utilizando la fuerza del Estado (tanto la Guardia Nacional como la Fuerza Antiextorsión y Secuestros FAES) y el poder judicial contra los campesinos. El Ministro del Poder Popular de Producción Agrícola y Tierras es uno de los principales defensores de la idea de promover una «burguesía revolucionaria«. La contracción colectiva fue destruida como parte del paquete económico de agosto de 2018. Hay activistas obreros y campesinos que han sido encarcelados, en algunos casos durante años sin juicio, mientras que los golpistas títeres del imperialismo reaccionario están libres para seguir conspirando o son liberados de la cárcel como “gesto de buena voluntad”. Este giro a la derecha del gobierno ha creado un ambiente de desilusión y oposición entre los activistas chavistas.
Dicho esto, el PSUV es una formidable y bien engrasada máquina electoral, que todavía cuenta con cierto grado de apoyo entre las capas más pobres de la sociedad. Este apoyo puede entenderse en parte porque el partido está asociado al legado de Chávez y a los logros reales de la revolución, en parte porque el partido está asociado a las bolsas de alimentos del CLAP y otros subsidios sociales entregados por el gobierno, en parte por el profundo y sano odio al imperialismo y a sus agentes locales que lleva a un cierre de filas detrás del PSUV. Esto es algo que los comentaristas capitalistas son completamente incapaces de entender. Hasta qué punto estos factores todavía se mantienen era una de las cuestiones clave en esta elección.
En los días previos a las elecciones estaba claro que Maduro y el PSUV estaban preocupados por la posibilidad de una participación muy baja (y tienen los medios para medirla con mucha precisión). Por eso Maduro insinuó que si perdía estas elecciones renunciaría, en un intento de alentar el voto de la oposición. También se esforzó en bloquear al Partido Comunista de Venezuela de los espectadores en un discurso televisivo, probablemente revelando que sabía que el PCV tenía expectativas de voto mejores de lo esperado.
Las elecciones venezolanas, desde que Chávez ganó por primera vez en 1998, empiezan temprano en la mañana con un toque de diana masivo y hay colas en los centros de votación hasta la hora de cierre y más allá. Los centros de votación habitualmente se ven obligados a permanecer abiertos después de la hora de cierre oficial porque todavía hay colas de gente esperando para votar.
Esta vez fue diferente. La participación durante el día fue baja. No sólo baja, en cuanto a que los votantes de la oposición no se presentaron (lo cual era predecible), sino baja en términos de que el núcleo duro del voto chavista no se presentó a votar en la misma cantidad que lo hizo en elecciones anteriores. A la hora del cierre oficial, el Consejo Nacional Electoral declaró que las mesas electorales permanecerían abiertas, aunque no había colas de gente esperando en una desesperada operación remate.
Según los resultados provisionales, con el 82,35% de los votos escrutados, la participación fue del 31%. El segundo boletín del CNE rebajó la cifra a un 30.5%. Es una participación baja, incluso considerando el boicot de la mayoría de la oposición. El PSUV recibió el 68.4% de los votos emitidos que, es decir 4,27 millones. Esto se compara con los 5,6 millones de las anteriores elecciones a la Asamblea Nacional en 2015, 6,2 millones en las elecciones presidenciales de 2018 (también con un boicot de la mayoría de la oposición, aunque estas dos elecciones no se pueden comparar directamente). Este fue un mal resultado para el PSUV, que sin embargo tendrá una mayoría sustancial en la nueva Asamblea Nacional, quizás incluso una supermayoría de dos tercios.
El surgimiento de la Alternativa Popular Revolucionaria es un elemento importante de esta elección. Por primera vez desde 1998, hay un contendiente a la izquierda del principal partido chavista (si es que se puede seguir considerando al PSUV como tal). Sin embargo, la APR que se presentaba en la tarjeta electoral del PCV, tenía una serie de factores en contra. En primer lugar, se trata de una alianza muy reciente, que sólo se estableció en agosto. Fue golpeada por la injerencia del Estado, incluyendo el hecho de que tres de los partidos que la componen fueron despojados de su tarjeta electoral por el TSJ. Esto significó que en algunos estados con una fuerte tradición del PPT, por ejemplo, la gente podría haber votado por la tarjeta del partido, sin ser consciente que la tarjeta ya no estaba bajo el control de la dirección del partido, y estaba votando por el PSUV en lugar de la APR. También hubo incidentes de acoso a los candidatos de la APR, tanto por parte de la policía como de los jefes de las empresas estatales. Una escandalosa campaña de censura en los medios de comunicación del estado, hizo que la APR fuera invisible para la mayoría de los votantes chavistas, a pesar de que los candidatos de la oposición de derecha recibieron una amplia cobertura.
Además, la fuerza y la presencia de la APR es desigual en todo el país. Su campaña tuvo un impacto importante entre las capas más activas (en las redes sociales, organizaciones de base, etc.), pero no fue realmente capaz de llegar a las masas de trabajadores y pobres, en parte por sus propias deficiencias y falta de recursos, en parte por el boicot estatal. También cabe mencionar que los principales partidos de la APR se negaron a discutir un programa claro, lo que aumentó la confusión y dificultó rebatir la campaña de mentiras y calumnias en su contra.
Al final, la APR recibió 168.743 votos (con el escrutinio casi completo), el 2,7%. Ese sería prácticamente el mismo número de votos que recibió el PCV en las elecciones presidenciales de 2018 cuando formaba parte de la coalición que apoyaba a Maduro (en Venezuela es posible votar por un candidato, pero hacerlo en la tarjeta de cada uno de los partidos que lo apoyan). En este momento parece claro que la APR elegirá diputados a la Asamblea Nacional, aunque no está claro cuántos.
El PSUV, a pesar de tener un mal resultado, habrá logrado su principal objetivo: recuperar el control de la Asamblea Nacional. Ahora tendrá más libertad para llevar a cabo sus políticas y hacerlas aprobar por el cuerpo legislativo. Si su reciente historial es una guía, utilizará este poder para profundizar su giro liberal. Dos días antes de las elecciones, el presidente Maduro, en un discurso televisado, emitió un mensaje a los capitalistas: «A los empresarios internacionales y nacionales, les digo que el 5 de enero, con una nueva AN, vendrán nuevos tiempos y uds nos encontrarán dispuestos a todos los cambios, reformas y adaptaciones para impulsar el aparato productivo y apoyar al sector privado en su crecimiento».
Aunque el PSUV por sí solo no logre la mayoría de dos tercios necesaria para tomar ciertas decisiones, sin duda podrá contar con el apoyo de los partidos de la oposición de derecha para llevar a cabo políticas pro-capitalistas. La estrategia diseñada parece ser la de ofrecer concesiones a los inversores capitalistas de China, Rusia, Turquía, etc., con la esperanza de que esto obligue a la Unión Europea a cambiar su política. Con Guaidó definitivamente fuera de juego (la poca legitimidad que pudiera tener se basaba en la mayoría opositora en la Asamblea Nacional), y Trump de salida, Maduro espera poder llegar a un entendimiento tanto con la UE como con Biden para levantar o aliviar las sanciones que han golpeado la economía venezolana. Algunos argumentan que este es el único camino posible y realista para un país sujeto a sanciones económicas asfixiantes.
Por supuesto, cualquier país sujeto a sanciones debe estar dispuesto a comerciar con cualquier otro país que esté dispuesto a comerciar con él. Sin embargo, las políticas del gobierno de Maduro no sólo se basan en el comercio con este o aquel país. En el centro de sus políticas, que se remontan a cuando fue elegido por primera vez, pero que se han profundizado e intensificado desde el paquete económico de 2018, está la idea de lograr una reconciliación con el sector privado y las multinacionales haciendo todo tipo de concesiones. Una vez más, algunos argumentarán que no hay otra política posible. Esto sólo es cierto si se aceptan los límites del sistema capitalista. Dentro del capitalismo, una vez que los precios del petróleo se derrumbaron en 2014/15, la política de programas sociales masivos tenía que llegar a su fin.
Sin embargo, otra política hubiera sido posible, la de seguir los consejos que Chávez dio en sus últimos discursos, entre ellos el de Golpe de Timón, donde sostenía que el camino a seguir era la economía socialista y la pulverización del estado burgués.
Esto es lo que los diputados de la APR en la Asamblea Nacional deberían defender de ahora en adelante. Deben utilizar la tribuna parlamentaria como altavoz de la voz de los trabajadores, los campesinos y los pobres y de sus luchas. Deben defender un programa socialista y antiimperialista audaz y rechazar la política antiobrera de concesiones y conciliaciones con los capitalistas. De esta manera, se puede construir la APR como una poderosa alternativa revolucionaria socialista. Esto es lo que los camaradas de la Lucha de Clases, la sección venezolana de la CMI han estado impulsando.
La Corriente Marxista Internacional tomó una clara postura de apoyo a la APR y organizó una campaña internacional de video-mensajes de solidaridad de los camaradas que a lo largo de los años han jugado un papel importante en la solidaridad con la revolución bolivariana. El mensaje de Alan Woods tuvo un gran impacto y recibió muchos comentarios elogiosos. Entre ellos, el secretario general del Partido Comunista, Oscar Figuera, quien dijo: «Saludos a Alan Woods por su postura clara, firme y oportuna. Abrazo fraterno». Jesús Pino, militante revolucionario de larga data en la acería SIDOR de Guayana, dijo: «Quisiera enviar un saludo a Alan, de parte de su amigo comunista y trabajador siderúrgico, Jesús Pino. Le agradezco su apoyo a la APR , de la cual soy candidato a diputado por el estado Bolívar.».