En las últimas semanas, los medios de comunicación se han hecho eco de una serie de protestas de la derecha contra el distanciamiento social forzado y las políticas de quedarse en casa, en Texas, Michigan, Virginia, Florida, Louisiana y otros Estados.
Un suceso particularmente notable fue la denominada «Operación Gridlock» en Michigan, donde se alentó a los manifestantes a concurrir con sus coches y bloquear deliberadamente el tráfico, haciendo imposible que incluso las ambulancias pudieran responder a emergencias médicas. Fotografías y videos mostraron a manifestantes ondeando banderas confederadas, insignias fascistas y otros símbolos reaccionarios. Asistieron miembros del grupo semi-fascista Proud Boys. La Coalición Conservadora de Michigan, que tiene estrechos vínculos con figuras de la campaña de Trump, ayudó a organizar la protesta.
Muchos manifestantes acudieron en persona, algunos armados abiertamente, desafiando las prácticas de distanciamiento social que se han convertido en la norma para la gran mayoría de la población en las últimas semanas. Casi todas estas protestas se han relacionado con organizaciones conservadoras nacionales. A pesar de las afirmaciones de muchos participantes de que representaban la indignación orgánica de los «patriotas amantes de la libertad» contra la «tiranía gubernamental», las protestas están siendo patrocinadas y apoyadas por sectores de la clase capitalista, incluida la propia administración Trump. No hay más que leer los tuits de Trump del 17 de abril: «LIBERAD MICHIGAN» y «LIBERAD VIRGINIA».
Sin embargo, lejos de representar un aumento del descontento popular, este fenómeno peculiar representa solo a una pequeña minoría. Su rechazo a las medidas de salud pública y su aparente escepticismo sobre el peligro que representa la COVID-19 es un mensaje muy impopular. Las encuestas realizadas recientemente muestran que una gran mayoría de la población apoya las precauciones de salud en respuesta a la pandemia o cree que no llegan lo suficientemente lejos. Esta es la razón por la cual la mayoría de las protestas no lograron reunir un número significativo de participantes, apenas superando las doscientas personas.
Decenas de millones de trabajadores que han perdido el empleo se encuentran repentinamente en un sombrío estado de limbo, sin saber cómo van a pagar el alquiler o llegar a fin de mes en las próximas semanas. Sin duda, muchos desearían poder volver a trabajar. Pero la voz de estos trabajadores y sus demandas estuvieron notablemente ausentes en las protestas.
Si bien algunos trabajadores pudieron haber participado en estas concentraciones reaccionarias, la composición de clase básica de estas protestas se hizo evidente para todos. Lejos de reflejar a la gran mayoría de los trabajadores, reflejan principalmente la confusión y el privilegio de los explotadores a pequeña escala.
Algunos asistentes llevaban carteles con lemas como «Necesito un corte de pelo» y «Los masajes son esenciales», expresando un rechazo frívolo a la crisis de salud, así como un desdén pequeñoburgués por la vida de los trabajadores del sector servicios. Otros reflejaron la apropiación caricaturizada de la extrema derecha de la Revolución Americana. Con la bandera de Gadsden [una bandera icónica de la Revolución estadounidense de 1775, NdT] y sosteniendo carteles con lemas como «Libertad o Muerte», bien pueden obtener su deseo si continúan ignorando las medidas necesarias para la pandemia.
De hecho, el New York Times citó al orador de la Asamblea de Michigan que defendió las protestas diciendo: «No son solo los Republicanos… Son muchas las personas que poseen una pequeña empresa y están desempleadas y no hay razón para que no puedan trabajar.» Este es el mismo grupo demográfico que constituye gran parte de la base más vociferante y virulenta de Trump, y de la extrema derecha en general.
Enigma desesperado para el capitalismo
La clase capitalista se enfrenta a un enigma desesperado. Como lo expresó el Financial Times, su sistema está «sobrepasando un precipicio económico en este momento». El crecimiento de las solicitudes de desempleo y la extensión de los pagos también les preocupa. Sobre todo, quieren restaurar la «normalidad» y hacer que los trabajadores vuelvan a generar plusvalía a cualquier costo. Pero esto choca directamente con las necesidades de salud pública del momento.
A pesar de que es de interés a largo plazo para la clase dominante controlar la pandemia, en el corto plazo, aquellas industrias, ciudades y Estados que se reabran primero obtendrán una ventaja económica sobre el resto. En la lógica del capitalismo, particularmente en su etapa de declive, es el corto plazo el que tiende a ganar. Con sus ganancias en juego, un sector de la clase dominante está dispuesta a utilizar la movilización de la extrema derecha como un ariete contra la clase trabajadora. De hecho, en los días posteriores a los tuits de Trump, las referencias a la guerra civil proliferaron en los foros de derecha.
Por otro lado, la clase trabajadora se coloca objetivamente en el lado opuesto de las barricadas. En Michigan, enfermeras y otros trabajadores del hospital salieron a realizar manifestaciones contrarias, bloqueando físicamente el avance del desfile reaccionario de automóviles y manifestantes. El mensaje de los trabajadores era claro: la salud pública debería priorizarse sobre los cortes de pelo, los masajes y el derecho de los capitalistas a explotar la mano de obra como mejor les parezca.
Y no solo los trabajadores de la salud han alzado la voz durante esta pandemia. Los recientemente categorizados «trabajadores esenciales», que sin embargo soportan salarios bajos y condiciones precarias, han comenzado a organizarse y a moverse como una clase, de una manera más combativa y decisiva, como no se había presenciado en este país en décadas.
Instacart, Amazon, Walmart y otras grandes empresas se han enfrentado a huelgas y otras acciones laborales para exigir y conseguir aumentos salariales, equipos de seguridad adecuados y medidas para reducir el contacto y la propagación del virus. Desde que comenzó la pandemia de COVID-19 se han desatado más de 100 huelgas ilegales, y algunas consiguieron sus reivindicaciones en cuestión de horas. Estas huelgas son la continuación de una tendencia ascendente que surgió incluso antes de la pandemia. En los últimos dos años, la actividad huelguística ha aumentado, involucrando a más de medio millón de trabajadores.
Muchas personas están desconcertadas por las escenas de estas protestas de derecha que desafían las mejores prácticas de distanciamiento social y amenazan con prolongar la crisis de salud pública. Pero estas protestas no son simplemente una expresión de la locura de Trump o de las payasadas de sus partidarios reaccionarios. Son la expresión de una contradicción más profunda en el corazón de una sociedad organizada en torno a las necesidades limitadas con el objetivo del lucro.
Lejos de expresar un deseo innato de «libertad», lo que realmente expresan estas protestas es la tiranía del mercado. Una sociedad racional basada en satisfacer las necesidades humanas no sacrificaría vidas humanas para mantener la acumulación de riqueza para una pequeña minoría. Las escenas inspiradoras de trabajadores de la salud que se enfrentan a matones reaccionarios con armas de fuego son un recordatorio gráfico de que solo la clase trabajadora puede poner fin a las absurdas contradicciones del capitalismo.
Estos fenómenos están entrelazados y son sintomáticos de la creciente polarización en la sociedad. Que nuestra sociedad está en crisis y no puede continuar como siempre, se ha revelado más claramente que nunca. Este callejón sin salida ha empujado a ciertos sectores de la pequeña burguesía y de pobres desclasados hacia la derecha. Sin embargo, por cada persona que protesta por su «libertad» de morir de esta plaga, hay muchos miles de personas que están en huelga por sus vidas y que buscan el socialismo.
La visibilidad desproporcionada de la extrema derecha se debe a sus poderosos medios y simpatizantes en el gobierno. Pero la clase trabajadora es la clase mayoritaria y nuestros intereses se encuentran objetivamente a la izquierda. Incluso ante la hostilidad de los medios y del gobierno, las ideas socialistas continuarán ganando apoyo entre los trabajadores. Unidos por nuestros intereses comunes y luchando por un programa revolucionario, el gobierno de los trabajadores no solo podría derrotar al COVID-19, sino deshacerse del cadáver podrido del capitalismo y construir una sociedad verdaderamente humana.