Coyoacán, México fue el último escenario que vio respirar al gran ideólogo y pragmático, León Trotsky, el frio filo de un piolet en las manos de Ramón Mercader, un empedernido español entrenado por la policía secreta de Stalin, perforó la cabeza de uno de los mayores pensadores teóricos marxista de la historia el 21 de agosto de 1940, cualquiera pensaría que Trotsky murió ese día, pero la mala noticia para los detractores del comunismo es que solo pudieron matar su cuerpo y es que en pleno 2019 nadie podría negar que su memoria sigue más que viva, recorriendo poco a poco como un fantasma la conciencia colectiva de los explotados.
Era octubre de 1917, la lucha de los bolcheviques capitalizó con una gran victoria en la Rusia zarista, todo el trabajo de años atrás se reflejaba en una nueva nación, un flamante amanecer se alzaba en uno de los países más aturdido por la miseria —tan retrasado era aquel país que el calendario que usaban era el juliano, en vez del gregoriano como en la mayoría de los demás países—. Resulta que la revolución no solo se quedaría en octubre —noviembre en el calendario gregoriano—, había mucho que hacer por delante, la situación en ese entonces era devastadora y a pesar de respirar aires de un nuevo amanecer, la verdadera lucha estaba por llegar, la emancipación del yugo del sistema no sería sino hasta destruir la contrarrevolución, hacía falta organizarse como nunca.
Trotsky lo tenía muy claro, la creación de un ejército que defendiera la revolución era indispensable… y empezó su trabajo.
El gran artífice del ejército rojo arrancó una lucha contra los que pretendían sucumbir la revolución, las “democracias” de Francia, Alemania, Gran Bretaña, EE.UU, Japón… no podían concebir la idea de una Rusia socialista, el terror que les causaba no se podría manifestar más francamente que con una batalla cruel y despiadada contra un pueblo desarmado, agotado y hambriento, pero se enfrentaban a los bolcheviques y ni con 21 ejércitos extranjeros en luchas directas, indirectas, ni de cualquier otra forma, pudieron derribar al ejército rojo de León Trotsky, y en consecuencia, la victoria de los soviets.
La gran campaña del ejercito ha sido y será una de las astucias más memorables en la trayectoria de Trotsky, nunca antes en la historia alguien había podido organizar una milicia tan vigorosa y capaz de derrotar las fuerzas armadas contrarrevolucionarias de los potentes adversarios de la clase oprimida de una manera tan inimaginable.
De hecho, el mismo Stalin, dijo: “… Todo el trabajo de organización práctica de la insurrección se efectuó bajo la dirección inmediata de Trotsky, presidente del Soviet de Petrogrado. Puede decirse con seguridad que la adhesión de la guarnición al Soviet y la hábil organización del trabajo del Comité de guerra revolucionaria se los debe el Partido, ante todo y sobre todo, al camarada Trotsky.” (Stalin, El papel de los principales militantes del Partido, articulo para Pravda, 1918)
Y la admiración de Lenin tampoco se hizo esperar, él dijo: «Que alguien me muestre otro hombre capaz de organizar en un año un ejército ejemplar y además conseguir el reconocimiento de los especialistas militares» (Lenin, citado en las memorias de Máximo Gorki.)
Pero la magnificencia de Trotsky no se quedó en su manera impecable de enfrentarse de la forma más táctica posible a los ejércitos de las 14 potencias que de forma aliada atacaron a la nueva Unión Soviética, ¡no! su tray ectoria y pensamiento es mucho más complejo, se dedicó a escribir decenas de artículos, libros, tácticas de guerra, escritos anímicos y cartas; antes, durante y después de la guerra civil rusa, que sirvieron al gran proyecto de la revolución y que hoy continúan teniendo importancia. Como autentico marxista —igual que Lenin—, comprendió que la revolución debía extenderse por todo el mundo, habría que empezar a internacionalizarla; las potencias que imponían —y siguen imponiendo— su hegemonía ideológica en el mundo, lloraban sangre por el eminente contagio del germen de la revolución rusa en Europa y el resto del mundo.
Inconvenientemente la revolución tenía un talón de Aquiles, se trataba de toda una casta que cada día crecía dentro del aparato, un clan de burócratas que sucumbirían todo el trabajo que con tanto esfuerzo habían construido los bolcheviques; el personaje que figuró a esa casta fue Iósif Stalin, un enemigo del socialismo que poco a poco, como un asesino que asecha a su víctima, se fue acercando al poder hasta apuñalar con un certero golpe traicionero a la gran victoria de todo un pueblo.
Lenin temía que la figura de Stalin se exaltara y que pudiera cometer una imprudencia que extinguiera los logros de la revolución, pero cuando la Unión Soviética más necesitó de su presencia, el gran líder murió; sin embargo, él era muy astuto y a finales de diciembre de 1922 —poco antes de morir— redactó un escrito ya invalido y sin fuerza física. En la carta, que muchos han catalogado como el testamento político de Lenin, dictó una opinión sobre ciertos miembros propuestos para puestos de liderazgo de la dirección de la Unión Soviética. La carta criticaba severamente a Stalin y advertía sobre el poder que tenía como Secretario General, además, señalaba la necesidad de aumentar los miembros del Comité Central (CC) a varias decenas o un centenar, esto con el fin de resguardar la revolución del burocratismo.
La muerte de Lenin significó un antes y un después en el partido comunista y el CC, Stalin llegó al poder en contra de su voluntad y en medio de reniegos de Trotsky, lastimosamente este último no recibió apoyo de la mayoría, ya que la burocracia había establecido con anterioridad el escenario, aunque si contaba con el respaldo de Lenin quien en la misma carta —no exenta de la crítica que lo caracterizaba— dijo: “…el camarada Trotsky, según demuestra su lucha contra el CC con motivo del problema del Comisariado del Pueblo de Vías de Comunicación, no se distingue únicamente por su gran capacidad. Personalmente, quizá sea el hombre más capaz del actual CC (…)” Carta al Congreso (22 dic. 1922 – 4 enero 1923)
Dicho documento se leyó a los delegados del Congreso —realizado en mayo de 1924—quienes por verlo como razón de una “discusión interna” no publicitaron las palabras de Lenin. Luego, por la opinión negativa de Stalin en que en ella se expresa, la carta fue suprimida hasta 1956 cuando ya habían pasado décadas, Trotsky había muerto y el stalinismo se había consolidado en la URSS.
Con el ascenso del stalinismo, los exilios y la muerte de los bolcheviques comenzaron, el enemigo número uno de esa burocracia fue Trotsky y en 1927 fue expulsado del partido comunista y dos años más tarde desterrado de la Unión Soviética. Probablemente el mayor error de Stalin y por el que sufriría dolores de cabeza más adelante, fue no matarlo en ese momento. Las persecuciones ya con Trotsky fuera de la URSS se encrudecieron, todos los viejos bolcheviques fueron azotados en la gran purga del nuevo régimen. No arrodillarse ante la bota del verdugo de Moscú era sinónimo de muerte; Trotsky, fiel a sus convicciones marxistas, jamás declinó su lucha contra el régimen, al poco tiempo y ya como un exiliado se dedicó arduamente a escribir y trabajar por una Cuarta Internacional.
No es de extrañar que cada publicación de Trotsky significaba un dolor en el pecho para los asesinos de la revolución. Stalin dio la orden de que lo mataran, el miedo que le causaba la influencia dentro de la Unión Soviética era tanta que mando a quemar todo tipo de documentos, escritos, libros, pancartas… que tuvieran relación con Trotsky, eran tanto el miedo y el odio que fue eliminado hasta de las fotos que aparecía junto a Lenin, esto como una vil campaña que pretendía bombardear el pensamiento de los soviéticos con ideas de que Trotsky era el enemigo y que los practicaban las auténticas ideas de Lenin eran ellos. A este punto no es necesario decir que eso era una completa mentira. Fueron miles los esfuerzos de Stalin por borrarlo de la historia, mientras tanto Trotsky se encontraba realizando una biografía de Stalin, —que es un libro que la Corriente Marxista Internacional tiene en sus manos— las presiones por asesinarlo aumentaron, obtener su cabeza ya era casi de vida o muerte ya que la creación de una Cuarta Internacional podría costarle sus privilegios.
Finalmente, y luego de muchas persecuciones, Trotsky vivió lo que sería su último atentado a la modesta edad de 60 años por manos de Ramon Mercader, quien se infiltró en la familia a través de la secretaria del mismo Trotsky aparentemente como alguien de quien no había que preocuparse. Ciertamente él sabía muy bien que tarde o temprano lo matarían, de hecho, ya había escrito su biografía, su testamento y estaba a punto de terminar el libro Stalin —al final el texto fue terminado, correctamente y sin tergiversaciones, con apuntes del mismo León Trotsky y material inéditos del archivo original, por la Corriente Marxista Internacional (CMI)—.
12 horas después del ataque, Trotsky daba su último respiro. El fruto de todas las persecuciones, mentiras, compra de conciencias, censuras, manipulaciones, calumnias, falsificaciones… representadas con la muerte de uno de los marxistas más grandes de todos los tiempos. Los ejecutores de la revolución celebraban el haber extinguido según ellos al “revisionista y traidor” y es que si algo caracteriza a los stalinistas —como cualquier otro régimen represor— son las innumerables invenciones de calumnias y catálogos falsos, lo irónico de todo es que quienes tomaron la vara inquisidora siempre definían a los opositores con sus propios defectos.
A pesar de todo, ningún marxista puede negar que Trotsky ha quedado en la memoria histórica como un legendario luchador que vivirá por siempre, como un hombre que colaboró en la trasformación de un país, que, pese a la degradación stalinista, con las bases de las ideas bolcheviques se convirtió en una de las potencias más importantes del mundo en un par de décadas y eso nos enseña que el desarrollo de la humanidad subyace en el derrumbamiento del capitalismo.
Los bastiones del progreso siguen y seguirán atacando a los héroes que se oponen al sistema, imponiendo su fuerza, abogando a la manipulación, asesinando, entre otras cosas. Pero hay una cosa innegable y es que nunca podrán silenciar a todos, de hecho, es imposible, si el mundo se pudiera silenciar a costa de la manipulación y las mentiras, la historia de la humanidad ya estaría finalizada; donde haya una persona cuya conciencia se le remuerda cada que ve un obrero morirse en la agonía del sistema, un niño comiendo basura o niña violada trabajando 14 horas para los zapatos de los hijos de los burgueses, habrá esperanza.
Se dice que una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad, pero toda la basura falsa que se creó en la figura de León Trotsky parece que no ha dado el efecto suficiente como para que lo olvidemos, aunque sigue siendo una de las tareas de los que ignoran la historia, no podrá nunca convertirse en una realidad; ni con sus películas y series ridículas de Netflix sucumbirán al hombre que se aferraba a sus ideales, el hombre de lucha y de estudios que lo entregó todo a la causa de la clase obrera.
Quienes tomaron a fuerza el látigo del castigo fueron y serán callados por la realidad, las palabras de Trotsky aseguraban que, si los obreros no retomaban el poder y lo alejaban de los de los tentáculos de la realeza estalinista, la Unión Soviética caería. Hoy estamos a más 29 años de la disolución de la URSS y las verdades postizas elaboradas sin parar por los enemigos de Trotsky son algodones de azúcar que se deshacen frente a un océano inmenso de verdad.
Los hijos de Trotsky continuaremos expandiendo su mensaje, exponiendo a los oprimidos la realidad de la situación, levantando en las tinieblas de las mentiras antorchas de fuego intenso que iluminarán cada rincón de este planeta. No nos desilusionamos ante la densa bruma de la ignorancia y la manipulación mediática, la patria grande se alza en el horizonte como sol al amanecer, no estamos en absoluto como renegados sin esperanzas, la llama de fuego que recubría como una aureola alrededor de magnífico Trotsky la hemos heredado. Ser de la CMI ya supone una gran responsabilidad, somos los herederos de esa potente energía y nuestro fin es usarla para sucumbir este sistema, nuestra conexión directa con el gran arquitecto del ejército rojo nos cohíbe de ignorar la barbarie del capitalismo, habríamos quizás querer dedicarnos a otras cosas pero el futuro comunista está cerca y vienen trotando, las trompetas del socialismo tan cerca se escuchan y lo único que se nos exige es amar el bienestar de la raza humana.
Nuestro impetuoso deseo de un futuro comunista no debe ser hoy menos efervescente que el de Trotsky. Frente al preludio de la crisis máxima del capitalismo, sus ideas cada día son más evidentes, su mensaje es como una onda electromagnética que se propaga y se expande cada día más hasta cubrir todo es espacio, no podemos más que continuar en el estudio de su trabajo, porque al final de todo, mientras los libros se sigan abriendo él vivirá y su nombre… su nombre por siempre quedará grabado en letras rojas en la memoria de los que una vez fuimos los oprimidos.