Por Rosa Espinoza
Tras lograr la renuncia de Carrasquilla y después del retiro de la reforma tributaria, el Paro Nacional cuenta su décima tercera jornada de lucha y el movimiento continúa vivo en las calles. Sus pulmones, que no enferman, están cada vez más llenos de aire y fuerza. De nada han servido los ataques hechos por el Gobierno, buscando liquidarle pues, con cada herida nueva y mutilación, su rabia revive, su consciencia crece y su determinación arrecia. Es un movimiento embriagado con la energía del cambio que se abreva de la dignidad que han querido arrebatarle.
Por supuesto esto también implica cansancio. Cada día es un aprendizaje nuevo y la lucha física también agota, los días comienzan a generar nuevas experiencias, pero al mismo tiempo quitan energía. Ni hablar la desazón y la pena que dejan los compañeros caídos. La falta de dirección y el oportunismo también fatigan. Es por eso que, a pesar de su constancia, su brío se ha visto disminuido poniendo todo en una suerte de meseta que ha regalado tiempo al movimiento para ganar experiencia y madurez. Es hora de aprovecharlo.
Esto mismo lo ha usado la reacción para mostrar con mayor descaro su rostro canalla y asesino, avanzando sin piedad. Sin embargo, la estructura política del gobierno es tan débil que ha perdido toda credibilidad lo que la ha obligado a abrir espacios de diálogo, establecidos a su acomodo, para tratar de calmar los ánimos. Por supuesto, aún es incapaz, siquiera, de reconocer a sus auténticos contendientes, menos enfrentarlos cara a cara.
Así las cosas, el pulso sigue activo y el balance de fuerzas está a favor de las mayorías, aún indecisas a dar el paso definitivo. Lo que venga en los próximos días será determinante y el aprendizaje, necesario. Como sea las clases desfavorecidas, sobre todo la obrera, ya han ganado bastante y seguro, siguiendo este camino, sabrán cómo llegar a la victoria.
Los días avanzan
Esta ha sido una semana histórica. El Paro avanza y el Gobierno intenta todo lo que puede para obstaculizarlo. Ejemplo de ello, la tentativa de retomar el liderazgo por parte del Comité de Paro o la reunión con los oportunistas del MOIR y la Alianza Verde. Los tardíos e hipócritas intentos de diálogo por parte del Gobierno, la continuación de la represión con actores nuevos en el escenario (agentes vestidos de civil, paramilitarismo, censura cibernéticas, disparos indiscriminados, alianzas con el lumpen) y negociaciones internas con los diferentes gremios para separarlos y dividir. Cada intento tan dañino como el anterior pero igual de ineficaces.
Hasta la fecha se cuentan 47 homicidios, 963 detenciones arbitrarias, 548 desaparecidos y 12 hechos de violencia sexual surgidos de los 1876 casos de violencia por parte de la Fuerza Pública, reportados por la ONG Temblores. Todos han sido combustible para mantener el fuego encendido de la indignación popular. Según la misma ONG todos los días hubo muertos, menos el día 5 de mayo cuando la marcha fue más concurrida y cuando la noche anterior habían hecho uso de todo su arsenal para asustar a la ciudadanía y evitar que marcharan. Ese fue el día en que hirieron a Lucas Villa, que se debate entre la vida y la muerte, pero a pesar de eso la violencia fue menor que otros días, lo que demuestra cómo las masas juntas despiertan el temor de sus opresores.
Y es que, aunque en los últimos días, el número de manifestantes ha disminuido, las conciencias comienzan a radicalizarse; esto, en buena medida, resulta de la estrategia torpe y violenta del Estado colombiano que conoce como único método la barbarie absoluta. Los ánimos caldeados amenazan con llevarnos a escenarios más violentos y de confrontación, pero dudamos que las fuerzas del Gobierno tengan mucho más para resistir u ofrecer. Sobre todo, han demostrado que carecen de cualquier posibilidad de contar con algún apoyo de masas, como lo demuestran sus limitadas concentraciones. En la más numerosa de ellas, en Cali, antes de que se desencadenara la masacre contra el Pueblo, ayer 9, era difícil encontrar alguien menor de cuarenta años entre ese casi centenar de individuos. Realmente, el movimiento sólo espera la señal para responder u organizarse. Pero esta no vendrá de las nubes.
Contrario a sus propósitos, el Gobierno ha impulsado con sus crímenes que las mayorías indignadas comiencen a construir unidad. No lo notan ni lo esperan. Aún confían en que tienen razón al creernos inferiores. Sí, es en esos sectores de la siempre ignorada juventud, en los barrios donde no hay Toyotas nuevecitas, donde se discuten las ideas sobre la defensa y se pone en cuestión los problemas importantes.
El caso de un camión lleno de policías de civil en Cali ejemplifica los métodos mafiosos del Gobierno. Aquellos, de civil, y armados, intentaron emboscar una movilización, pero salieron corriendo luego de ser acorralados por los marchantes a quienes defendieron unos soldados que estaban ahí. Esta respuesta cobarde ha sido la misma en otros infiltrados capturados por la Minga o descubiertos por las movilizaciones en Bogotá. En las redes se pudo escuchar, gracias a Anonymous, las comunicaciones de estos agentes, asustados y perplejos huyendo del Pueblo. El miedo de todos estos canallas es más que evidente. Su falta de convocatoria los ha llevado a tener que ofrecer dinero en Twitter para reclutar asesinos.
Mientras, surgen expresiones de apoyo por parte de algunos soldados. Inolvidable la de un soldado que hace la pregunta: “¿Con quién está usted con el Pueblo o con el Gobierno?” que se conoció hace unos días. En el video deja claro que no levanta las armas contra el Pueblo. El movimiento ha respondido con cierto escepticismo a estas actuaciones y se entiende el por qué. Estamos habituados a que la tarea del Ejército y la Policía es la represión y defender los intereses de la clase dominante. Lo cierto es que todo aquel que quiera acercarse a esta lucha, enteramente popular, realmente de masas, no tiene otra opción que pedirle permiso a ella antes de entrar y seguirla. En el caso citado, entregar las armas y enseñar cómo usarlas podría dar confianza.
Decepcionante, en este sentido, la actitud del Comité de Paro que, aceptó reunirse hoy, lunes 10, con el Gobierno. Una actitud opuesta a la de un Pueblo que tiene claro que no está dispuesto a parar hasta que caiga el Gobierno de Duque y el exempleado de Pablo Escobar e hijo del narcotraficante Alberto Uribe Sierra, Álvaro Uribe Vélez. Para mal o para bien, el único de estos jefes tradicionales que ha mostrado coherencia ha sido Gustavo Petro. Aunque por esta coherencia no llega a los análisis correctos, es de respetar que no caiga en el oportunismo que ha caracterizado al grueso de jefes tradicionales de la izquierda y el sindicalismo.
Hasta ahora, la derrota más dura, ha sido el ataque que sufrió el domingo 9 la Minga Indígena. Siguiendo una orden de Uribe, luego replicada por Iván Duque, la acción de elementos del narcoparamilitarismo en connivencia con la Policía Nacional se tradujo en el asesinato indiscriminado de indígenas que se manifestaban pacíficamente. Los delincuentes, creyéndose alguna fuerza con legitimidad, rebuznaron: “Guerra civil”. No hay tal. Lo que muestra imágenes, testimonios y resultados, fue un operativo de represión terrorista adelantado con apoyo del Estado y en favor de los intereses del narcotráfico y el sector financiero. Testimonios de una camioneta del Banco de Occidente en manos de narcoparamilitares, evidencian que la alianza entre la burguesía financiera y las mafias es total. Otra pésima decisión del clan Sarmiento Angulo: sus acciones, que el martes cayeron a U$ 5,38 apenas suben hoy a U$ 5,95. ¿Pero qué más pedirle a un ingeniero fracasado devenido en ladrón de casas y especulador?
Las imágenes son aterradoras. Por si fuera poco, llegaron a sabotear una rueda de prensa de la Guardia Indígena y el lanzamiento del video musical de su himno por la noche. Pero a pesar del miedo de algunos, la energía no flaquea. Si las acciones son menos audaces, es porque se están discutiendo las soluciones. Se sabe que se necesita una respuesta organizada, se intuye que esta organización es urgente. Sigue haciendo falta una dirección.
Nuestro futuro está en el presente
Las perspectivas a futuro son dudosas y mal haríamos en sacar conclusiones apresuradas. Lo que sí es seguro, es que la consciencia del Pueblo, tras doce jornadas de lucha, es otra. Este es el mejor fundamento que podríamos tener si esto pasa a una situación revolucionaria.
Dice el Ministro del Trabajo que su principal preocupación son los 20 mil millones de pesos diarios que pierden con el paro es ahí entonces donde se les debe presionar. Lo que más les asusta es perder dinero, incluso más que perder el poder. Esta situación de insolvencia ha sido razón para que la fractura dentro de la elite se intensifique. Con todo y los intentos de la ANDI (la burguesía industrial) de extender su apoyo económico al presidente y a la Fuerzas Pública, mientras posa de negociadora, lo cierto es que su jefatura perdió descrédito entre sus asociados y comienzan a dar un paso atrás.
Dice mucho que la Canciller Claudia Blum quien en la mañana del domingo publicó un video falsificado condenado las movilizaciones y señalando a Petro. Se vio, literalmente al final del día, obligada a dejar el cargo por la presión de los trabajadores de aquí, y de todos los países. Revista Semana, antiguo bastión del periodismo devenido en decadencia tras su adquisición por parte del clan Gilinski, ha intentado sugerir que esta crisis viene desde el último consejo de ministros. La verdad es que desde que la propagandista del narcoparamilitarismo Vicky Dávila, miembro del clan Gnecco, asumió la dirección de esa publicación, su credibilidad es inferior a la de cualquier tabloide sensacionalista.
Es un golpe duro ya que la señora Blum deja el cargo que obtuvo luego de que su esposo, José Barberi Ospina, fuese uno de los más destacados inversionistas de la campaña de Iván Duque a la Presidencia. Su hermano Juan Manuel también puso plata. Francisco José Barberi Ospina es el presidente de Tecnoquímicas, un gigante farmacéutico que en los años ochenta controlaban los narcotraficantes Rodríguez Orejuela, los jefes del Cartel de Cali. Él a su vez, participó en el cartel del papel higiénico y fue sancionado por ello hace cinco años. No es cualquier renuncia. Es un pedazo de la burguesía que lava activos del narcotráfico que pierde cuota en el poder político. Así, en doce días de paro, el Pueblo ha logrado sacar del poder a dos ministros nefastos. Ahora, hay que ir por el gordo; o por la marrana, como dirían algunos.
Esta mañana comenzó con el llamado a más movilizaciones, diversos sectores del proletariado se reúnen en asambleas extraordinarias. Algunos evalúan desobedecer al Comité de Paro y promover el cese de actividades. Diversos consejos populares y comités de base comienzan a proponer ideas. Esta iniciativa debe mantenerse y hay que llevarla hasta un gran encuentro nacional de todos los consejos que surjan de la iniciativa del Pueblo. Éste ha de ser el único organismo de poder que debamos reconocer.
Mientras, es necesario mantener la lucha, llamar a todos los compañeros que podamos desde la pregunta si se está con el Pueblo o con el Gobierno, apoyarnos en los consejos que organice el Pueblo y pedir en ellos que se desarrollen estrategias de defensa, aprovechando los aprendizajes de indígenas y soldados sublevados. Los trabajadores más conscientes y más dispuestos a comprometer nuestro tiempo y energías, debemos impulsar la creación de un partido propio, de un partido obrero. Todas las fuerzas políticas de la burguesía han caído en el desprestigio. Es nuestro momento para ofrecerle a Colombia la alternativa del socialismo. Así como enseñaron aquellos soldados sublevados: ¡Todo el apoyo para el Pueblo!
¡Fuera Duque!
¡El Paro se mantiene!
¡Escuchemos a los consejos del Pueblo!