El brote de coronavirus ha asestado un golpe salvaje a la economía mundial y la situación política. Los líderes de la mayoría de los países inicialmente minimizaron la gravedad de la emergencia en un intento por mantener los negocios en marcha, y ahora están luchando desesperadamente por estabilizar la situación y evitar levantamientos sociales.
Están rompiendo todas sus propias reglas en el proceso: suscribir salarios, tomar ciertas industrias bajo control estatal y gastar enormes sumas de dinero para mantener el sistema a flote. Intentarán retractarse de estas soluciones e inversiones a corto plazo cuando el polvo se asiente y pasarle la factura a la clase trabajadora en forma de recortes y austeridad, pero el apetito viene con la comida, y para la burguesía podría no ser tan fácil recuperar mañana lo que da hoy.
Mientras tanto, los patrones están presionando a los trabajadores para que elijan entre salud y empleo. En países como Italia, las organizaciones patronales están presionando al gobierno para mantener abiertas las fábricas, argumentando que la fabricación de armas y los textiles son «industrias esenciales», por ejemplo. Al mismo tiempo, los servicios de salud en todas partes luchan por hacer frente a la pandemia, y los trabajadores de la salud se convierten cada vez más en víctimas en la lucha contra el virus.
A pesar de un «espíritu de guerra» temporal de unidad nacional que hace que las personas se agrupen detrás de sus gobiernos por un tiempo, a medida que aumentan las víctimas y la naturaleza podrida del sistema capitalista queda al descubierto, millones de personas sufrirán un despertar político. La pandemia de coronavirus ha desatado un nuevo y tumultuoso período en la política mundial.