Los marxistas reconocen los enormes logros de la Revolución china de 1949. Como era de esperar, muchas consignas de Mao Tse-tung encontraron un eco en todo el mundo como una alternativa a la burocracia de la URSS después de la división chino-soviética. Sin embargo, existen diferencias políticas significativas entre las ideas del marxismo genuino y las del maoísmo, las cuales deben aclararse.
Uno de los artículos más conocidos de Mao es «Contra el liberalismo«, publicado en 1942 para atacar a sus rivales dentro del Partido Comunista Chino durante la Campaña de Rectificación de Yenan. En él, enumera 11 comportamientos que se consideran perjudiciales para el movimiento revolucionario, incluida la deshonestidad, la falta de autodisciplina, la complacencia con respecto a las malas ideas/comportamientos de los demás, la incapacidad de informar sobre las actitudes equivocadas de los demás, etc. Para muchos socialistas nuevos -disgustados por la arrogancia, la hipocresía y las contradicciones de los liberales, o insatisfechos con la flexibilidad organizativa y la falta de disciplina de los grupos a los que pertenecen-, las palabras de Mao parecen ser una guía de acción para los revolucionarios serios.
«¿Cómo ser un bolchevique?»
Sobre la superficie, las opiniones expuestas en «Contra el liberalismo» parecen ser irrefutables. Después de todo, ¿quién estaría a favor de una ética de trabajo irregular o un comportamiento deshonesto en una organización revolucionaria seria? Pero en su esencia, el artículo de Mao difumina seriamente la perspectiva de clase y el contenido político del liberalismo. Además, los métodos de educación que Mao propone están basados en el centralismo burocrático, no en el centralismo democrático del verdadero bolchevismo.
Lo que hace que el artículo de Mao sea atractivo para los nuevos socialistas es la idea de que podría ayudarnos a cumplir condiciones más elevadas mientras nos involucramos en el trabajo revolucionario, ofreciendo una lista concisa de los malos hábitos exhibidos por aquellos socialistas pequeñoburgueses que son, en la práctica, liberales. El problema es que el simple hecho de adherirse a un código de conducta no capacita a nadie para ser un bolchevique. El punto de partida para un verdadero bolchevismo es una base sólida en la teoría marxista. A partir de ahí, uno no sólo debe reconocer, sino también actuar sobre la necesidad de construir el factor subjetivo revolucionario, evaluando en todo momento si las acciones que tomamos contribuyen o no a elevar la conciencia, la confianza y la unidad de la clase trabajadora. Esto no es algo que pueda lograrse automáticamente por memorizar o imponer un código de conducta. Solo a través del estudio dedicado, del debate democrático y la participación activa en las luchas de la clase trabajadora podemos forjar una dirección proletaria digna de ese nombre.
Los socialistas científicos siempre comenzamos nuestros análisis con una definición rigurosa de los términos, sin los cuales no podemos participar en un debate informado y clarificador. Los marxistas explican que el liberalismo es una ideología arraigada en los intereses de clase de un ala de la burguesía. El liberalismo postula que si garantizamos libertades individuales, comenzando con el derecho a la propiedad privada, y permitiendo que los mercados y el capital se expandan libremente, el capitalismo eventualmente conducirá a una sociedad más equitativa. Mao, por otro lado, considera al liberalismo como si fuera simplemente una actitud o atributo personal preocupante. Pero el liberalismo no tiene nada que ver con el comportamiento interpersonal. Los liberales bien pueden ser honestos y trabajadores, o deshonestos y perezosos. Pero lo que importa es el contenido de clase de la posición que se defiende.
Como él lo expresa:
«El liberalismo proviene del egoísmo de la pequeña burguesía; éste coloca los intereses personales en primer plano y relega los intereses de la revolución al segundo, engendrando así el liberalismo en los terrenos ideológico, político y organizativo… El liberalismo constituye una manifestación de oportunismo y es radicalmente opuesto al marxismo. Es negativo y, objetivamente, hace el juego al enemigo. De ahí que éste se alegre si en nuestras filas persiste el liberalismo. Por ser tal su naturaleza, no debe haber lugar para el liberalismo en las filas revolucionarias».
Moralidad vacía
Después de confundir el contenido real del liberalismo, Mao transforma estos once comportamientos en pecados que sólo pueden ayudar a nuestros adversarios. Los marxistas no discuten que (debido a su posición de clase atomizada) el egoísmo y la falta de disciplina son comunes a los pequeñoburgueses. Tampoco estamos en desacuerdo con que un cuadro revolucionario deba estar imbuido de disciplina individual y colectiva. Pero ‘Contra el liberalismo’ no ilumina el contenido de clase de los «argumentos de principios», «puntos de vista incorrectos» y actos que «perjudican los intereses de las masas». Por ejemplo, sin importar cuán disciplinada o abnegada pueda ser una persona, si persigue una estrategia de colaboración de clase, su eficiencia organizativa puede terminar simplificando el camino hacia su propia destrucción política.
Como ejemplo, el Partido Comunista de Indonesia, que una vez fue uno de los partidos comunistas más grandes y mejor organizados del mundo, siguió una estrategia de colaboración con la «burguesía nacional progresista» por el consejo de Mao y del PCCh. Como resultado, la revolución se ahogó en sangre y al menos 1,5 millones de comunistas fueron asesinados. Se pueden encontrar innumerables ejemplos similares a lo largo del último siglo de experiencia revolucionaria. La lección que se debe extraer no es que este o ese comportamiento deba modificarse, sino que la colaboración de clase es una línea de principios que no se puede cruzar bajo ninguna circunstancia. Esto también es cierto en los Estados Unidos de hoy. Si bien colaborar con el Partido Demócrata no puede conducir a ríos de sangre de la clase trabajadora, al menos en esta etapa, la derrota de los intereses de los trabajadores está absolutamente garantizada si se continúa por ese camino.
En última instancia, en el artículo «Contra el liberalismo» Mao cae en una mera moralidad: el deseo de disciplinar los comportamientos individuales en función de si son «correctos» o «equivocados» en abstracto. Pero como cualquier otro fenómeno social, la moralidad no puede separarse de su contenido de clase. Difuminar estas cuestiones fundamentales es precisamente el papel que juega «Contra el liberalismo»: oculta las cuestiones políticas claves con el lenguaje moralista y, finalmente, descarrila la verdadera batalla contra los liberales, quienes, dada su retórica «amigable con los trabajadores», son de hecho el ala más peligroso de la burguesía.
Los marxistas revolucionarios también combatimos el liberalismo. Pero lo hacemos sobre la base de la independencia de clase, la teoría socialista científica y el internacionalismo revolucionario.