Lecciones y Perspectivas de las marchas del 15 de septiembre

Editorial Militante 104, septiembre 2023


Llega nuevamente el 15 de septiembre, y con él toda la algarabía de los desfiles patrióticos y el montaje de shows para exaltar al ‘glorioso’ Ejército salvadoreño. El oficialismo ha querido hacer énfasis en que hoy sí se celebra la verdadera independencia, porque todo cambió cuando Nayib Bukele llegó al gobierno. Sin embargo, desde hace unos años, este día ha sido testigo también de movilizaciones masivas en las calles para denunciar las arbitrariedades del régimen y reivindicar la lucha en busca de mejores condiciones de vida.

Las exigencias del movimiento

Bajo el hashtag #El15Marchamos se han convocado manifestaciones en los últimos años, las cuales se han distinguido por la diversidad de grupos que se abocan, y la diversidad de exigencias que se plantean. Esta característica si bien ha hecho posible tener una gran asistencia, porque ha permitido que grupos de izquierda, centro y derecha marchen aparentemente juntos, también ha sido una de sus mayores debilidades. Podríamos preguntarnos: ¿Qué se ha construido más allá de las manifestaciones?

En el año 2021, cuando recién se había aprobado la Ley del Bitcoin, la marcha del 15 convocada por la oposición logró llamar la atención del gobierno que buscó desprestigiarla. Recordemos el intento de boicot a través del grupo del ‘Pescadito Ruiz’. Esto que fue algo insólito, no fue suficiente para detener el mar de personas que se dirigían hacia el Centro de San Salvador. Aún así, por más rechazo que se mostró ese día, el movimiento no fue capaz de coordinar acciones posteriores enfocadas a detener la puesta en marcha de la Ley.

A la fecha, el Bitcoin ha sido un proyecto totalmente fracasado, en el que el gobierno invirtió más de $300 millones sin rendir cuentas y sin cumplir las grandes promesas por las cuales fue implementado: inversiones, inclusión financiera, etc. Sin duda, pasará a la historia como el símbolo de la corrupción, la improvisación y la mediocridad del gobierno de las Nuevas Ideas.

En el 2022, la mayor denuncia de la manifestación del 15 de septiembre fue contra el Régimen de Excepción, señalando las graves violaciones a los derechos humanos que se están cometiendo contra personas inocentes. La organización que se ha dado alrededor de esto es bastante sobresaliente. El Movimiento de Víctimas del Régimen (MOVIR), ha mantenido una organización permanente. Lastimosamente, el Régimen de Excepción continua y con él miles de personas inocentes detenidas, sufriendo todo tipo de tortura y maltratos, y otros más muriendo en condiciones infrahumanas en las cárceles de Bukele.

En los último años, además de las exigencias mencionadas, se han hecho otras que tienen que ver con el alto costo de la vida, los ataques constantes a la libertad de expresión y de prensa, la corrupción y falta de transparencia, los ataques y criminalización a la organización sindical y comunitaria no apegada al gobierno, entre otras.

#El15Marchamos

Este año no será la excepción y a la convocatoria para salir nuevamente a las calles ya se han sumado varias organizaciones. Destacando los familiares de los inocentes detenidos, sindicalistas, organizaciones de mujeres y juventudes, lisiados de guerra, etc.

La manifestación tendrá lugar en un contexto de crisis agobiante que se ha recargado sobre los hombros de la clase trabajadora, la cual es condenada a pagar los platos rotos por la negligencia e incapacidad de los gobiernos burgueses para brindar mejoras en la calidad de vida.

En el último período, el incremento de la gasolina ha significado también un incremento desmedido en el precio de los productos de la canasta básica, haciendo que cada día sea más difícil para las familias sobrevivir. Además, los impactos del cambio climático están siendo feroces con las cosechas lo cual agrava el problema. Todo esto mientras el Estado sigue brindando permisos medioambientales en áreas protegidas o que representan un grave peligro para el correcto funcionamiento de los ecosistemas. A esto podríamos sumarle que después de un año y medio con Régimen de Excepción los derechos continúan siendo pisoteados y las personas inocentes tienen más posibilidades de morir dentro de las cárceles que de obtener su libertad.

En el caso de la juventud la situación es igual de desesperante: no hay empleos dignos, no hay educación de calidad, no hay acceso a vivienda, etc., y por lo tanto, ninguna posibilidad de tener proyecciones sobre un mejor futuro lo que ocasiona profundas crisis en la salud mental, ahora incluso entre los adolescentes.

Mientras todo esto ocurre el gobierno despilfarra recursos, como en los Juegos Centroamericanos o el próximo Miss Universo, para mantener una apariencia de “progreso” y de gobierno “cool”. Mientras promueve leyes para concentrar aún más el poder.

Para este año, las convocatorias a la manifestación han puesto énfasis en la denuncia contra la reelección presidencial. Argumentando que es inconstitucional, y aunque tienen razón, no se está trayendo a colación los verdaderos peligros de la reelección más allá de la pura violación al marco legal/constitucional dentro del Estado burgués. ¿Hacia dónde se debería enfocar esta denuncia?

La reelección y las tareas del movimiento

Es común ver a diario publicaciones, entrevistas y declaraciones de personas de la oposición contra la reelección presidencial por ser a todas luces inconstitucional. Se escriben largos análisis, editoriales, columnas de opinión en revistas y periódicos explicando a detalle cada uno de los artículos que prohíben la reelección. Y aún así estos esfuerzos parecen caer en saco roto. ¿Por qué?

El debate sobre la constitucionalidad o no de la reelección de Nayib Bukele, hoy por hoy, es algo que no tiene mayor relevancia para la clase trabajadora que está dispuesta a conceder de nuevo el voto a Bukele. Las mejoras en las cuestiones de seguridad han jugado un papel muy significativo en la conciencia de las personas que de momento están disfrutando vivir con seguridad aunque el dinero no les alcance para llegar a fin de mes. Pero esto no será así por siempre, porque tarde o temprano, la crisis llegará a un punto insostenible y las mismas condiciones de miseria que propiciaron el surgimiento de las pandillas se recrudecerán.

Los grupos de izquierda deberían plantear abiertamente y de manera didáctica a la clase trabajadora que la situación económica en la que estamos sumergidos no va a mejorar simplemente cambiando a tal o cual presidente, o en este caso por mantenerlo, que lo que está podrido de fondo es el sistema capitalista, y que si queremos cambiar las cosas debemos cambiar de raíz el sistema. Y aunque esto se dice fácil, es una tarea compleja de organización con perspectiva de clase, tomando como base el marxismo: la única teoría capaz de ofrecer ideas para defender los intereses de la clase trabajadora.

La primera gran lección que debemos sacar de estos años bajo el régimen de Bukele es que sin organización revolucionaria no podemos pretender hacerle frente a un sistema que se arma cada vez más para perpetuarse y seguir defendiendo los intereses de los verdaderos dueños del país: la banca y la gran empresa privada.

La otra gran lección es que se necesita claridad ideológica, medios independientes y educación revolucionaria para traer a memoria todo el heroísmo y las lecciones de lucha de la clase obrera salvadoreña a lo largo de la historia. Inspirarnos en ella y organizarnos para tumbar el sistema de una vez por todas. En esto no hay atajos, pero si no empezamos a organizarnos por la revolución socialista hoy, ¿cuándo será?

Se debe abandonar cualquier esperanza de que la institucionalidad del país vaya a funcionar en beneficio de la clase trabajadora, nunca ha sido así y nunca lo será. Y también toda ilusión en que este sistema tal cual está puede ser mejorado, ¡no hay tal cosa como capitalismo bueno!

Educar, agitar y organizar sobre las ideas del marxismo, estas son las tareas que debe asumir el movimiento revolucionario de izquierda. Como lo planteaba Marx en el Manifiesto Comunista: La clase trabajadora no tiene nada que perder, excepto sus cadenas, tiene en cambio un mundo nuevo por ganar.

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