El domingo 6 de diciembre, se desarrollaron las elecciones de 274 diputados al parlamento de Venezuela. Estos comicios no contaron con el reconocimiento previo del imperialismo estadounidense, los gobiernos lacayos del Grupo de Lima, el Grupo Internacional de Contacto y la Unión Europea (UE). En paralelo, la marioneta imperialista, Juan Guaidò, y su ficticio gobierno interino promueven una “Consulta Popular”, que genera más dudas que certezas y su amplia difusión en medios burgueses internacionales no se corresponde con perspectivas de amplio apoyo por parte la población, e incluso de grandes expectativas entre las bases de la reacción. Mientras tanto, el pueblo trabajador sigue padeciendo los estragos de una crisis económica y social sin precedentes, que conlleva a la apatía, la desmovilización y la despolitización de amplios sectores.
Entre los elementos que marcaron el carácter peculiar de esta elección, destacamos 1) la negativa del sector mayoritario de la oposición pro-imperialista en participar en estos comicios; 2) el auspicio inicial de la UE y Rusia para que la fracción opositora en torno a Henrique Capriles y Stalin González participaran en las parlamentarias, hecho que fue desechado posteriormente a cambio de la exigencia de que se pospusieran dichas elecciones y se generaran “mejores garantías democráticas”; 3) el conjunto de fallos del TSJ que arrebataron las tarjetas electorales a las direcciones de varios partidos de la derecha pro-Guaidó (AD, PJ, VP entre otros) y de organizaciones de izquierda cuyas directivas se habían tornado incómodas para el gobierno (PPT y Tupamaros), para adjudicarlas a fracciones próximas al gobierno; y 4) el surgimiento de una alianza de izquierda al margen del Gran Polo Patriótico (GPP), denominada Alternativa Popular Revolucionaria (APR), que marcó una ruptura importante entre sectores de vanguardia del chavismo con la política de la dirección del PSUV.
Para el gobierno, la importancia de estas elecciones parlamentarias radicó en la necesidad de recuperar el control de la Asamblea Nacional, en tanto las presiones de países aliados como China y Rusia demandaron el inicio de un proceso de recomposición institucional, para brindar seguridad jurídica al conjunto de concesiones económicas en el sector minero y petrolero, que Maduro ha otorgado a multinacionales de estos y otros países. Como parte de este proceso, este mes de diciembre cesa en funciones la cuestionada Asamblea Nacional Constituyente, instrumento que solo sirvió para legislar a favor del entreguismo del gobierno y de su política anti-obrera y anti-popular.
Mientras la oposición pro-imperialista prosiguió en su retahíla de fracasos, en su intento de encender las calles, promover iniciativas golpistas e incursiones mercenarias, aunado a su rastrera política de promoción de más sanciones económicas contra el Estado venezolano, el secuestro de activos de Venezuela en el extranjero y la desestabilización e injerencismo imperialista; durante todo el 2020 Maduro reforzó sus lazos con un cúmulo de sectores de derecha “moderada” (Claudio Fermín, Timoteo Zambrano, Henri Falcón, Javier Bertucci y sus respectivos partidos), y también compró a dirigentes de partidos como PJ, AD y VP, mediante la “Operación Alacrán”, fraccionando aún mas las fuerzas en tormo a Guaidó y la derecha en general, configurando de este modo su objetivo de construirse una oposición dócil, con la cual pueda establecer negociaciones y hasta un pacto de gobernabilidad. En días recientes, el Presidente de la Republica mencionó la posibilidad de establecer un “co-gobierno” con sectores de la derecha a través de la nueva Asamblea Nacional.
Desde que se anunció la fecha de las elecciones por parte de la nueva directiva del CNE, el gobierno en un primer momento -y a sabiendas del enorme descontento social hacia su gestión-, no escatimó esfuerzos en promover una baja participación comicial, para que se impusiera la formidable maquinaria del PSUV y de este modo erigirse como la minoría electoral más grande en el parlamento. Sin embargo, durante las ultimas semanas, el temor a que las elecciones del 6D generaran una menor participación de la que el gobierno y sus aliados internacionales necesitaban, restando legitimidad al proceso —en tanto que los partidos de oposición de la mesa de diálogo no levantaban vuelo—, llevó a éste a dar un giro de 180 grados facilitando la realización de debates televisados entre dirigentes de PSUV y de las distintas fuerzas de la oposición moderada -mientras se excluyó a la APR-, y a recientes declaraciones del Presidente de la República donde amagaba con irse de la presidencia de perder la Asamblea Nacional, para despertar interés en el proceso electoral y en un intento desesperado por fomentar la participación de las bases de la derecha, las cuales no se ven representadas por la directivas que llevan actualmente sus partidos tradicionales.
El proceso electoral
Desde muy tempranas horas de la mañana, como ya es costumbre, se aperturaron los centros de votación. Durante toda la jornada, se evidenció poca afluencia de votantes en todo el territorio nacional. Pasadas las 6:00 de la tarde, la ausencia de colas y poca participación, hacia pensar que los centros de votación cerrarían temprano para iniciar los procesos de verificación, totalización y transmisión, lo que daría por concluido los comicios. Sin embargo, el CNE prorrogó el cierre de los centros y mesas a pesar de que nada lo justificaba y en concordancia con la así llamada «Operación Remate» del PSUV.
El gobierno nacional, preocupado por el elevado nivel de abstención, echó mano del control que posee sobre las diferentes instancias de organización y autogestión popular, como comunas y estructuras del CLAP -además de las UBCH del PSUV-, activando la maquinaria asistencialista para presionar a ciertos sectores de la población para que acudieran a las urnas, bajo amenaza de suspender beneficios que otorga el Estado, como bonos, bolsas de comida, entre otras. No se puede negar que el gobierno aún preseva cierta base de apoyo entre los sectores populares, debido a que para muchos todavía el PSUV es el partido que fundó Chávez y es identificado con las conquistas de la revolución. El sano y profundo sentimiento anti-imperialista también hace que algunos sectores cierren filas. Sin embargo, también es cierto que el chantaje, la amenaza y la manipulación en torno a las necesidades de la población, movilizaron una cuota de votos a favor al PSUV.
Durante todo el proceso, dirigentes y militantes de las organizaciones que conforman la APR denunciaron como efectivos del Plan República impidieron el ingreso de los testigos de mesa acreditados de esta coalición en varios Estados del país. Este hecho se suma al conjunto de dificultades que ha tenido que afrontar la alianza durante todo el proceso electoral, luego de una campaña cuesta arriba, que enfrentó la censura, la carencia de recursos económicos, infamias y atropellos por parte del gobierno a sus candidatos y dirigentes.
A partir de la 1:30 AM del 7 de diciembre, la directiva del CNE dio a conocer los primeros resultados con un 82,35% de los votos escrutados. Horas más tarde, el CNE ofreció un segundo boletín que contaba con un 98,63% de la transmisión de las actas, que arrojó una baja participación de un 30,50% del padrón electoral y con un total de 6.251.080 de votos válidos. El PSUV/GPP obtuvo 4.277.926 votos para lograr una victoria aplastante con un 68,43%. La coalición integrada por AD, COPEI, Movimiento Ciudadano, AP y El Cambio, alcanzó 1.095.170 votos, equivalentes a un 17,52%. La alianza compuesta por las organizaciones Venezuela Unida, Primero Venezuela y Voluntad Popular Activa obtuvo 259.450 votos. El PCV, como la única tarjeta que postuló candidatos por la APR, registró 168.743 votos para un 2,7%. Otras fuerzas, como la tan promocionada Soluciones para Venezuela de Claudio Fermín, y Pro-ciudadanos de Leocenis García, obtuvieron 405.017 votos en conjunto, pero al tratarse de fuerzas separadas, las mismas no obtendrán ni un curul en el nuevo parlamento.
En este segundo boletín, se informó que el 100% de los cargos nominales cuentan con tendencia estable y sin posibilidad de cambio en su resultado. Así mismo, de los 24 cargos de las listas regionales, 20 cuentan con tendencia estable y en la lista de adjudicación nacional 46 también poseen esta condición. En la lista nacional, el PSUV alcanzó 36 de 48 curules para un 75%, mientras que AD conquistó 3 escaños, El Cambio 2, Primero Venezuela 2, Avanzanda Progresista 1, Copei 1 y el PCV 1.
Como se puede ver, la maquinaria del PSUV se impuso en estás elecciones, como resultado de las condiciones excepcionales de crisis y profundo reflujo social, del reducido interés de amplios sectores de la población para ir a votar y el evidente ventajismo con el que el partido de gobierno encaró la campaña. No obstante, la baja participación en este proceso electoral resta méritos a esta «contundente victoria” y le brinda argumentos a la reacción pro-imperialista sobre el carácter impopular del gobierno, lo que deja a Maduro en una posición menos fuerte en el proceso de negociación que éste sostiene con la burguesía tradicional y el imperialismo yankee.
Ganó la abstención
Estas elecciones parlamentarias registraron uno de los niveles de abstención más altos en la historia de este tipo de comicios, con un 70%. En las parlamentarias del 2015, donde la derecha participó en pleno y unida, la abstención se situó en un 26% del padrón electoral, comparable con el 34% de 2010 y el 44% del año 2000. La abstención del 6D solo se ve superada por el 75% de año 2005, donde toda la derecha se abstuvo de participar, y por tanto, el proceso eleccionario se hizo poco llamativo debido a que los sectores bolivarianos no tenían contendores. El nivel de participación de estos comicios al parlamento son comparables a los que suelen registrarse en las elecciones de concejales, que despiestan una muy baja expectativa entre la población. Por ejemplo: en las votaciones de este tipo de 2018, la participación fue solo del 27,40%.
Las razones que explican está alta abstención, son las siguientes: el profundo reflujo social derivado de la crisis estructural del capitalismo venezolano, que sumerge a la población a una lucha en enorme desventaja por la satisfacción de las necesidades más básicas, lo que resta su atención a otras actividades como la política; el proceso de despolitización, que aunado al reflujo, también ha sido potenciado por el gobierno mediante la asfixia burocrática de todas las instancias de participación popular y el marcado descenso en el contenido revolucionario de su discurso; el desprestigio de las direcciones políticas de la derecha y del gobierno ante la clase obrera y sectores populares; y nuevamente, el secuestro de las representaciones y tarjetas electorales de partidos tradicionales de derecha y del GPP, en favor de tendencias alineadas a los intereses del PSUV, las cuales cuentan con un gran repudio de sus respectivas bases militantes.
Ya podemos ver como la oposición pro-imperialista en torno a Guaidó, intenta atribuir la baja participación en este proceso electoral al llamado que realizaron a la abstención. ¡Nada más alejado de la realidad! El poco interés del electorado en acudir a las urnas el 6D, también se traslada a las pírricas expectativas que despierta la llamada “Consulta Popular” de Guaidó, la cual se realizará a través de votos digitales —mediante la aplicación Voatz— del 7 al 12 de diciembre, que será regida por un ente nada parcial —juramentado por el propio Guaidó— y mediante un sistema poco fiable, transparente y riguroso. La apatía y desmovilización de amplios sectores de la población responde al enorme descrédito de la clase política nacional de manera general, ante la desconexión de ésta de los problemas que aquejan a las mayorías.
Esta “Consulta Popular” constituye un nuevo intento desesperado de Guaidó de remoralizar a sus desgastadas bases, y crear un mecanismo que mantenga su investidura ficticia ante los gobiernos de derecha o reformistas que aún le reconocen, ya que a partir del 5 de enero éste pierde su carácter de diputado. Sin dudas, esta Consulta Popular corresponde a uno de los absurdos políticos más grandes y fraudulentos que ha ideado la derecha venezolana en los últimos 20 años. Auguramos que la misma no surtirá los efectos esperados por sus artífices, por más que intenten exhibir cifras de participación que no convencerán ni al opositor más recalcitrante.
Los resultados de la APR
Los resultados y el porcentaje de votos obtenidos por la APR-PCV, reflejan que esta incipiente alianza solo conectó con un sector de vanguardia de la izquierda y del chavismo. Esta fuerza no pudo tener eco entre las amplias masas de trabajadores, campesinos y sectores populares, debido a la censura mediática a la cual se vio sometida desde su nacimiento. Tambien vale señalar que, a pesar de que la APR congregó a cerca de 150 organizaciones de izquierda en todo el país, no alcanzó a tener un despliegue geografíco-territorial suficiente para aspirar una mejor figuración. El encarar una campaña electoral con enormes carencias de recursos económicos también supuso una gran dificultad.
Vale mencionar que esta coalición se conformó en la segunda semana del mes de julio y en adelante su incipiente trayecto se centró en el aspecto meramente electoral, bajo la presión de los cortos lapsos de postulaciones impuestos por el CNE. En muy poco tiempo, hubo que establecer acuerdos para la conformación de las candidaturas nominales, lista nacional y listas regionales, lo que supuso un gran esfuerzo unitario. Sin embargo, debemos decir que se avanzó muy poco en la fijación de acuerdos políticos atinentes a los principios rectores de la alianza y un programa unitario.
Sabemos muy bien que los acuerdos de orden programáticos pueden tornarse difíciles de alcanzar, dada la diversidad de posturas, criterios y tradiciones reunidas en este frente. Empero, el establecimiento de un programa unitario, entendiendo éste como una declaración de intenciones, objetivos, límites y alcances de la alianza, hubiese permitido cohesionar el mensaje de la APR —tan diverso como disperso en ocasiones— en aras de conectar la política de la coalición con las aspiraciones e intereses de los trabajadores, campesinos y sectores populares. Aunque este aspecto no jugó un papel determinante en el resultado, si le restó fuerza a la intención declarada desde el principio de hacer que la alianza vaya más allá de lo electoral. Ya las elecciones se efectuaron. Es momento de hacer un balance de lo alcanzado hasta ahora, y construir una política para el corto, mediano y largo plazo, resuelta en la necesidad de que la alianza acumule mayores fuerzas. Un acuerdo programático seria un paso decisivo en esa dirección.
El hecho claro es que los resultados obtenidos no pueden incitar a la desmoralización. Sabemos que varias organizaciones han pagado un alto costo por apostar por la APR, sin embargo, las circunstancias históricas dieron pie a esta posibilidad. El proceso de derechización del gobierno no dejó otra opción. Era necesario que un sector de la izquierda preservara las banderas del socialismo y de la revolución para el futuro. En poco menos de 6 meses, no es poca cosa lo que hemos logrado. El juntarnos para construir esta alianza de izquierda al margen de la nefasta política gubernamental ya es de por sí un éxito, que debe seguir dando pasos para ir al encuentro de las masas oprimidas. El 6D solo fue un tramo de esta carrera de largo aliento.
Así pues desde la Corriente Marxista Lucha de Clase proponemos la construcción de un plan de lucha, que se base en los enlaces y agrupamientos nacionales, regionales y locales concretados hasta hoy, para poner la APR al servicio del pueblo trabajador. Superada la coyuntura electoral, la alianza de izquierda debe convertirse en una plataforma de acompañamiento y coordinación de todas las luchas obreras, campesinas y populares, con miras a proporcionar dirección política a las mismas. Hay mucho por hacer en este sentido. Aquellos sectores que pretenden seguir dilatando, o en algunos casos bloqueando cualquier discusión o acuerdo programático, para constreñir los esfuerzos de la APR a las limitaciones del pragmatismo, le hacen un flaco favor a los objetivos estratégicos sobre los cuales se constituyó la coalición, que tienen que ver con trascender lo electoral y construir un nuevo referente político de izquierda, con miras a orientar una la salida revolucionaria a la crisis capitalista.
Algunas agrupaciones sectarias desde un inicio cuestionaron nuestra participación en la construcción de la APR, al constituir ésta, según sus erradas apreciaciones, una iniciativa «puramente comicial» y que legitimaba «el fraude electoral de Maduro». No es la primera vez que las sectas apelan a este tipo de razonamiento mecánico y estrecho, que no contempla los choques de fuerzas vivas, que se empeña en creer que la realidad es lineal y que los resultados de ésta están predeterminados por apriorismos analíticos. A diferencia de su verborrea limitada a meras páginas webs y totalmente distanciadas del movimiento obrero y popular —y de su vanguardia—, nuestra iniciativa ha tenido resonancia nacional y en coordinación con otras fuerzas, hemos dado los primero pasos —no sin errores y limitaciones— en la reconstrucción de la izquierda socialista en Venezuela. Ésto no es poca cosa.
En todo este trayecto, Lucha de Clases ha crecido de manera sorprendente a nivel cualitativo y cuantitativo. Hoy por hoy somos una organización que cuenta con cierto reconocimiento nacional, donde numerosos camaradas manifiestan su intención de formar parte de nuestras filas. Todo ésto nos lo ha dado nuestro método paciente, y la combinación entre la firmeza de nuestros principios políticos y la flexibilidad táctica que nos caracteriza. Jugar un papel destacado en el reagrupamiento y construcción de una alternativa de izquierda, no se logra con declaraciones altisonantes en portales web.
Los marxistas revolucionarios de la CMI, invitamos a todos aquellos compañeros que están de acuerdo con nuestra postura y que desean impulsar la organización de la APR en sus respectivos espacios bajo una perspectiva de clase, a que se unan a nuestra organización y nos ayuden en la titánica tarea de promover las ideas del marxismo y el programa revolucionario que defendemos entre laa amplias capas del movimiento obrero y popular del cual somos parte.
¡Sigamos construyendo la Alternativa Popular Revolucionaria!
¡Por un programa revolucionario!
¡Únete a Lucha de Clases!
¡Únete a la Corriente Marxista Internacional!